Capítulo 7 (Dereck)
«¿Qué diablos ha sido eso?»
Me he comportado como un idiota con el lobo todo el camino y sin previo aviso le suelto eso, no digo yo que pusiese esa cara de estupefacción. Nunca fue mi intención gritarle o tratarlo mal en algún momento, solo que me encuentro muy nervioso debido a lo sucedido y a la conversación con Erick. He descargado todo mi enojo y frustración en el único que se ha preocupado lo suficiente por venir en mi ayuda. Aunque esa lengua viperina suya tampoco ayudaba mucho.
No me sorprende que mi hermano ni se inmutase en buscarme, lo único que perdería sería un buen luchador porque, como familia, me expulso de clan hace mucho tiempo. Ser una pantera solo trae problemas, según el clan es como nacer con una maldición. Gracias a Dios nos era algo común pues el rechazo del que eran víctimas esos pequeños grupos de persona en el que me incluyo es increíble, yo tuve la mala experiencia de vivirlo, por ello lo mejor es nunca mostrar mi lado animal, no sé cómo los híbridos lo han descubierto. Paso la mano por mis cabellos intentando aplacar mis nervios.
Tal vez Michael tenga razón, necesito una ducha para relajarme y pensar las cosas con calma. Me encamino al cuarto de baño y abro la llave del agua y en cuestión de segundos toda la habitación se ve inundada por el vapor del agua caliente. Es el baño más espacioso que he visto en mi vida, además de la ducha cuenta también con un jacuzzi con hidromasajes, la idea es muy tentadora, pero solo deseo la sensación del agua de ducha cayendo por mi espalda. Me desnudo por completo y entro a la espaciosa bañera rodeada por mamparas de cristal, un suspiro involuntario se me escapa al sentir el éxtasis que me causa el agua caliente luego de tantos días sin tomar un baño.
Mientras intento relajarme trato de pensar en todo lo ocurrido, pero solo me viene a la mente el rostro de Michael cuando le vi en los almacenes. Recuerdo como el miedo me recorrió cada poro del cuerpo al verle allí y pensar que le podría suceder algo, que se encontraba en peligro por mi causa, jamás me perdonaría si algo le ocurriese por un descuido mío. La necesidad de protegerle me llenaba. Desde que le conocí sentí que volvía a tener motivos para reír, me divertían sus insultos y acciones y, aunque no lo admitiese en público, siempre esperaba poder verlo a la mañana siguiente, esperaba con ansias su nuevo berrinche hacia mí e incluso muchas veces era yo quien provocaba esta actitud.
Por desgracia, no éramos un cuento de princesas Disney, no existen los finales felices por siempre. No es un secreto lo atraído que me siento por el lobo blanco, pero si me permito hacerles caso a estos primitivos deseos corro el riesgo de destruirnos a ambos: Michael se convertiría en la deshonra del pueblo, y yo puedo caer perdido en sus manos.
Aparto esos pensamientos de mi cabeza y una segunda preocupación lo sustituyen, la conversación con Erick. Dice que volveré a él por mi propia cuenta. Me quiere a su lado, lo sé, pero no hay nada en este mundo que me obligue volver a él. Por muy poco aceptado que sea mi presencia en mi clan ellos son mi familia, no los traicionaría por nada de este mundo.
—Dereck, ¿estás ahí? —La voz de Michael llega desde el dormitorio, ha regresado.
—Salgo en un segundo.
Cierro la llave del agua y me enfrento a un obstáculo que no he pensado hasta el momento, mi ropa está completamente llena de churre y rota. No puedo volver a vestirme con ello y no poseo una segunda muda. Como nunca me transformo en pantera no soy de las cambiaformas que lleven más de una ropa consigo y la que tenía para el día a día de la misión aún debe estar en el pequeño hotel de Los Ángeles en el que me estuve hospedando. El sonrojo llena mi cara, ¿cómo se supone que salga allá fuera? O peor, ¿cómo se supone que regrese a casa así?
