CAPITULO 7
James apenas podía asimilar lo que estaba viendo. El año pasado venía a la azotea para esconderse de los demás, principalmente de Darren. Pero nadie en mucho tiempo había subido allí. De vez en cuando algún conserje lo regañaba por estar ahí.
Scarlett caminó hasta ponerse en la sombra, el sol era muy intenso aquella mañana. James empezaba a ruborizarse y no parecía ser por el calor. En vedad era Scarlett la que estaba viniendo hacia él.
—Lindo escondite, ¿no lo crees, James?
Él se encogió de hombros sin contestar; Scarlett se sentó a un lado de él.
—Ahora entiendo porque nunca te veía por los pasillos.
—Además nuestras clases no coincidían—agregó él, hizo una pausa—. Me seguiste.
—Sí, necesitaba encontrarte.
James dio un respingo. No esperaba que ella fuera a decir eso. Scarlett puso al frente la mochila y estuvo hurgando unos segundos hasta que sacó un cuaderno, y se lo tendió a James.
Era su Cuaderno de Pensamientos.
Él estiró una mano temblorosa. Descartó la idea de que ella podría haberlo tomado. Seguía asombrado mientras sostenía el cuaderno. En ese entonces surgió una idea que la dijo en voz alta:
—¿Lo... leíste?
Ella ladeó la cabeza de lado a lado. La voz de él titubeaba por los nervios.
—Debo confesar que sí.
—¿Qué... qué fue lo que... leíste exactamente? —James titubeaba.
—No mucho, pero vi alguna que otra cosa interesante—dijo Scarlett; él se ruborizaba más y sentía como los nervios iban aumentando—. Perdón por haberlo hecho.
—No... tranquila... supuse que... alguien lo leería tarde o temprano.
Scarlett sonrió.
—Admito que me gustó algo...
—¿Qué cosa?
—Tienes anotadas pequeñas historias que me encantaron también algunos escritos. ¿Las habías escrito tú? ¿O las copiaste de alguien?
—Las escribí yo...
Scarlett se volvió bruscamente hacia él.
—¿En serio?
—Sí...—James se encogió de hombros—, suelo inventar muchas situaciones para escribir...
—Me sorprendes.
—He hecho esas pequeñas historias, para tomar una, y poder expandirla...—él suspiró y se cruzó de brazos. Las manos le temblaban y las escondió bajo los brazos ya que no quiso que ella viera eso.
—Deberías. Tienes la habilidad para entrar en el concurso de escritores.
—Eso pensaba hacer.
Scarlett recordaba que los estudiantes de sexto grado estaban permitidos para ingresar a un concurso de escritores juveniles, sin embargo, dicho concurso, es contra muchos estudiantes de diversos institutos. No parecía muy fácil, ya que Scarlett había sido invitada el año pasado y había como quince alumnos batallando por la victoria.
Pero era cada mes de marzo. Aún faltaba mucho, así que James tenía tiempo de sobra para crear un buen relato.
—Eso es genial. ¿Ya has pensando en cuál usar?
James estuvo meditando por unos cuantos segundos. Estuvo escribiendo ideas cortas que pensó que usaría. El dilema era que James no se sentía satisfecho con alguna de las que había escrito. Necesitaba algo que fuera muy interesante para los lectores... pero aún más, para los jueces que calificarían las invenciones de los estudiantes.
—Hasta ahora... no... no he pensado que alguna fuese útil. Tenía la idea de otra en Ciencia Ficción... solo que no sé cómo hacer la trama...
Él se refería a la que estaba en tinta roja y con el título de Agujeros azules. Ella asintió lentamente.
—Hummm entiendo... pero estoy segura que lo lograrás, James.
—Creo que sí... aún hay mucho tiempo...
Scarlett sonreía. James miró de reojo aquella expresión de ella y se la guardó mentalmente, como una fotografía.
Después de aquello, se sumó un largo silencio. James quería decir alguna cosa inteligente o graciosa, pero no se le ocurría nada. Su mente se había bloqueado en cuanto Scarlett se sentó junto a él.
Pero entonces recordó lo de ayer.
