Capítulo 11 (Dereck)
Llagamos al pueblo casi medio día después de nuestro altercado con los híbridos, terminé yo manejando en el camino de regreso, Michael aparentaba estar bien, pero rápidamente nos dimos cuenta que no era así: no encontramos rastro de la bala, parecía haberse desintegrado al tocar su piel, no obstante, su brazo no mostraba notables síntomas del impacto del disparo, además de unas extrañas líneas negras en forma de venas comenzaban a extenderse por su espalda y toda la extremidad. Su rostro sudaba alarmantemente, aun sin tocarle puedo jurar que su temperatura aumentaba por segundos, y la tonalidad de su piel se hallaba más pálida de lo normal.
Tobías había llamado a Ryan para que estuviesen preparados a nuestra llegada al hospital, trato de mantener una conversación con Michael de cualquier tipo de tema, luce como si fuese a desmayarse de un momento a otro y no puedo permitir que eso ocurra.
Finalmente llegamos a la entrada del hospital donde nos esperan Ryan, Marcos, Logan y un chico de pelo castaño que nunca he visto hasta el ahora. Tobías y yo bajamos de la camioneta lo más rápido que nos permiten nuestros pies, el vampiro se dirige al alfa para contarle con mayor detalle la emboscada que nos tendieron, por mi parte, doy vuelta a la camioneta para ayudar a Michael a bajar.
El chico nuevo avanza en nuestra dirección, no me gusta la forma en la que mira a Michael.
—No te ves en tus mejores momentos, hermoso—informa tratando de levantarle el ánimo al lobo, lo cual si le agradezco.
—Vete a la mierda Robert. —Trata de responder Michael riendo, sin embargo, parece haber llegado a su límite y cae desmayado.
Robert intenta agarrarlo para que no caiga al suelo, pero me adelanto a sus movimientos cargando a mi lobo entre mis brazos.
—Yo me encargo. —El tono de voz que muestro es decidido y cortante.
Paso de largo a Robert que me observa con furia y voy a la entrada del hospital. Sé que no es momento para los celos o para mostrar posesividad, pero primero muerto antes de permitir que ese tipo toque lo que es mío cuando es más que perceptible que desea meterse en sus pantalones. Es puro instinto de cambiaformas y hombres lobos cuando encontramos a nuestras parejas, nos ciega la posesividad.
Desecho estos pensamientos al instante y me concentro en lo único que importa: la salud de Michael. Le acuesto en una camilla que Ryan ha hecho traer a la entrada especialmente para él y todos juntos nos adentramos en el hospital. A cada nuevo paso la desesperación me invade, mi lobo empalidece por segundos y siento como voy dejando de respirar.
Los dos primeros pisos del hospital eran para el tratamiento de humanos, esta imagen servía como fachada al resto de la edificación donde se atendían a los seres sobrenaturales, solo unos pocos médicos son conscientes de ello, mientras el resto de doctores pertenecían a algunos de los clanes. Los sobrenaturales tenemos habilidades que nos permiten recuperarnos con gran facilidad, por ello generalmente no hacíamos uso de los servicios médicos, solo en casos de vida o muerte. Y, me aterraba pensar que esto era una de esas opciones.
Llegamos a la quinta planta y, antes de entrar a urgencias, retiran su camisa para poseer mayor acceso a la herida. Por un momento, todos se fijan en la marca de pertenencia que le he dejado en el cuello, mi aroma esta en todo él, me miran con aire interrogante a excepción de Tobías y Ryan, los cuales no parecen sorprendidos. Robert, por su parte, parece que ha aumentado el doble o triple de su odio hacia mi persona. Pero les ignoro a todos, solo puedo mirar a Michael, quiero pasar con él a urgencias, aunque no me lo permiten. Resignado me siento en el suelo apretando mis rodillas contra mi pecho, solo queda esperar.
Pasan las horas, no sé decir cuántas, he perdido por completo la noción del tiempo. Siento pasos que se acercan a mí, esperanzado levanto la cabeza pensando que traen noticias de mi lobo, pero veo que no es así.
