01. Plataforma 9 ¾
01. UNO !
plataforma 9¾
La primera vez que Draco Malfoy se despertó en su cuerpo de once años, es la noche de su cumpleaños y la cruel presión en su pecho le impide respirar, lo llena de pánico, crea una bruma en su mente y le impide procesar, por unos momentos, dónde está, cómo llegó e incluso quién es.
Entre su mente despedazada y fragmentada con pensamientos incoherentes, él recuerda perfectamente sus años en Hogwarts, recuerda como su padre se fue perdiendo en el miedo por Voldemort, recuerda su desesperación cuando fue obligado a portar la marca tenebrosa, recuerda las muertes y torturas que tuvo que presenciar, recuerda la guerra, sus resentimientos estúpidos, el juicio de su padre, el de si madre y su propio juicio dónde Lucius fue condenado a Azkaban mientras él y Narcissa solo se salvaron gracias a su enemigo de toda la vida.
Le dan ganas de vomitar.
De pronto, las mantas finas de su cama le parecen asfixiantes y cae de rodillas al suelo mientras aprieta sus manos contra su pecho con desesperación.
Intenta decirse que nada de eso es real, que solo son pesadillas y que él solo es un niño de once años cansado por la fiesta que tuvo a penas esa tarde.
No puede.
Cuando su respiración se vuelve más lenta y menos errática, Draco Malfoy ya no es el niño de once años narcisista, presumido y seguro que creía que podía conseguir todo lo que quisiera por su apellido, ya no es el niño aristócrata educado cuyo único deseo era ser el orgullo se sus padres y que, por muy estricto y poco expresivo que fueran estos, sabía que lo amaban y darían todo por él. Cuando el niño al fin se calma, el que está sentado en el piso con lágrimas de desesperación en su rostro, quién está ahí es el Draco Malfoy que ha caído en un abismo, el que lo ha perdido todo, el que se ha quemado en el infierno y sobrevivido.
Pero, sin siquiera dejarle procesar cómo llegó a su cuerpo más joven, los recuerdos más recientes, de esa pequeña versión de él, lo abruman.
Sus recuerdos le dicen que tiene una hermana, una que no existía en su vida pasada-futura, el único cambio, sin señales de que pueda tener una mejor vida, sin señales de que su padre no sea mortífago, sin señales de que Voldemort es solo una ilusión. Su miedo es latente, abrumador, al darse cuenta de que puede cometer los mismos errores, de que su familia se destruya poco a poco, solo que esta vez con una persona más en ella.
De alguna manera logró salir, ni siquiera sabe cómo, a trompicones de la habitación y, es justo en ese momento, que sus ojos se cruzan con los orbes azules de una niña que parece increíblemente desconcertada.
Ellos lo saben casi al instante.
Ambos saben qué es lo que va a ocurrir y el futuro que se avecina, incluso si solo uno de ellos lo vivió en carne propia.
Hacen la promesa silenciosa de hablar y ambos regresan a sus respectivas habitaciones con el conocimiento de que no están solos.
Es un tiempo después, justo el día dónde ambos deben obtener sus túnicas, cuándo ya se han acoplado completamente a esta nueva realidad, cuándo sus padres han aceptado completamente su ligero cambio de comportamiento e incluso han dejado de enviarles miradas de sospecha, con todos los sucesos importantes organizados y con planes para afrontar lo que suceda, que Amaris bajó a desayunar a desayunar con la mejor actitud positiva que puede reunir.
—Llegas tarde —recriminó Lucius
La niña ni siquiera le dedicó una mirada a su padre y toma asiento al lado de su hermano.
—Tal vez tú llegaste muy temprano al desayuno, padre. El tiempo es relativo — Hizo un ademán para restarle importancia a su tardanza, enfocó su mirada en el resto de su familia y, con la voz más melosa que puede lograr, saludó—: Buenos días, madre. Buenos días, hermano ¿Cómo amanecieron? ¿No es un maravilloso día?
