CAPITULO 64

(Jueves 18 de enero del 2018)

Darren Madison había estado pensando en ser más suave al tratar a los demás. Esperó que al menos eso fuese a funcionar, ya que al tratar de hablar con su madre para que acusara del daño que estaba siendo causada, podría entrar en razón. Pero ella se negaba a hacerlo.

Tenía miedo de lo que podía pasar.

Darren lo intentó por su madre. Hazel hizo lo mismo y aun así no pudo convencerla de lo contrario.

Querían que ella hable del maltrato que estaba pasando, pero seguía negándose repetidamente.

El día anterior Hazel buscó a Darren desesperadamente en su habitación.

—¡Darren, ya no puedo soportar ver a mamá así! —tenía lágrimas que resbalaban por la mejilla.

—¿Papá le ha hecho algo de nuevo?

—Sí...—sollozó aún más—, no sé qué hacer...

—Yo tampoco...

¿Y por qué no iban ellos mismos a denunciar a su propio padre? Por el impedimento de la señora Madison, era ella la quien no lo permitía. Se sentía tan cegada por el miedo del maltrato que su marido le provocaba, que no quería decir nada. Y en ella ya no solo estaba el miedo por lo que le podrían hacer, sino por lo que llegaría a pasarles a sus hijos.

Darren estuvo cerca de ir a denunciar a su padre... hasta que su madre lo detuvo en la entrada...

Y lo golpeó.

—Pues a mí ya me ha golpeado—comentó Darren, la mejilla le dolía de nuevo por la gran bofetada que su madre había hecho—. Nos está deteniendo... debe haber otra manera...

Pero no había ninguna otra que tuvieran en mente. Era mejor hablar de una vez y así no perder más tiempo.

A la mente de Hazel volvió la imagen de las marcas nuevas en ambos brazos y otro más que ya pasaba de ser un rubor normal en la mejilla derecha. Estaba viendo como su madre caía en pedazos con esos golpes. La veía muy triste, no salía a trabajar y se encerraba en la habitación en todo momento (a excepción de algunas pocas veces y del momento en que salió a detener a Darren). Ambos querían ayudar...

En la mañana, salió a la sala y vio a Hazel, sentada en el sofá mientras miraba el móvil. Su padre no estaba en casa esa vez, ya que ni siquiera había vuelto la noche pasada.

—¿Te encuentras mejor? —preguntó Darren esa tarde.

—Sí... algo mejor—respondió con un hilo de voz—. Brad pudo calmarme.

Darren frunció el ceño al escuchar ese nombre.

—¿Brad?

—Sí... Brad Moore... ya te hablé de él...

El grandioso Brad, el chico que era dos años más que Hazel y por el cual comentaban que era el ladrón de las miradas cautivas de Hazel. Era un chico tan agradable, simpático, que sabía calmar a las personas y en estos momentos más críticos, quería ayudarla a ella, decirle que no se sentía sola y que contaba con su apoyo. Hazel le contaba de los problemas que tenía en casa y casi al terminar de contar todo, rompió a llorar de nuevo. Brad se acercó más y la abrazó con fuerza.

Ni siquiera Brad quería verla así.

Esa mañana le estuvo hablando un poco, averiguando si Hazel estuvo durmiendo bien (ya que en días anteriores, Brad la veía muy agotada y somnolienta). Hazel agradecía toda la ayuda que él ponía al ayudarla.

Y es que, aquel detalle de que ella contara con su ayuda, hacía que le gustara mucho más. Se había enamorado de él por ser una clase de chico diferente al que veía en el instituto. Y ya se estaban dando las ocasiones en las que ambos salían en citas.

—El chico que te gusta—dijo Darren mientras tomaba asiento en el sofá—. Lo recuerdo.

—Pues me ha estado ayudando muchísimo.

—¿Más que yo?

Hazel apretó la mandíbula y asintió lentamente con la cabeza.

—¿Mi ayuda no es suficiente para ti?

—Darren...

—Hago lo que puedo, ¿sabes?

—Sí, lo sé. Entiendo que es parte del cambio que has estado haciendo en estos días, pero...

—¿Pero qué? —Darren no se alteraba, pero sí sentía molesto.

—Pero Brad me ha calmado de la mejor manera—ladeó la cabeza hacia un lado—. Tú me has dicho que Deje de llorar y Va a solucionarse esto de algún modo. No es suficiente, Darren... en serio... pero eso digo que Brad supo ayudarme más.

—Está bien—él suspiró y se levantó del sofá, le sonrió a Hazel—. Entonces dile que te siga apoyando.

Ella lo miró con cierto recelo.

—¿Estás enojado?

—No, no lo estoy—sí lo estaba, pero no mucho.

Importaba más que cualquiera pueda tranquilizar a su hermanita. Ya sea que él no lo logre. Además, ya no debía demostrar ese lado tosco. Ya no más.

—Debo irme, Hazel—se lo comentó a ella porque su madre había salido de su encierro pero no sabían a dónde fue.

Es por Hazel que Darren pudo leer lo que seguía en Agujeros azules. Le pidió prestado su móvil y pudo descargar el archivo en el celular de su hermana, para así poder continuar (incluso Hazel bloqueó todas las opciones de redes sociales e imágenes para que él no espiara). Leyó unos pocos capítulos, la historia lo había atrapado y quería llegar a ver cómo sería el desenlace de los tres astronautas.

Sin embargo... Kate había cometido un error al enviar el relato. Ya que olvidó un pequeñísimo detalle. Lo que había pasado, es que la vez que hizo leer a Madison en su propio celular, había puesto Anónimo para que no sepa quien en verdad era el autor de lo escrito. Pero esa modificación la hizo en su móvil. Cuando envió el archivo a Madison, era la versión completa y sin alterar.

