Capítulo 10

Christian

Maddox se encuentra jadeante encima de mí, apretándome contra el colchón de su cama, con la respiración aun agitada y su mano en mi cuello. Sin embargo, ya el agarre es más suave, ya mis pulmones no tienen que luchar por aire y cuando alzo la mirada al rostro del humano sus ojos negros me devuelven el contacto.

Como cada noche desde que estoy aquí encerrado, me negué a dormir en mi habitación, sintiendo verdaderamente encerrado en ese sitio. Pensaba ir a la sala de la chimenea o la biblioteca para pasar el rato; pero cuando caminé cerca de la recamara del hombre que se halla encima de mí, logré sentir sus gritos atormentados.

Solo con verle me di cuenta que estaba sumergido en una pesadilla. Me hubiera marchado de no ser por el nombre que salió de sus labios, tan desgarrador como si estuvieran torturándole en carne viva. O quizás, no me marché por sus lágrimas. Ese llanto que vi en su rostro y que aun manchaba sus mejillas de humedad; aunque el hombre no parece ser consciente de eso.

Su respiración continúa agitada, como si le costara percatarse de que ya terminó su sueño. Cuando sus palabras salen, son casi en jadeos, un poco roncas, como a quien le falta el aire para hablar.

—¿Qué...qué haces aquí?

Buena pregunta. Demasiado buena, pero la razón puede ser la misma que me dije a mí mismo.

—Te escuché gritar y entre, —Le miro curioso—. ¿Vas a soltarme o seguiremos en esta posición para hablar?

Maddox parece darse cuenta de que aún me tiene apresado contra el colchón, su cuerpo duro contra el mío casi aplastándome y su mano en mi cuello. Rápidamente se aleja, sentándose en la cama y agarrando su cabeza entre sus manos. Me siento también en la cama y, en vez de salir y seguir el camino que tenía planeado, me dedico a mirarle más de cerca. Solo viste unos ligeros pantalones de pijama, pero por las noches que hemos vivido juntos bajo este techo eso era algo que sabía. La sorpresa viene al verle todo sudado, sus manos están temblando, sus pupilas sumamente dilatadas; puedo sentir el nervio y el terror en su cuerpo y, por la escena en que gritaba cuando entre y como intentó ahorcarme cuando le toqué imagino que son factores del trastorno de estrés post-traumático.

Eso me hace preguntarme ¿qué puede perturbar a este hombre?

—¿Quién es Daniel?

La pregunta escapa con suavidad de mis labios y casi al instante Maddox se estremece. Sus ojos se alzan en mi dirección, oscuros y peligrosos. Cualquier ser coherente se habría callado en este instante, aun así, nunca me he caracterizado por ser coherente.

—Entonces, ¿me dirás?

—No es nadie —Hay peligro en su voz.

—Para no ser nadie te ves afectado.

—¡No es tu puto problema! —grita, colocándose en pie para comenzar a dar vueltas por la habitación. Es evidente que está intentando buscar el aire que falta en sus propios pulmones, tratando de relajarse.

Me siento más cerca del borde de la cama, mirándole. La verdad no sé qué se hace en este tipo de situación; no soy de los que consuelan ni de los que ayudan. Pero es perturbador ver a un hombre tan fuerte derrumbado de esta manera; a veces, me cuesta recordar que Maddox es solo un simple humano.

—Solo me pareció que necesitabas ayuda para levantarte, es evidente que tienes un fantasma muy grande ahí persiguiéndote.

Para mi total sorpresa, una fría risa escapa de sus labios. Al menos ahora Maddox ha dejado de caminar como poseso de un lado a otro. Tan solo se mantiene parado observándome.

—¿Vas a hablar tú de fantasmas del pasado? —interroga con sarcasmo—. ¿Tú? Ni siquiera te he visto el pelo hoy desde que Sloane te mostró un poco de afecto, solo huiste.

Sus palabras son como una puñalada, pero me niego a dejárselo ver. En su lugar, me pongo en pie, encogiéndome de hombros de forma indiferente. Ya este hombre me ha visto con las barreras caídas muchas veces; cada vez que me observa es como si pudiera ver a través de todo mi ser y por eso lo odio tanto.

Camino con suavidad hasta quedar frente a él, alzando la mirada hacia la tormenta negra de sus ojos.

—Eso no fue mi culpa, es Castiel quien no debió dejar que su hijo se acerque a mí.

Una nueva carcajada, en esta ocasión más divertida.

—¿Y por qué?

Vuelco a encogerme de hombros, a pesar de que inicio a sentir la inquietud recorrer mi cuerpo.

—Quise destruir a Castiel muchas veces; es patético de su parte pensar que no le haría daño al bebé. Castiel debería hacer que ese niño me odiara.

Maddox alza la ceja, no me gusta como se está virando la situación y ahora todo gira en torno a mí.

—Cobarde, esa es tu excusa para no admitir que no te gustaba el niño.

—¡No me gustaba! ¡Yo le hubiera...!

—No le habrías hecho nada, así como mismo nunca le habrías hecho daño a Declan porque aun lo amas.

La cortante afirmación me hace retroceder un paso, tambaleándome. Como si me dieran una puñalada. Siento mi fachada caerse y la ira subir y cada vez que hablo mi voz tan solo se alza más.

—Los habría matado a todos.

—¡Tú salvaste a Declan!

—¡Lo chantajee! ¡Iba a destruirlo e iba a quitarle a Maddox! Así de mierda soy y por eso Castiel no debería dejar que yo le guste a su hijo porque juro por lo más sagrado que haré que el bebé luche en su contra si se acerca a mí.

