CAPITULO 58

(Domingo 14 de enero del 2018)

Cuando uno se acostumbra mucho a madrugar para ir al instituto, esto podría verse aplicado en todos los días, incluso en fines de semana. Darren Madison había despertado a las 5:40. Él prefería descansar un poco más, pero a pesar de dar las vueltas una y otra vez en vano, con la esperanza de sumirse en el sueño. Luego de no lograr dormir, decidió levantarse a eso de las 6:30.

En esa y la anterior semana (mucho antes de haber perdido en la batalla de licor contra Lancaster), no había salido a jugar baloncesto. Eso se debía a que ya estaba completamente solo, sin amigos. Will lo había abandonado e ir a jugar no le animaba tanto. Sin embargo, quería volver a jugar, ya sea que deba ir solo.

Se vistió con algo más cómodo, deportivo (todo de color azul marino). Tomó el balón de basquetbol y salió de su cuarto. Antes de irse, pensó en si debía decirle a sus padres sobre su salida, pero por los ronquidos de su padre, comprendió que era mejor no molestar.

Y antes de irse, pensó en despertar a Hazel, golpeando la puerta a lo loco. Él había levantado la mano para tocar la puerta como si estuviera desesperado, pero se detuvo. ¿Qué clase de beneficio le traía despertar a su hermana? En realidad, no había ningún beneficio, solo estuvo cerca de hacer otra de sus viejas bromas.

No tiene idea de cuánto tiempo estuvo Hazel con las tareas. Ella lo que más necesita, es ese descanso y Darren, estaba cerca de interrumpir eso. Bajó la mano y no hizo nada.

Salió de casa en silencio y anduvo a pie, hasta llegar a la cancha de baloncesto.

Bueno, luego de diez minutos caminando en el frío de la mañana, llegó para ver que cada espacio de juego estaba ocupado. Jamás había pasado eso, antes Darren cuando solía salir con Will, cada cancha (en total cuatro espacios) estaba disponible para cualquiera. En esta ocasión ya no y le sorprendía que fuera así.

Él simplemente iba a hacer unas cuantas canastas por sí mismo y después regresar a casa.

Pero Madison no pensaba volver a casa sin al menos haber jugado un poco, al menos por unos minutos. Con Will recorrían la ciudad en busca de posibles canchas que se encuentren más cercanas, en caso de que en uno no se pueda jugar. Darren aún tenía conocimiento de algunos lugares.

Así que se dirigió hacia unas canchas que estaban a unas calles más arriba de un centro comercial. Al llegar, tuvo el mismo resultado que en la anterior.

¿Es que se han organizado para ocupar cada cancha de la ciudad o qué?

Solo había ido a dos y ya se estaba hartando. Pensó en un tercer lugar y luego de caminar por mucho tiempo (su muñeca se había cansado de tener el balón pegado al costado de la pierna y su brazo), sus ojos se iluminaron y sonrió. Al fin había encontrado un lugar vacío, no había un alma por allí.

Él no llevaba un reloj, pero eran las 7:25. Aún había tiempo para hacer algunas canastas antes de volver a su casa. Tomó el balón y lo arrojó al cuadrado del tablero, haciendo la primera canasta.

Después de varios intentos, ya había sumado en total catorce aciertos. Jadeaba un poco al jugar, pero él mismo admitiría que se sentía de lo más enérgico, alegre. Apenas recordaba todo lo malo que empezó a surgir desde hace unas semanas y ponía toda su concentración en cada lanzamiento.

Hasta que tuvo cierto descuido y el balón se le había escapado, saliendo de la cancha y cruzando la calle, rebotando.

—Mierda, lo que faltaba.

Soltó una bocanada de aire y antes de ir por el balón vio que una mujer pasó corriendo a un ritmo leve, parecía que no veía el balón, como si estuviese distraída o tuviese la mirada fija en el camino. La mujer lleva una camiseta y pantalón deportivo color celeste, llevaba calzada un par de tenis de blanco.

Pero el cabello negro (en una coleta), y por el perfil de la cara de esa persona que corría, Darren supo quién era.

—¡Morton! —Hizo una pausa, negó con la cabeza, se suponía que no debía llamarla por el apellido—. ¡Kate!

