Capítulo 23: Robert
Abro los ojos poco a poco intentando ignorar la fuerte punzada de dolor que siento en mi cabeza. Parpadeo con fuerza mientras intento que mi visión se adapte a la oscuridad que nos rodea; trato de moverme, pero siento como unas fuertes cadenas de hierro sujetan mis muñecas y tobillos impidiéndome que realice cualquier tipo de acto, incluso una quinta cadena sujeta mi cuello con fuerza, dándome solo la libertad para respirar y realizar distintos tipos de movimientos.
Siento mis extremidades débiles, casi que dormidas; quiero ponerme en pie, sin embargo, mis piernas no responden a las órdenes impartidas por mi cerebro. Cuando por fin mi vista se acopla a la poca iluminación observo mi alrededor con curiosidad, intento comprender donde estoy, que peligros me rodean. Las duras y lúgubres paredes de piedra solo decoradas por unas pocas antorchas, la fría humedad de los suelos y el techo de la misma calidad que las paredes me hacen pensar que puedo estar en una cueva.
Paso un poco de trabajo para identificar las figuras cercanas a mí debido a los mareos que aún me invaden, pero a cada instante que mi visibilidad se hace más nítida puedo notar que cerca de mi figura hay una segunda atada de igual manera con cadenas en cada una de sus extremidades. Sus cabellos castaños le cubren el rostro, sin embargo, y a pesar de la oscuridad, no me demoro en identificar que se trata de Reyes; el híbrido parece aún estar inconsciente, pero fuera de ello no le noto ningún daño físico, tampoco puedo sentir el aroma de la sangre en el aire y eso de por sí es un alivio.
Sin embargo, la preocupación vuelve a mi cuerpo cuando alzo la mirada y, ante mí, noto la figura de Declan. A diferencia de nosotros no está sujetado con cadenas de hierro, sino que sus manos y piernas se encuentras atadas con fuertes enredaderas que parecen emerger de la pared de piedra seca; no puedo explicarme el porqué de ello. Nada parece tener vida en esta mugrienta cueva y, a pesar de ello, la enredadera que sostiene a Declan parece salida del centro de la selva amazónica. El otro punto preocupante es el rostro del Dios. Sus ojos se hallan abiertos, pero parecen mirar a la nada, como si ni siquiera se diera cuenta de donde está; lo verdaderamente terrorífico eran sus ojos.
Los ojos de Declan siempre recordaron a un hermoso cielo azul en un día de primavera; no obstante, en este momento poseían una bruma entre gris y blanca que los opacaba. Parecían los ojos de un cadáver, una persona muerta. Lo único que me indicaba que continuaba con vida eran los sonidos del latido de su corazón.
—¡Declan! —Le llamé con preocupación sintiendo mi propia voz ronca por haber estado tanto tiempo sin hablar— ¡Declan!
Vuelvo a repetir su nombre, sin embargo, el rubio Dios parece sordo a mis gritos. A pesar de ello, y para mi total alivio, mi voz parece despertar a Reyes de su propio desmayo. Siento el quejido emanar de sus labios cuando recupera la conciencia. Noto como la tensión se apodera de su cuerpo en el momento en que intenta moverse y se percata de las cadenas que le sujetan con firmeza.
—¡¿Qué cojon...?!
—Reyes —le llamo con suavidad para que el híbrido note mi presencia.
Mi voz parece relajarle por unos instantes, sus ojos chocan con los míos y noto como examina mi cuerpo con cuidado. La preocupación reina en sus ojos; Reyes puede ser un enorme psicópata, pero se caracteriza por preocuparse por las personas cercanas a él y me ha dicho en más de una ocasión que me visualiza como un amigo.
—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?
—Estoy bien —respondo observando yo mismo m cuerpo atado—Creo que solo nos ataron aquí, Declan es quien me preocupa.
Reyes intercala su mirada entre el Dios y yo y vuelve a asentir.
—¿Cómo está tu bebé?
Mi ansiedad aumenta al pensar en la vida que crece en mi interior y la proposición que me estaba dando Declan antes de que nos secuestraran. Mi instinto protector ruge y en menos de cinco segundos yo ya no soy mi primera prioridad.
—Creo que está bien. —Intento concentrarme en que nada de mi cuerpo duela, sobre todo en la zona de mi vientre; tampoco siento que sangre en ninguna parte ni molestias más allá de los amarres—. No le han hecho daño.
Reyes vuelve a mirarme como si intentara cerciorarse de que digo la verdad y cuando por fin parece convencido examina por segunda vez nuestro alrededor.
—¡Ese maldito hijo de puta nos engañó a todos!
—Tendrá que disculparme mi Lord. —La suave voz conocida hace eco en la cueva. Reyes y yo giramos el rostro al mismo tiempo en la dirección en la que procede el sonido para encontrarnos con la recién llegada figura de Liar—. Prometo que le soltaré muy pronto, pero si no hacía esto usted se hubiese opuesto a venir conmigo.
