Ch V. Rescue
Ch V. Rescue
Después de un largo baño de esencias de las más exóticas flores, las doncellas del palacio ayudaron al joven príncipe Atem a vestirse con sus mejores ropas traídas de lugares lejanos y le adornaron con las más lujosas y preciosas joyas; la corona, los collares, las pulseras, los anillos y tobilleras (N/A entiéndase como las "pulseras" que se ponen en los tobillos) estaban hechas de oro puro con incrustaciones de piedras preciosas; haciéndole resplandecer como la estrella del alba. Sin embargo, el tricolor no parecía contento, mantenía su mirada baja, escondida tras sus mechones rubios.
- Alteza, ¿Sucede algo malo?- le preguntó preocupada una doncella mientras terminaba de colocarle una larga capa de seda color azul rey- Hace ya un rato que no dice nada
- ¿Será la emoción por su compromiso?- dijo la más anciana de ellas
- No creo que sea eso- espetó otra- Se ve algo triste, ¿Su excelencia no estará enfermo?
- ¿Enfermo? ¡Por supuesto que no!- dijo la anciana- Su alteza no puede enfermar ahora, lo que tiene son nervios- la doncella que le había puesto la capa ladeó su cabeza un poco, tratando de mirar a Atem y se sorprendió al ver la expresión de vacío y desilusión que adornaban su rostro perfecto
- ¿Alteza?- lo tomó por el hombro y se agachó un poco más, notando sus ojos carmesí a punto de romper en llanto- ¿Alteza, qué sucede?- unos golpes en la puerta le interrumpieron. La tercera doncella abrió, dejando pasar a Mahado, quien hizo una reverencia ante su joven rey antes de acercarse a él
- Mi señor, ya es hora- le tomó por el brazo y salió con él de la habitación; Atem no pudo contener sus lágrimas y las dejó resbalar por sus mejillas.
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Mientras tanto, en la habitación del joven faraón, Ryou continuaba llorando. Ya había dejado de lado sus esfuerzos por soltarse; ya había perdido esperanza alguna. Se odiaba por alguna vez haber deseado que Atem desapareciera de la vida de Bakura, se sentía lo más despreciable del mundo. Recargó su cabeza en el pilar y siguió sollozando, mientras el guardia que lo vigilaba lo veía con lástima, era tan doloroso verlo llorar.
- Oye chico- le llamó el guardia, poniendo algo de fruta y agua frente a él y sentándose a su lado- No te preocupes, su excelencia Seth no piensa hacerte daño, así que deja de llorar- tomó una jugosa manzana y la puso frente a él, mas Ryou sólo giró la cabeza y siguió llorando- Vamos, tienes que comer algo- intentó un par de veces más alimentarlo, sin éxito. El guardia suspiró, cerró su puño... y se golpeó él mismo en la cara, logrando que su nariz comenzase a sangrar. Ryou se sorprendió ante tal acto y le miró confundido.
- ¿Qué hace?- le preguntó, olvidando por un momento su desdicha
- ¿De qué hablas? Yo no hice nada. Fuiste tú quien me golpeó y consiguió arrebatarme las llaves del candado de los grilletes- sacó las llaves y abrió el candado
- Pero...- los pesados grilletes cayeron al suelo, mientras el albino se sobaba sus muñecas y miraba al guardia aún desconcertado
- Un ángel como tú no debe estar encadenado- sonrió un poco, su rostro comenzaba a hincharse- Ahora vete, los guardias y doncellas están en el salón principal en la coronación del faraón Atem, así que no tendrás problemas para salir de aquí
- Muchas gracias- abrazó a aquel hombre y besó fugazmente su rostro hinchado y salió del lugar, dejando al soldado con una sonrisa en el rostro. Después de aquello, se recostó en el piso y se quedó dormido, rogando a los dioses que protegieran a aquel hermoso ángel.
