|CAPÍTULO 17|


Jane

Me desperté porque comencé a sudar, me levanté y tire el chaleco de Christopher que cubría mis pechos desnudos. Él ya no estaba, se había ido.

Comencé a vestirme y abroche mis zapatillas en busca de Christopher, salí de la habitación y camine hacia el gran pasillo estrecho, llegué a la habitación principal, mire el reloj acababan de dar las doce en punto, de pronto sentí una sensación extraña, comencé a temblar y a tener frío.

Escuché a un niño llorar.

De seguro era Denver, quizás no éramos los únicos que se quedaron a dormir en casa de sus padres.

Dejo de llorar y comenzó a suplicar.

—Por favor, padre...

Su voz sonaba rota y cansada.

—Cierra la boca, maldito bastardo —gruño un hombre.

—Me lastimas, padre —jadeo y algo se impacto sobre algo—. ¡Ahhh!

¿Qué habrá sido eso?

Corrí asustada por todos lados en busca del niño, las voces provenían de una habitación alejada de la sala principal, la puerta estaba entreabierta y era alumbrada por luces opacas, había prendas tiradas en el suelo.

¡Dios mío, no puede ser!

—¡No!—grite pero ellos parecían no escucharme.

Él chico estaba tumbado boca abajo sobre una mesa su cuerpo estaba lleno de marcas, como si lo hubieran azotado con látigos, él lloraba desconsoladamente y él hijo de puta que lo había golpeado de una manera brutal, no estaba, de pronto lo ví, no veía su rostro pero notaba que estaba apoyado sobre el marco de la puerta con solo usando unos vaqueros de mezclilla llenos de sangre, tanto como su torso desnudo, también lleno de sangre y sudor.

—¿También quieres terminar así, Jane?—gruño.

Sobresalté asustada, temblando.

¿Acababa de decir mi nombre?

Dirigí mi mirada hacia su voz, escuché pasos y lo ví, era él. Era él padre de Christopher.

Él chico gimoteaba.

—¡Vete, Jane!—grito él chico mientras su padre sostenía un cable con tiras despegadas—¡Huye, Jane, no dejes que te lastime!

De pronto mi visión se volvió más clara y me di cuenta que en todo este tiempo era Scott. Scott era el niño que estaba siendo azotado por su padre, era él, no cabía duda que era él.

Desperté cubierta de sudor y gimoteando.

Sentía que la respiración me faltaba, me sentía agitada y sentía algo moverse junto a mí. Dirigí mi vista hacia mi izquierda, era Christopher.

—¿Qué sucede, Jane?—musito

—Acabo... Acabo —comence a balbucear.

—¿Qué tienes?

—Tuve una pesadilla —susurro—. Fue horrible, él era un demonio y él otro pobre pequeño... ¡Dios!

—¿Quieres contarme?

—Era tu padre, él golpeado cruelmente a Scott y yo... —sollocé—. No pude hacer nada.

—Tranquila, cariño —extendió sus grandes y musculosos brazos hacia a mí, me atrajo a su cuerpo y beso mi frente.

—¿Él alguna vez... te golpeó?

Silencio.

—Sí.

—¿Por qué?

—Scott lo encontró con su amante en su despacho—musito—. Scott quedó en shock al encontrar a mi padre con la mejor amiga de mi madre. Mi padre no se percató de que Scott estaba allí y, cuando lo vio se puso furioso. Quería golpear a Scott, pero no lo permití —dijo con voz más seria—. No era la primera vez que mi padre me golpeaba, pero no me importaba. Preferiría que me golpeara a mí con todo lo que tuviera a mano antes de que volviera a tocar Scott.

Me quede en silencio, procesando todo lo que me acababa de contar. Sentí un nudo en el estómago, me imaginaba la impotencia que sentía al saber que su padre engañaba a su pobre madre.

A Scott viendo a su padre con otra mujer.

—Lo siento —susurre, acariciando su brazo.

