CAPITULO 54

La cocina y la sala estaban frente a la otra. La cocina, sencilla y poco espaciosa al igual que el comedor, se encontraba ubicada en una esquina, al lado de la ventana. Por otro lado en la sala, no había mucho que decir, ya que solo había dos sofás verdes, una televisión adherida a la pared y en una esquina, estaba una computadora que el padre de Kate compró en 2012. Lo bueno es que la maldita computadora aún aguantaba, a pesar de tantos años.

Pensó en algo rápido para el desayuno de Darren: lo mismo que su padre había preparado. Quedó un poco de lo que él preparó esa mañana, así que eso se lo llevaría a Darren, y también un poco de fruta. El sonido de la regadera empezó. Ella meditó cuanto podría tardar, esperó que no sea tanto. Volvió su atención al frutero.

¿Le gustará la fruta?

No lo sabía, pero no pensaba descartar nada, él tendría que comer y punto.

Llenó un vaso con lo poco que sobró del batido de mora. Tomó un pan, lo cortó por la mitad y puso una capa de mantequilla. Y por último, eligió una pera y un plátano. Listo, un desayuno improvisado, pero adecuado. Un momento antes de llevar todo a su habitación en dos viajes, vio por la ventana del segundo piso que su madre estaba de vuelta.

Si la hubiera visto justo en el momento en que su mano agarró el vaso, se le habría resbalado. Se alarmó. Entonces se obligó a pensar en lo que haría, pero apenas podía pensar y no quedaba mucho tiempo. No podía esconderse y tampoco podía esconder a Darren, pero sin duda debía evitar todo tipo de evidencias que salten a la vista. Tenía que actuar con precaución, pero con rapidez.

Dos minutos y cincuenta segundos más para que su mamá llegue.

El sonido de la regadera aún seguía ahí, Darren apenas debería estar remojándose. O quizá echándose el shampoo...

―¡Morton!

El grito hizo que Kate reaccione y le preste atención a la voz de él

―¡No hay shampoo! ―gritó Darren, nuevamente.

Y efectivamente, se había acabado. La mamá de Kate fue de compras, y de paso podría comprar uno, si es que no lo había olvidado.

Kate tomó el desayuno y se lo llevó a la habitación, después cerró la puerta detrás de ella y se quedó en mitad del pasillo, aun organizando ideas de salvación para no tener un castigo.

Pensará que yo estoy bañándome... y si no recibe respuesta... entrará y si no escucha mi voz, irá a la ducha, quitará la cortina y verá quien es el que está ahí...

Un minuto y cuarenta segundos más para que su madre llegue a casa.

Se le ocurrió algo, pero dudaba que funcionara. No había otra opción. Ella abrió la puerta y entró al baño.

Ese cuarto de baño era pequeño, encogido. El váter estaba a medio metro y al lado, estaba la ducha, que estaba cubierta por una gruesa y cremosa cortina blanca. Aunque alguien encienda una linterna, no podría ver la silueta de alguien que esté bañándose. Kate no miraba la silueta de Darren, pero la regadera aún sonaba. En otra esquina (donde siempre estaban las toallas), Kate, pudo ver la ropa de él, hecho jirones, casi todo envuelto en una bola.

―¿Morton?

―Sí, soy yo, pero cállate y no hables―susurró Kate por encima del sonido del agua, necesitaba concentrarse y no quería que él hable.

Y fue entonces que Darren enmudeció. Kate se acercó al montón de ropa y la ordenó, apurada. Dobló la ropa de tal modo, que se acople bajo las toallas. Todo lo que más pudo, aunque sí podía notarse una casi escasa diferencia.

Con tal que no vea esto...

Quince segundos más para que la madre atraviese la puerta principal de la casa. Después regresó a la puerta, aliviada.

Lo único que le quedaba, era poner el pestillo... si su madre preguntaba algo, podría gritar para responder y así ella creería que en realidad...

El chasquido de la puerta del baño... no logró escucharlo.

