CAPITULO 66

7:20 pm.

Darren Madison volvía a casa con mucho ánimo.

Se había demorado en dejar a Kate en su casa, pero se debía a que caminaban muy lento mientras conversaban. Unas cuantas cosas de sus vidas (Darren omitía las peores que tuvo que soportar) y eso hacía que ambos ralentizarán el paso.

Se despidió de Kate y fue a su casa. Él había olvidado preguntarle la hora, pero Darren pensaba que ya eran más de las siete.

Le faltaban unas calles para llegar. Darren, volvió a recordar el momento en que se quedó hipnotizado por los ojos de ella. ¿Qué es lo que había pasado? No supo por qué la miró por mucho rato, ni siquiera en las veces que hablaba con ella de regreso a su casa.

Después de caminar por la acera, con sus pensamientos en Kate... escuchó que algo se había roto, alguna cosa que debía ser de vidrio. Pero ese sonido, provenía de su casa. También el grito que escuchó a continuación.

Al percatarse de eso, Darren corrió a su casa y él pudo ver a Hazel por la ventana, estaba con las manos en la cabeza. Se acercó para ver qué es lo que estaba ocurriendo.

Abrió la puerta y entró a casa. Las cosas estaban revueltas por todos lados. Algunas estaban rotas, otras tiradas. Inclusive la mesa que estaba en la sala, se encontraba tumbada. Había algo más: latas y botellas de cerveza. Sabía de quién podían ser.

Hazel la miró de reojo.

—Hazel, ¿qué pasa?

Con la poca iluminación de la sala pudo ver que Hazel tenía los ojos cristalinos y rojizos. Pero había un detalle peor que eso.

Darren quiso limpiarle las mejillas, pero ella se quejó. Le dolía. Darren apartó más el cabello y pudo ver que una de las mejillas, tenía un tono mucho más intenso que un rubor común. Inclusive era una marca roja en forma de mano.

Y a pesar de que hace una hora se había enojado, ahora en el interior de Madison pudo sentir una furia mucho peor.

—Ese hijo de puta...—dijo entre dientes—. Voy a matarlo...

No soporta que ver que su madre había sido golpeada... pero a su hermana... ya era excederse. El señor Madison, había cerrado la puerta de la habitación junto a su esposa. De allí pudo escuchar los gritos, maldiciones, golpes y suplicas. Su madre era la que suplicaba que lo dejara.

Miró de reojo en la cocina y vio que la mesa que había allí, se había partido. Del techo se había desprendido otro trozo más y rompió la mesa. ¿Desde hace cuánto tiempo tenían esa casa? Ni siquiera Madison padre sabía la exactitud de años que tenía la casa.

Darren pensó en algo.

Irse de ahí.

Seguir allí, esperando a que el techo los aplaste, sería terrible. Tenía que sacar a su madre y hermana, no las iba a dejar con ese abusivo. Así que recurrió a una medida de emergencia, que él mismo improviso.

—Hazel, tranquila...

—No puedo... le está... haciendo daño a mamá—volvió a sollozar y abrazó a Darren.

Él, se forzó a apartarla luego de unos segundos y puso sus manos en los hombros.

—Lo sé, lo sé... pero ahora quiero que hagas caso en todo lo que te voy a pedir, Hazel.

Ella parpadeó, confundida. Darren apartó mechones de cabello que cubrían su cara.

—Ve a mi cuarto y levanta el colchón. En las tablas verás una billetera, la cual debe tener más de cien dólares. Quiero que tomes ese dinero, ¿de acuerdo? Pero antes...—pensaba rápidamente, era urgente pero se apresuraba tanto que las ideas se trababan—, toma tus cuadernos y libros de cada asignatura, tu ropa y las cosas que te sean necesarias llevar. Lo mismo que sea con las cosas de mi habitación y las de mamá. Guarda todo en las mochilas y maletas que encuentres (creo que mamá tenía dos), si hay comida que puedas llevar sin que se dañe, sería bueno. No podemos seguir en esta casa, nos vamos de aquí, Hazel.

Ella apenas podía digerir toda esa información.

La casa ya no era segura y una de las personas de esa familia, era un peligro para cualquiera.

—¡Date prisa!

—Está bien, está bien. ¿Qué vas a hacer tú?

