Parte sin título 25
Christopher
Sus ojos oscuros se clavan en los míos, llenos de una amenaza fría y calculadora. Lleva un cuchillo largo en una mano, el filo reflejando las luces intermitentes del incendio a lo lejos.
—El problema aquí —dice con un tono mortal y pausado— es que no entiendes con quién estás tratando, Barber. Mi nombre significa poder, y mi palabra es una sentencia...
Mis hombres apuntan en dirección a su cráneo, listos para presionar el gatillo a cualquier momento.
—El problema aquí —respondo con voz firme que corta como la hoja de un cuchillo—, es que subestimas quién soy. Pensabas que podrías acabar con mis operaciones en las aduanas y no habría consecuencias. Pero yo siempre cobro mis deudas, en especial de las ratas como tú.
La mirada de Kreshnik se oscurece, sus ojos reflejan una mezcla de ira y desafío. Avanza un paso hacia mí, sus botas pesadas resonan sobre el cemento.
—Cuida tus palabras, Barber—gruñe en su asqueroso acento albanésc. Aquí nadie tiene la autoridad de llamarme rata y salir caminando con vida.
Mis hombres tensan los dedos en el gatillo, y por un segundo, parece que el infierno esta apunto de desatarse. Sin embargo, Krasniqi levanta una mano, indicando a los suyos que mantengan la calma.
—¿Rata?—sonríe con una sonrisa perversa y cruel—. Las ratas sobrevivimos a todo, Barber. Pero tú... no saldrás vivo de está.
Antes de que algunos de mis hombres puedan dispararle. Krasniqi se balanza sobre mí con una navaja en la mano. Lo esquivo apenas, el filo rozando a mi costado, mi dedo aprieta el gatillo, pero apenas logro rozarlo antes de que el filo de su cuchillo atraviese la distancia entre nosotros. El dolor estalla en mi pierna izquierda, un corte profundo que me hace tambalearme, pero no caer.
Agarro su muñeca con fuerza, girando con precisión para desarmarlo. Krasniqi lanzó un gruñido de frustración, mientras ambos caemos, enredados a una lucha feroz. Sus golpes son rápidos, dirigidos con una precisión letal, pero los míos son certeros y cargados de ira contenida. Finalmente, logré torcer su muñeca con un giro brutal
El cuchillo cayó al suelo con un sonido metálico que resonó en los túneles. Lo empuje contra el suelo con la bota. Apuntándole con el rifle mientras él jadeaba, inmovilizado y sangrado.
—Esto acaba aquí —gruño, mi voz cargada de veneno.
Pero antes de que pudiera apretar el gatillo, un sonido ensordecedor me hizo girar. El edificio comienza a temblar, y todo a mi alrededor se sacude con violencia; las paredes parecen a punto de desplomarse. El suelo comienza a temblar, primero con un ligero vaivén y luego con una violencia implacable.
El techo cruje. Por un momento el tiempo pareció detenerse, entonces sucede; el techo se desprende y comienza a caer, sin darme tiempo a reaccionar.
De repente, siento un impacto sobre un costado, un cuerpo empujándome con fuerza hacia un lado. Mi espalda choca contra el suelo, y todo queda envuelto en una nueve de caos y polvo.
Al abrir los ojos, lo veo; Krasniqi está atrapado bajo los escombros, inmovil. Mi rifle yace lejos de mi alcance pero no era mi prioridad, es saber que cuerpo me empujo. Giro la cabeza y veo a Marcus a mi lado, jadeando mientras una herida en su frente deja caer sangre por su rostro.
—Señor, ¿se encuentra bien?—murmuró entre dientes, su voz apenas era audible pese al estruendo del temblor que no cesaba.
El aire olía a polvo y a hormigón. Las alarmas del edificio sonaban, mezclado de los gritos de mis hombres que trataban de reagruparse en medio de este caos.
—Necesitamos encontrar a los demás —tosí, el polvo se colaba en mis pulmones y me impedía respirar del todo bien.
Respiré hondo, forzándome a concentrarme. Este temblor era mi salvación: el caos sepultaría las dudas. La narrativa estaba servida para los medios; el ataque sería interpretado como un desastre natural, limpiando mi imagen y desviando cualquier pregunta incómoda sobre la presencia de Krasniqi y sus malditos hombres en el edificio.
—Esto no ha terminado —digo, lanzándole una última mirada a Krasniqi.