El rostro de Lucius se arrugó ligeramente, claramente enojado, su mandíbula se tensa unos segundos y abre la boca para soltar un regaño a la rubia.
— ¿Están emocionados por ir por sus cosas para Hogwarts? —interrumpió Narcissa, de manera cómplice.
El pequeño rubio tuvo que morderse la lengua para no reírse de la mirada completamente indignada de su padre, haciendo que las comisuras de sus labios se curven hacía arriba ligeramente, y asintió calmadamente en respuesta a la pregunta de su madre.
Amaris, por otro lado, es un poco más expresiva con su emoción de conocer Hogwarts y le dedica una sonrisa a su madre.
La familia desayunó en un cómodo silencio, con el mayor de los Malfoy claramente de mal humor por la flagrante falta de respeto que le muestran en su propia casa, para diversión de los otros tres miembros que hacen de su espectáculo personal jugar a ignorar el obvio enfado del hombre. Y antes de darse cuenta los cuatro ya caminaban, con el típico porte y dignidad que los caracterizaba, por el callejón Diagon.
Narcissa frunció su entrecejo discretamente cuando pasaron por una tienda de quidditch y su hijo ni siquiera le dedicó una mirada de interés, prefiriendo enfocar su mirada en dirección a la tienda de Madam Malkin. Sin poder evitarlo, miró a su esposo y ambos compartieron su preocupación con la mirada, sin dejar que se le notara en sus hermosos rasgos.
Lucius trató de ignorar su preocupación y miró discretamente en dirección a su hija mientras ella se aferraba a su manga cuál niña emocionada, incluso si se nota su educación aristócrata, el negro corazón del hombre logró inquietarse ligeramente por el cariño que le guarda a su familia y deseó que perdurara para siempre esa tranquilidad.
Incluso si sabe que no es ni remotamente posible.
Draco y Amaris entraron solos a la tienda después de que sus padres fueran a hacer algunos otros asuntos, saludaron educadamente a la propietaria y el niño tomó asiento para esperar su turno mientras su hermana era atendida.
Ambos trataron de no mirar demasiado la entrada.
Los dos niños se tensaron ligeramente cuando la puerta se abrió nuevamente y divisaron en su campo de visión al niño que vivió en su forma de once años; miope y con el cabello al estilo de nido de pájaro, como siempre.
Draco tiene que parpadear tres veces para procesar el hecho de que ese niño es Harry Potter, no Potter, si no un niño inocente que de repente se enteró que existe un mundo completamente distinto al que conocía, que conocerá la emoción de la magia y que está destinado a ser marcado por la muerte de las personas que más ama. Arrastrado a ser el héroe de una guerra de la que nunca pidió ser parte.
Sintió náuseas de solo pensarlo.
Amaris le levantó el pulgar discretamente a su hermano, notando su incomodidad, y en señal de apoyo mueve sus labios para decirle:
—Gánatelo, campeón.
El niño puso los ojos en blanco y la ignoró olímpicamente en preferencia de iniciar su primer encuentro con el futuro héroe del mundo mágico.
— ¿También a Hogwarts? —cuestionó el niño Malfoy con el tono más amigable que puede obligarse a hacer.
El pequeño Harry pareció iluminarse cual pavorreal albino a la luz de la luna. Maravillado porque alguien le dirigiera la palabra en este mundo recién descubierto, tuvo que parpadear un par de veces para volver a la realidad.
—Si, eso creo —respondió torpemente.
Amaris se obligó a mirar a otro lado para evitar reírse de la cara de cachorrito del niño y Draco curvó ligeramente sus labios hacía arriba. No era muy usual para él ver a Harry Potter siendo amable con su persona.
Usualmente todo eran gritos, expelliarmus y un sectusempra.
La conversación continuó incluso cuando a Harry fue atendido, con el niño de cabello azabache hablando sobre su emoción por Hogwarts y con Draco respondiendo cortésmente todas sus dudas sobre el mundo mágico.
