Capítulo 3

Christian

Han pasado varias horas desde la partida de los sobrenaturales y la llegada del humano. Mirando el fuego que se propagaba dentro de la chimenea y los leños que se van quemando, puedo sentir como la rabia continúa latiendo en mi interior. La frustración y la ira combinados como uno solo, la humillación.

«Un humano, un maldito humano».

Como si se burlasen de mí, de mi falta de poderes ahora. Durante milenios han sido necesarias las magias y ataduras más complicadas para retener a un Dios; muchos han sido los caídos que nos han desafiado. Si a eso le suman que fui de los primeros, mi poder debería de ser mayor y, a pesar de todo, me han puesto a un humano como niñero. No al primer cambiaformas, no a un líder de clan o un guerrero, no a un híbrido, no a otro Dios; sino a un humano.

«Me tratan como si ya no valiera nada, pero me las van a pagar». Después de todo, cuando el fénix renace de las cenizas, es capaz de incendiar hasta la mayor oscuridad.

Estos son los pensamientos que giran en mi mente cuando siento pasos acercarse. El ritmo es calmado y sereno; el olor no tarda en llenar la estancia: es como un poco de pólvora mezclada con pino. Por alguna razón, curioso. Alzo la mirada sobre mi hombro para ver al humano entrando en la estancia y no puedo evitar examinarle por varios segundos. Viste pantalones negros de mezclilla, lleva puesto un suéter del mismo color remangado hasta sus hombros y que permite ver los tatuajes que se expanden por todo su brazo derecho. En el centro de su labio inferior resalta un pequeño aro de color plateado; la joyería parece ser una constante en su persona, dado que lleva un arete y sus dedos están cargados de gruesos anillos. Sin embargo, lo más curioso de su figura es su ojo vendado.

Puedo notar su energía sana y fuerte; no obstante, lo del ojo parece ser un hecho reciente debido a la venda que lo cubre. Eso quiere decir que su recuperación ha sido rápida. No es para menos. Mi nueva niñera destila fuerza y poder por cada uno de los poros de su cuerpo.

Para mi sorpresa, camina directo en mi dirección y me tiende una de las dos tazas de café caliente que trae entre sus manos. La tomo, intentando esconder lo que me sorprende el acto. Si soy sincero, pensé que este seria un juego sobre ignorarnos, nunca esperé que fuera a tener un detalle, no conmigo. Así que la pregunta que ha dado vueltas en mi cabeza toda la tarde vuelve más fuerte que nunca

¿Por qué este simple humano?

—¿Quién eres? —interrogo con sequedad a medida que el hombre de cabellos oscuros se sienta en una butaca cercana a donde me hallo. Su vista centrada en el fuego y, para mi mortificación, ni siquiera se digna a mirarme. Como si tuviera el derecho, como si fuera más importante...

—Pensé que te habían quitado los poderes y no la audición —responde en un evidente sarcasmo; es entonces que me observa con sus profundos ojos oscuros y no puedo evitar que me recuerden a la oscuridad en la que nací, a casa—. Soy Maddox y soy tu niñero.

Maddox, intenté hacer memoria, pero no lograba recordar de todo el nombre y, a pesar de ello, me sonaba familiar. Intenté visualizarlo cuando llegó, su apreciación de todo lo que le rodeaba, su porte alto, su cercanía a la figura de Samson y la forma protectora en la que este le miraba a pesar de ser un poco más bajo.

—Eres cercano al gatito. —No fue una pregunta—. Viniste por él.

Es pareció robarle una sonrisa.

—De la forma en que lo dices, parece una estúpida película romántica en el que me sacrifico por el bien del protagonista y no. —Bebió de su café haciendo que la pausa se intensificara y, por pocos segundos, imaginé que lo estaba haciendo a posta para sacarme de mis casillas—. Si bien le estoy haciendo un favor a un amigo, tengo mis propios motivos para venir aquí.

—¿Y qué motivos te enviarían a ser mi niñera?

—Unos que no te importan.

La respuesta es tan sencilla y carente de interés que me siento ofendido y en impotencia. Soy un maldito Dios, merezco altares en mi nombre, no ser tratado como una basura.

—Cualquiera diría que hasta un primitivo humano como tú podría mostrar algo de respeto a una fuerza superior.

Eso hace que de sus labios explote una sonora carcajada. El sonido es ronco y profundo, me deja mirándole curioso; se hace eco en cada uno de los rincones de la estancia de piedra y me encuentro a mí mismo sintiendo interés de su diversión. Pero no necesito preguntar, el solo cuenta lo que tanta gracia le ha dado y, en cuanto las palabras salen de su boca, siento como la ira se vuelve a apoderar de mi cuerpo.

