CAPITULO 8

Darren desconocía de la hora a la que había vuelto a casa. Se vio obligado a caminar toda la ruta a pie. Los autobuses del instituto solo recogían estudiantes en dos horarios específicos: mañana y tarde. Sin embargo, a Darren no le llevaría nadie, porque los conductores ya deberían estar en sus casas.

La casa de Darren era paupérrima de un piso en el ala Oeste de la ciudad, en la que la sala estaba pegada a la cocina, había tres dormitorios encogidos y había pequeños agujeros en el techo. Los fuertes vientos se habían llevado las tejas y cuando llovía, las gotas le daban en la cara a Darren, por más que cambiara la cama de lugar.

Sus padres no tenían un hogar con las cosas indispensables. A veces el dinero escaseaba, pero era cuestión de suerte para pagar los gastos necesarios. Luz, agua y teléfono. Los padres se enfrentaban con demasiado esfuerzo por mantener algo más importante que el hogar.

La familia.

La madre de Darren trabaja como secretaria en una clínica. La paga no era suficiente. El padre, trabajaba de carpintero en un pequeño local. Tampoco era dinero suficiente. Solo que los problemas no solo se trataban de dinero, por consiguiente, en verano, los padres de Darren volvieron a discutir.

Darren ya estaba harto de eso. Ha intentado soportar con cierta paciencia, los conflictos de sus padres, desde que se cumplieron sus cuatro primaveras. Incluso su hermana, Hazel (actualmente de trece años), estaba cansada de eso. A veces ella lloraba en silencio pensando que se separarían en algún momento.

Solo que en aquellos días, las discusiones habían empeorado y el divorcio, parecía dejar de ser una idea ajena para aquella pareja.

Sin importar lo que sus hijos piensen.

Darren y Hazel se preguntaban constantemente, cómo era posible que ellos hayan durado tanos años casados, y ahora peleen más que antes, ya que la madre sabía que su esposo había vuelto a beber junto a sus amigos.

Años atrás, él no volvía a casa después de tres o cuatro días.

La infancia de Darren fue bastante compleja. Cuando su hermana nació, el dinero iba cayendo por la borda. Las cuentas que tenían que pagar, eran demasiadas y el descuido que había en el trabajo de los padres, por cuidar a Hazel, eran muchas. El padre optó por ir al bar y volver al día siguiente (si es que le daba la gana de volver).

Darren sufría demasiado, pero desde que él era niño, sus valores no fueron muy bien practicados. Faltaba el respeto a varios niños en su escuela. De vez en cuando desobedecía las órdenes de los maestros y gastaba muchas bromas a los demás. Desde los cuatro años él era una pequeña molestia.

Aunque hoy en día se ha alivianado... un poco... su conducta en el año pasado con James, fue de lo peor. Jugar baloncesto lo distraía. Pero cuando se desquitaba con James o cualquier otro, se sentía mejor, se sentía aliviado, como en la época que solía beber... al igual que su padre... aquello fue a los quince años y más problemas iban surgiendo debido a eso. Pero dejó de hacerlo después de que su madre le diera una merecida tunda.

Darren abrió la puerta de su casa y el olor intenso a comida del día de ayer llegó a sus fosas nasales. Hazel estaba haciendo su tarea en el sofá y la madre en la cocina. Él dejó la mochila por un lado del sofá y se sentó al lado de su hermana.

—¿Cómo están? —preguntó él.

—Bien—respondió la hermana sin levantar la mirada de los cuadernos.

La madre en la cocina, seguía fingiendo no escuchar nada.

—Mamá...

— ¿Qué quieres? —ella se dio la vuelta.

—Saber cómo estás—preguntó él sin más. Iba con un aire de dejadez.

Ella se dio la vuelta.

—¿Tienes idea de lo avergonzada que estoy, al saber que debo seguir yendo al despacho del director, como si tuviera que estar detrás de ti todo el tiempo? Ya estás cerca de cumplir dieciocho años y no has podido madurar...

Darren no respondió, se había quedado con la boca cerrada para evitar decir algo que hiciera enojar aún más a su madre.

—Éste es tú último año en ese instituto—continuó ella—. Estoy segura que los demás estudiantes ya tienen una idea de lo que estudiarán en la Universidad. ¿Ya lo has pensado?

Negó con la cabeza.

— ¿Lo ves? A eso me refiero... ellos ya han madurado... tú no... ¿crees que golpear a un chico indefenso servirá para que la vida mejore o que te haga mejor estudiante? Estás equivocado.

—Nadie dijo que golpear a ese inútil mejoraría mi vida, mamá.

— ¿Entonces por qué lo golpeaste? —gritó ella.

—Para que olvide de lo mucho que ha pasado en mi vida—alzo la voz aún más.

—¿Quieren callarse ya? —gritó Hazel Madison exasperada—. Preferiría que se gritaran en la calle.

