CAPITULO 50

Cuando Kate Morton ayudaba por la noche en el hospital como voluntaria, se quedaba hasta la una de la mañana. Empezó desde las ocho de la noche y se sentía agotada, somnolienta. Descansó por unos treinta minutos y volvió a ayudar.

Ya había terminado su turno (al ser ayudante joven, podía irse) y se encontraba de pie en la acera. Llevaba el móvil guardado en su bolso. Estaba frustrada al llamar a Judy, porque no respondía ni a los mensajes que le dejaba.

Ya debe estar dormida... si llamo a su casa y despierto a sus padres, ellos van a molestarse más que ella.

Sí quería llamar al teléfono de su casa para que vayan a retirarla, pero también deberían estar durmiendo. Prefirió no despertar a nadie y quiso tomar un taxi.

—¿Piensas irte a algún lado sola?

Kate se volvió a la voz familiar, se volvió hacia ella y le sonrió.

—Posiblemente a una fiesta con puros chicos guapos —bromeó Kate

—Yo quisiera algo así—respondió Martha.

Su amiga Martha la veía en sus turnos nocturnos en el hospital. Se habían conocido hace dos años, en un mes estival. Pero Martha ya llevaba más tiempo que Kate. Martha, una mujer de veintitrés años, de baja estatura, delgada aunque de brazos poco anchos, llevaba la melena rubia atada en una cola. Ella estaba sin maquillar y Kate le gustaba verla al natural.

—Podría llevarte en mi auto a tu casa. Claro, si es que tu amiga no piensa venir...

—Por favor, llévame—insistió Kate al instante—. Ella debe estar durmiendo y no creo que venga.

—Vale, entonces vámonos.

Kate la siguió hasta el lugar donde tenía el auto aparcado. En cuanto llegaron, Kate notó el coche de Martha muy diferente.

—¿Este es tu auto?

Se trataba de un Chevrolet Aveo, la única diferencia se destacaba en el color.

—Sí, ¿te gusta? Le han dado una buena mano de pintura en el taller.

Kate recordaba haber visto un coche blanco un tanto viejo. No solo cambió de color a uno rojo, sino que le dio un mejor mantenimiento por dentro y por fuera. Martha encendió el auto y ellas subieron. Kate acomodó su bolso en su regazo.

—Me gusta mucho como quedó.

Martha llevaba cinco años siendo voluntaria para ese Hospital. Kate, solo llevaba unos dos años allí. No todo era ayuda con los pacientes en el Hospital, también se tomaba en cuenta la ayuda para movilizar pacientes en los coches de ambulancia. Kate hacía poco eso, ya que en ciertas noches no había emergencias.

El coche arrancó y se salió del Hospital. Kate miraba poco distraída la ventana mientras Martha conducía. Tanto la una como la otra no decía nada, se veían cansadas y no podían generar un tema de conversación para no hacer tan aburrido el viaje. Martha buscó alguna canción en la radio y al cabo de un rato se detuvo.

—¿Quieres que deje esa canción?

La canción de Stitches de Shawn Mendes llenó de música el ambiente, cambiando lo aburrido que pasaban en el auto. La canción ya iba cerca de que el cantante llegue al coro.

—Sí, por favor... hace tiempo que no escuchó esa canción —dijo Kate animada.

—Entonces el bombón de Shawn será —masculló Martha y sube el volumen.

Kate comienza a tararear el coro y en unos segundos pasa a cantar, casi al susurro. Martha hace lo mismo y sonríen la una a la otra. Parecen olvidar el cansancio y se animan a alzar un poco más la voz, cantando el coro al mismo tiempo. Cuando el cantante termina el coro, sueltan carcajadas.

—¡Es una canción estupenda!—comenta Martha—. Cuando la escuché por primera vez en la televisión, me enamoré al instante.

Kate la miró fijamente. Martha se detuvo en el semáforo.

—¿Al cantante o a la canción?

—Las dos a la vez. Pero más a él—confiesa Martha, devolviéndole la mirada a Kate y mordiéndose el labio.

—Compartimos la misma idea—dijo Kate y levantó ambas cejas a la vez.

Volvieron a cantar la parte del coro, la cual era la parte favorita de ellas. La canción terminó luego de un rato. Y la canción pasó a una canción de Katy Perry llamada Swish Swish.

Sin embargo, mientras Martha cantaba, Kate ignoraba de cuál de todas las canciones eran las que se estaba reproduciendo, estaba mirando la ventana.

—¿No te la sabes? —inquirió Martha al verla callada.

No dijo nada. Ella vio que Kate regresó la mirada a algo que llamó su atención.

—Detén el auto.

—¿Qué lo detenga? —preguntó Martha, confundida.

—¡Sí, hazlo!

Cuando escuchó la orden, no dudo más y apeó el auto al borde de la acera. Kate salió del auto, corriendo. Martha se desabrochaba el cinturón.

—¡Espera! —logró gritar—. ¿A dónde vas?

Bajó del Chevrolet Aveo y la vio correr hacia alguien que se abultaba entre bolsas de basura, pegadas al poste. Una persona estaba al lado, arrodillada en el bulto de la basura.

Kate tomó el bolso y golpeó al individuo.

