CAPITULO 57
De todas las cosas que le pasaban a Judy, algo que solía disgustarle, es hacer cosas al apuro, sin imprevisto. Cuando a ella la obligaban a hacer alguna cosa que tomase tiempo de preparación, como lo era en el caso de las exposiciones en clase, no le salían bien. Un ejemplo era cuando tuvo que exponer sobre un tema de Cadenas Tróficas hace años, y por muchas tareas, no pudo estudiar, fue por eso que su calificación al día siguiente no era la que esperaba.
Prefería prepararse bien y actuar como se debe. Aquello era con todo. Incluso para salir con sus amigas, se tomaba el tiempo de elegir un buen atuendo dependiendo de la ocasión.
Y a pesar de que Will, el chico que tanto le ha estado gustando le dijo horas antes que si podía salir con él, se sintió como si Will se lo hubiese pedido cinco minutos antes de la hora prevista. Quería pedirles a sus amigas alguna recomendación en cuanta ropa para ver a Will.
Pero si las llamaba, tardarían tiempo en que ella busque algo apropiado para la salida con Will. Después de darse una ducha y debatirse entre diversas opciones de ropa, escogió una falda que le llegaba hasta las rodillas y una camisa denim. Se dirigió al baño y se maquilló con parsimonia. Le quedaban aún veinte minutos para encontrarse con él, y quería calmarse. ¿Qué era aquello que la hacía sentir exasperada?
Will le había pedido para verse, claro está, pero el mensaje que le llegó a ella era diferente:
¿Podríamos vernos en el parque que queda a unas calles cerca de tu casa? Quiero hablar contigo, decirte algo importante.
Ella aceptó y no había parado de pensar en toda la bendita mañana sobre qué era aquello tan importante, pero deseaba con todas sus fuerzas que sea lo que esperaba.
Judy Griffin agarró su bolso y antes de salir, se despidió de su madre, que estaba en la sala.
—¿A dónde vas? —le preguntó ella.
—¡Voy a ver a Will!
Su madre enarcó la ceja al verla tan emocionada.
—¿Por qué tanta emoción? —preguntó su madre, dejando de ver una novela que estaba en la televisión—. Ya has salido con él muchas veces y no veo que haya pasado algo...
—¡Creo que hoy ya es el día! —gritó Judy, aún más emocionada.
Tanto su madre como su padre no tenían problemas con que ella saliera con un negro. Judy tenía la suerte de que sus padres no sean racistas. Aun así lo fueran, Judy estaría con Will de todos modos, no dejaría que ellos se interpusiera con alguien que le gustaba, ya sea que lo tenga que hacer a escondidas.
—¿Estás segura? —su madre sonrió—. Ve, hija, solo espero que esta vez ya sea la buena.
Y Judy salió de casa con rapidez. Aún le quedaba tiempo de sobra y prefirió caminar con tranquilidad, pero recordar que Will quería decirle algo importante hacía que caminara más aprisa. Luego volvía en sí e iba aminorando la marcha.
Llegó al parque cinco minutos antes y sin creerlo, Will ya estaba allí. Ocupaba uno de los bancos e iba con un ramo de flores en la mano. Estaba vestido con una camisa blanca ceñida a su cuerpo y unos pantalones negros. Estaba mirando hacia la nada, distraído en sus propios pensamientos.
Judy se acercó a él con un rápido beso en la mejilla y se sentó al lado.
Will le tendió el ramo de rosas y Judy agradeció. Ella sintió un rubor más intenso en sus mejillas y soltó una exhalación, dejando el presente de él en el regazo. Will se acercó más a ella y pronunció la palabra perdón una vez más en ese día.
—Perdón, Judy... —sonrió torpemente—. Sé que he perdido mucho tiempo al no haber hablado contigo de esto.
—Will...
—Judy, sé lo que entre tú y yo sentimos. Es algo especial y quiero tenerlo solo contigo.
Will tomó la mano de Judy y la entrelazó con sus dedos. Judy sintió que el rubor se había intensificado.
—He tardado demasiado, es cierto, pero ya no quiero seguir malgastando el tiempo—levantó la mirada para verla a los ojos—. Judy, quiero dejar de ocultar lo que en verdad siento por ti y demostrar mucho más. Quiero ser el chico que te pueda animar en tus peores días, quiero ser aquel que te acompañará en cada uno de tus logros. Quiero eso y mucho más, Judy.
