Ch III. Ryou
Ch III. Ryou
Apenas comenzaba a dormirse cuando escuchó unos pasos aproximándose a su celda; Atem se pegó más a la pared, intentando alejarse de cualquiera que entrara por aquella puerta. Esperó temeroso hasta que se escuchó el rechinido de la puerta al abrirse, entrando Seth al cuarto con otro par de personas que el tricolor nunca esperó ver, eran Isis y Mahado, con postura erguida, antorchas en las manos y miradas sin brillo
- Mahado...- murmuró con tristeza al verlo, claramente no era el mismo Mahado que conocía, se notaba al ver aquella mirada sin sentimiento alguno. Fue entonces que notó el cetro del milenio en manos de Seth, comprendiendo que éste se había adueñado de la voluntad de sus amigos con ayuda de aquel objeto milenario- ¡Maldito seas!- gritó furioso desde su lugar
- ¿Y qué piensas hacer, huh? - el castaño le miró desafiante- Sin tu rompecabezas no eres más que un mocoso- se bufó y comenzó a acercarse a él a paso lento
- ¡No te acerques! ¡Aléjate de mí!- gritaba desesperado mientras comenzaba a temblar por el miedo
- No puedo seguir manteniéndote aquí, levantaré sospechas. De ahora en adelante te quedarás en tu vieja habitación- lo tomó por el brazo, pero el tricolor se resistió
- ¡¡Que me sueltes!!
- ¡Mahado!- el nombrado caminó hacia a ellos y cogió al joven príncipe por ambos brazos. Atem se quedó inmóvil, incapaz de dañarlo. El mayor se inclinó un poco para cargarlo en brazos y sacarlo de su celda.
Como aún era de noche, los cuatro pasaron desapercibidos por los demás; caminaron por aquellos oscuros corredores que apenas y se iluminaban por las antorchas. Al llegar a su destino, Isis se encargó de bañar y vestir al tricolor, mientras que Mahado le colocó aquellos atavíos de oro y piedras preciosas que sólo un príncipe puede llevar. Al acabar, Mahado se dispuso a abandonar aquella habitación, mas Atem se aferró a él, estrujándolo con todas sus fuerzas, pidiéndole perdón por haberlos abandonado.
Sin poder controlarlo, una lágrima resbaló por el inexpresivo rostro de Mahado, por dentro estaba destrozado, pero su cuerpo no lo demostraba ya que en ese momento su cuerpo no le pertenecía. Se soltó del abrazo del menor y salió del cuarto, cerrándolo, quizá para siempre.
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- ¡Ryou, no bebas tanta agua!- le regañó Bakura, ya que apenas llevaba unas cuantas horas despierto, y ya casi había bebido 3 litros
- ¡Pero tengo sed!- replicó el menor, tomando otro sorbo de agua- ¡Hace mucho calor!
- Lo único que conseguirás bebiendo tanta agua será correr al baño cada 15 minutos. Aprende a Yugi...- mencionó mirando al peque, quien estaba sentado en el piso de lo más normal, exprimiendo un extraño fruto rojo dentro de un recipiente
- No es nada, mi abuelo me ha llevado tantas veces a sus excavaciones en Egipto que supongo que me he acostumbrado- dijo mientras seguía ocupado con aquel fruto
- No es justo, soy el único que está sufriendo- se quejó el albino
- Toma Ryou- Yugi le ofreció el jugo que había extraído de aquella fruta. Ryou lo bebió lento, pero de inmediato lo escupió
- Está muy amargo- dijo Ryou mientras tosía, intentando quitar ese horrible sabor de sus labios
- Lo sé, pero esta fruta ayuda a calmar tu sed
- Sabes mucho- comentó Bakura
- Mi abuelito me enseñó
- Ryou, bébete el jugo- le ordenó Bakura a su luz
- Pero sabe horrible
- Que te lo bebas
- ...Bien- y muy a su pesar, Ryou bebió aquel jugo mientras hacía muecas de desagrado.