Cuando Kate escuchó que la llamaron, buscó con la vista a la persona que lo había llamado. Se saludaron con la mano. Darren le hizo una seña a unos metros donde se encontraba el balón; Kate volvió la mirada hacia el lugar que se le había señalado.

Fue a tomar el balón y Darren esperando que ella se lo arroje, vio que ella cruzaba la calle para entregarle el balón en la mano.

—Se nota que aprovechas muy bien el domingo—comentó Darren, recibiendo su pelota.

—¡Por supuesto que sí! No me gusta estar echada en la casa—respondió Kate, jadeaba un poco y una capa de sudor cubría su frente y el rubor de sus mejillas era intenso. Sí que estuvo corriendo en la mañana.

Eso era algo que Kate hacía. En casa, cuando tenía algo de tiempo, hacía ejercicio (aunque al ser voluntaria en el hospital, no había mucho tiempo). Y siempre le gustaba decir: Entre nos... quiero confesarte que soy más fuerte que Scarlett y Judy. En parte era cierto, puesto que hacía mucho esfuerzo para mantenerse en forma.

—Eso es bueno...—él miró de reojo al aro y luego a Kate—. ¿Te gustaría jugar?

Ella puso expresión dubitativa. Había una verdad absoluta. Kate no era jugaba al baloncesto, pero cuando el director Jenkins llevaba a un grupo de estudiantes a ver los partidos, le gustaba mucho ver como jugaban y también le gustaba alguno que otro de los jugadores. Pero no tenía mucha intención de practicar.

—No he jugado, Darren—admitió ella—. Quizá me venzas a la primera, llevas más tiempo que yo. Así que no quisiera hacerte molestia.

Darren enarcó una ceja.

—¿Molestia? No, para nada. Si no sabes jugar, te podría enseñar. Claro, si es que quieres.

Kate se lo pensó unos segundos. Ella debía llegar en una media hora más, tenía tiempo así que decidió aceptar la propuesta de Darren.

Y cuando empezaron, ella rememoraba lo mucho que había aprendido en clase de Deportes cuando estuvo en la escuela, los modos de hacer los pases, cubrir y mucho más. Darren se lucía como un buen instructor. Pero él, aun así, se estaba conteniendo.

Una vez Darren había estado enseñando a un jugador nuevo, las estrategias de juego para tener más ventaja a la hora de estar en un partido real. Pero ese chico era tan nulo, tan pésimo que, en las indicaciones que se le daba, no las hacía del mismo modo. Darren lo veía como un integrante que los haría perder tiempo y también un partido. Por lo cual, Darren se enfadaba cuando las estrategias no se llevaban a cabo del mismo modo y se ponía a gritarle al chico en cada falla. Había veces en las que lo golpeaba por no hacerlo bien. Eso sucedió hace un año por lo menos.

Se contenía a ponerse eufórico en los errores de Kate. Se dio cuenta que si volvía a eso que fue más de una vez, no serviría (incluso ella esperaba ver eso nuevamente como lo fue el día anterior). Él estaba en el proceso de cambiar, ser diferente. Gritar e insultarla a ella, sería el mejor modo de demostrar que se quedaría estancado por más tiempo.

Sin embargo, Kate no cometía tantos errores y lograba hacer las instrucciones de Darren a la perfección. Y él se sintió bien al ver que ella lo estaba logrando poco a poco.

Ya estaba cerca de ser las ocho de la mañana y Kate se despidió de Darren. Después, cada quien tomó su camino.

***

Darren abrió la puerta de su casa y ya veía a Hazel en la mesa, desayunando. Se dieron un saludo y se sentó al lado.

—Le he dicho a mamá que volviste anoche—dijo Hazel—. No me preguntó dónde estabas, pero... he preparado el desayuno para todos, así que puedes tomar un poco.

En la licuadora había un batido de mora y Darren no pudo evitar soltar una risita, puesto que recordó lo de hace un par de horas.

Hazel le preguntó cuál era la razón por la que su hermano debió quedarse allí en esa otra casa. Darren le había dado la respuesta y vio que su hermanita no estaba tan de acuerdo con eso, le daba igual que a ella la vean con otro chico y que luego esas chismosas comenten lo que han visto.

Pero de todas formas, tanto Darren como Hazel, deberían agradecer a Kate Morton por poner a uno de los Madison en un lugar más seguro.

Hazel le hizo una pregunta más.