Enredo la toalla a través de mi cintura y salgo del baño, Michael se encuentra de espaldas a mi ubicación, pero debe saber que ya me encuentro en la habitación junto con él porque dice:
—He traído comida, la he comprado en la tienda más cercana para que ustedes pudiesen relajarse. No pedí servicio de habitaciones para evitar dejar a Ryan en la bancarrota, pero si los refuerzos no llegan pronto en algún momento tendremos que hacerlo porque no queda mucho dinero. —Habla casi sin respirar como si estuviera revisando mentalmente sus tareas pendientes—. Luego de que comas te curaré las heridas con el botiquín de primeros auxilios que tengo en mi mochila y…
—Creo que tenemos un problema.
Michael voltea y noto como me examina detenidamente cada parte del cuerpo con los ojos muy abiertos deteniéndose sobre todo en la zona de mi pecho y posteriormente baja la mirada hasta donde termina la pequeña toalla, un poco más abajo de la entrepierna por la zona de los muslos, su rostro lujurioso hace que la sangre me hierva.
«¿Es que este hombre no disimula sus pensamientos?»
— ¿No… no te has vestido aun? —tartamudea un poco al preguntar y escucho como traga con dificultad
—Mi ropa está demasiado destruida como para usarla nuevamente—trato de apartar la mirado para no sucumbir a lo que realmente deseo hacer—. Aunque la mandáramos a lavar está llena de rasguños.
—No te preocupes te conseguiré una muda en unos minutos, será mejor que comas para ver esas heridas.
Me siento en un pequeño juego de muebles que tiene la habitación, Michael me pasa una bolsa de comida sin dirigirme la mirada, eso me molesta un poco, no me gusta que me evite, y peor, no comprendo sus pensamientos. En un segundo no deja de insultarme y observarme mientras que al otro ni siquiera me hace caso.
— ¿Has visto a Logan? —pregunto con tal de que no se aleje.
—Sigue durmiendo—responde sentándose sobre la cama al otro extremo del cuarto—. Debe estar realmente cansado, le he dejado una bolsa de comida igual a la tuya y mi número de teléfono para que me llamase en cuanto se despierte.
No digo nada más, saco una hamburguesa y un vaso de café descafeinado dentro de la bolsa. No era consciente del hambre que he tenido hasta que veo la comida, incluso la maltratada verdura de la hamburguesa me sabe de maravilla. Ahora que lo pienso a profundidad, no recuerdo cuando fue la última vez que comí, quizás antes de ir al antro. Como sea, tengo hambre.
Siento un dedo recorrer mi espalda y de repente mi apetito se ve sustituido por un nuevo tipo de hambre. Ya la comida no me interesa por lo que me detengo de masticar.
—Lo siento, no deseaba molestarte. —Su tono es un poco culpable, aunque en lo que realmente me fijo más es como se movió de un lado a otro de la habitación y yo ni cuenta me di—. Solo observaba el gran número de cicatrices y heridas que tienes. —La curiosidad era latente en su voz, el tacto de su mano en mi espalda quema, pero es una sensación bienvenida.
—Las cicatrices son antiguas, las he ganado a lo largo de los años en muchas peleas y por las heridas no debes de preocuparte, ya se curarán solas.
—Tienes razón, pero si no las revisamos tardaran más. —Duda antes de continuar—. Acuéstate boca bajo.
Le miro sorprendido, pero cuando observo el alcohol y los antibacteriales en sus manos me relajo un poco y hago caso a lo que me indica, por lo que me coloco de cara a los cojines en el cómodo sofá de la recamara. Siento como el mueble se hunde al sentarse Michael a mi lado y no puedo evitar sentirme nervioso. No entiendo que me pasa, soy un guerrero, un luchador, el hombre de hielo de mi clan, como puedo sentirme así por el simple roce de un lobo… un hermoso lobo blanco.
Esto nunca me había pasado con él, quizás sea por el efecto de la droga, sin embargo, la verdad es que ya no puedo sentir el rastro de la sustancia en mi cuerpo.
Pasa el alcohol sobre mi espalda y una queja se me escapa ante el ardor de las heridas. Es la primera vez que alguien me cura, generalmente me escondo en algún sitio con mi forma pantera hasta que las heridas cicatricen.
— ¿Te he hecho daño?
—No tranquilo, no pasa nada. —Me apresuro a calmarle—. Debieron golpearme mucho cuando estuve inconsciente.