Aún seguían esos gritos de clemencia por parte de su madre. Darren posó la mirada en la puerta de la habitación de sus padres.

—Voy a detener a papá. Tú guarda todo y pídele ayuda a mamá.

—¿Lo vas a detener a él?

—Eso espero. Ahora, ve por todo.

Darren caminó hasta ponerse frente a la puerta. Hazel salió corriendo a su habitación y sacó la ropa del armario, incluyendo los cajones para no perder mucho tiempo.

Darren intentó abrir la puerta, pero esta tenía el pestillo colocado. Golpeó la puerta con toda la mano.

—¡Abre está maldita puerta en este instante!

—¡Lárgate! —vociferó su padre luego de unos segundos. Los gritos de la señora Madison cesaron unos segundos.

—¡Que la abras de una puta vez o entraré a la fuerza!

Pero el papá no respondió nada y Darren, se obligó a entrar por la fuerza. Él retrocedió unos pasos, tomando viada y corrió hacia la puerta y dio una fuerte patada.

Dos de las tres bisagras se desprendieron del marco de la puerta y el pomo se había roto. Darren vio lo que su padre estaba a punto de hacer.

No estaba golpeando a su madre... la quería violar. Su madre estaba tendida en la cama y tenía la camisa abierta, no tenía botones por la brusquedad en que este arrebató en ella aunque todavía llevaba el sostén; el pantalón estaba bajado hasta las rodillas, aún llevaba puesta las bragas. En la cara se veía una mancha violácea, en el estómago creyó haber visto algo similar de ese color y las piernas estaban de un rojo intenso.

Él estaba encima de ella. Se estaba quitando el cinturón con dificultad (el botón ya estaba desabrochado) y tenía la camiseta roja con sudor en las axilas. El señor Madison se irguió en la cama, estando de rodillas mientras que una agarraba con presión en el cuello de su mujer.

Darren se apresuró y empujó a su padre para que caiga de la cama. Rápidamente, su madre se subió el pantalón e intentó cubrirse con la camisa.

—¡Mamá, ayuda a Hazel, debe estar en su habitación! Ella te dirá lo que debes hacer.

Ella asintió, muy confundida y fue a buscarla. El señor Madison se ponía de pie con cierta dificultad. Era bastante obvio por su embriaguez. Pero dicha embriaguez, solo desataba su furia.

—Había dicho que te largues...—su voz era en un tono de ebriedad. Era como si le dificultase hablar.

—Tú ya no me ordenas.

Y antes de que su padre respondiera, Darren se acercó y lanzó un puñetazo a la cara de él. Fue un golpe bastante fuerte, pero no era suficiente. El padre de Darren apenas debió sentir el golpe, si él tenía más fuerza (quizá el doble) que su hijo. Se quitó el cinturón y preparó para atacar a Darren.

***

—¿Qué estás haciendo? —preguntó su madre exasperada cuando vio a Hazel alistando una mochila (allí tenía todo lo que necesitaba para el instituto).

—Hay que irnos, Darren dijo que tomemos nuestras cosas.

—¿Por qué le haces caso?

—Él tiene dinero guardado y un plan... supongo. Ayúdame, por favor, mamá.

Su madre respiró profundamente, pensó que era una locura la que iba a hacer.

—¿Qué necesitas?

—¡Las maletas que tienes en tu habitación! Guarda la ropa y lo que necesites.

—Vale.

Salió de la habitación y fue a la suya. Allí tenía unas maletas para guardar cosas como para dos personas. Al pasar del umbral, pudo ver que su esposo y Darren, estaban luchando el uno al otro. El hijo tenía al padre contra la pared, intentando quitarle el cinturón que llevaba en la mano.

Se apresuró y sacó las dos maletas, incluyendo su ropa. En una pequeña cajita tenía joyas y aparte, un poco de dinero que guardaba. Ahora ya era una emergencia llevarse eso.

Darren recibió un golpe más en el estómago y justo cuando vio que el Madison padre levantaba el cinturón para darle fuertemente con el cinturón, ella tomó un frasco de crema que usaba y se lo arrojó a él en la cabeza.

—¡Ah, perra! —le gritó el esposo a su mujer.

Darren aprovechó la oportunidad y lo empujó hacia la pared de nuevo.