Me incorporo con esfuerzo, pero mi pierna izquierda no cede del todo. Marcus me ayuda a incorporarme, coloco mi mano derecha en su hombro. Me sostiene con firmeza mientras trata de mantener el equilibrio. El temblor comienza a calmarse, pero el edificio no.
—Tenemos que movernos, señor —dijo Marcus con urgencia, señalando hacia el extremo del pasillo—. No sabemos si tenemos el camino despejado.
Avanzamos con dificultad, esquivando fragmentos de concreto. Mis hombres, algunos cubiertos de sangre y polvo, se reagruparon, cubriéndonos la espalda a Marcus y a mí. Mientras yo me encargaba de buscar la entrada hacia el escondite.
—Estamos cerca —dije más para mí mismo.
El corredor es angosto, con paredes de concreto reforzado. Caminamos un par de metros más hasta llegar a un oscuro rincón.
—Es aquí —les indiqué a mis hombres, mientras me detenía frente a una pared de concreto, puse toda mi fuerza para empujar la pesada pared, solté un jadeo al sentir una punzada en mi herida de mi pierna izquierda.
—Ayúdenme, imbéciles —ordene, mientras ponía toda la fuerza que me quedaba, gemía al sentir el dolor más creciente.
Marcus fue el primero en reaccionar a mi orden, acercándose para ayudarme a mover la pesada pared. Con un movimiento sincronizado, otros dos hombres se unieron, y juntos logramos desplazar el panel lo suficiente como para revelar el acceso oculto.
—Señor, debería dejar que ellos se encarguen —surgiere Marcus, lanzándome una mirada de preocupación, mientras veía la tensión en mi rostro.
—No tengo tiempo para descansar—respondí con voz firme, enderezando a pesar de la punzada que recorría mi pierna.
Deslicé mi mano hacia un panel metálico escondido tras el muro. Introduje el código en el teclado y, finalmente, coloqué mi palma en el escáner biométrico y luego el programa hizo un escáner completo de mi rostro. Un suave pitido confirmo el acceso estaba autorizado, y luego la pared se deslizo hacia un lado, revelando un túnel iluminada con luces de emergencia.
Mientras mis hombres se agruparon, cubriendo cada ángulo conforme avanzaba. Yo solo pensé en una cosa; en buscarla a ella. Corrí en cada pasillo del túnel, el dolor en mi pierna seguía allí, me detuve por un momento al sentir que el dolor se extendía, luego continué mi camino y entonces tenía detrás mío a Marcus.
—Señor, espere —grito, mientras yo corría como un demente en busca de Jane—. Aún no hemos asegurado del área, no sabemos si es segura.
—Me importa una mierda, Marcus —espete—. No recibí un corte en una pierna para quedarme quieto mientras ella está en alguna parte del túnel inconsciente o... incluso muerta.
Ella no podría estar muerta.
Cada paso enviaba punzadas de dolor desde mi pierna, pero las ignoré por completo. Mi mente estaba fija en un solo objetivo: Jane.
El túnel parecía interminable, las luces parpadeantes proyectaban sombras largas y amenazantes en las paredes de concreto.
¡¿Por qué mierda hice tan grande este jodido escondite?!
¡Parece que nunca tiene fin!
Marcus seguía detrás de mí, su respiración pesada mezclándose con los ecos de nuestros pasos.
—¡Jane! —grité, mi voz resonando por los pasillos vacíos. No hubo respuesta, solo el zumbido distante de las alarmas y el crujido ocasional del concreto que aún se asentaba tras el temblor.
Giré en una intersección y entonces la vi. Ví a Jane tambalearse en medio del pasillo. Su rostro estaba pálido y tenía una profunda herida en la cabeza. Dió un paso más como si tratara de llegar hacia mí.
Comenzó a balbucear, y entonces salió un último susurro de sus labios pálidos:
—Christopher.
Luego se desplomó en el suelo en un golpe seco.
Mi corazón se detuvo por un momento.
—¡Maldición, Jane! —murmuré con un nudo en la garganta mientras me arrodillaba junto a ella, ignorando el dolor punzante de mi propia herida. La sangre empapaba mi pierna, pero no me importaba. Su cabeza reposaba contra mi pecho, su piel pálida y fría como el mármol. Coloqué dos dedos temblorosos en su cuello, buscando desesperado un latido. Era débil, pero estaba ahí.