El sosiego de Kate se había esfumado...

Kate giró el pestillo, pero este no hacía ese típico chasquido que demostraba que la puerta, sí estaba cerrada. Lo giró varias veces, pero no escuchaba nada.

No... no ahora, por favor...

El pestillo estaba roto. Pero el pomo aún cumplía su función (bueno, más bien la mitad de su verdadera función). Los dedos le temblaron.

La puerta principal se abrió y escuchó el tintineo de las llaves. La madre llegó y Kate se quedó helada. Darren quería preguntar: Morton, alguien entró... ¿quién es?

―¿Kate? ¿William? ―William, El nombre de su esposo.

―¡Sí, mamá! ―gritó Kate para que ella lograra identificarla.

Kate tuvo otra idea. Se dirigió a la esquina donde estaban las toallas y tomó una, se quedó frente a la cortina de la ducha. Esperando la respuesta que ella quería oír.

―¿Cómo te bañas sin ponerte shampoo? ―preguntó su madre gritando desde el otro lado.

Kate hizo una pausa.

―¡No me había dado cuenta! ¿Puedes ir a la tienda a comprar uno?

Y ella cruzó sus dedos, pensando: Que se le haya olvidado, por favor... que se le haya olvidado...

―No te preocupes, hijita, ya he traído uno de la tienda. Ya entro para dejártelo.

Era obvio que ella querría entrar. Kate respiró hondo y cerró los ojos. Apartó la cortina a un lado y de inmediato, puso un dedo en sus labios (siseando el shhh). Escuchó a Darren soltar un gritito apagado, anonadado de lo que pasó. Esperó que Darren asintiera ante aquella seña.

Kate puso un pie al frente de la ducha, y al instante, pudo sentir el agua caliente empapando su pantalón. Pasó la otra pierna y ya estaba dentro, junto con Darren. Darren dio un paso atrás al verla entrar, con los ojos abiertos de par en par, pensando: ¿QUÉ DEMONIOS ESTÁS HACIENDO?

Si él hubiese dicho eso, Kate lo callaría, pero ahora estaba concentrada en cerrar los ojos y con la toalla aún en una mano. Kate ya estaba empapada de la mitad de sus caderas para abajo, la camiseta se tornaba oscura gracias al agua. Sus labios se movieron para decirle a él: Cúbrete.

Darren captó el mensaje y se envolvió la toalla alrededor de la cintura; sus ojos todavía no daban crédito a lo que ella estaba haciendo.

―Ya...

Ella abrió los ojos cuando él susurró. Bajó la mirada para asegurarse de que usó la toalla del modo que esperaba. Soltó un poco de aire por la boca, por fin estaba aliviada. Volvió la vista a la cara de Darren... y nuevamente lo miró de pies a cabeza. Aunque solo bajó la mirada por un cuarto de segundo y subió rápidamente. Tragó saliva y se ruborizó al ver el torso que estaba en buena forma.

Jamás, jamás... pero jamás se le había ocurrido estar semejante situación. Era embarazosa, espantosa. Estaban callados, mirándose el uno al otro, respirando nerviosamente en ese pequeño espacio.

La puerta se abrió de golpe y despegaron la vista.

―Kate ―dijo su madre―, aquí lo tengo.

Escucho sus pasos sobre el suelo de linóleo, hasta que escuchó su último paso, deteniéndose frente a la ducha. Kate se remojó el cabello y se asomó, solo dejando ver la cabeza. Si dejaba ver más, se daría cuenta que su hija lleva ropa mientras se baña.

Su madre alargó la mano, entregándole el shampoo.

―Gracias, mami―respondió ella, sonriendo a la vez que tomaba el frasco. Al menos se veía convincente, también rara por el gesto, pero completamente convincente.

―Descuida, cariño―dijo su mamá―. Termina rápido que quiero darme un baño.

―Vale.

Escondió la cara tras la cortina, cubriendo para que no se vea a nadie y volvió la vista a Darren. Tuvo que hacer el gesto de silencio para que Darren no diga nada aún. El shampoo pasó a las manos de Darren.