—¿No entiendo que ve Michael en una persona como tú? —pregunta Robert, ni siquiera intenta ocultar el resentimiento de su voz—. Nadie te ha dicho que los perros y los gatos no se llevan bien, ¿por qué no te largas a tu clan? Ah cierto, ni siquiera allí te quieren. —Se burla con desprecio.
—Déjame en paz. —No tengo ánimos de pelear, solo necesito saber de Michael.
—¿Crees que porque te lo has tirado una vez ya te pertenece? Porque estoy muy seguro que ha sido solo una vez, es su estilo. —Ignóralo Dereck, ignóralo—. Yo llevo mucho tiempo esperando por esa putita y no voy a dejar que una mierda como tú me lo quite.
Sus palabras despiertan mi lado más salvaje peligroso, no permitiré que nadie hable así de mi pareja, como si tengo que matarlo con mis propias manos y que Ryan luego quiera despellejarme a mí.
—Te dije que me dejases en paz. —Le sostengo por el cuello de la camisa levantándolo pocos centímetros del suelo; sus ojos se abren de par en par, todos saben el peligro de provocar a una pantera, todos saben el peligro de provocarme.
Sus insultos sobre Michael me hacen reaccionar de mala manera, solo deseo matarle. Ya no queda en él ni un mínimo rastro de la burla y valentía que mostró hasta segundos antes, ambos han sido sustituidos por el miedo, puedo sentirle temblar bajo la presión de mis manos. Sin embargo, también percibo su enojo y su dolor, está herido sentimentalmente, todo su cuerpo exuda el repugnante aroma de la culpa, él no piensa lo que dijo de Michael…solo está celoso. Él lo quiere. La solo idea hace que mis manos aprieten más su cuerpo.
—Dereck, necesito que vengas. —La voz de Ryan suena a mis espaldas, no es acusatoria, no manda, solo me hace entrar en razón.
—Si vuelves a hablar así de él, será lo último que dirás en tu vida. —Le amenazo, dolor o no; no permitiré que nadie hable así de Michael—. Ahora márchate antes que me arrepienta.
Le arrojo de bruces al suelo y voy en dirección a Ryan que no viene solo, junto a él se encuentra Marcos, Tobías, Logan y Nolan, uno de los ancianos del consejo. Me acerco a ellos y antes de marcharnos escucho como Ryan le dice a Robert.
—No te necesitamos aquí, será mejor que te marches. —Al hombre lobo parece no gustarle esto, quizás esperaba que su alfa le defendiera, pero ahora no puede desobedecer la orden.
Los seis restantes nos retiramos a una habitación apartada a la que se encuentra Michael, no me agrada eso, quiero seguir en la puerta de su cuarto esperando a tener noticias suyas, a que despierte, pero no me queda más remedio que seguir al resto.
—¿Dónde estamos? —pregunto desganado, en verdad ni siquiera me interesa.
—En el despacho personal del director del hospital, nos ha brindado su oficina para conversar sin interrupciones—contesta Tobías y, en tono serio, continua—. Hay algo que debes saber.
No me gusta como todos me miran, están preocupados, siento que mis ojos se llenan de lágrimas ante la idea de que la situación de Michael haya empeorado, Ryan parece leer mis pensamientos y preguntas internas.
—Tranquilo, los doctores aún están con él, creemos saber que le han hecho.
Paso de la mirada de uno a otro esperando una explicación y, para mi sorpresa, es Logan quien me la da.
—Creo que Michael puede estar envenenado, lo peor es que si no se le da el antídoto rápido puede morir.
Siento que los ojos se me pueden salir del rostro de tanto abrirlos. ¿Envenenado? ¿Cómo? ¿Por qué es Logan quien me explica?
—Pero ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Estás seguro? —El miedo está latente en mi voz mientras repito las preguntas que me hacía mentalmente.
—Estoy completamente seguro. —Continua el chico—. Me utilizaron por mucho tiempo como conejillo de indias para probarlo, solo que me daban el antídoto a tiempo, reconocí las líneas negras en su cuerpo en cuanto las vi, mientras más se expandan más cerca se encontrará de la muerte.
Quiero compadecerme del dolor que sintió el pobre muchacho antes que fuésemos a rescatarlo; no obstante, la preocupación por el lobo blanco es mucho más fuerte. Juro que ya sé en carne viva el sufrimiento por el que pasó Ryan cuando Tobías fue secuestrado.
