|CAPÍTULO 12|


En la penumbra en algún rincón del club, nos preparamos para la cena que era más que alimentarnos, donde cada uno de nuestros encuentros era un ritual, donde el placer y el dominio se entrelazan de manera furtiva.

La mesa estaba adornada alrededor de velas que danzaban sobre la habitación, creando un ambiente seductor.

—Te ves exquisita esta noche, Jane —murmuro Christopher con ese tono que resonaba con autoridad y deseo a la vez.

—Gracias, Amo —respondí con una sonrisa coqueta.

—Esta noche nuestra cena será más que un simple festín para nuestros sentidos —me dirigió una mirada intensa—. Será un baile de sumisión y dominio, será una danza de placer y en un sinfín de éxtasis.

Sentí un cosquilleo recorrer mi espalda.

Él mesero se acercó a nosotros y comenzó a servir la entrada que consistía de una ensalada de frutas exóticas, servidas en un plato de cristal transparente.

Christopher dió el primer bocado deleitándose con el sabor, luego tomo un pedazo de fruta entres sus dedos y me lo ofreció con gesto dominante.

—Pruébalo.

Asentí en sumisión y di el primer mordisco, saboreé cada bocado, deleitándome con el juego de sumisión que se desarrollaba en nuestro entorno.

—¿Qué clase de frutas son?—indage.

Conocía las frambuesas, las cerezas y el kiwi, pero las otras no.

—El mangostán es una fruta tropical de Indonesia y la carambola es del sudeste asiatico —susurro mientras me señalaba cada fruta.

—Me gusta la forma de esa —señale la carambola.

—También es llamado estrella de mar.

Él mesero regreso y llevo todo los cubiertos que se encontraban en la mesa.

Después aparecieron dos meseros más, uno servía el vino en una copa y luego en otra, me entrego la copa.

—Aquí tiene señorita —murmuró, era un chico joven moreno de ojos grises y cabello corto ondulado.

—Gracias.

El plato principal consistía de un exquisito filete de carne de ternero asada, bañado en una salsa de vino tinto. Dí el primer bocado, la carne se encontraba en su punto máximo, saboreaba cada bocado.

—¿Se le ofrece algo más, señor?—pregunto el primer mesero que nos había antendido, un señor mayor de algunas canas con ojos negros.

—No, puede retirarse —respondio Christopher y luego dirigio el cubierto para masticar un pedazo de carne.

—Besame.

Rio.

Christopher inclinó ligeramente la cabeza hacia adelante, rozando mis labios con los suyos en un apasionante, tirando de mi labio superior.

Tomo mi mentón y me acerco más a él, su otra mano recorría mis piernas de arriba abajo subía la falda de mi vestido, acariciando mis muslos, pellizcando y besándome en mi cuello y bajando más sus labios, dirigiéndose a mitad de mis pechos.

Él mesero carraspeo.

Era él chico de ojos grises.

¡Carajo, que vergüenza!

Sobresalte sonrojada, empujando el cuerpo de Christopher.

—¿Podemos servirle el postre, señor?

Bufo y no hizo caso omiso al comentario del mesero.

Asentí la cabeza, mordiéndome el labio.

El postre eran fresas bañadas en chocolate oscuro, servidas en una copa de cristal.

—¿Quiere más vino, señorita?—susurro él mesero.

—Sí, por favor —respondí.

Él chico se acerco a mí, pego su brazo al mío e inclino su cabeza más de lo normal, donde pudo obtener una perfecta vista de mis pechos desnudos.

Mi respiración se volvia entrecortada.

Christopher se dio cuenta, lo supe en cuanto puso su mano sobre mi muslo impidiendo oponerme.

Entendí su indirecta y mantuve mi postura.

Se demoraba en servir el vino.

Christopher tomo una fresa entre sus dedos y me lo ofreció, asentí. Estaba por dar el primer mordisco cuando embarré el chocolate en mis labios, me relamí los labios.

Sonrió al ver que entendía su mensaje.

Mordí suavemente la punta del fruto rojo, se lo quite de sus dedos y chupe la fruta, metiéndola y sacándola de mi boca. Christopher dirigía su mano en mi muslo, apretandolo.

Cuanto por fin acabo, salio un breve jadeo deseoso de sus labios.

Sentía humedecer mi coño y no porqué acaba de hacer que un chico se excite al ver mis pechos, sino en la forma en que Christopher me exhibía ante el mesero.

Sabía que tenía que ver con uno de sus juegos

—Señor —él chico sonrojado hizo una señal para servirle vino en su copa.

Christopher asintió.

Él chico no tardo mucho en servir el vino en su copa y se fue a retomar su lugar.

Christopher me sonrió y luego bebio un poco de su vino.

El ambiente empezo a prender luces de colores azules con blancos. Al fondo sonaba una melodía sensual y se escuchaba un coro de voces de mujeres.

—Eres como la jodida Lilith, Jeannie —murmuro besando mi lóbulo.

—Usted como el mismo Lucifer, Amo.

—Quiero que bailes para mí.

¿Está noche?—dije en voz baja.

Asintió.

Christopher se puso de pie y tomo mi mano, no dude en pensarlo, acepte su mano y me atrajo hacia él, envolvía mi cintura con firmeza, mientras nos movíamos al ritmo de la música. Nuestros cuerpos se deslizaban juntos en un baile sensual y provocador, Christopher alzaba una parte de la falda del vestido dejando al descubierto una buena parte de mi muslo, yo por el contrario me dejaba llevar por cada movimiento suyo y dejaba que besara mi cuello.

Me provocaba un cosquilleo al sentir su barba tocar mi piel, mis dedos se deslizaban a su pecho sintiendo bajo su tela sus pectorales bien trabajados, nuestros cuerpos se pegaban más pidiendo más el roce de nuestros cuerpos, los cuales estaban saciados de deseo.

Cada giro y, cada toque en nuestros brazos y en mis piernas, estaban sincronizados a la perfección, deje escapar un suspiro ahogado cuando volteo mi cuerpo al frente, sintiendo su erección tocar mi espalda.

—Me pones tan duro, gatita mía —susurro en mi oído, mordiendo mi lóbulo.

Sus manos se dirigían a mis muslos, subiendo la tela de mi falda, pellizcando y subiendo más su mano, tocando mi estomago, sentía una especie de calor recorrer entre mis piernas y luego se dirigio a mis pechos que estaban a la espera de su toque, hizo a un lado la tela de la parte superior de vestido y tomo mi pezón entre sus dedos, pellizcando.

Ohh, Amo.

—¿Qué quieres, querida?—cuestiono con voz firme—. Sabes que puedes pedirmelo.

Me mordí el labio.

Quería que me follara. Me moría por sentir sus labios en mi cuerpo.

Christopher me puso de nuevo en la misma posición en la que me encontraba antes, me atrajo a su cuerpo, besando mis labios apasionadamente y metiendo su lengua en mi boca entrelazando con la mía.

Me tentaba a pedirle más.

La música estaba llegando al clímax, me perdía en su toque de su mano que se dirigía en mi entrepierna, jugando con la delgada tela de mis bragas, mi cuerpo se entregaba a él, anhelando más su toque, sacaba su mano de esa zona para dirigirla a mi mentón y atraerme más a sus labios.

—Somos todo lo insano, somos el verdadero pecado encarnado en carne propia...

—Somos todo aquello que está prohibido.

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