Michael no dice nada y el ambiente comienza a tensarse entre nosotros. Cuando ha limpiado las heridas siento el frio del antibacterial correr por mi espalda lo que provoca un nuevo quejido. Finalmente, luego de unos diez minutos Michael termina, pero no se aparta de mi lado, no se mueve.
Por segunda vez, siento sus dedos rozar una de mis muchas cicatrices y en un acto reflejo giro arrojándole al suelo y cayendo yo a horcajadas sobre él mientras le sostengo las manos sobre su cabeza.
—Lo siento ha sido involuntario, lo he hecho sin pensar.
Y es la verdad. Estoy entrenado para que mi cuerpo reaccione por instinto ante el tacto ajeno, sobre todo si tocan zonas de mi cuerpo que estén expuestas y desprotegidas.
—No pasa nada.
Ninguno de los dos nos movemos ni hacemos nada para cambiar de posición, solo nos miramos y Michael comienza a descender su mirada por el resto de mi cuerpo, en especial el ligero nudo que sujeta la toalla a mi cintura con el bulto que esconde debajo.
—Si sigues mirándome así tendrás que asumir las consecuencias. —Desconozco de donde saque la osadía para decir esas palabras—. No juegues con fuego cachorrito, podrías quemarte.
Susurro la última frase mientras me acerco a su blanca piel.
— ¿Y si me quiero quemar?
Esas cinco simples palabras bastaron para mandar de paseo a la parte racional de mi cerebro y lanzarme como una fiera sobre su boca. Ya no me interesa si es incorrecto o un error, solo deseo saborear esos sensuales labios. Michael responde a mi beso incluso con mayor intensidad introduciendo su lengua en mi boca. Suelto sus manos para quitarle la camisa y arrojarla al suelo, sus músculos bien definidos cubiertos de tatuajes provocan que desee contornear cada uno de ellos con mi lengua.
Segundos después lo cargo a horcajadas y me dirijo con él a la cama. Michael se degusta en mi boca mientras enreda sus dedos en mis cabellos. La tensión que hemos acumulado durante meses explota cuando lo arrojo sobre las blancas sabanas.
Vuelvo a colocarme sobre él y suelto un reguero de besos a lo largo de todo su cuello y pecho, cuando llego a su ombligo comienzo a subir otra vez hacia su boca. Chupo y saboreo sus labios, primero el superior y luego el inferior. Cuando menos me lo espero Michael enreda sus piernas alrededor de mí sorprendiéndome al dar una vuelta que intercambia nuestras posiciones, ahora él se encuentra arriba y dispone a su antojo de mi cuerpo.
Al igual que yo segundos antes va descendiendo poco a poco en un conjunto de besos y pequeñas mordidas, aunque al contrario de mí, cuando llega a la zona de la pelvis no retrocede, sino que mirándome con unos ojos cargados de deseo desata el nudo que sostiene la toalla dejándome completamente al desnudo ante él. Toma mi miembro entre sus manos y comienza a masajear arriba y abajo. Estoy completamente excitado, suelto un ronco sonido de satisfacción, el cual Michael toma como una señal para posar sus labios sobre la cabeza de mi pene. Juega con su lengua durante unos segundos realizando pequeños círculos sobre la húmeda punta hasta que al fin termina con la tortura introduciéndolo completamente en su boca. Comienza a succionar y a mover su lengua arriba y abajo, ayudado por su mano mientras se continúa moviendo de manera exquisita.
—Si continúas así me voy a correr.
Sin embargo, Michael continua pero antes que logre alcanzar el orgasmo se detiene y regresa a mis labios.
— ¿Quieres tomar tú el mando gatito? —Me pregunta en el tono más sensual que he escuchado en mi vida, solo con su voz soy capaz de correrme.
Sus azules ojos están cargados de intensidad y deseo.
—Puedes seguir haciéndolo tú—jadeo entre cada frase—. Te vez muy sensual.
Siento que si mi corazón late más rápido se me escapará del pecho, estoy nervioso, las manos me sudan, todo el cuerpo me tiembla y Michael lo nota.
—Relájate gatito. —Muerde con suavidad mi mentón—. No es como que fueses virgen y esta es tu primera vez—dice en tono de broma.
— ¿Y qué si lo fuera? —respondo con tal seguridad que los ojos de Michael se abren de par en par notando que no es un chiste.
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