Un sollozo agudo rompió el silencio, irritándome como un clavo en la sien.
—¡Por favor, ayúdala! —suplicó Susan, su voz cargada de pánico.
La miré con furia, el temperamento encendido por la impotencia.
—¡¿Qué mierda le pasó?! —espeté, sintiendo cómo la rabia amenazaba con desbordarse.
Susan retrocedió un paso, tropezando con su propio miedo. Su cuerpo temblaba como una hoja al viento, y su rostro estaba empapado de lágrimas.
—Estábamos en el ascensor... —sollozó, las palabras saliendo a trompicones mientras se limpiaba la nariz con la manga—. Se detuvo de repente... y caímos... luego todo se apagó. De la nada aparecieron unos hombres armados... nos arrastraron hasta aquí, y Jane... ella estaba sangrando.
Me incliné hacia Jane, ignorando los jadeos de Susan. Pasé el pulgar con cuidado por su sien, limpiando el delgado hilo de sangre que se deslizaba por su rostro. Sus párpados permanecían cerrados, y su respiración era errática, como si cada aliento le costara una batalla.
—¡¿Podrías tranquilizarte?! —le espeté a Susan, mi voz cortante como una cuchilla.
La chica asintió entre lágrimas, apretando los puños contra su pecho, sin atreverse a mirarme de frente.
—Marcus, lleva a Susan al refugio. Ahora.
Marcus apareció al instante, firme y preparado. Mientras él alejaba a Susan, mis ojos volvieron a Jane. Levanto a Jane con más cuidado del que probablemente merezco mostrar. Sus manos, frías y pequeñas, caen a los lados, inertes. Mis labios se tensaron en una línea dura. La herida de mi pierna, comienza a punzarme y siento como la herida se abre aún más. Jadeo. Me incorporo con todas mis fuerzas y veo a Marcus venir hacia mí con mis demás hombres.
—Señor, el lugar está despejado —indica—. Es helicóptero de irnos.
Asiento, pero mi atención está puesta en ella: Jane está inconsciente, su rostro pálido manchado con una línea de sangre que corre su sien
—Señor... no debería estar haciendo tanto esfuerzo—balbucea uno de mis hombres visiblemente preocupado—. Esa herida necesita revisión.
—No es grave —respondo con frialdad—¿Tienen todo listo para volar?
—Como usted ordeno, señor.
Nos abrimos paso hacia la azotea, por ningún motivo suelto a Jane incluso cuando me piden hacerlo para adentrarme al helicóptero. Intento no jadear al cargar con su peso y el mío al mismo tiempo, estando herido.
—¿El piloto está listo?—pregunto, mientras colocó a Jane en uno de los asientos cerca de mí. Mis ojos permanecen clavados en ella.
—Sí, señor. El destino está confirmado.
—Bien, es hora de despegar.
El helicóptero despega, dejando atrás el caos. Miro por la ventana observando como las luces se desvanecen poco a poco a medida que volamos hacia nuestro destino.
Jane se mueve ligeramente, un débil gemido escapa de sus labios. Me acerco suavemente a ella y susurro a su oído.
—Estás a salvo, angelo.
No debería importarme tanto, pero lo hace. Maldita sea, lo hace.
Jane
Intente abrir los ojos pero mis párpados pesaban como plomo. Un zumbido resonaba en mis oídos. Finalmente, logre abrir los ojos, aunque solo un poco. La luz brillante del techo me obligó a cerrarlos un poco. Olía rara la habitación. Recordaba este olor. Olía como un hospital. Percibí a una enfermera dentro de la habitación, a pesar de tener la visión borrosa.
La escuche decir algo, pero no la entendía, se inclino ligeramente hacia mí y gire la cabeza, pero está me daba vueltas
—¿Cómo se encuentra?—su voz era clara y suave.
Gire ligeramente la cabeza hacia la voz femenina que me hablaba.
—¿Dónde... estoy?—susurre, con la garganta seca y la voz débil.
—Tuvo un pequeño accidente, señorita —respondió, luego me ofreció un vaso de agua—. Debido al temblor.
—¿Al...temblor?—pregunte asustada. Luego bebí un sorbo de agua y sentía como me hidrataba por completo.
—Sí, se desmayo debido al pánico y se golpeó la cabeza.