—No tienes porque disculparte —respondió acariciando mi mejilla—. Eso fue hace tiempo y ahora no quiero pensar en la oscuridad del pasado.

Miré sus ojos, me podía perder en ellos, amar su oscuridad y poder condenarme en ese caos por una eternidad.

—Bésame.

—Esa no son forma de pedirselo a tu Amo —dijo con voz ronca y sexy—. Arrodíllate y pídemelo.

Me baje de la cama y me arrodille frente a él.

—Beseme, Amo —susurre—. Por favor.

Tomo mi cara con una mano acercándome a su rostro, me besó, no me bastaba con un beso y comence a besarlo apasionadamente, mordiendo su labio inferior, saciandome de su labios y de su olor, a ese perfume que tanto me gusta.

—Nunca dejare que te hagan daño —murmuro, su aliento cálido en mi oído—. Somos dos almas oscuras que estamos destinados a protegernos mutuamente.

—¿Incluso protegernos hasta el final?

—Soy capaz de luchar con él mismísimo Lucifer, soy capaz de prender el mundo entero por ti —dijo su voz era firme y decidida—. Si algún día caemos, caeremos juntos —acaricio mi mejilla—. Cariño, moriría por ti.

—Lo amo señor —bese los nudillos de sus manos.

—La amo también, señorita Jane —susurro apretando mi mano con fuerza y con la otra tomando acariciando mi mejilla—. Hasta mi último aliento.

Me subió a su regazo y me atrajo a su cuerpo, comenzó a masajear mis pies y empezó a subir su mano hacia mi coño.

Dios, cómo puede pasar de hablarme lindo y pasar a ser un pervertido.

—Amo...

—Shhh —puso su dedo índice en mis labios—. No hagas mucho ruido, nena.

Su mano ya se encontraba en mi coño, hizo a un lado la tela de mis bragas e introdujo un dedo a mi húmedo coño.

Mmm, dios...

—Ohhh

Empezó a acariciar mis paredes vaginales, hasta ingresar su dedo dentro de mí, haciendo círculos dentro de mí.

—Shhh.

Empezó a ingresar rápidamente dentro de mí, salía y entraba.

Dios.

Ahora ya no tenía un solo dedo dentro de mí, sino había decido ingresar dos más, cada vez que solo hacía algún ruido, golpeaba mi húmeda vagina con su mano.

—Ahh, Amo, por favor.

Tomo un poco de mi humedad entre sus dedos y la esparció por todas las paredes de mi coño, aprovechando cada gota para poder lubricar bien y seguir masturbándome con sus expertos dedos hasta obtener un orgasmo por parte mío.

***

Christopher

Me hallaba en el comedor, mi madre estaba sentada a mi derecha, ya habíamos terminado de desayunar.

—¿Cuando pensabas decírmelo?—su voz estaba cargada de decepción y de curiosidad

No conteste.

No quería escucharla, no quería darle explicaciones.

—¿Desde cuándo se conocen, hijo?—susurro, acariciando mi mano—. Es una chica hermosa y se ve que es buena.

—Jane es una mujer llena de bondad.

—¿Eso es todo?—dijo con un toque de sarcasmo—¡Dios, Christopher!—bebió de su taza de té—. Cualquiera pensaría que no estás enamorado de esa chica, hablas como si...

—¿Te importa más la opinión de los demás que la de tu propio hijo?—la mire con ira—. Es una mujer bella, cualquiera pensaría que es un ángel pero,¿sabes algo, madre? Todos tenemos algo oscuro dentro de nosotros. No somos perfectos en este mundo lleno de caos.

Ella se quedó en silencio por un momento, sus ojos buscaban los míos, tratando de poder entender mi ira.

—Christopher —dijo finalmente, su voz era suave—, no se trata sobre lo que piensen los demás, sino, me preocupo por ti por lo que está relación podría significar en un futuro.

—¿Y qué hay de mi presente?—respondí con amargura—. Jane me hace feliz. En un mundo lleno de sombras, ella es la luz que ilumina mi infierno.

