36.


El cambio fue obvio, USA ni tuvo que preguntar... Fue tan progresivo y silente como cuando él inició esa especie de relación con URSS.

Fue dejado de lado como a cualquier cosa que perdió el encanto.

Ya no había pláticas hasta la madrugada, no había encuentros casuales para fumar un cigarro y hablar de la vida, no había sorpresas nocturnas que terminaban en risas y besos.

Ya no le correspondían al cariño que él cedía.

—Es divertido y alegre, ¿no? ... —USA no lo miró, porque no hacía falta—. Lo que a ti te hace falta.

—Mex es...

—Vi la tensión sexual que se tienen —bebió de un trago el vaso de vodka que se sirvió—. Y más que eso.

Soltó una risita temblorosa y susurrante, porque estaba herido.

—No voy a negarlo, así como no niego la relación que teníamos tú y yo.

—No hay rencores, URSS... Solo no le digas a México lo que pasó antes de que llegara... —se sirvió un poco más—. No es tiempo de enemistades.

—América...

—Tal vez me lo cobre después, no lo voy a negar... Pero ahora no importa. La alianza se mantiene hasta terminar con esta mierda.

Porque no era estúpido. Necesitaban ganar esa barbaridad, para así largarse y escapar de esos dos... Para no ver esa felicidad que antes creyó suya.

—No quise lastimarte.

—Tienes suerte de que me duela más el cansancio y las heridas justo ahora... y que el corazón no me interese por el momento.

—Bien.

—Sí, vete... Y solo háblame cuando sea extremadamente necesario.

Fue botado.

Abandonado.

Traicionado.

Su amor fue despreciado.

Y eso dolía.

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