- Buen chico- Bakura fue hacia uno de los cuartos, y, minutos después, regresó con mudas de ropa en sus manos- Tomen- dijo mientras les arrojaba aquellas prendas- Tienen que ponerse esto. Sus ropas llaman demasiado la atención, sin mencionar su apariencia
- ¿Nuestra apariencia?- preguntó Yugi confundido
- No hay muchas personas por aquí con la piel tan clara como las suyas, sobre todo tú Ryou. Así que vístanse rápido, tenemos que irnos
- ¿Entonces eso significa que...?
- Sí- le interrumpió el mayor a Yugi- Vamos a buscar a Atem
- ¡Necesitas descansar más!- profirió Ryou- ¡Tus heridas aún no sanan!
- Estaré bien. Cuando lleguemos a la ciudad principal ya estaré recuperado. Ahora cámbiense, estaré afuera- y tras decir esto, salió. Alimentó al caballo y le dio agua. Mientras el animal comía, Bakura le hacía caricias en su lomo
- Tu caballo parece muy fuerte- comentó Yugi, a sus espaldas
- Lo es. Y no sólo eso, resiste el calor del desierto también como cualquier camello- explicó Bakura- nos será de mucha utilidad- se viró a ver al tricolor, quedando más que sorprendido; aquel atuendo que Yugi traía puesto le hacía lucir idéntico a Atem, salvo algunos detalles. Usaba un faldón egipcio color arena sujetado por la cintura con un listón violeta, una especie de camisa sin mangas color arena y una túnica violácea que combinaba perfectamente con su inocente rostro. Sin pensarlo, Bakura lo abrazó
- ¿Qué... sucede?- murmuró Yugi sonrojado. Enseguida, Bakura lo soltó, dejando sus manos apoyadas en sus hombros
- Lo siento... pero... te pareces mucho a él- confesó Bakura, sonriendo un poco-¿Y Ryou?
- Aún está adentro. Dijo que no quería que lo viese cambiándose
- Entiendo. Esperen aquí, ahora vuelvo- fue tras la casa, perdiéndose de vista enseguida.
Al poco rato, regresó con un camello que mantenía en la parte trasera de la cabaña; ató varios paquetes envueltos en piel y tela al camello y le dio de comer y beber, para luego atarlo a la parte trasera del caballo. Después salió Ryou de la casa con una túnica azul oscuro, un traje similar al que usaba Yugi y el listón de su cintura del mismo color que la túnica, resaltando mucho su nívea piel. Después de cambiarle los vendajes a Bakura y de que se cambiara de ropa, los tres se cubrieron con sus túnicas y partieron hacia la capital de Egipto, donde se hallaba el castillo del faraón.
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Aún faltaban unas horas para que atardeciera, así que el calor del desierto seguía siendo fuerte. Ryou iba subido en el camello junto con Yugi, completamente exhausto, mientras que Bakura montaba al caballo. La respiración jadeante del albino indicaba que ese viaje era demasiado para él, su cuerpo no aguantaba tanto calor.
- ¿Bakura, puedo tomar más agua?- pidió Ryou con la boca seca, recargándose en el cuello del camello.
- No Ryou, se supone que tiene que durarnos por lo menos hasta mañana-explicó el mayor. Ryou ya no dijo nada, se limitó a quedarse recargado en camello, mirando el paisaje del desierto, que se distorsionaba por el calor.
- Deberíamos descansar un poco- comentó Yugi, mirando con lástima a Ryou
- Creo que tienes razón, Ryou necesita descanso. Hay un arroyo cerca, nos quedaremos ahí hasta que el sol se ponga- Tuvieron que desviar su camino hacia aquel riachuelo.
