CAPITULO 56

Luego de haber leído cinco capítulos, Darren se detuvo por unos minutos.

Sea quien sea el maldito Anónimo de la historia que estaba leyendo en ese momento, era un tipo que se la había ingeniado tanto para hacer algo increíble y en cada capítulo, Darren, tenía la intriga de seguir descubriendo que sorpresas podría traer mientras su lectura seguía.

Sin embargo, algo lo estaba inquietando. Despegó la vista del móvil y miró a la calle por la ventana por unos segundos. Toda la mañana estaba repitiendo en su mente (a excepción del momento que estaba leyendo), que el sueño que tuvo mientras Kate Morton la cargaba a esa habitación, era algo que quería darle un significado, saber qué es lo que había visto.

Recordaba haber estado en una casa grande, una casa llena de lujos y varias comodidades, como las que veía en las películas. Entraba a dicha casa y caminó por un estrecho pasillo, las paredes eran blancas. En una mesa vio unos cuantos adornos, un jarrón blanco, una imagen de un paisaje de una montaña con un marco dorado y lustroso.

Al llegar a la sala, vio diferentes adornos, unos sofás de color rojo y una mesita de cristal en el centro. En una esquina estaba un baúl de aspecto envejecido y algo mohoso.

Pero también vio algo más.

Allí estaba James Lancaster con una camisa roja y unos vaqueros ajustados color negro. Ocupaba uno de los sofás. Antes de que Darren pueda hablar, James le ganó.

—Si te rindes o fracasas, lo vas a perder todo—hizo una pausa y añadió—. Claro, si es que tienes una alternativa para el daño. También para algo más difícil.

—¿Cuál daño? ¿De qué estás hablando, Lancaster?

—De todo lo que vendrá muy pronto—susurró Lancaster.

Darren frunció el ceño, no entendía de lo que estaba pasando allí.

—¿Qué va a pasar? —inquirió Darren.

—Mira en el baúl—musitó Lancaster, haciendo un frívolo movimiento con la cabeza—. Lo que hay allí lo usarás.

Darren despegó la mirada de él y vio el baúl. Por un momento dado, pensó que había visto el interior a pesar de que estaba cerrado. Se alejó de él y se acercó a examinar el contenido del baúl, estaba seguro de que había visto...

Se arrodilló y a sus fosas nasales llegó un olor horrible, que le era familiar, pero no sabía de dónde era la última vez que había olfateado eso. Abrió el baúl y observó lo que había allí.

Lo que halló, fue el bate azul. Lo tomó con su mano izquierda.

—¿Cómo se supone que me va ayudar esto, Lancaster?

Madison quiso mirarlo por encima del hombro, pero al buscarlo con la mirada, ya no estaba. Algo más pasó aparte de la desaparición de Lancaster.

La sala se estaba deformando, las paredes se tornaron de un color diferente, un tanto amarillentas y también se cerraban. El espacio allí estaba terminando.

Darren, empuñando el bate, salió corriendo por el pasillo. Pero todo se derrumbaba en el interior, por lo que Madison tropezó con la mesa que había visto segundos antes. Se le cayó el bate. Prefirió dejarlo ahí y salir corriendo. También creyó escuchar que alguien golpeaba algo de madera.

Al abrir la puerta principal, la luz le golpeó en la cara. Y abrió los ojos en la vida real...

Y así fue como él había despertado (incluyendo ese horrible dolor de cabeza que lo estaba matando).

El sueño lo había inquietado. ¿Qué se supone que significaba? No lo sabía y tampoco creía tener que encontrar la respuesta, ya que consideró que llegaría por si sola. ¿Por qué en vez de haber golpeado a Lancaster en su sueño, le hizo caso y no actuó? Porque ya no parecía necesario y eso formaba parte del cambio que quería hacer.

Si él se había prometido cambiar su manera de ser, ¿golpear a James en un sueño significaría que ha hecho lo que tenía en mente? Más bien, significaría haber perdido el desafío que se puso frente a él. Además, Lancaster le dijo que habría alguna especie de daño si se rendía.

Sus pensamientos solo eran de lo que había soñado... al menos se distrajo un poco con el relato de ese tipo Anónimo. Ojala pudiera imprimir eso y así poder llevar esa grandiosa lectura en...

Darren no se había puesto a pensar en algo...

En la casa, aún seguía Kate y él. Los padres estaban fuera. Él la llamó y en unos segundos escuchó que la silla en la que debió estar Kate, se arrastró, luego sus pasos se aproximaban. La puerta se abrió.

—¿Qué pasa, Darren?

—¿Has visto mi mochila? —preguntó él.

—No... —Kate parpadeó, sorprendida—. No la traías puesta cuando te recogí.

Darren se desplomó por completo en el asiento en el que se encontraba. ¿En qué momento perdió su mochila? ¿Se la habría llevado el ladrón que Kate le mencionó?

No lo sabía. Kate entró.

—¿Tenías algo importante guardado allí?

—No tenía nada en lo absoluto—aseguró Darren. Antes de salir, había vaciado todo en el casillero (acomodar todo aquello era más complejo que en Tetris), en caso de emergencia lo hizo, pero al no tener más espacio, decidió llevar la mochila al hombro—. Pero en la mochila guardaba todo...—dijo él voz con melancólica.

—Lo lamento, Darren—Kate se acercó y puso una mano en el hombro—. ¿No tienes una extra en casa?

Madison negó con la cabeza.

No, él ya no tenía ninguna más. Era una mochila vieja pero aún servía para llevar sus cosas. Lo que no tenía pensado hacer, era gastar de su dinero para comprar otra nueva. Hasta la más simple era costosa.

—Iré a seguir con mis tareas—comentó Kate, palpando el hombro de Darren una última vez.

—Bien...

Kate salió de la habitación.

Darren soltó un suspiro y reanudó la lectura del relato de Agujeros azules.

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