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Mientras corría por los pasillos pensaba en qué iba a hacer a partir de ese momento. No podía escapar así nada más, no después de que el faraón lo había ayudado, y definitivamente no podía dejar que Seth se casara con Atem después de lo que tuvo que sufrir para que su yami y el faraón se reconciliaran.
- Tengo que ayudar al faraón- se dijo Ryou, deteniéndose de golpe- No lo puedo abandonar... si le pasara algo devastaría a Bakura; ¡Tengo que ayudarlo!- suspiró amargamente- Pero... ¿Qué puedo hacer yo? No soy más que un estorbo... [[¡No! ¡Eso no es verdad!]]- se dijo mentalmente- [[¡Sé que puedo ayudarlo!]]- iba a comenzar a correr de nuevo, pero escuchó unos pasos detrás suyo.
Se asustó, no pensó que se darían cuenta tan pronto de que había huido, o quizá aquel guardia le había tendido una trampa. Corrió lo más rápido que pudo y, al no encontrar ninguna habitación abierta, lo único que pudo hacer fue esconderse tras una estatua, cubriéndose la cabeza con sus manos, esperando no ser descubierto. Los pasos se aproximaron a donde estaba, ocasionando que su temor se manifestara en su cuerpo, que ahora temblaba. Sintió como alguien se paraba junto a él y le tocaba el hombro despacio...
- Ryou...- susurró una voz, una voz que reconocería en cualquier parte. Alzó la mirada para encontrarse con dos figuras encapuchadas que se descubrieron la cabeza para revelar lo que Ryou ya sabía de antemano. Bajo esas capas oscuras se encontraban su yami y el pequeño Yugi.
- Bakura- se puso de pie rápidamente y lo abrazó contento, casi llorando de alegría- ¡Bakura, que bueno que estás bien!
- Esa es mi línea- el mayor lo abrazó de igual forma; Yugi no podía evitar sentirse un poco molesto ante la escena- No te hicieron nada malo, ¿verdad?
- No, estoy bien. Pero el faraón...
- Lo sé- le interrumpió- Tengo que ir por él antes de que Seth se salga con la suya. Ryou, quiero que hagas algo por mí
- ¿Qué cosa?
- Tienes que ir por el anillo y el rompecabezas del milenio. Tú también puedes sentir su presencia, ¿No es así?
- Sí. No están muy lejos de aquí
- Entonces ve con Yugi por los artículos, los encontraré aquí en 15 minutos, ¿De acuerdo?
- Claro- respondió el menor. Yugi sólo asintió con la cabeza
- Cuídense- Bakura besó la frente de Ryou y emprendió marcha hacia el salón principal del palacio.
- Vamos Yugi, no hay tiempo que perder- y con esto último, ambos chicos siguieron registrando el lugar en busca de los artículos.
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La ceremonia ya casi había terminado, los últimos preparativos estaban por concluir. En cuanto coronaran a Seth y a Atem, quedarían casados, dándole el derecho al castaño de subir al trono si algo le pasase a su "esposo". Seth inclinó la cabeza, mientras el sumo sacerdote tomaba el tocado de oro y lo colocaba sobre su cabeza... sin embargo, antes de que la corona siquiera tocase su cabello, una flecha proveniente desde atrás hizo que el tocado cayera y se rompiera en el suelo. Los presentes miraron hacia atrás, buscando al culpable de tal blasfemia. Todos lanzaron un suspiro de asombro al ver a un hombre de níveos cabellos con arco en mano, mirando al sacerdote con burla
- Yo también sé usar un arco, su excelencia Seth- dijo con ironía aquel sujeto
- El que estés aquí comprueba lo estúpido que eres, Bakura- pronunció el castaño con el mismo tono- ¿Acaso has venido a cometer suicidio?
- No. He venido a robar el tesoro más preciado de Egipto- sonrió levemente y miró a Atem, quien no pudo evitar sonrojarse ante su comentario.