—Tu turno, hurón —le anunció la niña, mientras tomaba asiento a si lado.
—Iré porque yo quiero, no porque tú me lo digas — Le dedicó una sonrisa a Harry y luego giró su cabeza en dirección a su hermana, entrecerrando los ojos ojos en el procesos, le regañó—: Y te he dicho que no me llames hurón.
—Lo que tú digas, hurón.
El niño con la cicatriz en forma de rayo observó con curiosidad el intercambio de los mellizos, sin atreverse a interrumpir y solo correspondiendo a la sonrisa del mayor de los hermanos.
Amaris se mantuvo alejada de la alegre conversación hasta que el niño se fue y, poco después, ambos rubios salieron de la tienda con ella aferrada al brazo de su hermano y ambos caminando con elegancia.
—Buen trabajo —felicitó, mientras simulaba limpiar lágrimas de felicidad de sus ojos—. Creces tan rápido.
—Literalmente, soy mucho mayor que tú — Draco le dió una palmadita en la cabeza y enfocó su mirada hacia el frente, algo perdido en sus pensamientos—. Es tan extraño ver a Potter sin su usual hostilidad hacía mí, sin esos ojos que siempre me juzgan por ser la pésima persona que era, sin ese brillo asesino que siempre tenía cuando veía mi marca... No me acostumbro.
Amaris palmeó su brazo en comprensión, sin saber muy bien que decirle y solo dejándolo con sus pensamientos, ambos se mantuvieron en silencio hasta que llegaron a Ollivanders, dónde su madre ya los está esperando con una selección de varitas en el mostrador.
Cuando ambos entraron, Draco notó inmediatamente su antigua varita; hecha de espino y núcleo de pelo de unicornio.
El dueño de la tienda los miró con cierta curiosidad, esbozó una sonrisa —Draco tuvo que recordarse que este no es el mismo nombre que estuvo siendo torturado en su propia casa—, discretamente tomando dos cajas que tenía bien escondidas y fingiendo ignorar la mirada del niño Malfoy quién se percató inmediatamente de esto.
Después de que los mellizos probaran —y fallaran miserablemente— en ser compatibles con las varitas en el mostrador, Ollivander enseñó las dos varitas que tanto esperaba mostrarles.
—Para la señorita — Le ofreció la varita y Amaris la tomó rápidamente, con cuidado—. Veinticuatro centímetros, madera de olmo y núcleo de corazón de dragón.
Los ojos de la niña se iluminaron con emoción al notar que no ha sido rechazada por la varita y Narcissa colocó una mano en el hombro de su hija con orgullo.
Draco, todavía aturdido por ser rechazado por la varita que lo acompañó tanto tiempo en su otra vida, a penas registró cuando Ollivander colocó una varita completamente diferente a la que estaba familiarizado y esta no lo rechazó.
—Veintiseis centímetros, madera de abeto y pelo de Thestral —informó, para gran sorpresa de los tres miembros de la familia Malfoy—. Qué maravilloso poder ver el día cuando estas varitas finalmente encontraron a sus dueños.
El niño asintió de manera educada, tratando de procesar todo lo ocurrido, mientras era obligado a caminar junto a su madre y su hermana de manera casi automática.
Si Narcissa y Lucius sintieron curiosidad por la razón detrás de la varita de su hijo, no lo demostraron o simplemente decidieron guardársela para sí mismos, por cualquiera que fuera la razón, no comentaron nada al respecto.
Agosto pasó volando para los gemelos, entre repasar sus planes, ignorar el cambio de varita del mayor y la molestia de su padre cada que Amaris mostraba su actitud rebelde. Antes de darse cuenta ya era primero de Septiembre y toda la elegante familia Malfoy estaba parada en el famoso andén dónde sale el expreso hacía Hogwarts.
—Amaris — La niña se giró hacía su padre al escuchar su voz severa—. Recuerda comportarte de acuerdo a tu posición ¿Entiendes?
