𝐀𝐝𝐲𝐚𝐜𝐞𝐧𝐭𝐞

[...]

La UA era bañaba en noche, mientras las luces de una pareja paseaban por lo recóndito de ella.

Ambos, fuertemente tomados de la mano, sintiendo el palpitar del otro, y dejando volar a su corazón.

La llovizna aún caía, ellos corrían y reían, ya dejando de lado el tiempo y el frío.

Brinco tras brinco, charco tras charco, la juventud vibrante que dejaban al aire mientras como niños se dejaban llevar por la adrenalina.

Los cabellos color musgo de ella subían y bajaban mientras jalaba a su acompañante, se sentía cálida, se sentía tan genial y vivo.

El contemplaba a su captora, se sentía en un crimen, del cual no quería dejar de ser  parte.

Cómplices de una noche sin precedentes, se adentraron al edificio de residencia . Que sin levantar mucha sospecha, fueron en cautela, como dos espías en un museo.

Uno a uno, subían los escalones que conducían a la habitación de ella.

Todo era silencio, su destino estaba cerca.

Y sin previo aviso, una puerta se abrió en sorpresa para ellos... el miedo los golpeó y sin previo aviso.

Reiko salió, para solo encontrarse con el vacío pasillo, cerró su puerta y mientras se limpiaba sus ojos bajó las escaleras de a poco para ir a algún lado. Sin darse cuenta de que, a su costado en una esquina estaba la pareja, inmóviles y pegados uno al otro.

En un acto reflejo, el pudo sacarlos de ahí escondiéndose en una esquina... Sus cuerpos sentían el del otro, sentían calidez, sentían comprensión.

Por muy que el peligro había pasado, no querían moverse de ahí, se mentían pensando en que ella podría regresar y los dejaría en un situación desfavorable.  Su única salvación, era estar junto al otro.

De a poco, ella se volteó encontrando aquellos ojos que la vieron en cuanto se movió. No emitían ningún tipo de ruido, no sentían nada más a su alrededor.

Con una nueva confianza nunca antes sentida, Setsuna los jaló de a poco hasta la puerta de su habitación, y en pocos pasos, los adentró a los dos a la nueva recamara.

Al escuchar el click de la puerta siendo cerrada, soltaron un suspiro de alivio, sin dudas fue un momento intenso aquel.

Se recompusieron, luego de segundos de no decir nada, recordaron que estaban acompañados.

Aunque la luz no fuese algo que estuviese con ellos allí, tenían la suficiente visión como para ver que hacía su contrario, y el estaba bastante seguro de que los afilados dientes de ella se estaban asomando en ese momento.

Y a quién engañaba, el también lo estaba haciendo, estaba siendo malditamente feliz en ese momento.

La tenía en frente, su corazón estaba en un nexo con su mente.

El silencio se convirtió en el espectador.


























































Ya tenía una respuesta
Para si mismo
...

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