En cuanto llegaron, Ryou bebió toda el agua que pudo y se humedeció la cara con el agua cristalina del pequeño río. Después de que los otros dos bebieran un poco del vital líquido, les llegó el turno al caballo y el camello; y al acabar, se refugiaron del sol en una cueva no muy alejada del arroyo. Ataron a los animales a una estaca incrustada en el suelo, comieron un poco de lo que llevaban y se dispusieron a dormir un poco, ya que Bakura había decidido que lo mejor sería viajar de noche.
- Ahora vuelvo- dijo Yugi
- ¿A dónde vas?- preguntó Bakura con lo boca llena de comida
- Vi algo cuando veníamos hacia acá, esperen- y sin más, salió de la cueva.
- Nunca pensé que diría esto, pero Yugi es de admirar - dijo Bakura para sí al terminar aquella jugosa fruta que comía- ¿Cómo estás Ryou?
- No me preguntes cómo estoy- habló molesto- Se supone que el enfermo eres tú, siento como si fuera un estorbo
- No lo eres, es sólo que no estás acostumbrado a este tipo de lugares
- Es lo mismo
- ¿Sabes? Al principio Atem era igual que tú. Le costó mucho adaptarse al calor del desierto, ya que toda su vida se la había pasado encerrado en el palacio de su padre- Bakura se quedó en silencio, mirando hacia la nada- Me pregunto si estará bien...
- Ve con él- dijo de repente Ryou, sacándolo de su ensimismamiento
- ¿Qué?
- Ve a buscarlo, es más que obvio que no me necesitas para rescatarlo, así que... ve por él, yo esperaré aquí. Y en cuanto lo encuentres, podré marcharme a ciudad Domino
- Ryou...
- Sólo... vete y déjame solo, ¿quieres?- flexionó sus piernas y las abrazó, hundiendo su rostro entre ellas. Bakura intentó acariciar sus cabellos, pero Ryou, de un manotazo, se lo impidió- ¡Te dije que te fueras!- le gritó exasperado, con las lágrimas a punto de escaparse de sus orbes. El mayor suspiró profundo y lo tomó de la barbilla, presionando sus labios contra los de él.
Ryou se sorprendió al sentir aquel tibio contacto en sus labios, soltó sus piernas y ciñó sus brazos al cuello de su yami; cerrando lentamente sus ojos y abriendo sus labios, permitiéndole a Bakura el acceso total a su cavidad. El sonrojo no se hizo desear en las mejillas del menor, pintándolas rápidamente con el ardiente color carmesí. Y mientras lo besaba, Bakura lo tomó por la cintura con una mano, bajando lentamente la otra por su torso, hasta llegar a sus piernas. En ese momento, Ryou trató de contener aquella mano traviesa con una suya; mas al sentir que aquella mano frotaba suavemente su entrepierna por encima de sus ropas, deshizo el beso e intentó soltarse
- Bakura... no...- pidió mientras el mencionado comenzaba a lamer su cuello y apretar cada vez más su hombría - Bakura...de... detente...- un temblor ligero sacudió su cuerpo mientras algunas lágrimas amenazaban con escabullirse por su rostro
- Pensé que esto era lo que querías- le musitó al oído, estremeciendo el cuerpo de Ryou- Pensé que me amabas...
- Pero...- Ryou volvió a apretar sus ojos, hasta que sintió que su yami alejaba aquella mano de su hombría
- Ryou- Bakura lo abrazó por la cintura con ambas manos y se recargó en su hombro, suspirando- ¿No te das cuenta?- se irguió, mirando el confundido rostro de su luz- Lo que sientes por mí no es ése tipo de amor...
- ¿Qué... quieres decir?