Liar se acerca a nosotros y no queda rastro de la timidez y ternura que siempre notamos en él mientras estábamos en Escocia. En lugar de ello, un fuerte deje de locura impregna sus ojos, sin embargo, también destaca en su mirada la ciega adoración cuando observa a Reyes con detenimiento. Incluso se agacha delante de él como si venerase a un Dios supremo.
—Todo estará bien amo, no quiero herirle. —Estira su mano para acariciar la mejilla de Reyes—. Solo necesito hablarle y que me escuche, cuando le explique todo comprenderá que esta ha sido la mejor decisión; usted una vez quiso un ejército de híbridos, ahora yo puedo volver su deseo realidad.
Con asco por el roce de las manos de Liar, Reyes retrocede entre gruñidos, no me cabe duda que de estar suelto o de poder moverse le habría arrancado la cabeza de un tirón.
—¿Por qué has hecho todo esto Liar? —interrogo sin poder pensar en una respuesta lógica a estas alturas.
Del rostro de Liar aparece todo rastro de admiración y sus facciones se convierten en la muestra del odio puro mientras su mirada recae en mi persona.
—¿En serio preguntas por qué?
El chico se separa del cuerpo de Reyes y se acerca a mí, al estar solo a pocos centímetros de distancia coloca su mano en la parte superior de mis cabellos y jala con fuerza hacia atrás, suelto un pequeño jadeo debido al dolor repentino, pero me niego a darle el placer de emitir algún tipo de mueca por la molestia.
—Mírame Robert —ordena—. Sé lo que todos observan cuando se fijan en mí, sé lo que pensaste tú la primera vez que me viste; la apariencia de un mocoso sin demasiada fuerza o poder; exactamente por ese pensamiento de mierda me dieron la habilidad de llegar a donde quería, porque merezco más; merezco mucho más que la mierda de ser un anciano del consejo.
Suelta mis cabellos con fuerza provocando que duelan un poco.
—Soy descendiente de razas antiguas de sangre híbrida, mi familia era respetable y poderosa; solo me dieron el maldito puesto en el consejo porque nadie más lo quería. —Hay rabia y desagrado en su voz—. Si aún fuésemos híbridos ni el jefe del consejo, ni Castiel ni ningún Dios se atrevería a hacerme menos.
—¿Por eso tienes encerrado a Declan? ¿Por qué es un Dios?
Pregunto encolerizado ante el trato que está recibiendo el Dios, después de todo ha sido más que un verdadero protector para mí. Liar gira sus ojos como con impaciencia y antes de darme cuenta un golpe fuerte de su mano impacta en mi rostro. Siento la sangre en mi boca por el impacto y cuando paso la lengua por mis labios me doy cuenta que el inferior está roto.
—Perdona, no recuerdo haberte dado permiso de hablar.
—¡Hijo de Puta! —ruge Reyes y por unos instantes noto tensión y preocupación en el rostro de Liar, es evidente que la opinión del híbrido le importa mucho.
—Lo siento amo, pero estas nuevas razas deben aprender a respetar a los seres superiores; se creen mejores solo porque ya no presentan la impureza híbrida cuando la verdad es que esas impurezas les vuelven superiores en todo.
—¿Por qué tienes a Declan encerrado?
Repito la pregunta encolerizado y Liar suspira dándose por vencido, aunque la verdad es que luce ansioso por presumir que capturó a un Dios.
—Declan está encerrado y no muerto porque se lo debo a una persona, no soy el único que le tiene odio y asco a esta pequeña mierda; hay alguien más, alguien que me permitió utilizar las antiguas artes de hechicería oscura y me dijo como encerrarlo siempre y cuando no lo matara, por lo visto esta pequeña mierda tiene personas que quieren torturarlo más que yo, incluso le quitaron sus poderes y su verdadera forma; pero tengo que tenerle dormido así; aunque Declan sea débil aún puede derrotarme si no lo controlo.
Suspiro sorprendido. En otras palabras, había otra mente maestra detrás de todo este retorcido plan.
—¿Y qué ganas con todo esto?
Pregunta Reyes asqueado.
—Volverme híbrido mi señor, entregarle el poder y servirle.
Un brillo chispea en los ojos de Reyes y por unos instantes no veo a mi amigo, sino al asesino despiadado y sin corazón que ha matado a personas sin ni siquiera parpadear.
—¿Y tendré mi ejercito?
—Reyes no... —Voy a quejarme, pero una nueva bofetada por parte de Liar me hace callar.
—Está hablando el amo. —Luego mira a Reyes anhelante—. Tendrá el poder que siempre soñó mi señor.
Reyes sonríe de forma retorcida.
—Entonces desátame y te convertiré; te daré prioridades y beneficios por idear este gran plan; luego matamos al resto.
Liar parece feliz y ansioso y se acerca a Reyes, sin embargo, se detiene a medio camino y alza su rostro al aire para respirar. Su rostro pierde toda la felicidad.
—Tendrá que esperarme señor, tenemos compañía.
Y cuando el aroma de pareja se apodera de mí me doy cuenta de quién se trata...Castiel está aquí.
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