—Muéstrame la fuerza superior y quizás tenga ganas de respetarla.

Dejo la taza caer contra el suelo y me coloco en pie molesto. No necesito mirarme a un espejo para saber que mis ojos están destellando como un trueno en medio de la noche oscura; incluso juro que puedo escuchar el sonido del mismo a la distancia en un reconocimiento de la gota de poder que aun corre por mis venas. Estiro una mano y, como si fuera una sombra, el tatuaje de la serpiente se expande como una sombra. Recorre el suelo y sube por el pie de Maddox, arrastrando hasta envolverse alrededor de su cuello. Es solo una ilusión, un mero truco de feria. Mis poderes no son suficientes ahora para hacer algo más que esto; sin embargo, los humanos han temido por años a este estilo de tonterías que no pueden entender. Quizás así Maddox entienda su lugar.

Nuestro lugar.

No me gusta la sensación que me da, como si yo no valiera nada. Incluso sus compañeros me reconocieron como algo horripilante, como un villano y eso es mejor que ser un cero a la izquierda.

—¿Sabes? —digo con suavidad—. Si quieres que esto sea tranquilo deberías ser un buen siervo en el tiempo que estás aquí, ¿quién sabe? Quizás cuando retome mi poder te permita estar a mi servicio.

Maddox tan solo había permanecido observando la sombra alrededor de sus manos y cuello. Cuando volvió a alzar la vista a mis ojos, tuve que contenerme para no soltar un quejido debido a lo que vi.

«Nada». Los ojos del hombre que tenía al frente no reflejaban miedo, ni temor. Aunque reconocía mi presencia yo no le era intimidante. Como si el fuera el depredador y yo la maldita presa y, he de reconocer, que es la primera vez en mi existencia que me sentía de esa manera.

Maddox suspiró. Dejo la taza de café en el suelo antes de mover su mano en el aire para desvanecer la sombra de la serpiente como si no fuese más que simple humo. Se puso en pie y, cuando caminó un paso en mi dirección, yo por un instinto que no entendí retrocedí otro.

Maddox se detuvo delante de mí, con este pequeño cuerpo que tenía ahora el hombre me sacaba una cabeza de alto. A penas le llegaba al mentón, por lo que tuve que alzar la vista para verle. Me tomó de la quijada y, para mayor sorpresa, movió mi rostro como si me examinara.

—Es curioso...

—¿De qué mierda hablas? ¡Suéltame!

No obstante, actuó como si no escuchara.

—Debes de estar cansado que te comparen con Declan, esas mejillas y ojos. —Su golpe jodió más de lo necesario, hubo un tiempo que adopté esta imagen pensando que Declan se sentiría más cómodo o que sería más fácil acercarme; ahora la veía como un castigo—. Pero no se parecen en nada.

Eso me hizo parpadear, ahora él no me alzaba para que le mirara, sino que yo levantaba la cabeza para notar si se burlaba de mí. Al contrario de lo que pensé, su rostro se mostraba serio y sereno. Cuando prosiguió no supe que decir.

—Tus ojos pareces relámpagos, más rebelde; —soltó una risa—. Eres solo un mocoso malcriado intentando asustarme. —Me quedé con la boca seca, sin saber que decir—. Vamos a dejar las cosas claras, si no te comportas, te pondré una correa y un bozal; estoy aquí para cuidarte, no para soportar tonterías. No puedes intentar engañarme ni tentarme con nada porque no me interesas en lo más mínimo; no me importa que seas el Dios de la anti vida porque, para que te quede claro, yo soy la muerte. Soy un asesino y si esto. —Señaló la venda en su ojo—. No logró matarme o asustarme, no lo harás tu ¿queda claro?

Las palabras quedaron muertas en mi boca; ni siquiera Declan o el propio Destino se habían atrevido a dirigirse a mí de esta manera. Nadie.

—Deberías respetarme.

Asombrosamente, Maddox solo amplió su sonrisa.

—Te han dicho que pareces un pequeño y adorable puerco espín.

La ira inundó mi cuerpo. Definitivamente esto era una broma, alce la mano para intentar pegarle. No obstante, a pesar de su rostro vendado, sus reflejos seguían siendo lo suficientemente rápidos para detener mi mano. Con mi fuerza menguada, estábamos en igualdad de condiciones.

—De verdad te voy a poner una correa si sigues así.

Dejo caer sus manos y me apartó por completo, agachándose para retomar su taza de café y encaminarse a la puerta.

—No me estorbes mucho mañana, tengo que trabajar y no puedo estar peleando contigo.

Y sin decir más salió, dejándome solo y confundido. ¿Qué clase de humano era este?


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