Capítulo 9

Maddox

Ha pasado una semana desde el intento de seducción de Christian y, si bien pensé que solo se trató de un capricho momentáneo para molestar, no pude a ver estado más equivocado. Ese día tan solo fue la punta del iceberg. Desde entonces, en cada nueva oportunidad, había tenido al pequeño Dios de aura juguetona encima de mí; sus dedos recorriendo mi cuerpo siempre que tuviese chance, sus labios intentando rozar los míos y palabras sensuales siendo susurradas en mi oído. En ocasiones, podía notar como se esforzaba saliendo del baño solo con una toalla y completamente mojado, buscando miradas y reacciones; iba al gimnasio, se sentaba en cualquier sitio que pudiera crear situaciones sugerentes...

La lista tan solo aumentaba; sin embargo, nunca rechazar a alguien había sido tan divertido como ahora. Mi carencia de reacción y de interés a sus acciones provocaban en el de ojos azules rabietas que duraban horas, o hasta que una nueva travesura se le ocurriese. Sus labios se enfurruñaban por la ofensa y no dejaban de repetir falta de respeto hacia su divinidad.

No voy a ser tan iluso como para pensar que Christian, simplemente, se interesó en mí. He trabajado con suficientes personas que intentan utilizarme para un fin que soy consciente de que el mocoso quiere algo. A pesar de ello, el juego es tan divertido que solo le he permitido continuar. Además, no puedo evitar la pizca de orgullo que me recorre al pensar que estoy apreciando una faceta malcriada que no muchos han llegado a ver en esta vida.

Después de todo, ¿quién diría que el Dios de la nada puede poseer emociones tan mortales capaces de armar rabietas cuando todos juraban que, simplemente, estaba vacío?

Alzo la mirada a los azules ojos que me observan en este instante mientras el médico seleccionado por Samson me examina. Christian está parado en una esquina de la estancia, lejos de nuestros invitados, con sus brazos cruzados sobre su pecho. Su pudiese matarme con su visión, hace mucho que estaría muerto. Ha estado así los últimos veinte minutos, desde que Reyes, Castiel y la pequeña cría de este último llegaron junto con el doctor. Puedo escucharlo gruñir por cuarta vez seguida y mi sonrisa solo se amplía cuando le escucho murmurar.

—Entonces, ¿el pequeño gatito Samson confía ya lo suficiente en mí como para no venir a comprobar si Maddox sigue vivo?

—La verdad, —responde Reyes divertido—. Es que tuvimos que tenderle una pequeña trampa con su novio para retenerle y que no viniera. —Los ojos del híbrido viajan en mi dirección y exhala de forma exagerada—. ¡Joder con Samson! Se cree tu padre, ¿cómo le aguantas?

No puedo evitar mostrar una sonrisa divertida. No me sorprende la pregunta de Reyes, soy más que consciente de lo sobreprotector que puede llegar a ser Samson.

—Es bueno que tengas a Castiel de tu parte entonces —digo señalando al dragón; aunque apenas me estoy adentrando en el mundo sobrenatural, Samson me contó en una ocasión que, a pesar de que Castiel no pertenece al consejo, le supera en rango de poder debido a ser el primer sobrenatural creado.

Reyes se encoge de hombros.

—Pues debería confiar más en mí, ¿no ve que incluso haré el enorme esfuerzo de quedarme esta semana para cuidarte?

Castiel deja escapar una carcajada.

—No seas mentiroso híbrido, solo quieres quedarte para escapar de los preparativos de la boda. ¿Quién te ve dice que no quieres casarte?

—¡Eh! Muero de ganas de casarme, solo que hacer invitaciones y elegir trajes no es para mí, Logan me ayuda en eso; por lo que puedo quedarme aquí unos días.

—¡Y una mierda! —Todos miramos en dirección a donde se encuentra Christian una vez que las enojadas palabras salen de su boca. Sus pasos se aceleran en mi dirección hasta llegar a mi lado, el azul de sus ojos intensificándose y sus uñas apretando la propia piel de sus manos—. No quiero que se quede, dile que se largue.

—Si Reyes quiere quedarse, no puedo decirle que no. —Aunque Samson sea quien me haya mandado aquí, Reyes había sido uno de los seleccionados para discutir sobre la sentencia de Christian.