Ella no podía creerlo, al fin estaba viéndolo admitir que sí había sentimientos en él que querían corresponder los de ella. Judy siguió atenta.
—Me gustaste desde hace mucho tiempo... Entonces... ¿qué me dices...? ¿Quieres ser mi...?
A Judy se le había caído el ramo de flores que tenía en el regazo y lanzó sus brazos por detrás del cuello de Will y lo besó. No le dejó terminar la pregunta, pero ya sabía que sería ésa.
—Sí—sonrió ella luego de haberse separado un poco de él—, sí y mil veces sí.
Will se dejó contagiar de esa sonrisa. Aferró sus manos a la cintura de Judy y le devolvió el beso.
A ella ya no le importaba sí fue imprevisto y no había más que solo el ramo de rosas. Lo que más le importaba, es que después de tanto tiempo, podía hacer oficializar algo con Will.
***
Darren había escuchado una vez que Scarlett solía quedarse leyendo hasta el otro día.
¿Cómo se supone que lo hacía? Darren ya llevaba leyendo catorce capítulos ya se sentía... bastante desanimo para seguir. Obvio que la historia lo había atrapado por completo, pero ya no quería continuar. Se levantó de la silla y se estiró. Darren aseguraría que sus rodillas, brazos y espalda se crujieron luego de haber estado sentado durante largo rato.
Además, quería cenar.
Por la tarde, hubo una pequeña dificultad para el almuerzo, debido a que debió esperar hasta las cinco de la tarde para poder comer.
Ya eran las 23:16 y el estómago le exigía comer. Se sentía igual de hambriento que en los primeros días en las que no se permitía gastar tanto dinero para comprar algo para comer.
Kate Morton llegó a la habitación, con un sándwich de atún y un refresco. Podría ser de noche, pero comer lo que sea, valía la pena.
—Un poco más y podía haber muerto, Morton...—dijo Darren, la boca se le hacía agua al solo ver el sándwich.
—Perdón, pero como no me dejan comer aquí, tuve que ser precavida para traerte algo.
Kate no le permitían comer en la habitación, sus padres pensaban que era un mal hábito, además, sus padres estaban en la sala y siempre estuvieron atentos a que ella no se llevase nada a la habitación, si quería algo, podía comer en la cocina o en la sala. Darren aceptó la cena que le trajo Kate y se la terminó en menos de tres minutos.
Aún le faltaba unos minutos para salir de esa casa e ir a la suya, donde debía estar.
—Morton...
—Ya deja de decirme así—farfulló Kate con un tono un tanto desdeñoso—. Mi nombre es Kate, prefiero que me llamen así que por mi apellido.
Darren asintió lentamente y se puso de pie. Hace unos minutos escuchó que los padres de Kate habían dejado de ver una película junto a ella (él no sabía cuál podía ser, los diálogos no se le hacían familiares) y finalmente habían apagado la televisión. Estaba seguro que se prepararían para ir a dormir.
—De acuerdo, de acuerdo... Kate... —apretó la mandíbula y se limitó a mirarla—. Quiero agradecerte por haberme dejado esconderme aquí...—soltó una risita y añadió un comentario sarcástico—. Fue divertido estar encerrado aquí. Pero ya en serio, gracias. Por lo poco con lo que has podido alimentarme y... por prestarme por unos minutos tu ducha.
Y ambos se taparon la boca para reírse. Fue una situación peligrosa al principio, pero que ahora les hacía mucha gracia.
—Gracias por todo, Kate.
—De nada—respondió ella, sonriendo.
Se quedaron callados por unos segundos, mirándose a los ojos. Al otro lado de la habitación de Kate, escuchó el chirrido de los resortes de la cama del cuarto de los padres de ella. Ya estaban en la cama.
Cuando se aseguraron que ya estaban dormidos, Kate abrió lentamente la puerta, agudizando el oído para escuchar si su padre roncaba y sí, eso fue lo primero que llegó a oír.
Le hizo un ademán a Darren para que se mueva con cuidado y abrió la puerta por completo. Y Darren ya podía ver el resto de la casa. Se había imaginado el interior más grande.
