CAPITULO 9
Abrió los ojos de par en par y estuvo tan cerca de caer del asiento. Confundido, desorientado y tembloroso, miró cada rincón de la habitación. La pantalla de la laptop estaba apagada y, desesperado, presionó las teclas. La pantalla se iluminó. Solo se había apagado cuando no se la ocupa.
El trabajo de encontrar el error en lo que escribía, aún seguía allí. Se palpó la cara y no sintió ningún dolor. También el brazo, para asegurarse de que todo estaba bien.
Solo fue un sueño. Solo era eso.
Solo que uno bastante real... incluso creyó poder sentir aquel dolor a la perfección. Se había quedado modificando la verdadera conversación que hubo en la primera vez que se enviaron un mensaje, trataba de hacerlo idéntico. Sin embargo, era un recuerdo borroso y apenas podía hacer memoria de esos días. Miró la hora que estaba en el reloj de la laptop.
18:44
"Ya he dormido algo. Es mejor que siga con lo que debo hacer."
Acercó los dedos a las teclas y siguió escribiendo. Sin embargo, el temblor de su cuerpo aún no se había disipado. Las pesadillas que aparecieron el 22 de Diciembre, aún estaban ahí.
— — —
Para tratarse del tercer día en su último año, pasaron muchas cosas positivas. Sí se quita de lado lo del moretón causado por Darren Madison, podría decirse que no todo estaba tan mal.
Esta vez pensó que si tenía apartado a Darren por los siguientes cuatro meses, serían verdaderas vacaciones para él. Consideró que aquel moratón fue más de suerte que un daño. Supuso que en algo pudo servir. Aunque eso no creyó que hiciera verlo más atractivo para Scarlett, eso sí sonaba ridículo. Decían que tener marcas de golpes o cicatrices muestra algo más de rudeza, pero eso parecía servir más a los tipos malos de la cárcel. Y es que no se sentía más rudo.
Más bien se sentía humillado por seguir siendo débil.
En internet investigó cuando tiempo durará estar con ese moratón. Al menos unos siete días más y se verá mejor. Incluso la madre le dio un bistec congelado en la cara a ver si eso podía servirle de algo. Además, el dolor ya no era demasiado, aunque si sentía algo delicado el ojo.
Por la mañana fue en el autobús y ocupó el lugar que estaba al lado de Scarlett. El mismo que ocuparon ambos para viajar en el autobús. Espero a que el autobús se detuviera en frente de la casa de ella, que era una casa de dos pisos y con las cortinas moradas.
James se rascó el oído nerviosamente. Sería otro día más con ella, tal vez no toda la mañana, pero aquellos momentos que solía pasar con esa chica, eran memorables y a la vez alegres. Para cuando se detuvo en la casa de ella, por la ventana pudo verla salir.
De acuerdo, mantén la calma y todo estará completamente bien.
En cuanto Scarlett subió al autobús, con una rápida mirada, observó a los pasajeros y se percató de que James estaba ocupando el mismo asiento para dos. Ella le sonrió mientras se acercaba.
—Hola, chico, ¿cómo amaneciste? —dijo ella mientras se sentaba al lado y dejaba la mochila en el regazo.
—¡Hola!... pues... amanecí bien—sonrió mostrando los dientes.
Scarlett no pudo evitar reírse.
—En serio que anoche si me hiciste reír mucho. Sigo sin creer que todo el día te hayas estado rascando por tus alergias.
—Creo que fue la peor tragedia que sufrí cuando tuve quince—añadió James acompañando las carcajadas de Scarlett.
El padre de James solía llevarlo a la otra ciudad en la que trataron sobre su problema de corazón. Lo hacía porque, cuando James era un niño, iban muy a menudo, de vez en cuando con su madre, pero cierto día James había enfermado y asistió a una clínica, la cual, le había recetado medicamentos. James se sentía un poco mejor y al día siguiente salió de viaje con su padre. Por consiguiente, después de que desayunaron en un pequeño Restaurante en frente del hospital, James tomó una pastilla y una hora después... empezó a rascarse.
Resultaba ser que el medicamento le provocó esas horrendas hinchazones en el cuerpo. Estuvo toda la mañana a la espera de la atención de su padre en el Hospital y la comezón le hacía sufrir en los tobillos, seguido de eso las piernas; horas después la comezón desapareció en las piernas e iba subiendo al torso y los brazos; como si las inflamaciones estuviesen escalando. En fin, fue algo que sufrió todo el día.
—Qué suerte que no tengo alergias—comentó Scarlett.
—Eso había dicho yo cuando tenía catorce años, y fíjate lo que pasó al siguiente año.
Siguieron riéndose un poco más. James se sentía bien al hacerla reír. Pensó que hacer reír era algo que le daba bien. En su momento adecuado, claro está. Eso era algo que decían sus amigos hace tres años. Lástima que ya no le dirigen la palabra, habrían disfrutado de esa anécdota.
Scarlett hizo una pregunta:
—¿Por qué no tienes amigos? ¿Qué ha pasado con los que tenías?