—Scarlett... fui un idiota en haber mencionado lo de tus padres de ese modo tan brusco... en verdad lo lamento... no quise hacerlo... también me disculpo por haber huido... en verdad lo siento mucho...
—Tranquilo, de todas formas, no lo sabías. No pasa nada, además, yo no te lo había comentado. ¿Cómo harías para saberlo?
James movió un poco más la cabeza para poder verle el rostro.
—Es verdad—dijo James.
—¿Te das cuenta que no tienes la culpa?
—Ahora veo que no—James asiente con la cabeza—. Pero que te hayas obligado a decirme la verdad... de seguro te hizo sentir mal...
—Obvio. No eres el único que me hace decirlo. Aunque ya me acostumbré.
Él miró hacia abajo apesadumbrado. Aunque Scarlett le haya dicho eso, James aún no se sentía del todo bien por lo que hizo. Pensó que la persona que más esperaba conocer se hubiera ido por algo como aquello. James creía que el verdadero don que tenía, era hacer que las personas se sintiesen mal, que se enfadaran o que dejen de hablarle.
—Hay algo que no entiendo—dijo Scarlett sacando a James de sus pensamientos.
El levantó la mirada.
—¿Por qué vienes aquí? Este sol está abrasando las plantas, y tú aquí muy tranquilo, sentado en la sombra.
—Me gusta el silencio. Así puedo leer... y escribir con tranquilidad. Es mejor... sin que me molesten. Especialmente la gente vulgar.
— ¿Eso quiere decir que no tienes ningún amigo? No podía creer que lo dijeras en verdad.
—Pero lo es... es verdad. Durante todo el año pasado venía aquí. Siempre estaba solo.
—Que mal... debió ser horrible.
—Cuando has estado tres años sin amigos... te acostumbras.
Scarlett bajó la cabeza por un instante. James llegó a considerar eso como algo malo. Pensó que al decir eso, prefería no estar con nadie. Solo que James esperaba el día que jamás podría haber llegado: hablar con Scarlett. Y que haya dicho ese tipo de cosas, las empeoraba.
Ella me gusta... pero es mejor que no la pierda... no ahora que tengo esta oportunidad.
—Pero debo admitir... que... es muy aburrido estar solo—dijo James con un poco más de ánimo y rapidez en sus palabras pero sin dejar de titubear—. Y en verdad me gustaría ser tu amigo...
Esa última frase lo acababa de poner muy nervioso, sentía que el estómago se le revolvía y que la boca se le secaba al igual que su lengua. Scarlett le miró con una curva en los labios.
—También me gustaría—dijo ella soltando una risita.
James no pudo evitar sonreír con lo que Scarlett había dicho. Él sentía que se le saldría el corazón. Ese pequeño tiempo que parecía eterna para la respuesta, había provocado ese efecto en James. Creyó que ella no aceptaría.
—Debo decir que, las pequeñas historias que haces, son sencillamente perfectas. Son muy intrigantes y demasiado buenas.
Él se sonrojo y le agradeció por la opinión. Scarlett fue la primera persona (lectora) que le ha dado una crítica de lo que escribe. James se sentía muy emocionado. Si el día anterior fue un completo desastre, este día hubo mejoras impresionantes.
James había estado charlando sobre libros en aquella mañana de ese recreo, con el sol tan fuerte (aunque mitigado por el espacio con sombra en el que se encontraban). Él podía percibir que las cosas irían bien con Scarlett. Sin ninguna falla...
— — —
Solo que las cosas si tuvieron sus fallas. James solo pensaba o imaginaba que lo que pasaría con Scarlett, sería perfecto y nada podría salir mal. Ese era el principal problema que tenía... imaginar los aspectos positivos de algo, sin saber que iba llevando la mala suerte de que no pasaría de esa manera...
James aún creía que las cosas volverían a la normalidad con lo que había pasado ayer. Sin enfados, sin nada por lo cual discutir. Mientras James recapitulaba aquello, se dio cuenta de que el tiempo avanzó tanto... y él había escrito muy poco.