—Sin embargo, no entiendo porque Michael.
La interrogante se repite de manera continua en mi cabeza hasta que, finalmente, conecto todas las piezas del puzle. Me dijo que volvería junto a él por voluntad propia, que ya sabía cómo hacer que me arrastrara hacia él, fui un idiota por no darme cuanta antes.
«Erick ha sabido donde golpearme. Todo el tiempo me ha tenido en la palma de su mano.»
—Por mí. —Es lo único que acepto a decir.
Todos me observan confundidos, a excepción de Tobías quien parece haber adivinado el acertijo incluso antes que yo, su mirada no refleja nada más que compasión. Debe de recordar la llamada de Erick cuando estábamos en la camioneta. Internamente le pido silencio, rezo para que el vampiro pueda entender mi suplica, no se debe saber ese detalle aun o la vida de Michael podría correr más riesgo. El vampiro es capaz de utilizar la telepatía por lo que asiente con la cabeza a mi pedido, solo yo veo esto. Justo en ese momento el medico de sala entra a la habitación.
—Ha despertado—informa con una ligera sonrisa que no es del todo alentadora—. Pregunta por Dereck.
Salgo corriendo a donde se encuentra mi chico sin ni siquiera dejar que me digan nada más. Cuando finalmente llego junto a él, su aspecto hace que las lágrimas que llevo tanto tiempo conteniendo comiencen a salir: su rostro está completamente pálido, dudo incluso que pueda mover el cuerpo, las venas negras que al inicio solo estaban en su brazo derecho se han extendido por su espalda y torso. No sé qué decir o hacer, solo me siento a su lado y le abrazo.
—Has tardado gatito. —Siento que trata de levantarme el ánimo, pero no dejo de sentirme culpable, sobre todo al notar que incluso le cuesta hablar.
—Lo siento, ha sido mi culpa—declaro—. Te han hecho esto por mí.
—No te creas tan interesante pequeño, ¿sabes? He pasado muchas cosas malas: la muerte de mi familia, el orfanato, la soledad, los reformatorios. —Hace una breve pausa para respirar—. Pero siento que todo ha valido la pena porque me han traído hasta donde estoy ahora para conocerte.
—No te pienso dejar, te lo prometo.
Aunque en estos momentos no sé cuánto pueda mantener esa promesa.
—¿Aunque sea la puta del pueblo?
—No digas eso, eres la persona que amo.
Observo como una lagrima corre por su mejilla, gentilmente la seco con mi dedo pulgar. Michael sonríe, no me responde a mi confesión, pero no lo necesito, solo deseo que sepa lo que siento. Recuesto mi frente sobre la suya cuando le escucho preguntar:
—¿Así que eres una pantera? Muy sexy.
—¿En serio piensas que es sexy? —No puedo evitar sonreír, no puedo evitarlo, incluso en los peores momentos mi lobo es capaz de robarme una sonrisa—. Mi clan me teme, ni siquiera mi hermano me considera parte de la familia. Solo doy mala suerte.
—Me sigues pareciendo sexy.
Mi sonrisa se amplia, no pienso perderle, haré lo que sea necesario.
—Nos vemos en un rato, necesitas descansar, te prometo que estarás bien.
Espero a que caiga dormido y salgo de la habitación, todos me esperan fuera, pero sigo de largo, no es con ellos con quien debo hablar. Gracias a Dios ninguno intenta detenerme, de reojo puedo ver como Tobías lo impide. No tengo tiempo que perder. Ya en el exterior del hospital saco del bolsillo de mi pantalón el teléfono móvil que Erick dejo para mí. Él sabía de mis sentimientos y yo le guie directo a Michael, no me lo perdonaré jamás. Marco el único número registrado en el teléfono y en el tercer timbre escucho su repugnante voz.
—Ya tardabas en llamar.
—Nos vemos en dos horas en el antiguo manicomio de las afueras del pueblo.
—¿Dónde mataron a Zack? —Su voz está llena de sarcasmo—. Que épico y dramático lugar para conversar.
Le escucho reír.
—No demores, tenemos algo que negociar. —Cuelgo el teléfono y transformándome en pantera comienzo a correr directo al bosque.
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