—¿Y por qué no me quieres aquí? —interrogó el aludido con fingida inocencia—. Pensé que te gustaba, después de todo, tu ordenaste que me crearán, incluso estaba dispuesto a llamarte papi.

Tengo que morderme la lengua para no soltar una carcajada por las palabras del híbrido. De reojo, puedo notar que incluso Castiel tapa su boca con su puño para contener la sonrisa.

—Vuelve a llamarme así y te corto el pescuezo —gruño Christian con una voz fría; Sin embargo, para mi sorpresa, su rabia no evidencia ningún toque de emoción o frustración que suelo ver cuando discute conmigo. Por el contrario, por primera vez noto al Dios sereno, sus ojos impenetrables fijos en Reyes.

—Estoy seguro que podrías hacerlo si tuvieras poderes, ahora eres solo un mal chiste.

Ambos hombres se miran; el reto en sus ojos, la pelea interna y palabras no dichas. Con que así es tener a dos pequeños psicópatas uno frente al otro. No obstante, Christian nunca había mostrado un evidente desprecio hacia Reyes, es su propia creación; incluso yo siento curiosidad por lo que siente el Dios en estos momentos. Es entonces que algo se me ocurre y abro los ojos asombrado, es una pequeña intuición la que tengo, pero bastante buena.

—Deja de molestarte con Reyes, él no tiene culpa de que sea más caliente que tú para mí.

Sus ojos se abren de par en par. Pero, por el carmesí de sus mejillas, puedo asegurar que mi teoría no es del todo errada.

—¡Tienes un gusto de mierda! —chilla, pero antes de que pueda responderle Reyes no logra contener su carcajada.

—No puedes culparlo, ¿no ves que soy asombroso? Pero bueno, no seré malo y si lo necesitas te diré alguno de mis secretos.

Castiel hace caso omiso a ambos y me observa, hay un brillo divertido en sus ojos. Sin embargo, también curiosidad, incluso un poco de preocupación.

—¿Es por esto que me pediste que te trajese el pequeño encargo?

Los ojos azules de Christian me observan llenos de curiosidad, aunque los ignoro ahora.

—Sí, pero eso es asunto mío.

Castiel alza sus manos como quien ofrece paz en la guerra.

—No iba a juzgarte, al contrario, creo que las apuestas se acaban de volver más interesantes. —¿Apuestas? Castiel debe de leer la confusión de mi expresión dado que solo se encoje de hombros—. Hicimos varias apuestas en casa para ver como terminaba esta situación —Señala entre yo y Christian—. Samson estará muy molesto cuando se entere de quien está ganando.

—¿Y ese sería...?

Pero el dragón no me responde, tan solo amplía su sonrisa.

Un pequeño revoloteo llama la atención de los cuatro y da por concluida esta parte de la discusión. Un pequeño dragoncito blanco aletea por la estancia; sus alas tiemblan un poco al soportar su peso en el aire, no obstante, no llega al suelo en ningún momento. Castiel mira orgulloso a su hijo a la par que este vuela en mi dirección, dejándose caer lo suficiente para alzar mi mano y acariciar las blancas escamas de su cabeza. Aunque el bebé suelta varios sonidos divertidos, rápidamente se hace evidente de que no soy su principal interés.

Sus alas se mueven de arriba abajo y solo deja de aletear cuando sus patas logran posarse en el hombro de Christian. El Dios empalidece y mira de Castiel a mí nervioso.

—¡Quítamelo, no quiero a tu molesto hijo encima de mí!

Antes de que ninguno pueda llamar al pequeño o alejarlo del Dios, el dragoncito blanco acaricia las escamas de su cabeza contra la piel de la mejilla de Christian. Algo parecido a un ronroneo escapa de sus fauces, como si sintiera placer en acurrucarse ante el Dios, como si le gustara. No puedo evitar notar la ironía de la situación, Christian siempre se ha sentido tan amenazado por la existencia de Castiel; para él, el sobrenatural original representó el fin de la vida que luchaba por crear. Que ahora su hijo se acurrucase contra Christian como si buscara su calor o pareciese enamorado de él era tan irónico.

A pesar de ello, no tuve valor de burlarme; no cuando alcé la mirada y noté los confundidos, pero emocionados ojos de Christian. La pequeña cría había provocado algo en él; algo lo suficientemente fuerte como para que lo dejase salir a la luz a pesar de haber tantas personas presentes. Sus manos se alzaron un poco temblorosas para cargar al dragón desde su hombro hasta su pecho, acariciando su cabecita con suavidad, observándole como si el bebé representase un complicado desafío que él no terminaba de comprender.