- Tal vez en otros tiempos fue amor pero ahora sólo se trata de algo fraternal, como el que sientes por algún familiar o un amigo- Ryou bajó su mirada, comprendiendo lo que decía. Se quedó pensando unos momentos antes de que Bakura siguiera hablando- Tú... ya tienes a alguien más en tu corazón- lo abrazó contra su pecho, dejando que el pequeño descansara sobre su cuerpo
- ¿A quién?- preguntó curioso
- Me sorprende que no te hayas dado cuenta... ¿no recuerdas lo que te dije la última vez?- Ryou volvió a mirarlo de nuevo con esa cara de "no-sé-de-qué-rayos-me-hablas"- Pronto lo sabrás- el albino menor hizo un puchero de molestia y volvió a recargarse en su yami. Pasó otro rato, antes de que Yugi regresara, trayendo consigo una especie de cantimplora hecha de madera entre sus manos
- Ryou, te traje esto- dijo el tricolor para enseguida entregarle la cantimplora
- Gracias- abrió el recipiente y comenzó a beber su contenido, y al reconocer el sabor, lo escupió- Es otra vez de esa fruta rara, ¿Verdad?- Yugi asintió y se sentó a su lado. Miró a Bakura, buscando algo de compasión, y al no encontrarla, siguió bebiendo su extraño elixir.
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El sol comenzaba a ocultarse tras las dunas del desierto, la temperatura comenzaba a descender velozmente. Ryou despertó debido a la sed, tomó su cantimplora, y al ver que el líquido no salía, la agitó, comprobando lo obvio
- Ya no hay- comentó para sí, levantándose del suelo y sacudiéndose un poco. Miró rápidamente a los otros dos, Yugi dormía en el suelo hecho bolita, parecía que el frío comenzaba a afectarle; mientras que Bakura estaba recargado en la pared, también sumergido en un profundo sueño. Ryou fue hasta el camello y sacó una manta de uno de los paquetes, la puso sobre Yugi y salió de la cueva- Por lo menos debería llenarla yo mismo, no quiero que piensen que soy un inútil- caminó hasta el arroyo y sumergió el recipiente en el agua; de éste comenzaron a salir burbujas de aire hasta que se llenó. El agua estaba tan revuelta por el movimiento que no le permitió a Ryou ver que alguien se acercaba por detrás...
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En sus sueños sólo aparecía su querido Atem sonriendo alegre mientras caminaba a su lado, mientras lo abrazaba, mientras lo besaba, mientras le hacía el amor... de pronto, la voz de Yugi llamándole lo interrumpió, despertándolo de su agradable sueño, tardó un poco en reaccionar, pero al final abrió sus ojos.
-¡Bakura!- dijo una vez más Yugi mientras lo halaba de su ropa
- ¿Qué pasa?- preguntó aún adormilado
- Ryou no está- al escucharlo, Bakura miró a un costado, luego en toda la cueva. Era verdad, su luz no estaba en ningún lado
- Se supone que estaba vigilando, ¿cómo pude quedarme dormido?- se reprendió a sí mismo
- Es normal, estás herido. Tu cuerpo necesitaba descansar
- ¿A dónde habrá ido Ryou?
- Una de las cantimploras no está, supongo que fue a buscar agua.
-Por Ra, ¿cuánta agua puede beber ese niño?
- Será mejor irlo a buscar
- Tienes razón- se levantó de su sitio, encendió una antorcha puesto que ya estaba oscuro y fue con Yugi hasta el pequeño río. Comenzaron a llamar a Ryou por su nombre, esperando a que contestase, pero la respuesta nunca llegó.
La preocupación comenzó a crecer en ambos, siguieron buscando con desesperación al albino, pero parecía que se hubiese hundido en la arena. Mas de pronto, cerca del río, Yugi encontró la túnica de Ryou flotando en el agua, y unos metros más adelante, había huellas de personas y de caballos que habían logrado conservarse gracias a que el agua derramada de la cantimplora de Ryou había humedecido la tierra.
- Son huellas de los caballos del ejército del faraón- habló Bakura después de examinar las herraduras marcadas en la arena
- ¿Y qué le sucedió a Ryou?
- Seth también lo tiene...- el mayor cayó de rodillas en la arena, golpeando el suelo con sus puños y agachando la mirada; mientras que Yugi lo abrazaba tratando de consolarlo e intentando en vano contener sus lágrimas
Continued
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hasta el siguiente capítulo!!
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