Darren se volvió hacía su hermana.

—¿Qué tal si tomas tus cuadernos de mierda y te los llevas a la basura junto contigo?

Después de esa pregunta, el silencio se apoderó de los tres. Hazel consideró el comentario de él, tomó sus cosas y salió de casa, enfadada. Cuando él volvió la mirada a su mamá, la vio con los brazos cruzados. La cara estaba muy colorada, en la mesa había un bolso que ella lo recogió. También estaba a punto de salir cuando...

—Cuando vuelva quiero ver esos platos limpios.

Él volvió la mirada al lavaplatos. Había mucho, pero mucho que lavar. Los trastes estaban apilados como si fuese la Torre de Pisa en versión miniatura.

—¿Estás bromeando? —vociferó él—. Estoy cansado de limpiar ese basurero, ¿y me pides que haga más? ¿Por qué no se lo pediste a Hazel?

—Hazlo y no reclames.

—¿O qué? —Inquirió Darren—. ¿Piensas golpearme como lo hacías cuando tenía cuatro años por no haber hecho las tareas de la escuela?

—Eso ayudaba a que razones un poco.

—Nunca me ayudó. Solo empeoró las cosas. Golpear jamás ayuda.

—¿Y por qué lo haces tú? A ver si con eso se te olvida un poco de lo que pasa en tu trágica vida— dijo la madre con severidad sin pizca de broma en su reproche. No quiso escuchar más de él. Salió de casa cerrando la puerta con fuerza.

Darren se dirigió al lavaplatos y antes de limpiar todos, tomó uno y lo arrojó al suelo.

— — —

"Eso es lo único que sé de la familia de Darren. De esas cosas las escuché en el instituto y en la calle. Eran cosas que no sabía por qué las sabía. Sin importar lo que haga, la noticia de alguien llega a mí, por más que hiciera oídos sordos. No he contado a nadie sobre lo que oigo, me los guardó para mí, en mi mente."

Él recibía noticias de muchas personas porque las oía accidentalmente. Solo que, cuando esperaba saber algo de Scarlett desde el año pasado... no destacaron casi nada de ella. Escuchaba de personas que no valían la pena, y no de la que más le importaba. El único modo de que supiera más de ella, era estar con ella. Volvió a pensar en Darren.

"Los problemas por las que Darren pasaba, me apenaban mucho. Me preguntaba cómo habría sido el actual Darren, sin que le hubiesen ocurrido todo aquello en su infancia."

"Podría haber sido mejor persona... pero sufrió demasiado..."

James escuchó como algo raspaba del otro lado de su puerta. Él se levantó y la abrió para recibir a Francis, su mascota. El perro se lanzó a la pierna de James apoyando ambas patas delanteras, sacando la lengua. Se veía feliz de ver a alguien de la familia. James se inclinó y le acarició la cabeza y el lomo.

Le hizo cosquillas en el cuello y seguido de eso, su mano pasó al estómago del animal. Francis, se echó patas arriba para dejar que James siguiera. Es como si dijera:

«Por favor James, sigue con esa rascada.»

Él se levantó y bajó a la cocina. Francis le siguió. En la encimera tenían una bolsa plástica con las croquetas de Francis. Sacó un manojo y las esparció por su plato. Francis se inclinó y empezó a comer.

James sonrió al verlo.

¿Tú estás bien, muchacho? ¿Tú estás bien?—dijo James... después suspiró prolongadamente—. Porque yo no...

Aquello le pareció una perfecta excusa para estirar las piernas un rato. El plato del perro estaba con algo del alimento. Pero James solía agregar un poco de vez en cuando. Era como una costumbre. Dejó a Francis comiendo a gusto, para volver a la habitación y seguir escribiendo.

Parecía la hora de describir aquella tarde. El primer mensaje de Scarlett.

— — —

La hora del almuerzo siempre era a las dos de la tarde. James llegaba poco antes de esa hora. Su padre solía salir temprano de su trabajo como maestro en el instituto, para poder realizar otros pendientes por la tarde. Por la tarde, James había llegado a casa con una sonrisa dibujada en la cara.

Saber que Scarlett quería ser su amiga, fue lo mejor que pudo haberle pasado. Pero necesitaba saber lo que el director habló con las dos madres.

—Ella no lo defendía, más bien quiso que el castigo fuese mayor—comentó la mamá mientras colocaba los platos en la mesa.

—¿Es verdad?—dijo James mientras vertía jugo de mora en los vasos.

—Es la verdad—soltó una risita y arrastró la silla hacia atrás para sentarse—. Pero ya en serio, James. No quiero que te vuelvan a agredir de esa manera. ¿Es la primera vez que ese muchacho te golpea?

—Sí.