Cerre los ojos tratando de recordar, pero todo lo que hallaba en mi mente eran imágenes fragmentadas: el estruendo de un ascensor deteniéndose, un impacto y luego solo oscuridad.
—Yo... no recuerdo bien lo que sucedió.
—Es normal, señorita —murmuro con una voz tranquilizadora la enfermera—¿Necesita algo más?
—¿Sabe dónde está el señor Barber?
—¿Él señor Barber?—preguntó algo confundida la enfermera.
—Sí, Christopher Barber.
—Lamento decirle que él señor Barber no se encuentra en este hospital.
Quise responder pero sentí que me mareaba, me respalde contra el cabecero de la camilla.
La enfermera al ver que no necesitaba algo más. Decidió salir pero antes de hacerlo le pregunte:
—¿Podría decirme donde encontrar más información de él? ¿O algún contacto que me ayude a saber de su paradero?
La enfermera me miro unos de segundos, dudando si responder.
—Lo siento, pero no tengo acceso a esa información. Si lo desea, puede ir al área de emergencias y allí podrían darle más detalles.
Asentí levemente. Mientras me incorporaba, la sensación del saber el paradero de Christopher me embargo por completo.
¿Dónde podría estar? ¿Estará a salvo?
Me levante lentamente de la camilla, sintiendo un leve mareo, pero la preocupación por Christopher era más fuerte que cualquier síntoma. Camine hacia el estrecho pasillo del hospital, buscando el área de emergencias, como me sugirió la enfermera. Al llegar a la recepción, me acerqué al mostrador.
—Disculpe, necesito saber si se encuentra ingresado en esta clínica un señor Christopher Barber, ¿sabe algo de él?
La recepcionista me miró con una expresión neutral antes de teclear en su computadora. Finalmente, tras varios segundos, levantó la mirada.
—No tenemos a nadie con ese nombre en nuestra base de datos, ¿está segura de que fue aquí donde lo trajeron?
—Supongo que él se encuentra aquí, ¿puede revisar de nuevo?
Ella asintió, tecleo nuevamente en su computadora y alzó la mirada, su expresión cambio por un instante. Después de un breve silencio, hablo con un tono más bajo.
—Hubo un ingreso hace unas horas, al mismo tiempo en el que llego usted, no debería decirle esto pero en el sistema no aparece el nombre —murmuro—. Un hombre fue ingresado, pero no se dio más datos. Fue trasladado a otro hospital, pero no puedo brindarle más información.
¿Qué querría decir? ¿A dónde llevaron a Christopher?
—¿Dónde lo llevaron?—pregunte, sin pensarlo.
—Lo siento, pero no puedo dar más detalles sobre los trasladados. Solo puedo decirle que fue llevado a una clínica externa —dijo, mientras me brindaba una tarjetita—. Le sugiero que intente contactar con el hospital principal, el de la ciudad. Ellos pueden brindarle más información.
Me quede en silencio por un momento, mientras observaba la tarjeta con el número telefónico de la clínica.
Sí Christopher fue trasladado a otro hospital: ¿Qué clase de circunstancia ingreso a este hospital?
—¿Puede decirme en donde buscar un teléfono?
—Al fondo a la izquierda.
—Gracias.
Camine despacio, aún con la cabeza dando vueltas y me dirigí en busca del teléfono para buscar información sobre el paradero sobre Christopher. El lugar estaba casi vacío, no había casi nadie esperando su turno para ser atendidos, solo algunas enfermeras.
No lo dude, tome el teléfono y empecé a teclear el número de la clínica. Sonaba la línea al otro lado, me quede esperando a que atendieran mi llamada, luego volvía a sonar pero nadie atendía mi llamada. Decidí marcar de nuevo y recibí por parte de la operadora un "línea ocupada"
Carajo
La frustración me hizo apretar el teléfono con más fuerza de la necesaria. Las dudas me invadieron:¿por qué no simplemente toman la llamada?
Me oblige a calmarme, respirando hondo antes de marcar nuevamente. Sentí a alguien tocar levemente mi hombro, me sobresalte asustada y voltee a ver hacia dirección a esa persona.
La enfermera que estaba en mi habitación, ahora estaba de pie enfrente de mí, con el ceño fruncido y traía consigo una silla de ruedas. Su uniforme blanco implacable contrastaba con su expresión de impaciencia
¿Acaso no ve que estoy perfectamente bien para ponerme de pie?