Se acercaron a la puerta principal y Kate la abrió, con toda la sutilidad y silencio posible. Echó un vistazo fuera de la vecindad para ver si todas las luces estaban apagadas. Luego de barrer cada metro con la mirada de las casas alquiladas sin ninguna luz (aún más en las vecinas chismosas), le dijo a Darren que ya era seguro irse.
Madison agradeció una última vez. Kate le dijo por dónde ir y Darren asintiendo a cada orden, se despidió de Kate para luego marcharse.
Madison tuvo mucho cuidado en no hacer ruido. Era una suerte que no tenía portero. Darren empezó a correr, alejándose más y más de la vecindad en la que Kate vive.
***
Hazel ya quería terminar la tarea para irse. Su maestro de ciencias nunca antes se había excedido con las tareas. Fue culpa de uno de los chicos de su clase que no dejaban de hacer silencio, la razón por la que aún no había terminado. Cualquiera diría que era mejor que solo castiguen al culpable en vez de toda la clase.
De cualquier manera, su maestro de Ciencias se le ocurrió castigar a todos en vez de uno. Ese chico solo ganó desprecio del resto.
Levantó la mirada cuando escuchó sonar el pestillo de la entrada. La puerta se abrió lentamente y él vio a su hermanita sentada frente a la mesa con unos cuadernos y un libro.
Hazel se levantó de su asiento y corrió a abrazar a su hermano. Eso dejó bastante confundido a Darren y correspondió al abrazo de Hazel.
—No vuelvas a hacer eso, por favor... ya no te vayas sin decir nada...—gimoteó Hazel, había empezado a sollozar desde que envolvió con sus brazos a su hermano.
Eso confundió aún más a Darren. ¿Desde cuándo su hermana se comportaba así? Él no lo notaba, pero ella era así todo el tiempo, solo que no la había tomado en cuenta durante tantos años.
Hazel en serio lo amaba y a pesar de todo las bromas y lo que le había causado en su infancia, ya no le importaba. Lo sentía a él como tan esencial en la familia como lo era su madre. En cambio su padre... ya no tanto...
—Descuida... ya no lo haré—dijo Darren con una voz más suave. Se sentía muy mal al verla así.
En realidad, sí sentía muy mal al verla de ese modo y aquello se debía a que él había desaparecido. No creyó que algo así afectaría a Hazel.
—¿Y tú mochila? —preguntó ella al apoyar las manos en los hombros.
—Ah... me la habían robado...
Hazel abrió los ojos de par en par y antes de que decir algo, Darren se le adelantó.
—Compraré otra... algún día.
—¿Y cómo lo harás?
Y en ese instante estuvo cerca de decir sobre la billetera que tenía escondida bajo el colchón. Era mejor callar eso y no decir nada al respecto. Además, en el camino había estado considerando que llevaría todas sus cosas en una bolsa plástica.
—Creo que reuniré para comprar otra—mintió Darren.
Hazel se puso dubitativa por unos segundos. Estaba más decidida a ayudarlo.
—Yo tengo dinero. Podría comprarte una.
—¿Qué? ¡No! Es tu dinero, mejor guárdalo para una mejor ocasión.
—Y esta es la ocasión—musitó ella.
El hermano Madison se encogió de hombros, no quería aceptar.
—¿Por qué me ayudas justo ahora? ¿Por qué te pones en este plan? Si parecía que antes me odiabas y deseabas que me fuera de lo peor.
—Y eso había deseado una vez—confesó Hazel—. ¡Pero no llegué a pensar que todo te llegaría a tanto mal! Y prefiero ayudarte... me siento culpable de ese deseo.
—Haya sido real el deseo o no, es mejor que no lo hagas—dijo Darren, empezó a ir a su habitación, quería dormir.
—He dicho que quiero ayudarte, Darren. Por favor, insisto en hacerlo.
Ella escuchó como soltó una fuerte exhalación. Él sabía que si ella insiste, no dejaría en paz hasta lograrlo.
—Está bien...
—¡Estupendo!
—Pero ahora solo quiero dormir...—susurro Darren, su voz se oía muy agotada a pesar de haber estado tanto tiempo sentado leyendo.
Ambos se despidieron y Darren se dirigió a su habitación, cerrando la puerta. Hasta sus padres ya dormitaban, él también quería un descanso. Fue un día largo para él.
Cerró la puerta, se dejó caer en su cama y durmió, después de unos minutos.
A él le quedaba una semana para descubrir el daño del que habló Lancaster en el sueño.
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