La madre alzó la mirada con escuchar esa simple y vaga respuesta. Es como si en los ojos de James, pudiera detectar una mentira incauta. Pero luego pasó a mirar como su hijo sonreía estando distraído. Un poco del jugo se le había regado por el borde del vaso. Él se limpió la mano.

—¿Ocurre algo? —preguntó ella.

—No, nada.

Su madre sonrió.

—¿Logan te dio alguna buena noticia?

James tardaba en dar una respuesta acertada, cuando se trataba de Logan, las mentiras debían ser improvisadas rápidamente.

—Ah, él no... solo pensaba. Nada más— depositó un vaso frente a cada plato y ocupó un asiento—. Además, él enfermó y no vino al Instituto. De seguro me llegará un mensaje para saber cómo van las cosas.

Ella asintió lentamente. James dijo algo convincente para salvarse el pellejo por unas horas.

Un taxi se detuvo fuera de casa. Se escucharon unos pasos y la puerta se abrió. El padre llegó a casa y dejó su maletín por el sofá; su esposa se levantó de su asiento para recibirlo. Ambos se envolvieron en un fuerte abrazo, seguido de eso prosiguió un beso mutuo.

James lo saludó y se dirigió a la cocina para llenar un plato con comida.

—¿Qué ha pasado con el director, querida? ¿Qué dijeron? —preguntaba él a medida que se sentaba en una de las sillas.

—Al agresor le han dado un castigo de cuatro meses.

Él se volteó a verla, sorprendido.

—Espera... ¿cuatro meses...?

—Cuatro meses—recalcó ella.

—A mí parecer, el castigo es de cierto modo, excesivo y sin falta de sentido por el extenso tiempo al que le han dado al chico.

—Pero se lo merecía—dijo James mientras dejaba el plato en la mesa, frente a su papá.

—James, entiendo que eso quieres para él. Solo que hubiera sido mejor que Logan y tú, hayan podido comunicar esto desde el principio.

—Sí, lo siento.

Después cada uno volvió a sentarse. El padre de James hacía lo mismo de siempre: comentaba con su esposa, todo aquello que ha sucedido por la mañana. James solo se limitaba a escuchar con atención. El padre no tardaba al comer, solo se demoraba dos minutos, parecía que comía con una cuchara más grande, como si comiera con una cuchareta de arroz.

Al terminar, siempre dejaba un poco de jugo para tomar su medicamento. Pastillas que ayudan a la coagulación de sangre, mantener el ritmo cardiaco y regular la presión.

Hace cuatro años, el padre tuvo un problema del corazón y se vio obligado a salir de la ciudad, para irse a un Hospital donde la atención, era mucho mejor para aquellas situaciones. Apenas podían visitarlo, debido a que ella debía seguir trabajando y James, seguir estudiando sin abstenerse; los tíos de James lo visitaban a menudo. Después de dos meses volvió a casa.

Y desde ese entonces se ha regulado el consumo de grasa, sal y azúcar. Entre muchos aspectos más. Por aquellos días, fueron una angustia muy grande. La casa se sentía con una extraña ausencia, que solo el papá había causado.

Después del almuerzo, James se dirigió a su habitación para hacer las primeras tareas de la semana. Tenía comprado los cuadernos antes de tiempo para cuando volviesen a clases. Sin embargo, James no dejaba de pensar en lo que había ocurrido hace un par de horas.

Y es que se había hecho realidad un deseo. Solo que ahora que se había concedido ya sea por intenciones del universo o lo que sea, se mostraba algo nervioso y desesperado. Todo lo que James quería era que las cosas salieran bien... y que se diera la oportunidad para que ambos puedan llegar a ser algo más que amigos... pero para eso había que conocerse bien entre ambos.

Se sentó en su escritorio y empezó su tarea. Tenía algunos cuantos ejercicios de matemáticas y física. A él le resultaba difícil hacer eso, aunque eran excepciones si lograba entender a la perfección el modo de resolver los ejercicios; después fueron la investigación de un fundador de la ciudad, en el que pedían toda una biografía completa. Eso era más fácil y es que Wikipedia era la mejor ayuda para eso. Estuvo allí sentado por dos o tres horas.

En cuanto terminó decidió ver por un momento su cuenta en Facebook. Tal vez haya nuevas imágenes y vídeos de risa nuevos. Al teclear Enter, se percató de algo curioso que no era tan a menudo ver y era que le llegó una solicitud de amistad. Aquel ícono tenía el número uno y su corazón le palpitaba con fuerza.

Habían pasado tres años desde que una solicitud llegaba. En 2014, los amigos de James, dejaron de ser sus amigos. Desde aquellos días en que perdió a tantas personas, fue en ese entonces que la soledad se hacía más cercana que un verdadero amigo.

¿Será Scarlett?