—Señorita, Collins —dijo con esa voz cargada de autoridad que parecía un rasgo distintivo de las enfermeras—, es hora de volver a su habitación.
—No necesito esa silla —insistí, tratando de mantener la calma—. Puedo caminar perfectamente bien.
La enfermera negó con la cabeza y empujo la silla hacia mí.
—No es una sugerencia, señorita.
Mi orgullo quería pelear, pero mi cuerpo, todo adolorido y débil me traiciono. Con un suspiro, me dejé caer en la silla.
Mientras comenzaba a empujarme por el pasillo.
—¿Cuánto tiempo debo quedarme aquí?—pregunte, girando ligeramente para mirar a la enfermera.
Ella no respondió de inmediato.
—Un par de días más —respondió, con un tono que no dejaba lugar a más preguntas—. Debe estar bajo supervisión, pero por su estado de salud, yo creo que sera dada de alta pronto.
***
El sonido de pasos y voces acercándose a mi habitación, llamó mi atención. Despertándome por completo. Me acomode en mi asiento, gire mi cabeza lentamente y, para mi sorpresa, vi al chofer de Christopher acercarse, Lorenzo. Llevaba consigo una pequeña bolsa y una expresión seria pero tranquila.
—Buenos días, señorita Collins —dijo, mientras colocaba encima la bolsa en la mesa—. Él señor Barber pidio que le trajera algo de ropa y algunos artículos personales.
—Gracias, Lorenzo.
Él permaneció de pie, como si esperaba que yo mencionara algo más. Finalmente, rompí el silencio.
—¿Cómo está Christopher?—pregunte, incapaz de mantener mi curiosidad.
—Está bien, señorita —él chofer me miró con una mezcla de respeto y cautela, como si tratara de seleccionar las palabras adecuadas para responder—. Recibiendo atención médica y descansando como debería.
—¿Por qué no está aquí ahora? —insistí, mi voz cargada de frustración, aunque traté de mantener la calma.
—Él señor Barber, está resolviendo algunos asuntos urgentes relacionados con su seguridad—respondió con voz neutra—. Pronto estará acá.
Fruncí el ceño. Siempre era lo mismo: seguridad, precaución, secretos. Era como si estuviera viviendo en un juego donde nunca podía ver todas las piezas.
—Entiendo —dije finalmente. Él chofer asintió y dio un paso atrás, dejándome sola en la habitación.
Abrí la bolsa que había dejado, encontrando ropa simple y cómoda: una sudadera gris y unos pantalones deportivos y lo esencial para asearme.
Cuando regrese a la habitación, allí se encontraba la enfermera, leyendo una notas en una hoja. Al verme entrar, levanto la vista con una sonrisa amigable.
—¿Se siente mejor, señorita?—me preguntó, su tono era suave y tranquilo
Asentí, lentamente.
—Me alegra oír eso porque hoy mismo será dada de alta.
—¿De alta?—repetí, tratando de procesar la información—. Es decir, ¿ya puedo irme?
¿No es... demasiado pronto?
La enfermera me observó con una mirada cálida, pero también podía notar una ligera preocupación en sus ojos.
—Su recuperación ha ido bien. Los médicos están satisfechos con su progreso, y no parece haber complicaciones —dijo mientras dejaba las notas a un lado y se acercaba—. Pero si siente alguna molestia, no dude en avisarnos.
—Entiendo.
—Su chofer nos mandó a decirle que la está esperando.
¿Mi chofer? ¿Lorenzo seguía aquí?
—El papeleo ya está listo —murmuro—. Si nos necesita, no dude en avisarnos.
—Gracias.
Al llegar a la planta baja del hospital, mis ojos recorrieron rápidamente la sala de espera. Allí estaba Lorenzo, esperando, como si nada fuera fuera de lo común.
—No creí que me darían de alta pronto —murmure, tratando de ocultar la incomodidad por la rapidez de todo esto.
—Fueron ordenes del señor Christopher —su tono de voz era firme y neutral.
Mi corazón dio un pequeño vuelco al escuchar el nombre de Christopher. El señor Christopher, como siempre lo llamaban, ¿Por qué había tomado la decisión de darme de alta tan rápido?
No podía dejar de cuestionarme de los planes que tenía para mí ahora. No tenía tiempo para pensarlo. Lorenzo comenzó a caminar hacia la salida, y, sin otra opción, lo seguí.
