Un Café Helado
♥Catherine Collins♥
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Es importante haber leído la descripción de esta novela para poder entender mejor el capítulo
Gracias
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Hora: 1:49 PM
Lugar: "Internacional Crepes and Coffee" (Una famosa pastelería ubicada en el centro de la ciudad)
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—¿Entonces..., estás segura de que no quieres ordenar nada más? —Elías hizo especial énfasis en esas últimas palabras.
Muy en el fondo de su corazón tenía la esperanza de que Catherine —aquella encantadora morena que sonreía frente a él—, pidiese otro tipo de café... Aunque con el pasar de los segundos esta idea se alejaba cada vez más de las posibilidades.
—Estoy muy bien con eso, muchas gracias. —Respondió Catherine, esbozando una pequeña sonrisa, y acto seguido, se cruzó sensualmente de piernas. Ciertamente no se había llevado ese conjunto tan suelto, ¡en pleno invierno! Para limitarse a no enseñar todo su arsenal.
Casi como un mal chiste, mientras la morena se esmeraba al cien por llamar la atención de su acompañante, Elías por su parte, se encogía de hombros y bajaba la vista para mirar las palmas de sus manos con decepción.
Ahí iba otra vez la respuesta a la que él tanto temía hasta ese momento: No pienso cambiar mi elección. Dicho y hecho, si ellos no pretendían cambiar de parecer, él tampoco lo haría con el resultado de su cita.
La camarera regresó pocos minutos después acompañada por una nube de su perfume floral y, luego de recorrer descaradamente con la mirada los llamativos y marcados pómulos de Elías, le puso enfrente una deliciosa taza de té verde.
(Él jamás tomaba café. Nunca. Bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, insistía bastante en que sus parejas sí lo hicieran. En caso de que ellos se negaran, la cita se daría por terminada en ese mismo instante).
Esperen..., se supone que la chica está desabrigada y en pleno invierno. Siendo así, ¿por qué decidió ordenar un café helado?
Su sorpresiva y masoquista afinidad hacia el frío tenía una explicación, y muy peculiar.
Un pequeño flashback.
En las últimas 4 citas que tuvo la oportunidad de vivir Catherine —con distintos hombres, eso sí—, había llegado a notar rápidamente un patrón de comportamiento extraño. Ella lo llamaba "mala suerte", yo más bien le diría "Una serie de casualidades demasiado hilarantes para ser verdad", o sea, mala suerte, pero en palabras más complejas.
Con el primer chico: Ella, al no saber básicamente nada de sus coincidencias, se tomó la libertad de ordenar un café helado.
(Conclusión de aquella cita, él la dejó plantada con una pobre excusa de que debía volver más temprano a su apartamento. Nunca volvió a llamarla).
Luego de eso, con el segundo básicamente no varió mucho, Catherine pidió otro café helado, esta vez con una galleta.
(Conclusión de esa otra cita, su chico le robó la cartera mientras ella se encontraba en el baño lavando una enorme mancha sobre su vestido).
Ya para la tercera cita ella percibía con un amargo sabor todo lo que llevase cafeína en sus bebidas, aunque claro, se debía más que todo a las malas experiencias que había tenido en el pasado, asociándolas ahora sí con la mala suerte. Pensando de este modo, pidió un zumo de naranja.
(Una nueva conclusión, esta vez satisfactoria para la chica, pues quedaron de verse en otra ocasión e incluso hubo beso esquimal que no fue a mayores).
Para no hacer el cuento más largo, ellos terminaron quedando para almorzar en un bufete elegante donde únicamente se servían distintos tipos de café como entrada principal. Ella eligió nuevamente uno de sus típicos cafés helados..., y su chico la dejó por otra con un mejor escote.
Ahora Elías era su cuarto ligue, tenía que darlo todo.
Catherine estaba en una nueva cita, con un nuevo vestido, restaurante y entorno..., pero también con otra actitud muchísimo más osada y dispuesta a desmentir su patética teoría mental del "Infortunio de los cafés helados".
Fin del flashback. Volvemos al presente.
—¿Estás de acuerdo? —Preguntó Elías, devolviendo a su acompañante a la realidad, casi al instante.
—Disculpa, no he entendido bien lo que dijiste —confesó Catherine, antes de sonrojarse y parpadear rápidamente.
Acto seguido, ladeó la cabeza hacia su izquierda, en un intento de parecer tierna.
Por su parte, el joven pelirrojo imitó dicho gesto, pero para apaciguar un poco la mueca de ligero fastidio que amenazaba con formarse en su rostro.
—Dije que deberíamos posponer de momento lo que teníamos planeado para hoy —repitió mientras miraba de reojo por la enorme ventana hacia el exterior—. Está haciendo un clima no muy favorable. Además, no puedo arriesgar la salud de mi acompañante de esa forma.