Hazel se detuvo en el umbral y vio a su madre, luego a los dos que se peleaban. En cierto segundo, Darren, pudo ver a su hermanita.

—¡Hazel, olvidé decirte que llames un taxi!

Ella asintió y estuvo cerca de llamarla cuando sacó el móvil, hasta que su madre la detuvo.

—Yo voy a llamar, tú ve por las cosas que falten.

La ropa y útiles escolares de su hermano. Hazel fue a la habitación de Darren. La señora Madison encontró su móvil en el suelo y llamó a una agencia de taxis que sabía el número de memoria (era una agencia que estaba a unas calles cerca).

Madison padre miró a su hijo, más dubitativo que sorprendido.

—¿Qué creen que están haciendo? —le espetó a Darren en la cara.

—Alejarnos de ti y de esta casa—masculló él, aun deteniendo a su padre. Forcejeaba contra él, sosteniendo sus brazos.

***

Hazel cargó las mochilas, que estaban pesadas y las dejó en la puerta. Su madre también hizo lo mismo con una maleta (quedaba una más), mientras hablaba por teléfono, diciendo la dirección. Ambas fueron por las cosas de Darren. El tiempo para que llegase el taxi, no lo sabía, pero tenían que estar listos.

Al ir a la habitación de Darren, ya la madre sacaba la ropa de él para ponerla en la maleta sobrante. Hazel ayudó con los cuadernos y libros. Eso no había demorado mucho porque estaban entre las dos.

Luego pasó a buscar la billetera que su hermano había dicho que guardaba. Alzó el colchón y pudo verla. Era una billetera que se veía muy inflada por el dinero que debía contener allí.

Las dos se miraron cuando escucharon un grito muy fuerte.

Era de Darren.

Hazel y su madre sabían que él no podía detenerlo por mucho tiempo. Volvió a escucharse otro grito más. Y otro más.

Hazel pudo ver por encima del hombro de su madre, que en la esquina de la habitación estaba un bate azul.

Se apresuró a tomarlo y fue al cuarto en el que padre e hijo, se hallaban peleando.

—¡Hazel, no vayas!

Pero ella la ignoró.

***

Darren estaba de rodillas, el cinturón le estaba golpeando en la espalda también con la hebilla cuadrada. Empezó a ser un dolor punzante e insoportable.

—¿A mí me ibas a detener? Mocoso de mierda, ¡de aquí no se van a ir!

Darren levantó la mirada y pudo ver que Hazel entraba a toda carrera, con el bate en las manos. Ella le dio varios batazos en el brazo.

—¡Déjalo ya!

Seguía golpeando más y más. Al creer que estaba haciendo un gran daño a su papá, estiró una mano para agarrar el cinturón y así quitárselo, no obstante, las manos que lo agarraba, no lo soltaba con facilidad. El padre sacudió la mano libre y llegó a dar una bofetada a Hazel (en la misma mejilla que ya había golpeado minutos antes).

Ella cayó de bruces contra el suelo, soltando el bate y apoyando las manos en el suelo. La señora Madison corrió para levantar a su hija.

Darren... se estiró y pudo agarrar el bate. La bestia de su padre volvió a golpearlo de nuevo con el cinturón y cuando se disponía a dar un golpe más, Darren se levantó bruscamente y le dio un batazo en la boca a su padre. Este retrocedió unos pasos.

—¡Salgan de aquí! —dijo Darren, agarrando el bate con firmeza usando ambas manos. Puso una postura como si fuese a darle a una pelota de béisbol.

Volvió a dar un fuerte batazo en el brazo y en ambas piernas. Después pasó a dar uno muy fuerte en el costado del mentón. El cinturón se le soltó de la mano.

Él vio como cayó de rodillas y ahora, Darren empezó a golpearlo en la espalda.

Repetidas veces. Descargaba toda la furia contra él.

Cuando ya vio a su padre, que ya apenas se movía. Soltó el bate y pateó el cinturón que había dejado caer. El padre tosió y escupió.

—Hasta nunca—sentenció Darren, pateando a su padre en la cintura para que quede acostado boca arriba, luego de dejarlo así salió de la habitación.

Caminó con cierta dificultad, le dolía varias partes del cuerpo. La pelea había sido difícil, pero había ganado.