El aire frío en la calle me golpeó al salir del hospital, y por un momento me sentí desorientada. Había pasado tiempo encerrada en ese lugar que el estar afuera me resultaba extraño. Lorenzo caminaba con paso firme al frente, y aunque intentaba seguirle el ritmo, era inútil.
El coche estaba estacionado frente al hospital. Lorenzo abrió la puerta para mí, sin decir ninguna palabra, visualice una sonrisa en su rostro, subí sin protestar. El interior del coche estaba oscuro, solo iluminado por las luces tenues de la calle. Me acomodé en el asiento, mirando por la ventana.
De repente, una mano cálida acaricia mi mejilla. Un escalofrío recorre mi cuerpo y me sobresalto asustada. Sin pensarlo, me giro inmediatamente hacia la dirección de la sombra que ocupaba la aparte trasera del asiento.
Ahí estaba él, imponente, la luz apenas revelaba sus facciones. Un rostro que conocía a la perfección. Christopher.
—¿Me extrañaste, angelo mio?—susurra en mi oído y con sus dedos acaricia mis dedos.
Me quedo paralizada, sin poder articular alguna palabra, mientras su mirada penetraba en mí. Lo miré a los ojos, de pronto sentí rabia y una mezcla de confusionismos dentro de mí. Estaba enfadada porque me había dejado sola en ese maldito hospital y también estaba enojada con él porque no sabía de él desde el incidente.
—¿Por qué esperaste tanto tiempo para dejarme salir de ese horrible hospital?—mi voz salió con una mezcla de frustración y desesperación.
No responde de inmediato. Su mirada es fría, evaluando cada palabra que ha salido de mi boca.
—Porque necesitaba estar seguro de que ibas a estar a salvo, Jane —responde con esa voz profunda y controladora— No todo en este mundo puede hacerse a tu ritmo. Tienes que aprender a confiar en mí.
Esas simples palabras, me atravesaron como una daga.
—¿Confiar en ti?—inquirí con voz más alta, cargada de incredulidad—. Casi muero debido a ese ataque.
De pronto todo cobra sentido dentro de mi mente. La enfermera había mentido sobre el supuesto temblor, todo fue a causa del ataque albanes. No lo recordaba hasta ahora.
—¿Qué querían esos hombres de ti?—murmure—¿Qué es lo que buscan de ti?
—Poder, dinero y territorios.
Su respuesta fue fría y directa, como si hablar de esas cosas fuera tan simple como cualquier otro asuntos de negocios. Pero sus palabras no hicieron que la angustia se desvaneciera.
—¿Poder, dinero y territorios?—repetí, mi voz apenas en un susurro.
Las piezas seguían encajando lentamente. Sus ojos no se apartaron de los míos, y aunque su expresión se mantenía impasible, había algo en su postura que sugería que no debería profundizar más acerca del tema.
—Hace algunos meses, cuando empezabas a trabajar para mí. Descubrí que mi negocio presentaba fallos en las aduanas, la mercancía no llegaba o era desviada. No me iba a quedar de brazos cruzados y tú bien lo sabes, Jane.
La imagen de las aduanas, la mercancía desviada, las amenazas de la mafia, y ahora todo lo que se había acumulado desde el primer momento en el que entré a su vida. Todo encajaba, estaba atrapada en algo mucho más grande, más peligroso de lo que me había imaginado.
—¿Y qué esperabas que yo hiciera en todo esto, Christopher?—pregunte, sintiendo que las palabras pesaban demasiado.
No respondió de inmediato, pero su mirada permanecía fija en mí, como si buscara la mejor manera de explicármelo sin perder el control. Finalmente, habló.
—La situación se estaba complicando, y no quería involucrarte más. Pero en cuanto descubrí lo que estaba pasando, supe que no iba a dejar pasarlo—murmuro. Nadie en este mundo tiene las manos limpias, Jane. Mucho menos yo, soy cruel a sangre fría, mato sin piedad y soy el verdadero lucifer cuando tocan lo que me pertenece. Y tú, Jane te has metido en este oscuro mundo al formar parte de mi vida.
Mi respiración se acelero, y la tensión en mi pecho aumento.