—Hijo —musito, acariciando mi mano—¿Qué tan profunda es tu oscuridad?, ¿a qué le temes?

—Todos tenemos demonios. Jane tiene los suyos y yo los míos, pero ambos sabemos enfrentarlos. Solo necesito que me comprendas.

Ella asintió lentamente, sus ojos estaban lagrimosos.

—Solo quiero lo mejor para ti —susurro—. El amor puede ser una bendición pero también puede llegar a ser tu perdición.

La mire sorprendido, ante su respuesta.

Mi madre le había entregado todo a mi padre y este le pago con engañarla, destruirla y hacerla pedazos, hasta dejarla vacía.

—Gracias, madre.

Jane era mi refugio, mi salvación, ella era mi luz.

***

Desperté y Christopher ya no estaba junto a mí en la cama. Me metí al baño y comencé a ducharme.

Salí del baño y decidí revisar los closets de la habitación, para mí suerte encontré unos pantalones de chándal y una sudadera vieja.

Me encontraba afuera de los pasillos en dirección al comedor, cuando escuché la voz de Scott.

—Buenos días, querida —susurro—¿Cómo llegaste a casa?

La otra voz respondió dentro de la línea. Estaba hablando con Alyssa.

—Me alegro —susurro—Me gustaría repetir lo de anoche...

Alyssa respondió ocasionando que él rostro de Scott se ilumine con una sonrisa picarona.

¡Dios!

No debería estar escuchando una conversación tan privada...

No quería interrumpir su conversación, trate de caminar despacio para no ser descubierta.

—Perfecto te veo allí.

Ya había llegado a mitad del pasillo cuando de pronto escuche pasos. Era Scott.

¡Mierda!

¿Me habrá visto escuchando su conversación?

—¿Jane?—llamó.

—¿Sí?—susurre.

—¿Te diriges al comedor?—pregunto—. Te acompaño.

Asentí y comenzamos a caminar juntos en dirección al comedor.

—Me hubiera gustado haberte conocido en otras condiciones —dijo—. Siento mucho que mi padre te haya tratado de esa manera.

—No te preocupes, Scott.

Asintió.

Llegamos al comedor y nos sentamos en la mesa. En la cocina se hallaba una señora mayor de tez morena clara de ojos cafés claros y cabello negro azabache amarrado en una coleta vestida con un delantal azul y un vestido blanco. Se acerco a la mesa y comenzó a servir el desayuno.

—Buenos días, nana.

—Buenos días, hijo y...—susurro y luego dirigió la mirada hacia mí.

—Jane Collins —susurre y extendí mi mano, ella la aceptó con una sonrisa cálida.

—Ciana Parisi, un placer.

¿Es italiana?

—Es la novia de Christopher, nana —anunció Scott.

—¿La novia de mi niño Christopher?—comentó emocionada—¿Es cierto?

Dirigió nuevamente su mirada llena de lágrimas hacia mí y yo asentí, sonriendo.

—¿Qué quieres comer, linda?—murmuro—. Puedo cocinar cualquier platillo especial para ti.

—No es necesario, de verdad.

—Aceptalo, Jane —dijo Scott, sonaba más como una orden—. Nana, cocinale lo mejor que le puedas ofrecer. Es una invitada especial.

Sonreí y asentí.

La nana de Scott comenzó a cocinar con dedicación y momentos después regresó con un plato lleno de muffins de chispas de chocolate recién hechos y waffles con miel y frutos rojos encima.

La cocina se lleno de un aroma agradable.

—Gracias, se ve delicioso.

Para Scott trajo huevo estrellado sazonado con pimienta, pan integral y rebanadas de aguacate, tomate y lechuga.

—Gracias nana —susurro, y abrazo a su nana, dándole un beso en la mejilla.

Scott ya se había ido a trabajar, me quede sola en la cocina con Ciana, la nana de Christopher y Scott. Terminaba de desayunar y comence a recoger los cubiertos sucios, incluso los de Scott, los llevaba al lavavajillas para lavarlos.