La rubia curvó ligeramente sus labios para formar una sonrisa ligeramente imperceptibles, de la manera más inocente posible.
—Quedar en Hufflepuff y arruinar completamos tu imagen, entiendo —dijo en un tono obediente y, sin darle oportunidad de que respondiera, dió media vuelta y caminó apresuradamente en dirección a su amiga Daphne, ambas desaparecieron en el interior del tren.
Draco no se molestó en esconder su sonrisa, para diversión de su madre y depositó rápidamente un beso en la mejilla de la mujer, quién se permitió esbozar una cálida sonrisa de madera fugaz.
—Draco —llamó su padre, aún algo aturdido por la burla de su hija.
—Es tarde, debo irme — Dió media vuelta, de la misma manera que su hermana, y se marchó antes de que Lucius tenga la oportunidad de decir algo.
El mayor de los Malfoy resopló con molestia, con muy poca dignidad, y miró a su esposa cómo cuestionando "¿Qué hice para merecer esto?". Ella lo ignoró, lo pasó de largo y caminó tranquilamente a una posición más cómoda para poder despedirse de sus hijos.
Draco, para su alivio, encontró rápidamente el compartimiento de su hermana y la niña Greengrass, quién lo saludó con un asentimiento mientras presta atención a la conversación animada de la rubia. Se permitió relajarse leyendo uno de los libros que trajo con él sobre criaturas mágicas.
Sus cejas se levantaron levemente al observar de reojo al pequeño Harry, acompañado por una manada de Weasley's de cabello rojo, sin darle mucha importancia al encuentro predestinado de la comadrejas y el niño que vivió, volvió su atención a su lectura.
—Muévete, Zabini, la reina va a pasar —se escuchó la voz de Pansy Parkinson, captando la atención de las dos chicas y el chico en el vagón.
El rubio se permitió sonreír, escondiendo su rostro con ayuda de su libro, al escuchar la voz de sus amigos. Se sientió agradecido de poder volver a conocerlos y, muy en el fondo de su mente, deseó que esta vez pueda protegerlos y ayudarlos para que no se repitieran los errores del pasado.
—Gracias, Pansy, no sabía que me tenías tanto aprecio — Nott movió con suavidad a Parkinson a un lado y entró antes, tomó asiendo al lado de la niña Malfoy y movió su mano alegremente en señal de saludo a todos.
Blaise sofocó una risa y entró para sentarse al lado del mayor de los gemelos, mientras la niña de cabello azabache tardó unos segundos más en darse cuenta de la forma en la que se burlaron de ella.
—Pagarán por esto —exclamó.
Pansy tomó asiento al lado de Blaise, ignorando completamente al chico cuando este trata de pedirle disculpas. Theo miró su chocolate como si fuera la cosa más importante en el mundo y tanto Amaris como Daphne siguieron en su propia conversación.
Ninguno se molestó en preguntar por Crabbe y Goyle, todos sabían que lo más probable es que andaran por ahí acabando con todos los dulces de la señora del carrito.
Draco frunció el ceño al recordar como en su primer año unos brutos compraron todos los dulces y darse cuenta que tal vez ya era muy tarde para evitarlo.
Ninguno del grupo de futuras serpientes se movió de sus asientos cuando los rumores sobre que "el niño que vivió" estaba en el tren, los seis metidos en su propio mundo no le dieron la más mínima importancia. Los Malfoy se obligaron a quedarse en sus asientos para no frustrar el primer encuentro del famoso trío dorado y se enfocaron en sus amigos.
Cuando el tren comienzó a moverse y todos se acomodaron cerca de la ventana para despedirse de sus familias, el viajero del tiempo y la reencarnada se sonrieron, preparándose mentalmente para el inicio de sus planes y rezaron a Merlín para que todo saliera como lo tenían planeado.
El primer año en Hogwarts estaba comenzando y con ello la primer tragedia que marcaba el regreso del señor oscuro.
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