—Me metiste a este mundo sin darme la opción de elegir y ahora me dices que no tengo opción —mi voz es firme a pesar de la creciente incomodidad—. Yo llegue a tu empresa en busca de un trabajo, nunca me imagine que al llegar a ser tu asistente, mi vida correría un riesgo a exponerme a esos peligros
—Por eso mismo he decido protegerte, Jane. Porque la mafia albanesa no solo trata de destruirme a mí, sino que te tiene a ti en la mira. Y eso significa que si no resuelvo esto de una vez por todas, te arrastrarán a un lugar donde te será difícil salir. Y no voy a permitirlo.
—¿Qué saben de mi, ellos?—mi voz temblaba levemente pero me mantenía firme.
—La mafia albanesa sabe quién eres, saben que estás vinculada conmigo —su voz cargada de rabia—. Tú eres el centro de todo esto, Jane.
—¿Qué significa eso?—balbucee.
Cerró los ojos por un momento, como si lo que estaba a punto de decirme me atormentara aún más.
—Significa que eres más importante de lo que crees. Eres una pieza clave para este juego, Jane —acarició suavemente mi mejilla, mientras me observaba detenidamente—. Ya no eres solo mi asistente, eres la mujer que amo. Eres la clave perfecta para destruir todo lo que he construido.
¿Yo era una pieza clave? ¿En todo este tiempo había representado una pieza en este juego de poder y violencia?
—Si soy una pieza clave, entonces quiero saber como jugar —responde, mis palabras eran firmes y mi postura también—. Si vamos a sobrevivir, entonces hagamoslos juntos.
Beso suavemente los nudillos de mi mano, mientras me acariciaba el rostro con sus manos y recorría mis pecas de mis mejillas.
—Realizarás un viaje a Washington —anunció, sin quitar la mirada de mí.
Mi respiración se detuvo por un segundo. Washington. Mi hogar. La ciudad que había dejado atrás para seguir un destino que ahora se sentía oscuro y peligroso.
—¿A Washington?—repetí. Estaba confundida porqué iba a viajar a mi ciudad natal—¿Qué hay en Washington que yo no pueda manejar aquí?
Christopher no contestó de inmediato, su expresión revelaba poca información, pero su postura cambio por completo.
—No es solo el lugar, Jane. Es el acceso a personas —susurro—. La información que podemos obtener.
Pensé en mi madre, en mi padre y sus consejos de mantenerme alejada a personas peligrosas. Ahora estás palabras significaba tan poca cosa al adentrarme más y más al mundo de Christopher.
***
—¿Qué quieres que haga exactamente?—murmure—. Es decir en Washington.
Christopher alzó la vista de pronto y luego sonrió de lado, esa sonrisa que parecía mezclarse con peligro y diversión. Levanto una ceja, como si estuviera evaluando mis límites.
¿Cree que no soy capaz de buscar información crucial para él?
— Sé que naciste allí, por lo tanto tienes acceso a ciertos lugares que yo no puedo alcanzar. Washington está lleno de secretos y conexiones que solo tú puedes usar —su tono de voz era frío—. Pero debes saber como jugar en ese terreno, debes ser precavida, Jane. Debes ser calculadora con cada paso que das.
—¿Y si fallo?—pregunte, con una mezcla de miedo.
Christopher se inclinó ligeramente desde su asiento de su despacho.
—No fallarás —sentenció—. No dejaré que falles, no puedes permitirte fallar.
Asentí.
—No irás sola, no voy a permitirlo —susurro, mientras sacaba un par de papeles de un cajón—. Ellos dos son Ethan y Julián, ambos estarán encargados de protegerte a tu familia y a ti.
Tomé la fotografía de los chicos, deteniendome un instante para observarlos con más atención. Ethan era alto y musculoso. Sus ojos grises brillaban como el acero, su mirada era intimidante. Su tez clara contrastaba con su semblante serio. Su cabello era corto de un color castaño claro.
Julián, en cambio, tenía una presencia diferente. Aunque también era musculoso, su complexión era gruesa, sus hombros anchos le daban un porte más imponente. Sus ojos cafés oscuros eran profundos y su cabello castaño claro combinaba con tez morena. Ambos parecían opuestos y al mismo tiempo formaban un buen equipo.
—¿Qué le diré a mi padres si preguntan porqué ando escoltada?— murmure—. No puedo decírselo, eso la pondría en riesgo.
—Por supuesto que no le dirás —respondió en un tono seco, pero firme—. Ellos solo te van a escoltar, sino quieres que te cuestionen puedes quedarte en mi departamento.