La señora Madison y su hija, estaban cargando mochilas y maletas en los hombros y manos. Hazel abrió la puerta y vieron que el taxi ya había llegado. Darren, a pesar de estar tan lastimado, intentó levantar su propia mochila y llevarla. Hazel le entregó la billetera.

Al salir, vieron que había personas que estaban mirando a los Madison. Pues esos gritos, alarmaban y hacían curiosear a los vecinos. Pues todos los espectadores de la calle, no decían nada al respecto, sólo vieron que ellos estaban tan agotados.

Los Madison guardaron maletas y mochilas en el portaequipaje del taxi y lo que no se pudo colocar allí, lo tuvieron que llevar en el regazo.

Subieron al vehículo y cuando este aceleró poco a poco, los tres miembros de la familia tuvieron un mismo pensamiento:

No iban a volver a esa casa nunca más.

***

8:05

Los tres se asentaron en una pequeña sección de departamentos, que quedaba cerca del trabajo de la señora Madison. La idea de la dirección la había dado la madre. Era un lugar barato, pero con un precio algo aceptable por semana de arriendo, lo cual no era una suma demasiado alta. En el transcurso, estuvieron callados. No tenían ganas de decir una sola palabra.

Darren aún seguía lastimado. Le dolía ambos rodillas (su padre le había pateado allí), también le dolía la cintura, los brazos, el cuello (estuvo siendo asfixiando por unos segundos) y la espalda. En el taxi no pudo sentarse con comodidad en el asiento.

En el viaje, él miró de soslayo a su hermana. Se encontraba sollozando.

También su mamá.

El taxista los veía con cierto recelo, esa era otra razón por la cual no les decía nada. Al mirarlos tan maltratados, no pudo evitar pensar que veían de una pelea callejera, en la que el muchacho parecía haber ganado o perdido.

La señora Madison sacó el móvil y marcó a la policía. Le contó lo sucedido y esperó que atrapasen a su marido. Y si querían verlos, les dijo la dirección del lugar al que iban.

Al llegar, bajaron sus cosas del taxi y Hazel pidió uno de los departamentos (usó el dinero de Darren para pagar). Le dieron una llave a Hazel y después pasó a ver a su hermano.

—Listo. Es una habitación en el segundo piso.

Ellas tomaron las mochilas y la maleta más pesada. Darren sólo llevó una. Apenas tenía fuerza para seguir y el dolor se acentuaba más en el cuerpo.

Hazel usó la llave y luego pudieron entrar. Era un departamento con dos camas y en el centro tenía una mesita de madera, en un extremo había un calefactor y en el otro extremo, se hallaba el baño. No era la gran cosa, pero les pareció suficiente.

—Hay que llamar a emergencias para que te revisen—dijo la madre a su hijo.

—No será necesario.

Pero sí lo era.

Darren se quitó la camiseta y se puso otra. Hazel, al ver su espalda, soltó un grito ahogado. Pudo ver las horribles marcas que el cinturón había dejado. La madre también pudo ver eso. Por la ventana vieron las luces de una patrulla (si los vinieron a buscar, para que les den una explicación de lo ocurrido minutos antes) y la señora Madison abrió la puerta.

—Iré a hablar con ellos. Hazel, tú llama a una ambulancia para tu hermano.

—Eso estaba a punto de hacer—dijo ella mientras tomaba el móvil de su mamá.

Darren quería protestar, pero mejor no quiso hacer nada más. Estaba tan agotado y lastimado, que ya no prefería hacer esfuerzo para decir una palabra.

Se sentó en una de las camas y escuchó a su hermana decirle lo ocurrido en casa para que así se den una idea de lo que sucedía. En la mesita, estaba el móvil de Hazel. Darren lo tomó y como ya sabía la clave para desactivarla, pudo ingresar a sin problemas. Así que se dirigió a la carpeta de archivos y buscó el relato de Agujeros azules.

Quería distraerse con otra cosa mientras llegaba la ambulancia. Al menos por un rato. Lo poca fuerza que Darren tenía en ese momento, la usaba para abrir los ojos y seguir leyendo lo que más pudiese. Recordó el número de la página que debía seguir y...

Se detuvo en la primera hoja. Volvió a mirar el nombre que figuraba bajo el título. Vio el verdadero nombre del autor, aquel escritor que estaba detrás de ese relato.

Darren Madison vio el nombre de James Lancaster.

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