—Linda, no te preocupes, yo me encargo —susurro quitándome los platos—¿Te quedarás mucho tiempo por aquí?

—No estoy segura —respondí—. Quizás Christopher y yo vengamos de visita.

—Bueno, mientras estés aquí, considerame como tu nana también —dijo con una cálida sonrisa—. Cualquier cosa que necesites, estoy aquí.

—Gracias, Ciana.

***

Había salido al jardín en busca de Christopher, camine un poco más y encontré a la madre de Christopher sentada tomando una taza de café bajo las sombras de los árboles.

—Buenos días, Jane —murmuro—¿Cómo amaneciste?

—Bien, ¿y usted?

—También —respondió—¿Busca a mi hijo?

Asentí.

—Te acompaño —se puso de pie y me extendió la mano, la tomé dudando—. Vamos, querida.

Habíamos caminado un par de metros hasta llegar a las caballerizas, dónde escuché caballos galopando. Chiara detuvo un momento para observar el entorno y luego volvio su mirada hacia mí con una sonrisa cálida.

—Él suele pasar mucho tiempo acá —dijo refiriéndose a Christopher—. Su abuelo le obsequió un caballo cuando era un niño y desde allí nació su pasión por los caballos.

—¿Su padre vivió aquí?

—Por un tiempo, sí, pero decidió regresar a su tierra natal, Italia.

Al adentrarnos más a los corrales, pude observar a distintos caballos, no eran muchos como creí haber pensado pero todos eran hermosos y enormes.

Después de un momento de silencio, decidí preguntarle:

—¿Alguna vez pensó en regresar a Italia?—susurre.

Me detuve por un momento, recordando acerca de mi pasado, sobre si Santa Mónica fue realmente una buena elección para vivir.

A veces desearía regresar a mi ciudad y no separarme de mis padres y de mi hermano.

—A veces —respondió lentamente, buscando las palabras adecuadas para responder—. Italia tiene un lugar importante en mi corazón, es donde crecí, donde conocí al padre de mis hijos, donde nació Gianna. Pero la vida aquí en este nuevo país me ha traído cosas maravillosas, como lo son mis nietos y quizás mis futuros nietos.

La observaba mientras hablaba, como en su voz mostraba la nostalgia y el dolor que significo para ella dejarlo todo, su hogar y lo más importante a su familia.

¿Sus futuros nietos?

Christopher no podría cumplirle ese último deseo.

Dirigió su mirada hacia mí, su sonrisa era acogedora y linda.

—Es difícil dejar todo eso atrás, Jane —continuó hablando—. Un día simplemente decides dejarlo todo: los amigos, la familia que vive allí y lo único que te quedan son los recuerdos de los momentos vividos.

Asentí y acaricie su mano de manera comprensiva, ella me devolvió el gesto.

Justo en ese momento, salio Christopher del corral principal, montado en un caballo negro, el hermoso corcel se movía con gracia y potencia. Christopher estaba concentrado en sus movimientos fluidos y naturales, como si él y el animal fueran un solo ser.

Pude observar que en una mano tenía un látigo y con la otra acariciaba el cuello del animal. Se acerco a nosotros y nos dirigió una mirada.

—Buenos días madre.

—Buenos días, hijo —respondió su madre—. Jane estaba buscándote

—¿De verdad? —preguntó, un atisbo de curiosidad en su voz—. ¿Para qué?

Antes de responder, su madre intervino.

—Quizás prefieran hablar en privado —sonrió y le dió un beso en la mejilla a su hijo, el cuál ya se había bajado del caballo—. Iré a ayudar a Ciana en la cocina.

Christopher se volvió hacia mí, su expresión más seria y atenta.

—¿Quieres montar un rato?—pregunto.

—Nunca he montado un caballo —dije mirando a los animales a mi alrededor.

—Si no sabes, te enseñare con gusto.