Lo miré, sorprendida.
—¿En tu departamento?—pregunte, incrédula. La idea me tomo por sorpresa. Hasta este momento, ni siquiera sabía que tenía un departamento en Washington—¿Has vivido allí?
Christopher esbozo una sonrisa.
—No exactamente —respondió cruzándose de hombros, mientras se inclinaba en su respaldo del automóvil—. La adquirí hace un par de años como herencia de mi madre, pero rara vez lo uso.
—¿Por qué nunca lo mencionaste?—inquirí, mientras cruzaba los brazos y lo observaba.
Christopher se encogió de hombros, como si fuera de menor importancia.
—Porque no tuve motivos para hacerlo, hasta ahora —respondió mientras jugaba con el anillo de su dedo índice—. Puedo darte las llaves y te sientas más segura de no dar ninguna explicación.
Había algo inquietante en su manera de hablar. La idea de quedarme en su departamento me parecía extraño, es decir me había quedado en su casa cuando pasabamos la noches juntos, pero nunca decidí mudarme con él.
—¿Y qué se supone que haré allí?—articule—¿Quedarme encerrada mientras decides cuál es mi siguiente paso?
—No te estoy confinado, Jane —replicó, sus ojos fijos en mí, desafiantes—. Washington no es tan inocente como crees, y menos ahora que formas parte de esto.
—¿Crees que soy estúpida?—bufe—. Sé de los peligros que esconde Washington, sé bien de la clase de personas que hay allí
Él se acerco un paso, reduciendo la distancia que existía entre nosotros. Su presencia era abrumadora, como siempre. Las palabras parecieron rebotar en él sin ningún efecto.
—¿De verdad lo sabes, Jane?—su tono era calmado, pero cargado de escepticismo—. Conocer los nombres o leer los titulares no es lo mismo que enfrentarte a ellos cara a cara.
Su respuesta solo avivó mi enfado.
—No me subestimes, Christopher —repliqué con firmeza—. Tal vez no pertenezca por completo a tu mundo, pero no me tomes como una niña ingenua. Conocí personas malas, capaz de destruirte por completo, capaz de romper tus sueños y convertirlos en una oscura pesadilla.
Él dejo escapar una suspiro, como si tratara de mantener la calma, y luego paso su mano por su cabello alborotado.
—Nunca dije que fueras ingenua —murmuró con voz baja—. Entender el peligro no es lo mismo que vivirlo. Y, te guste o no, ahora estás en el centro de algo que no será posible detener pronto.
Abrí la boca para reciclar, pero las palabras quedaron atrapadas en mi garganta. La vulnerabilidad que trataba de esconder ahora trataba de asomarse.
—¿A qué le temes, Jane?—su tono de voz era suave, su tono era ahora más persuasivo que demandante—¿Qué hay en Washington que te impide volver?
Desvié mi mirada hacia en ningún punto en específico. Quería que se quedara con una versión sencilla de mi misma.
—¿Qué quieres saber de mí?—mi voz salió fría—. No puedes saber más que solo soy Jane Collins, una chica que dejo su ciudad para vivir una vida mejor, en busca de sus sueños.
Un suspiro bajo escapó de sus labios, y pude ver en sus ojos cómo se mezclaban la frustración y la curiosidad. Pero no se rindió.
—No te pido una novela de tu vida, Jane. Solo quiero saber qué te está deteniendo. Porque no me convence que sea solo una cuestión de "miedo".
—No es miedo —respondí con voz firme.
Su mirada se endureció, pero esta vez no era de reproche. Era de comprensión, como si esperaba que en cualquier momento lo dejara entrar en un rincón de mi oscura mente. Pero no podía, no ahora.
—Lo que hay en Washington... —mi voz titubeó, pero me obligue a continuar—. No es algo que quiera arrastrar hasta aquí.
Christopher me miró un largo rato con el ceño fruncido, como si tratara de leer mi mente. Finalmente, asintió y su expresión se suavizo.
—Mañana saldrá tu vuelo a Washington.
—Sí, señor —susurre.
No quería que continuara hurgando en mi vida. Aún no estaba lista de contarle lo que me estaba guardando.
————————————————————————————————————————————————
¿Qué creen que es lo qué oculta, Jane?
¿Piensan que Jane tiene un lado oscuro al igual que Christopher?
Los leo en los comentarios....
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top