El nombre de James Lancaster figuraba bajo el título. Madison no perdió tiempo esperando a que las páginas se hubiesen cargado, así que pasó de inmediato a donde se había quedado y no vio la primera página.

Sería cuestión de tiempo para que vea el nombre del verdadero autor.

Cuando Darren recibió el relato, agradeció a Kate y además le pidió algo más. Le pidió salir a jugar baloncesto por la tarde en el mismo parque de la otra vez. Después de dos horas (Hazel desbloqueó la opción de usar el navegador), recibió la respuesta.

—¿Vas a ver a la chica que me llamó la otra vez?

—Sí, ella.

—¿Cuál era su nombre?

—Kate—respondió Darren, mientras iba a buscar el balón.

Ya estaba con una ropa más cómoda para ir a jugar. Darren la había lavado por sí solo, ahora trataba de tener toda su ropa limpia.

—Y entre ustedes... ¿no se está cocinando algo? —preguntó ella con una expresión pícara en el rostro.

Recordaba que muchas personas decían eso en su clase porque la mayoría del tiempo lo veía con Brad. Ellos, sabían que podía haber algo más que solo amigos. Aún no ha había visto a la tal Kate de la que Darren hablaba.

—¿Qué? Claro que no—respondió Darren hoscamente dirigiéndose a la puerta.

—Muy pronto puedes tener cuñado, hermanito. Así que yo quiero una cuñada—bromeó Hazel y estalló en risas. Darren negó con la cabeza, contagiándose de la risa de su hermana.

—Es solo mi amiga, nada más. Vuelvo al rato—se despidió con la mano y salió de casa.

—Está bien.

Hazel sonrió y vio el móvil, Brad le llamaba de nuevo.

***

Llegó en unos veinte minutos. Kate Morton ya estaba allí, sentada y con la espalda apoyada contra el muro. Al ver a Madison cruzar la calle, se puso de pie.

Ella pensó por que no iba a llegar, pero ahí estaba él, con la ropa deportiva de la otra vez. Se dieron un rápido saludo y empezaron con la práctica.

Se trataba de que ella pueda aprender lo necesario, que se mueva con tanta rapidez y agilidad para que, en algún momento, ya jueguen de verdad. Las canchas sobrantes estaban vacías, solo eran ellos dos en ese sitio. Madison enseñaba y veía si Kate cometía alguna falla para después corregirla.

Hasta el momento, no iba tan mal.

Morton lanzó el balón en la canasta y erró por un poco para lograse entrar. Se había puesto en puntillas y arrojó con las dos manos.

—No, no... no debes lanzarlo así—dijo Darren.

—¿Cómo debo hacerlo? —inquirió Kate, jadeando un poco.

—Permíteme.

Darren tomó el balón y se lo entregó en las manos. Se colocó tras ella y tomó sus codos.

—Debes elevar el balón con las dos manos, pero al momento de lanzarlo, solo usa una mano—empezó a levantar los codos de Kate y vio que ella estiró los brazos, él negó con la cabeza—. Sólo debes hacer como si lo empujaras. ¿Eres zurda?

—No, no lo soy—dobló sus brazos de nuevo.

—Entonces usa la derecha para arrojarla.

Y Kate hizo el lanzamiento con la derecha, haciendo un pequeño brinco. Aunque el lanzamiento fue sin fuerza, cayó directamente al suelo.

—¿Así? —preguntó ella un tanto insegura, esperando la respuesta de él.

Pero en el instante en que tuvo esa cercanía con Madison, se ruborizó. No entendió por qué. Fue espontáneo.

—Así es, de ese modo—Darren asintió con la cabeza y soltó a Kate.

El balón rodó un poco por el suelo. Darren lo agarró y se lo entregó a Kate de nuevo.

—Muy bien, quiero ver que lo hagas una vez más.

Kate posó la mirada en el cuadro y al arrojarlo (haciendo el impulso con los pies para dar un salto y del modo en que Darren le explicó que lanzara), vio como al chocar, hizo que este cayera por el aro.

—¡Muy bien, Kate!

Y la vio a ella sonreír de oreja a oreja, agradecida.

Ambos practicaron un poco más. Cuando terminaron, salieron de la cancha y caminaron por la acera, ya estaban cerca de despedirse.

—¿Crees poder venir mañana? —preguntó Darren.

Una persona caminaba detrás de ellos.

—Quizá pueda—respondió Kate, dubitativa—. Mira tú correo electrónico mañana después de clases. Ahí te diré si venimos a seguir con la práctica, ¿vale?

—Vale.

La persona cruzó la calle y siguió caminando.

Darren y Kate se despidieron y se fueron a sus respectivas casas.

***

Él se aburría de verlos jugar. Pasaba de casualidad por allí y vio a Kate Morton y Darren Madison.

Se veían tan felices jugando juntos...

Vio como Madison se puso tras ella y la ayudó con el balón.

Vaya, vaya... ¿qué estás tramando Madison? ¿Le estás dando clases a ella? Pues que buena manera usas para hacerlo.

No daba crédito a lo que veía. Si era así, entonces esperaba ver que él gritara de enfado, como lo veía antes.

¡Pero no vio nada de eso! Al contrario, lo vio tranquilo y eso, pudo hacer que ella aprenda con rapidez. Él, se quedó unos minutos viéndolos y decidió hacer algo cuando los vio alejarse de las canchas. Los siguió con toda la cautela posible, haciéndose pasar por un peatón más.

Y los escuchó hablar de un encuentro más entre los dos al día siguente. Cruzó la calle como si nada hubiese escuchado.

Él empezó a sonreír. Pensó en algo que podría hacer para los dos, el día de mañana.

Algo que les haría daño.

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