James sintió un nudo en la garganta. Nunca antes le habían hecho esa pregunta.
—Ellos encontraron mejores personas y con el tiempo se alejaron de mí... algunos solo me usaban.
—¿Qué te usaban? ¿A qué te refieres?
—Querían que les ayudará con muchas cosas, por ejemplo, que algunos me pidieran dinero...—confesó— antes estuve en un instituto por cuatro años. Mi papá es maestro allí. Los de último grado se enteraron que era su hijo y me amenazaron. Me pidieron que robara los exámenes o pruebas para que pudieran aprobar la asignatura de mi papá. A cambio, me dejarían en paz.
Scarlett se quedó asustada.
—¡Dios mío! ¿Cómo puede ser posible algo así? Tuviste que delatarlos por esas amenazas. Tu papá sabría qué hacer después.
James tragó saliva.
—Nunca le dije a mi papá sobre eso...
El pavor pasó a enfado.
—Espera... no lo entiendo, ¿por qué no se lo dijiste, James? Eso era exactamente lo que debías haber hecho.
—Ya lo sé—dijo él mientras ladeó la cabeza—. Pero si lo hacía estaría en problemas.
—Ellos se habrían metido en problemas, tú no—la voz de Scarlett fue firme y puso una de sus manos en el hombro de él—. James, mírame... tú no puedes callarte ese tipo de cosas. Debías arriesgarte a confesar aunque hayas tenido mucho miedo. Entonces fue eso lo que te hizo cambiarte de Institución.
James asintió.
—Tú me dijiste que estuviste un año en nuestro instituto—dijo Scarlett—. Nadie sabía de ti porque siempre te la pasabas escondido en la bodega de la azotea. Sigo sin entender cómo nadie se juntaba contigo en las clases. ¿En verdad no tuviste un amigo o amiga?
—Ni amigo, ni amiga—masculló él—. Te había dicho que era invisible para el resto. Ninguno de esos chicos de cualquier salón se acercaba a mí. Eso fue un problema... así que entonces preferí inventar uno.
—¿Un amigo imaginario? —inquirió Scarlett confundida mientras apartaba la mano del hombro.
—Sí y no—dijo James soltando una risita—. Se llama Logan. Era un tipo que había inventado para que mis padres creyeran que tengo un amigo. Aunque... saqué fotos de internet para que lo que decía estuviera justificado. Sin embargo, debo contestar con mentiras sobre él.
Ella puso los ojos en blanco.
—No debiste hacer eso—dijo Scarlett—. ¿Por qué mejor no te acercabas a alguien y lo saludabas?
—Lo dices como si fuera sencillo.
—Lo digo porque es así. Bueno aunque no tan fácil. No debes tener miedo a decir algo a las personas. Las personas no muerden.
James sonrió. Era obvio que no mordían, pero algunas le hicieron pasar malos ratos. Prefería estar solo.
— ¿Darren te golpeaba desde el año anterior?
Él asintió lentamente.
—Sí. Varias veces.
Scarlett apretó la mandíbula. La perspectiva hacia Darren había sido catalogado de un modo simple: idiota que no hace más que golpear a los más indefensos. Pero ver que James era uno de esos indefensos, empezó a crecer un odio mucho más grande en su interior.
Veía a James como un buen chico que no hacía nada malo. Pero Darren había abusado demasiado de él.
— ¿Por qué no te cambiaste de instituto por este año? —preguntó Scarlett.
—No quería las mil preguntas que hacen mis padres—respondió James—. Para cuando hice el primer cambio me hicieron bastantes preguntas. Además, sería demasiado tiempo perdido.
Pero eso era mentira muy grande. James nunca quiso ese cambió. Tenía otra razón.
—Con esas miles de preguntas respondidas podías haber estado libre de él. Pero quiero que sepas algo James.
Él la miró a los ojos. Ella sonreía majestuosamente. Era algo que a él le gustaba mirar.
—Ahora podrás contar conmigo. Si algo te pasa, me lo puedes contar y te ayudaré.
—Gracias, Scarlett—tenía la sonrisa de felicidad que ni siquiera él mismo pensaba tener.
—Y también quisiera que conocieras a Judy y a Kate. Mis amigas. Pienso que les caerías bien.
—Supongo. Pero creo que aún no sé si...
—...sea el momento adecuado—complementó ella—. Lo dijiste. Entiendo. Tal vez es un poco difícil luego de mucho tiempo sin amigos. Te daré algo de tiempo.
Él asintió lentamente.
—Pero eso no quiere decir que tardes—dijo ella.
Ambos se rieron.
—No, descuida. Yo sabré cuando es el momento.
—Vale.
El autobús llegó a su destino y los estudiantes bajaron, dirigiéndose hacia los salones para las primeras clases del día.
***
En aquella mañana James se había despedido de Scarlett. Ella tenía clases de inglés y él las de Matemáticas. Mientras caminaba por un pasillo, hacia el casillero, a lo lejos veía a Darren, con la mirada seria en cuanto vio a la persona que le dejo el ojo con ese moratón.