Con el MousePad acercó la flechita al ícono y al abrirlo vio el nombre y la foto de la persona. Sin duda era Scarlett White. Respiró profundamente y la aceptó. Todo iba saliendo tan bien que no podía creérselo.

Solo no lo arruines, solo no lo arruines, solo no lo arruines.

Después de veinte minutos el mensaje de ella salió:

SCARLETT: Hola, chico.

Estaba nervioso, muy nervioso.

JAMES: Hola, Scarlett, ¿cómo estás?

S: Muy bien. ¿Y tú?

Si supieras que estoy nervioso y no tengo idea de qué decirte para que no pierdas el interés en mí.

J: Igualmente. Aunque con algo de frío.

S: Deberías abrigarte.

J: Lo estoy, pero es que, al ser ectomorfo, no me ayuda mucho.

S: Hummm ya veo...

James levantó ambas comisuras de su boca.

J: No sabes lo que es ectomorfo, ¿verdad?

S: No jajajaja

James sonrió. Al menos supuso que debió reír un poco con eso.

J: Quiere decir alto y delgado. Pero ser delgado me da problemas al abrigarme. En verdad que estoy en los huesos.

En realidad James si lo estaba. Aparte de sus flácidos brazos que parecían ramas poco gruesas, al estar sin camiseta las costillas quedaban bastante marcadas.

S: Entiendo. Podrías tomar algo caliente... tal vez un té... un chocolate caliente... o café. Suelo beber eso cuando tengo mucho frío.

J: Sí, eso pensaba hacer. Haré uno más al rato. ¿Qué haces?

S: Limpiaba un poco la habitación. ¿Y tú qué haces?

J: Quería ver algo aquí en Facebook y luego escribir algo en mi cuaderno.

S: Vale. Me pregunté algo... ¿tu sueñas con ser un escritor? Creo que se me escapó hacerte esa pregunta esta mañana.

J: Es algo que quiero lograr. Creo que esos pequeños relatos que leíste son un buen comienzo.

S: Y que lo digas jaja. En verdad conoceré a un escritor... ya que nunca antes conocí al primero...

J: Jajaja comprendo. Ambos tuvimos un privilegio. Tú fuiste la primera lectora de esos relatos y yo el primer escritor que conoces.

S: Tienes razón jaja.

Es un buen comienzo pensó James, solo debía tener mucho cuidado con lo que decía y no hacer que las cosas empeoren. Ellos se quedaron hablando por largo rato, conociendo más el uno del otro y hablando de anécdotas.

— — —

En la puerta principal, se escucharon fuertes golpes. Como si varios hombres usaran un tronco para derribar la entrada de un castillo, solo que a una velocidad casi similar al de un picoteo de un pájaro carpintero.

¡Lancaster, abre la puta puerta!

James se detuvo en seco al escuchar esos golpes y la voz de esa persona. Pensó que era imposible. Eran los gritos de Darren los que prorrumpieron la pasividad de aquel silencio en el que James se había mantenido. El tecleo en la laptop era el único sonido que había estado escuchando durante todo este tiempo.

Esos gritos le sacaron de su ensimismamiento ante la pantalla.

¿Cómo es que él sabe dónde vivo?susurró James pavorido. Era imposible que Darren lo supiera.

¡Abre ya! O te juro que la derribaré si es necesariolos rugidos de Darren sonaron con claridad.

James apartó la silla y pensó en el modo de salir. Por la ventana no podía. Si se arriesgaba, tendría que romperse una pierna al caer. O quizá ambas. La habitación de sus padres tenía la ventana cerca del árbol que tenían en el patio. Al salir de su habitación, escuchó un crujido ensordecedor que lo hizo dar un respingo.

Darren derribó la puerta, despegando las bisagras y luego esa puerta quedó tendida en el suelo. Darren alzó la mirada para verlo en el segundo piso, con una sonrisa malvada. James tenía los ojos abiertos de par en par. Su atacante daba largas zancadas para acercarse; James llegó a la puerta del cuarto de sus padres y al girar el pomo, éste no cedió en lo absoluto. Con el hombro empujó la puerta con desesperación.

¡Ayuda!gritó James. Nadie estaba en casa a excepción de ellos dos.

Pensó que sería mejor encerrarse en su propio cuarto. Al menos lo que durase, ya que Darren podría romper la puerta. Antes de poder pasar del umbral, el pie de Darren chocó contra el brazo de su víctima y pasó resbalando por el suelo. Con dirección al final del pasillo, donde ya no había salida... parecía estar reviviendo algo similar a lo que pasó el primer día.

Darren, por favor, detente dijo él con un hilo de voz mientras se arrastraba por el suelo con el brazo sano. Las lágrimas le empezaban a salir.

Maldito imbécil, arruinaste mi vida.

Es imposible que él esté aquí, pensó sollozando.

Y lo último que vio James, fue aquella patada que le llegó al rostro.

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