Había un brillo, algo que no terminaba de descifrar en sus pupilas: traición, dolor, anhelo...

Esta escena solo me hace reafirmar mis ideas sobre cuanto se equivoca Samson, Declan y muchos otros. Sí, Christian es un ser peligroso, capaz de crear daños irreparables; pero también presenta emociones, profundas, llenas de dolor y desesperación. Las piezas del enorme puzle que conforma se empiezan a unir y, quizás, ahora las acciones de Christian inician a poseer un verdadero significado.

Miro a Castiel y, por la comprensión que muestran sus ojos, es evidente que sus pensamientos no deben de estar muy alejados de los míos.

—Creo que le gustas a Sloane.

La voz del hombre hace que todo el cuerpo de Christian se tense. Su respiración luce más agitada y cuando alza la mirada sus ojos desprenden una máscara fría e indiferente como la que lucía en medio de todos los combates.

—Solo dile a tu mocoso que no vuelva a acercarme.

Y dejando al pequeño dragón blanco en mi regazo sale hecho una furia de la estancia. Estoy más que seguro que, en este instante, Christian se está esforzando por volver a crear barreras de diversos metros de altura a su alrededor.

Cuando se marcha, todos permanecemos en silencio varios minutos. Solo observando la puerta por la que se ha ido el Dios. Solo el exagerado suspiro de Reyes distrae mi cabeza.

—Entonces, ¿en qué habitación me puedo quedar?

***

Otra vez la sangre, el fuego y los gritos. El olor de pólvora y el humo ahogándome. Pero no importaba, yo iba a resistir; iba a llegar a Daniel y salvarlo de este infierno en la tierra. Sé que el tiempo era corto y tenía que encontrarlo pronto, de otra manera, nunca iba a perdonarme a mí mismo. Desde el comienzo, que Daniel viniera había sido un error y yo fui lo bastante egocéntrico para pensar que estaría bien siempre que estuviese conmigo.

Personas pasan a mi lado, hombres heridos. Algunos cargando a otros que se hallan en una estrecha brecha entre la vida y la muerte. Miro sus facciones esperando que alguno sea el chico que estoy buscando, pero rápidamente me doy cuenta de que no es así.

Me gritan que me aleje, que estamos en la zona de las bombas, que van a matarme. Sin embargo, me niego a irme sin él. Incluso prefiero quedarme aquí si él no aparece, no importa lo que eso signifique.

El alivio inunda mi cuerpo cuando le veo a la distancia; parece que está atrapado bajo algo, pero, además de ello y alguna que otra marca en su rostro y brazos manchadas de sangre, no parece herido de gravedad. Sé que, si puedo alcanzarlo, saldremos de esta.

—¡Daniel! —El grito sale un poco desgarrado de mi garganta, en parte por el temor de pensar que no le encontraría y en parte por la mezcla de humo y virutas de cosas quemadas que afectan mi garganta y respiración.

Sé que esto es un sueño; siempre lo es. La escena que estoy viviendo ocurrió hace demasiados años. Pero eso no significa que sea menos dolorosa; que aún me invadan las esperanzas de llegar a él y sacarlo antes de que caiga la bomba que acabará con su vida. Cuando este último suceso ocurre solo soy capaz de gritar su nombre, lleno de dolor, como un fantasma. Sin embargo, algo nuevo pasa; generalmente ya en esta escena del sueño me despierto, pero sigo aquí, atrapado en mi propio subconsciente y viendo a Daniel quemarse hasta morir, si es que no murió por el impacto directo de la explosión.

Como si mi propia mente me torturase al ver los sucesos. Solo puedo llamarle, gritar su nombre con la vana esperanza de que me responda. Cuando una mano se enrolla en mi brazo para zarandearme y alejarme comienzo a pelear contra él.

—¡Suéltame!

Tenía que soltarme y ayudarlo, pero el terco desconocido no deja de empujarme lejos. En un intento por retornar a Daniel me giro para tomarle del cuello y empujarle lejos. Puedo escuchar los sonidos entrecortados de su respiración bajo mi agarre.

—Ma... Maddox, despierta.

Y su voz es como un puñal de vuelta a la realidad, porque comprendo que el desconocido no es otro que Christian.


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