Estamos casi gritándonos rostro contra rostro. Las respiraciones de ambos agitadas. Maddox aun víctima de su propia adrenalina y yo de mis instintos de supervivencia.

—Eso es una mierda y tú lo sabes —susurra, pero no estoy dispuesto a bajar mi voz ahora.

—¡No lo es! Y lo haré si no enseña a su hijo a odiarme.

—¡¿Por qué?!

—¡Porque es la naturaleza! —exploto por fin sin poder contenerlo y los ojos de Maddox se abren asombrados—. Tiene que odiarme, para eso existo; para que todos me aborrezcan y me teman y no voy a fingir ser otra cosa para ganar su patético amor, no más. —Eso último escapa casi como un lamento en contra de mi voluntad, recordándose esa parte de mi cuerpo que he intentado ocultar y destruir por milenios.

Me quedo ahí de pie, con la mirada ahora apartada de Maddox, solo en silencio. Lo mejor sería marcharme, correr rápido a colocar las barreras que Maddox tumbó con unas pocas palabras, pero cuando voy a marcharme me agarra de la mano.

—No tienes que fingir nada y si alguien te pide que cambies eso es una mierda inmensa, pero este. —Me señala—. Este ser que solo corre a construir barreras para que no lo lastimen tampoco eres tú.

Eso arranca una carcajada de mi garganta, irónica, llena de dolor. De desesperación.

—¿Y qué soy yo? —le pregunto, en parte con sarcasmo, en parte curioso a como me ve este humano.

Los ojos de Maddox me observan detenidamente. Luce más relajado y sereno. No me espero que sonría.

—Eres un mocoso malcriado, un niñato que adora ser el centro de atención. Mira todo lo que montas solo porque necesitas ser cuidado y querido. —Mi labio tiembla sin poder evitarlo—. Eres capaz de ser un villano para demostrar cuanto amabas y cuan herido estás y quieres que te cuente algo, puerco espín: si deseas atención ¡felicidades! Te estoy viendo de una maldita vez.

Maddox me agarra por la cintura, acercándome a su cuerpo. Es cálido y extrañamente reconfortante. Su aliento suave acariciando mi piel quema más que el fuego. No hay delicadeza ninguna cuando alza mi mentón, su tacto es exigente. Cuando pega sus labios a los míos, intento decirme que lo logré, que estoy avanzando en mi juego. Que tengo la primera ronda ganada y que si continúo el tiempo suficiente tendré luz verde para salir de esta prisión. Sin embargo, cada nuevo movimiento de su lengua contra la mía elimina los nuevos pensamientos hasta dejar mi mente en blanco. Solo necesitado y guiado a impulsos primitivos. No puedo siquiera recordar la última vez que me sentí de esta manera. Como si yo valiera; como si quisieran besarme de verdad a mí y no porque solamente es lo correcto o como debe de ser.

Aprovecho el momento para enredar mis dedos en el cabello de Maddox, pegándolo más. Quiero que sea puramente calculado todo, pero es difícil.

Cuando el humano se separa de mis labios, estoy jadeando con falta de aire. Mis labios exquisitamente mordidos e hinchados.

—Esto...esto significa que ya te seduje, chico heterosexual.

Maddox suelta una risa y me quedo más alelado.

—Esto significa que estoy aceptando tu reto mocoso, pero que no se te olvide. Yo pongo las reglas aquí, no tú. Aun sigues sin ser demasiado sexy como para que te desee desnudo y jadeante debajo de mí.

Abro los ojos, una mezcla entre ofendido y excitado.

—¿Qué te hace pensar que yo iría abajo?

Maddox sonríe y pasa se dedo por mi labio.

—Tienes tanto interés en llamar mi atención que no dudes que, si llegas a lograrlo, serás tú quien este abajo, tembloroso y deseoso.

—Pensé que no te gustaban los hombres.

—Solo porque ninguno me ha llamado suficiente la atención solo como para quererlo, ahora te estoy siguiendo el juego.

Miro y parpadeo. Intento pasar mis manos por su pecho de modo juguetón.

—Entonces, ¿podríamos...?

Sus manos agarran mis muñecas con fuerza. Si fuera un simple humano dejarían buenas marcas.

—Ahora te vas a callar la boca y te vas a meter en mi cama para dejarme dormir abrazándote; si te escucho hablar, voy a azotarte.

Voy a quejarme mientras me arrastra devuelta al enredo de sábanas. Sin embargo, el dominio de toda su voz y el aura de mando fue tal que solo me encuentro siguiéndole. Acostándome con Maddox delante de mí, abrazándome por la cintura y dejando caer su mentón sobre mi cabeza. Me doy cuenta que su respiración es agitada todavía, pero que poco a poco se va relajando. Aunque hubiese parecido tranquilo, seguía alterado por su propia pesadilla.

Sin poder evitarlo, alzo mi mano y acaricio su rostro.

—¿Qué haces? —pregunta con sospecha.

—Aún me queda algo de poder, no sirve para nada que me guste, pero te dejará dormir.

Y es así que le doy un poco de energía; es como mandarle a un mundo de arrullos en la noche, de oscuridad y estrellas. Cuando los latidos de Maddox se vuelven periódicos y su respiración se relaja veo que se ha quedado dormido. Me debato en levantarme e irme, pero la mano que rodea mi cintura aun lo hace fuerte y, para mi sorpresa, comienzo a sentirme embelesado. Es así que, por primera vez desde que llegué a este castillo, me quedo dormido.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top