La idea de montar un caballo era tentadora, pero también intimidante. Sentí una ola de emociones en mi estómago.

—Me encantaría —dije finalmente—, pero necesitare de tu ayuda.

Christopher sonrió y me extendió la mano, la tome.

Christopher me ayudó a montar al animal y me puse nerviosa cuando vi la altura y los movimientos que no era capaz de controlar.

Luego él subió encima del caballo, se veía tan relajado y cuando ya estaba de mi lado, me tomo con fuerza de la cintura.

—Relájate, Jane —exigió—, ponte recta y mira al frente.

Cumplí su petición, suspire lentamente para relajarme y me erguí para mirar hacia el frente.

La caminata empezó, por mi suerte yo no controlaba los movimientos del animal; sino Christopher.

Nuestros cuerpos se movían de lado a lado con lentitud, cuando estabas adentrados en el campo libre, Chris comenzó a aumentar su ritmo de velocidad y luego hacia que él animal disminuya su velocidad.

Mientras cabalgamos lentamente por el campo, Christopher con una mano libre me acaricio los senos y dibujo círculos sobre mi monte de venus, bajaba su mano en busca de clítoris hinchado, lo pellizco y chille.

—No te resistas, Jane —susurro en mi oído—. Sé que has venido a pedirme que te folle pero ambos sabemos que te encanta rogarme de rodillas que te haga mía en todos los lugares posibles.

—Amo —jadeó al sentir como bajaba más su mano hacia mi coño húmedo.

—Ambos sabemos que eres una zorrita.

Su mano seguía allí abajo y con la otra guiaba al caballo. Ingreso dos dedos en mi coño y comenzó a masturbarme lentamente y de vez en cuando aumentaba su ritmo.

—Señor —gemí aferrándome a sus dedos dentro de mí—, por favor.

Trazaba círculos dentro de mí con movimientos lentos y rápidos, incluso combinaba estos movimientos, yo me derretía al sentir sus movimientos dentro de mis paredes vaginales, al sentir como salía dentro de mí y cómo aumentaba mi excitación al mover sus dedos dentro de mí.

El caballo comenzó a acelerar su velocidad y nosotros nos mecemos encima de él.

Intente aguantarme, pero las cosas se ponían peor con los movimientos duros del caballo, el roce entre sus dedos y mi vagina, mi clítoris que palpitaba, cambiando los ritmos tanto del caballo como de sus dedos, cada vez que se le antojaba.

Clave mis uñas en el antebrazo, el gruñió, me movía hacia adelante y atrás, buscando sentir más a profundidad sus dedos para hallar el compás perfecto para alcanzar el éxtasis que tanto anhelaba.

Dejaba besos alrededor de mi cuello y bajaba para percibir el aroma de mi sudadera, sonrió perversamente al percatarse que se trataba de su antigua sudadera.

Movía sus dedos ágiles y expertos dentro de mí y yo sentía que ya estaba al borde del clímax, Christopher al percatarse de eso hizo que el caballo aumente su velocidad y yo jadeaba al sentir la fricción de sus dedos.

Cuando alcance el orgasmo, mi respiración era entrecortada y el caballo disminuyó su paso lentamente con relinchos.

Tras terminar la cabalgata, nos adentramos a uno de los corrales, donde Christopher dejo al caballo negro y regreso conmigo.

—Ven, Jeannie.

Me extendió la mano y la tome. Me guío hacia uno de los corrales vacíos, abrió la puerta y en medio había una mesita, encima de ella había una botella de vino junto con dos copas y una cesta de la cual desprendía un olor maravilloso.

—Mi nana ha preparado los aperitivos.

Asentí y tome asiento en un taburete de madera.

Abrí la cesta y en ella contenía una variedad de quesos, panes y frutos. Tome un par de quesos para empezar, sabía delicioso. Christopher por lo tanto acomodaba la otra cesta llena de comida y los sacos de alimentos de los caballos. Tomo asiento por fin y su ropa estaba llena de heno.