- ¡Guardias, atrapen a ese ladrón!- ordenó Seth. Los guardias blandieron sus armas y se abalanzaron contra Bakura, quien se burlaba de ellos a viva voz mientras los esquivaba con increíble facilidad. Los guardianes de los artículos del milenio hicieron despliegue de sus poderes mientras Seth cogía del brazo al tricolor e intentaba escapar con él, mas otra flecha certera se lo impidió. Bakura corrió por entre los soldados, levantó a Atem en brazos y dio un gran salto para esquivarlos nuevamente.
- ¡Hasta nunca, mortales!- salió de la sala a toda prisa, dejando un verdadero caos atrás
- ¡¿Qué rayos están esperando?! ¡Vayan por él!- gritó Seth molesto, tenía que capturar a Atem vivo para poder casarse con él y obtener el trono de Egipto. Él, los guardias y los mismos guardianes de la corte del faraón fueron en busca de Bakura, se dispersaron rápidamente por todo el palacio, buscando con desesperación al ladrón de tumbas y a su "prisionero".
- ¡Bakura, tenemos que ir por Ryou!- pidió Atem, quien estaba por fin en brazos de su amado de nuevo
- No te preocupes, él y Yugi están a salvo- llegaron al punto de encuentro, donde los dos menores ya les estaban esperando- ¡Yugi, Ryou! ¿Tuvieron suerte?
- Claro que sí- respondió alegre Yugi, mostrando ambos artículos del milenio. Le entregó el rompecabezas y el anillo del milenio a Atem y Bakura respectivamente
- Bien. Salgamos de aquí. Un par de caballos están afuera. Atem, tú tomarás uno para poner a salvo a Yugi a Ryou mientras yo voy por otro rumbo para confundirlos, ¿bien?
- Pero Bakura...- el peliblanco le calló con un suave beso en los labios
- Descuida, estaré bien. Sólo concéntrate en ponerlos a salvo y pronto los alcanzaré- el faraón sonrió mientras le regresaba el beso y los cuatro corrieron de ahí lo más rápido que podían. Mas algo, o mejor dicho, alguien, les impidió la huida. Seth les bloqueaba el paso al final del corredor. El sacerdote desenvainó su espada, dispuesto a una batalla final
- ¡Quítate del camino!- Bakura sacó su espada, blandiéndola con furia hacia el sacerdote, quien respondió con la misma intensidad. Bakura logró desarmar a Seth, su espada salió volando y lo derribó en el suelo y se puso a horcajadas sobre él, levantó su espada para clavársela directo en el pecho
- ¡Espera!- dijo el tricolor, deteniendo su furioso ataque- No lo lastimes
- ¿Cómo puedes decir eso después de lo que hizo?
- Lo sé, pero... pero no debes matarlo, serías igual que él. Además me prometiste que no lastimarías a nadie más- Bakura volvió a levantar su espada, pero en vez de hundirla en el cuerpo de Seth, atacó sus vestimentas, dejándolo atrapado en el suelo. Hurgó entre sus ropas hasta que encontró el cetro del milenio y lo puso en manos del tricolor
- Ten, ya sabes qué hacer con él- Atem asintió con la cabeza, juntó el cetro a su pecho, donde descansaba su rompecabezas, e inmediatamente ambos artículos comenzaron a brillar. Unos instantes después, la luz desapareció
- He roto el hechizo con el que controlabas a Mahado e Isis... aunque también pude darme cuenta de que también tenías controlados a los guardianes de los artículos y a la mitad de los soldados, ¿No es así?- el castaño lo observó con desprecio- Bueno, eso no importa ya...- guardó el cetro entre sus ropas
- Vámonos- dijo el peliblanco con voz enfadada. En cuanto comenzó a caminar, los otros tres le siguieron el paso; sin notar que Seth se liberaba y se ponía de pie. Atem y Bakura miraron hacia atrás al escuchar un extraño ruido. Ryou, quien iba hasta el final con Yugi, sintió un dolor punzante en el estómago, y al ver hacia abajo vio cómo la punta de una espada cubierta de sangre le atravesaba el vientre...
Continued...
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