Aunque inocente en su mayoría, dicho comentario dio rienda suelta a las fantasías de la morena una vez más:
—Posponer —susurró ella, no muy convencida.
Si eres capaz de leer entre líneas, aquella palabra podía llegar a tener más de un significado.
(Él bien puede estar tratando de invitarte a salir en un futuro cercano, pero con un clima mucho más adecuado a tu conjunto actual..., o también podría estar poniendo una vaga excusa para marcharse).
La chica comenzó a jugar con la mini cuchara de su café sin darse cuenta, estaba completamente acomplejada. En su mente, terminar ahí la cita era demasiado arriesgado para confiarse.
—Oh, ¿Lo dices por mí? No te preocupes. En realidad, estoy acostumbrada a que la gente me subestime todo el tiempo. Soy más resistente de lo que parezco —informó Catherine, y tras decir eso, intentó reír con seguridad, pero para su mala suerte, un pequeño atisbo de tos fue lo que salió de sus labios.
Elías enarcó una ceja. Eso no se trataba de "subestimar" a nadie. Si ella continuaba con la cita en ese estado, una neumonía sería lo que la abrazaría aquella noche.
—Yo... —Dejó de hablar al instante. Recuerda, ella no es de las que cambia de parecer. Y siendo así, solo quedaba una salida—. Está bien. Pero entonces iré hasta ti y te daré mi abrigo, quieras o no. Créeme que no intento subestimarte de ningún modo, pero si con esto puedo evitar que te enfermes..., entonces yo me sentiré satisfecho.
A ambos se les escapó una sincera sonrisa de amabilidad al tiempo que Elías rodeaba la mesa para colocarle el abrigo a su acompañante sobre los hombros. Esta vez no hubo necesidad de fingir ternura, pues a Catherine le salió de forma natural con el ligero rubor de sus mejillas.
Tantas citas, tantos hombres y situaciones..., y nunca nadie se había detenido medio segundo a preocuparse por ella de esa forma. Digo, los demás jóvenes fueron amables y galantes, pero sus acciones se limitaban a simples y superficiales halagos enfocados únicamente hacia su físico.
Eso mismo explica el porqué ella se esforzaba tanto en vestir sensual, aún en las situaciones más extremas. Intentaba en su mayoría cumplir con los estándares que su misma inseguridad le había proporcionado.
Tanto así que sentir el acogedor calor de ese abrigo abrazando todo su cuerpo fue, irónicamente, un soplo de aire fresco para su mentalidad. Por primera vez en toda la noche, se dio el gusto de relajarse.
—Oh, casi lo olvido. —Elías palpó sus bolsillos de forma ágil hasta que dio con una pequeña y modesta caja azul marino, la cual procedió a abrir. En su interior se encontraba un colgante de luna plateado—. ¿Puedo colocártelo?
La morena, habiendo recuperado poco a poco el calor de su cuerpo, procedió a asentir y retirar con suavidad los delgados mechones de su nuca, dándole así un mejor acceso a su cuello. En otras circunstancias no se lo habría permitido tan fácil a cualquier hombre..., sin embargo, esa vez era diferente. Elías se había ganado su confianza.
Una vez terminó, Elías volvió a sentarse frente a ella y la observó de forma indiscreta. La chica le regresó la mirada, y sin pretenderlo, su atención se fijó por medio segundo en las muñecas del joven: sobre las cuales había un par de tatuajes. Se sintió tentada a preguntar al respecto, pero prefirió descartar la idea y sujetar el adorno de plata que ahora adornaba su cuello.
Debía admitir que ese colgante de luna le quedaba precioso...
—Un café helado puede pronosticar una estación de igual magnitud, como la madera inerte antes de ser consumida por las llamas de una hoguera... —Susurró Elías antes de completar la oración en su mente— Al igual que ella, tú también necesitabas un poco de calor.
No hubo necesidad de más acciones. Luego de hablar durante horas sobre distintos temas en la mesa, salieron del restaurante rumbo a un pequeño museo cercano donde estuvieron hasta caer finalmente la noche.
Para cuando Catherine recostó su cabeza sobre la almohada, no fue una neumonía lo que la abrazó hasta dormirla, sino la nostalgia de haber descubierto algo sobre sí misma que nunca antes había entendido. Bueno, tal vez no logró romper su extraña e imaginaria racha del "Infortunio de los cafés helados"..., pero un poco de calor si había logrado penetrar en su corazón, allí en esa helada noche de Invierno.
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Conclusión de la primera cita: Elías y la morena quedaron como simples amigos de momento, pero siguen en contacto.
"Un café helado puede pronosticar una estación de igual magnitud"
Sin embargo, esto no necesariamente tiene que ser así. El calor siempre logra invadir hasta el corazón más frío.
Elías sigue buscando su media naranja.
¿El próximo café que llegará a su vida..., también necesitará calor?
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