James hizo rápidamente la combinación del candado de su casillero. Sacó los cuadernos y libros que necesitaba. Cerró en el momento que sacó un Diccionario de Español; dio media vuelta y se echó a correr.
Darren divisaba a Lancaster, mirándolo con extrañeza.
Sí que me tiene mucho miedo. Pobre marica.
También sacó las cosas de su propio casillero y se dirigió a clases. Aún faltaban cinco minutos para que la campana sonar y cada puerta de salones de clases del instituto pudiera cerrar. Darren caminaba tranquilamente por el pasillo en el que tenían los trofeos ganados en campeonatos de Vóley, Baloncesto, Fútbol y Natación en años posteriores.
Incluso Darren y el resto del equipo ayudaron a ganar tres de esos brillantes trofeos en los cinco años que estuvo en el instituto. Los jugadores conservaban esas medallas en casa. Él tenía algunas colgando de un clavo en la pared.
—Eh, muchacho, ven aquí.
Darren se detuvo.
Miró por encima del hombro y aquel hombre sonreía mientras llevaba una escoba en la mano y en el bolsillo del pantalón guardaba un pañuelo rojo.
—¿Qué quiere? —dijo Darren irritado.
—Solo ven un momento.
Él arrastró los pies hacia el viejo conserje farfullando algunos insultos.
—Mira esos trofeos, muchacho—dijo Simons; Darren hizo caso—. Las glorias de hace tiempos se resguardan tras esa vitrina—señaló con un dedo mientras recorría con la mirada cada uno de los trofeos—. Grandes deportistas dejaron sus huellas aquí. Y no me refiero a las dactilares. Sino a lo que han hecho. Quien sabe... muchos de deben tener una vida excelente.
—¿De qué demonios habla? —Vociferó Darren Madison— ¿Qué es lo que quiere? No me haga perder el tiempo, maldición. ¿No sabe que debo ir a clases?
Las clases le daban igual, solo que a aquel hombre lo detestaba. El conserje frunció la mandíbula. Se sentía interrumpido ante un especie de monologo inspirador. Se volvió hacia Darren.
—Cuidado con lo que dices, muchacho. El director también me pregunta si en verdad haces un buen trabajo. No querrás que él escuché algo negativo de ti, ¿verdad?
Él suspiró para calmarse, pero eso tampoco lo ayudaba del todo.
—Estos trofeos son los favoritos del director y también para mí. Y a ambos, nos gustan que brillen. ¿Entiendes? En la hora del recreo quiero que vengas y limpies las glorias de hace tiempos. Te prestaré un pañuelo y...
—¿La hora de recreo? ¡Qué mierda le pasa! Yo uso ese tiempo para estar con mis amigos.
El conserje se acercó a él.
—Lo usabas. Esta vez estás aquí por tu culpa, muchacho. Es el castigo que te ganaste, así que no te quejes. Me buscas en el recreo y te daré las cosas para que limpies los trofeos.
Llevó su escoba para limpiar otro pasillo. Mientras se alejaba, Darren, aún no se había movido, estaba apretando los puños y por poco le gritó al conserje.
James estaba viéndolo todo. En cuanto Darren se percató de que él estaba ahí de pie, dijo:
—Es mejor que te largues, imbécil. No querrás el otro ojo morado, ¿verdad?
En cuanto escuchó esas palabras salió huyendo rápidamente. Al mirarlo por encima del hombro, podía ver que Darren hacía ejercicios de respiración para mantener la calma.
La campana sonó. Ya casi todos los estudiantes estaban en sus respectivos salones.
— — —
—Yo solo pasaba por ahí para ir al baño. Era el más cercano—Dijo James—. Darren sí que se enfadaba por todo. Aquel día pensé que el conserje Simons le iba a decir algo importante. No supe qué. Estoy seguro que lo que Darren piensa, estando malhumorado, es muy predecible.
"Ahora que lo pienso, esa mañana las cosas con Scarlett no eran malas. Me había llenado de felicidad absoluta en cuanto se dio la oportunidad de ser mi amiga. Yo me sentía mal, confesando sobre lo que ocurrió en mi pasado. Creía que me vería... como un bicho raro. Pero no fue así... en verdad... ella quiso ayudarme en lo que pudiera. Eso me había gustado. Se estaba encariñando muy rápido conmigo..."
James apretó la mandíbula y una lágrima caliente resbalaba lentamente. Esos días ya pasaron y muchas cosas sucedieron. Se dio cuenta que había ralentizado mucho el tiempo de esos días. Necesitaba avanzar más para llegar al error que provocó, había perdido mucho tiempo.
Solo que él seguía mal por lo sucedido está mañana, que apenas podía escribir eso sin llorar.
La batería de la laptop estaba a 17%.
La puerta de su casa se había abierto y resonó aquellos familiares pasos. Miró el reloj de la laptop.
19:27
Eran sus padres, que habían vuelto a casa.
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