No le parecía tan sencillo confrontar sus recuerdos... no cuando la persona de la que detallaba ese relato, se trata de alguien que en verdad está amando...
— — —
James y Scarlett habían asistido a sus clases después de finalizar el recreo. Solo que no eran las mismas... él había preferido seguir hablando con Scarlett, ya sea que los nervios y la timidez lo agobien. Ella le había preguntado cuál era el número de autobús que James tomaba para ir al Instituto.
Para sorpresa de Scarlett, se trataba del mismo en el que se transportaba; ella le sugirió que si deseaba sentarse juntos, no habría problema. Él aceptó de inmediato. Judy y Kate no viajaban en el mismo que Scarlett. Ellas vivían separadas por destinos opuestos.
Scarlett no entendía por qué no lo veía en el autobús, especialmente en esa mañana. James explicó todo sobre lo que había pasado el día de ayer en casa. También le dio los detalles sobre cómo ocupaban el coche a lo largo de la semana.
Scarlett también había sugerido la idea de que le presente sus amigas a él. Para ella parecía una idea muy buena, porque pensaba que tener más amigos lo haría sentir mejor. Fue una respuesta inmediata, pero no la que ella esperaba.
—No.
— ¿Por qué no?
—Porque...—James se calló por unos segundos antes de contestar—. Porque... solo... creo que no es el momento. Sería mejor después.
La desconcertó la respuesta. Iba a seguir preguntando, pero se abstuvo de hacerlo, por lo que pensó que James se negaría a dar una respuesta razonable al negar conocer a sus dos mejores amigas. En cambio él, se percató de que no debió decir eso, sabía que fue malo... pero ya era muy tarde.
También sabía que no sería fácil llevar una amistad después de tres años sin amigos. Si llegaba a conocerlas, solo deseaba que todo saliera bien.
***
—Toma la escoba y este recogedor. Limpia bien los pasillos del segundo piso, incluyendo las aulas.
— ¿Algo más? —preguntó Darren con voz irritada al conserje Arthur Simons.
Él tenía que cumplir el castigo que el director Jenkins le propuso. En el despacho, hace unas horas, ambas madres habían debatido sobre el castigo de Darren. La madre de James prefería que fuese más prologando; la señora Madison, acometió que su hijo debía recibir un castigo mucho más prolongado de lo que decía la señora Lancaster. De todas formas, la madre no daba un apoyo total en que Darren era inocente.
Solo le daba un poco de ayuda, pensando que director llevará alguna impresión de la cual mostrará de que en verdad quería salvarlo del castigo. Por la mente de aquella madre, cruzaba la idea de tener que pagar algún psicólogo si no hacía ese numerito de buena madre.
El director Jenkins le preguntó si las cosas iban bien en casa. Por lo cual, ella respondió que sí. Que no pasaba nada. Que su hijo no tenía ningún problema y que no notaba ese tipo de comportamientos. El director le exigió que hable con él a solas y que pudieran solucionarlo. La madre de Darren asintió y eso fue todo.
Pero el director había sido muy severo, y dejó claro que no haría ninguna modificación con el castigo de Darren.
—Veo que te gusta limpiar, jovencito—Arthur Simons le sonrió—. Que te parece si también limpias los baños.
Darren no dijo nada. Estuvo muy cerca de enfadarse con un simple conserje, diciéndole que no lo hiciera trabajar como si fuera un esclavo. El conserje Arthur Simons llevaba su típico atuendo: unos vaqueros desteñidos con una camiseta de algodón de segunda mano color blanco y unos zapatos de deporte. Simons tenía la estatura mediana y con sus rasgos duros podría ser casi confundido como una réplica de Stephen Bogaert.
Darren sostuvo la escoba y el recogedor apretándolas con mucha fuerza provocando que las venas le surcaran de los brazos.
—Y que quede muy limpio—gritó el conserje enseñando su dentadura.
Darren lo miró por encima del hombro, de una manera sombría.
Juro que te romperé la escoba en la cabeza si no te callas.
Dejó fluir ese pensamiento y sin decirle nada, empezó a asear los pasillos, aulas y baños del segundo piso.
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