Le ofrecí un pedazo de queso y lo aceptó, mordiendo lentamente, provocándome y sonriendo perversamente.

—Sabe delicioso, pero no mejor que tú.

Me sonroje y me mordí el labio.

Vertí el vino en las copas y le pasé una a Christopher. Él levanto su copa, haciendo un brindis silencioso, yo por mi parte también alce mi copa y le dí un largo sorbo. El vino era suave y fresco.

—Es bonito este lugar —comente mirando alrededor del corral vacío.

—Lo es —susurro y me sirvió más vino.

Continuamos comiendo en silencio por un rato, disfrutando de la compañía mutua y del banquete que la nana de Christopher había preparado.

Después de un momento de silenció, Christopher decidió hablar:

—Nunca le había enseñado a alguien a montar caballo, excepto a ti, Jeannie.

—Gracias por enseñarme —sonreí al recordar el orgasmo que me hizo tener encima del caballo.

—No hay nada que no haría por ti, Jeannie —colocó un mechón de pelo detrás de mi oreja—. Nada.

—Lo sé.

Christopher

Un día antes...

—Ryan

—¿Sí, señor?—dijo cansado.

—Necesito que sigas a alguien —ordene—. Es cercana a mí, es mi sumisa.

—Estoy a sus órdenes, señor.

—Taylor te dará más información sobre ella —hice una pausa tensa.

—Sí, señor.

No respondí. Mi mente se encontraba en otro lado.

¿Y si Jane era seguida por unos de mis enemigos? Eso era lo más probable.

—¿Sospecha de alguien, señor?—especuló Ryan.

—Creo que ella puede estar en peligro —murmure—. Tengo muchos enemigos... sé que los pocos hombres de Dereck se han aliado con una nueva banda.

—Su padre también es su enemigo.

—¿Crees que no lo sé?—escupí—. Él no sabía sobre ella hasta...

—¿Disculpe?—pregunto Ryan, confundido.

—Protégela —ordene—. Busca a los mejores hombres para que se encarguen de ella. No queremos otra masacre.

—Sí, señor.

Colgué y me deshice del teléfono de plástico que usaba para realizar llamadas de ese tipo. Mire a ver a mi lado, allí estaba ella, durmiendo sin ninguna preocupación, luego de haberla hecho mía.

La observe por un momento, su respiración era tranquila y su rostro estaba relajado, ajeno al caos que se cernía sobre nosotros. Sabía que en el mundo que vivía era peligroso y no podía permitir que le sucediera algo.

Me levante con cuidado para no despertarla y salí de la habitación.

Llegué a mi oficina y me senté frente al escritorio, encendí el monitor. Tenía que asegurarme que los hombres que había seleccionado Ryan fueran de total confianza y estuvieran preparados para cualquier problema. Abrí el archivo que me había enviando Ryan, comence a revisarlos uno por uno, buscando las mejores opciones.

El teléfono vibro en mi bolsillo. Lo saqué y vi que era Ryan.

—Señor, he encontrado un par de hombres que podrían ser útiles.

—Continúa.

—Uno de ellos, Julián es colombiano. Es un ex agente de las fuerzas especiales. El otro, Ethan es de Brooklyn, New York, y es un experto en seguridad privada con años de experiencia.

—Asegúrate de que estén informados de la situación y de que comprendan lo importante que es cuidar de Jane —ordene—. Si fallan en la tarea encargada pagarán con su sangre.

—Entendido, señor —dijo y finalizó la llamada.

Confiar en otros nunca fue mi opción pero ahora no tenía alternativa, tenía que hacerlo para proteger a Jane.

Regrese a la habitación, me acerque de nuevo a la cama y la mire mientras estaba dormía.

Debía protegerla a toda costa, incluso si eso significa poner en riesgo mi vida.

Con Julián y Ethan de mi lado, sabía que ella estaba segura y que quizás eran la mejor opción para que ella este a salvo.

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