—¿Qué tanto hiciste allá? Debió ser muy arriesgado que sus padres, sin saber nada, estuviesen cerca de verte en su habitación.

—Muy arriesgado—comentó Darren, su hermana quiso beber un poco más del batido—. Por poco me atrapan y hubo un momento en el que estuvimos cerca de ser descubiertos. Ella tuvo que esconderse conmigo en la ducha mientras me bañaba y entonces...

Hazel al escuchar esa parte, escupió en un rocío de su propio batido y tosió un poco.

—¿Cómo que en la ducha? —inquirió ella.

—Sí...

—¿Te vio desnudo? —sus ojos se abrieron de par en par, se encontraba horrorizada, aunque también quería reír.

—No, me había puesto una toalla.

—¡Por Dios!—Hazel dejó de preocuparse y soltó una risotada, en serio le había hecho gracia—. Esa Kate si hizo lo posible para no ser castigada.

—Se arriesgó a pesar de haber tenido mucha vergüenza.

—¿Y qué más pasó? —preguntó Hazel Madison.

Ella quería saber más de lo ocurrido pero quiso empezar con eso de que su hermano estuvo en la ducha con Morton. Quería todos los detalles y mientras le contaba, ambos reían.

Fue una excelente mañana, un agradable desayuno junto a su hermana y antes de que Darren comentara que estuvo leyendo, la madre de ellos salió de la habitación (estaba puesta una bata y el cabello lo tenía revuelto). Ambos callaron la conversación que tenían. Y dieron los Buenos días al mismo tiempo.

—Buen día—respondió la madre en tono muy frío y simple.

Los dos hermanos se percataron de la manera en que esas dos palabras salían de su boca. La señora Madison, a pesar de que estaba molesta con su hijo, el saludo lo dirigía más a Hazel que a él, pero en este caso les respondió a los dos de un modo diferente y extraño. Los hermanos Madison se miraron y en vez de preguntar si algo pasaba, no dijeron nada.

—Mamá... al rato iré con Darren a comprar algo. ¿Nos das permiso para ir?

—Sí—respondió la madre, llenando un vaso con el batido. Se sentó en la mesa junto a sus hijos.

—Es-está bien...—musitó Hazel y miró hacia otro lado.

La madre apartó un poco el cabello y dio un sorbo a la bebida.

En ese entonces los dos pudieron ver el rostro de ella. Quedaron anonadados.

En la mejilla y parte del cuello, pudieron ver unas extrañas marcas violáceas. Darren pudo identificarlas de inmediato, ya que él también en años posteriores solía hacer ese tipo de marcas en la piel.

Moretones.

—Mamá... quién te...

La señora Madison reaccionó a tiempo y se cubrió con el largo cabello en donde se había tapado segundos antes.

—Mejor váyanse—dijo la madre y les hizo un ademán hacia la puerta.

—Pero, mamá...

—¡Váyanse! —vociferó ella.

Los dos se levantaron de sus sillas.

—Ven, Hazel. Hay que irnos.

Su hermanita fue a la habitación por el dinero y fue la primera en salir, Darren la siguió.

Hazel dudaba y quería saber quién la había atacado así, no recordaba verla así la noche anterior.

Pero Darren sí lo sabía y apretó su puño con fuerza al darse cuenta del culpable.

Fue su padre quien le ha dejado esos moretones.

***

Todos confiaban en él. Nadie sospechaba. Esta persona se trataba de alguien completamente diferente y no era James Lancaster, ni tampoco de Darren Madison. 

Él, era mucho peor.

Él se consideraba como un Hombre sumamente discreto para poder actuar cualquiera de sus maldades. También se consideraba alguien muy arriesgado y malvado.

Pero en realidad, él no era más que un cobarde que se dedicaba a algo que no le era permitido.  A esta persona le encantaba romper la ley y apenas consideraba las consecuencias de lo que eso llegaría a provocar.

Hacía todo tipo de cosas. Manipular y amenazar era lo que mejor podía hacer. Manipular a la perfección para cumplir sus caprichos. Amenazar tan bien, que podía causar el verdadero temor y así evitar cualquier tipo de problemas. Debió empezar a hacer esa clase de cosas desde hace unos tres años.

Y él, estaba a punto de atacar a alguien más para sus caprichos.

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