Antes de que salga, la mamá dijo:

―Tú padre rompió el pestillo anoche por accidente.

―Sí, eso pude notarlo―vociferó Kate, mirando a Darren. Él también notó eso.

―Hay que comprar uno nuevo. Tu padre dijo que iría esta mañana.

Eso explica la razón del por qué él se fue... pensó Kate.

La mamá de ella salió del cuarto de baño y sus pasos se escucharon por la sala (o tal vez por la cocina).

―Listo―dijo Kate entre dientes, soltando un suspiro―. Estuvo muy cerca.

―No tanto como lo estás tú ahora, Morton.

Ella parpadeó ante eso. Llevó sus ojos para que se detengan sobre los de Madison, mirándolo con curiosidad. Él ladeó la cabeza a un lado.

―¿Quieres bañarte conmigo o decides esperar afuera, Morton? ―musitó Darren con voz queda.

―Oh... cierto... perdón... ―Kate se veía nerviosa, y no había que olvidar que estaba ruborizada―. Pero date prisa, que debo cambiarme de ropa.

―Lo sé.

Salió de la ducha y se quedó sentada en el borde del váter, esperando a que termine. Vio que Madison apartó la cortina unos centímetros, su mano se asomó y dejó caer la toalla con la que se cubrió hace un rato.

Siguió bañándose por unos cinco minutos, la regadera cesó y Darren dejó ver su rostro.

―Una toalla.

―Ya te la paso.

Kate se puso de pie y se lo entregó. Después se dirigió a donde estaba la ropa que dobló hace unos instantes y la tomó, sin olvidar la toalla que Madison había dejado caer. Él salió de la ducha, con la otra toalla envuelta alrededor de la cintura y se puso junto a Kate en la puerta. Sólo ella la abrió para mirar.

Su madre estaba mirando la televisión, estaba distraída.

¿Quién va a pasar primero?

Meditó un poco y pensó que Darren debía estar al frente.

―Vas a abrir la puerta de la habitación y entrar primero. Yo estaré cerca.

―Muy bien... hagámoslo.

Tuvo mucho cuidado en girar el pomo. Abrió la puerta lentamente y se puso en puntillas, agarrando la toalla con una mano. Sus pisadas eran silenciosas y resbalosas. Con el mismo cuidado, giró el otro pomo y entró. Kate le siguió tan pegada como pudo, sin tropezar con los pies que estaban en frente.

Ella logró cruzar del umbral y para asegurarse de que nadie entre a su habitación, puso el pestillo.

Y ella no fue la única en suspirar por tanto confortación. Se volvió al chico semidesnudo.

―Yo me voy a encerrar en el armario, quiero que te cambies rápido―dejó la ropa de él en la cama. También la toalla, pero ya verá cómo sacarla a secar al tendedero.

Ninguna de esas vecinas chismosas diría algo de una simple toalla.

El cambio de ropa fue rápido. Ella estuvo encerrada en el armario, que tenía justo al lado de la silla donde Darren durmió. Cerró las puertas corredizas y esperó.

Lo mismo tuvo que hacer Darren. Kate Morton eligió otra ropa y se la puso. Aunque todo el tiempo posó la vista en la puerta corrediza, esperando que se mueva a un lado y que ese idiota husmeé lo que no deba ver. Pero no pasó nada así. Se debe a que Madison la esperó con los brazos cruzados.

Al cabo de un rato, ella golpeó la puerta corrediza y Darren salió.

―Ya era hora, Morton.

Tuvo que sisearlo nuevamente. Le señaló la mesita de noche, donde tenía lo preparado. Darren asintió y se dirigió a comer, dando gracias a Kate. Él se quedó sentado al borde de la cama. Fue mucho tiempo que no desayunaba algo bueno.

Y Kate, al verlo, se dio cuenta de algo. Darren parecía sonreír mientras comía y ella se contagió de ese gesto.

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