25.
—Siempre has sido un idiota estresado y terco.
—Eso te gusta, ¿verdad? —rio bajito.
—No.
USA acomodó la nueva venda, sin apretar demasiado, acariciando esos dedos de vez en cuando.
—Nunca me gustó... Prefiero verte reír como demonio mientras cargas a uno de tus mocosos sobre tus hombros.
Se quedaron en silencio un momento.
Disfrutando de su compañía.
Recordando alguna cosa especial.
—¿Me vas a extrañar?
USA dudó un momento, pero apretó esa mano y entrelazó sus dedos con cariño.
—Siempre...
Vio esas grietas y heridas.
Vio la sangre de las vendas anteriores.
Y finalmente levantó su mirada desnuda para conectar sus ojos con los de URSS.
—Vete antes de que me muera definitivamente.
—No.
—Vete —tosió un poco.
—Quiero estar contigo hasta el final, comunista... —apretó los labios—. Porque no volveré a tener una oportunidad así.
—Cuida de ellos.
—Por fin lo pides adecuadamente —bufó fingiendo una risita divertida—. Pero ya no sirve de nada... Porque ya soy la mamá oficial de tus quince mocosos.
Se recostó junto a aquel idiota, cedió caricias y mimos, recibió lentas muestras de afecto.
Y cuando URSS respiró por última vez... USA le cedió uno de los besos más cariñosos que pudo brindar... Porque era el final de todo.
Lo iba a extrañar demasiado.
Tanto que dolería.
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