Látigo, Pluma, y la pequeña de ellos. Ahora por fin me aceptan. Fue una jugada arriesgada. Demasiado la verdad, incluse puse mi cabeza en juego.

¡Pero joder, así es mucho más divertido!

Aun así, no debo dejar que ellos lo sepan. Nunca pueden enterarse del pacto qué hice con esa mujer de cabellos blancos. Permitiendole la entrada al circo y a nuestras vidas.

A fin de cuentas, ¿la vida no sería mucho mejor cazando bestias mágicas que dando simples funciones?

¡Diversión, todo lo que quiero es eso, todo lo que anhelo es desear vivir y reír en el caos!

Quizás por ello, terminé enamorándome de estos dos locos...

—Daga, deberías venir a dormir —dice Jeremy, llamándome desde la cama. Látigo lo abraza por la cintura y cubre su boca para no despertar a Lucía, la cual descansa en la cama de la otra esquina de la habitación—. Mañana partimos a Ciudad Narciso temprano, hay que descansar.

—Ya voy, Pluma —le contesto mientras termino de leer nuestra misión. Una que nos encarga esa dama por más de mil monedas de oro. Detectar las criaturas que se dejen ver en la ciudad y eliminarlas. Aunque aún los demás miembros no creen en lo sobrenatural.

—Apúrate —ordena Látigo, al cual nombraron el nuevo líder del circo. No puedo sentirme alegre en su totalidad, era algo que iba a ser mío, pero a duras penas me salvé de morir.

Dejo la firma sobre la hoja en la mesa, la cual desaparece como si se hubiese quemado.

No tardo más, voy hasta ellos, ocupado mi espacio pegado a la pared a la espalda de Látigo.

—Cuando se enteren, me van a matar —digo, acomodando mi cabeza en el brazo de Christophe—. Pero ya eso se los cuento en el camino.