—¡Suéltalo, idiota! —vociferó Morton, casi gruñendo.

Martha se acercó para averiguar que estaba pasando. La persona salió huyendo con algo en sus manos.

Martha llegó a ver qué era lo que estaba entre las bolsas de basura.

No que, sino quien. Kate lo reconocía.

Era Darren, que estaba con una botella de licor vacía a su lado... la persona que huyó era un ladrón que se había llevado sus zapatos. Kate pasó las manos por el cuerpo de él, examinando que no se haya lastimado o roto algo. Martha ya estaba al lado.

—¿Quién es?, ¿lo conoces?

—Sí, sé quién es—respondió Kate sin volver la vista a Martha, estaba arrodillada frente a él—. Vamos, Darren, reacciona...

No respondía, Darren parecía muerto. Kate intentó una última cosa. Apretó con el pulgar y los demás dedos, haciendo una especie de pinza y presionó en el hombro de Madison esperando una reacción en él. Darren sólo soltó un leve jadeo y se movió un poco, inquieto ante el pellizco.

Kate suspiró aliviada. Miró a Martha por encima del hombro.

—Ayúdame a llevarlo a mi casa.

Martha negó con la cabeza.

—No, no lo haré. ¡No meteré a un borracho a mi auto! Tampoco sé quién es...

—Es un amigo de mi clase de Literatura—mintió Kate al apuro e imprevisto pensamiento que tuvo que sacar para que ella le crea.

Martha dudo un poco al hacerlo, aunque después suspiró y accedió.

—Bien... vamos...

Se ayudaron para poder cargar el pesado cuerpo de Darren al auto. Cada una pasó un brazo de él por encima de sus hombros y lo llevaron con dificultad. Ese borracho pesaba más que las dos juntas.

Después lo dejaron con cuidado en el asiento trasero. Él era demasiado alto y tuvieron que acomodarlo de modo que quedase sentado. Kate creyó haber escuchado a Darren que balbuceaba algo entre dientes, inentendible. Le abrocharon el cinturón para que no se moviera tanto al momento de manejar.

Kate y Martha ocuparon los mismos asientos de nuevo y sin poder evitarlo, voltearon a ver a Darren, que yacía dormido con la cabeza agachada.

—Luce bien, admítelo—dijo Martha mientras volvía su mirada al frente.

Martha se abrochaba el cinturón, al igual que Kate y ella, que iba de copiloto, se inclinó un poco sobre Darren para levantar su cabeza y así no parezca un cadáver, sino a alguien que se dejó llevar por los de Morfeo.

Martha arrancó el coche y llevó a Kate y al amigo de la clase de Literatura, a casa. Dejaría a Kate con el muchacho. Ella sabría qué hacer. Lo deja en casa y así podría irse a la suya tranquilamente. Sin tener que lidiar con tanto dilema.

***

Kate analizaba la situación mientras se acercaba a su hogar, cargando por encima de su hombro, uno de los brazos de Darren. Podría hacer que Darren entre a casa, pero, ¿en dónde se supone que lo dejaría? ¿La sala?, ¿la habitación?, ¿el baño?, ¿dejarlo echado afuera del dormitorio o en el patio de la vecindad?

Decisión difícil. Debía pensar rápido para actuar rápido. El tiempo se agotaba mientras llegaba a la vecindad. En la que ella vivía junto a sus padres... no era paupérrima. Al igual que el dormitorio o casa que rentaban; la vecindad era decente y moderada con dos pisos, suficiente como para tener más de veinte dormitorios espaciosos y no estrechos, como suele ser la mayoría.

En el viaje a casa, estuvo pensando en llamar a alguien de la familia de él para que venga a retirarlo. Sin embargo, ¿cómo se supone que llamaría? Darren no llevaba un celular en sus bolsillos y desconocía del paradero de él. Podría buscar el teléfono en la Guía pero tampoco tenía idea de cómo era el nombre de los padres. Además, había el inconveniente de llamar a quién no era y despertar en vano.

Lo peor de llevar a Darren, es que tenía a esas vecinas chismosas. Mujeres de mayor edad con ojos iguales que cámaras de vigilancia y rumores de noticias más instantáneas que las que hay en internet. Si alguna de ellas iba despierta, la vería y de inmediato pasaría a decírselo a otra, después esa otra a otra más. Hasta que la noticia llegue a los padres de Kate.

¿Quién va a estar despierto a esta hora?

Nadie, en lo absoluto, pero esa idea la inquietaba.

Kate metió una mano en los bolsillos y sacó la llave de su casa. Sonó un fuerte chasquido en la puerta e hizo que Martha y Kate, se alarmaran, mirándose la una a la otra con los ojos abiertos como platos. Empujó la puerta, evitando que las bisagras rechinen con fuerza.

Se pusieron de lado, para poder pasar los tres al mismo tiempo. Martha quería dejarlo en el sofá, ya estaba muy cansada y llevar a Darren era peor para aumentar su agotamiento. Kate sintió el tirón de Martha.

—¿Dónde piensas dejarlo, Martha? —inquirió Kate, susurrando en la penumbra.

—En la sala, es obvio—respondió en el mismo tonó de voz.

—¿Qué? ¡No! Ayúdame a dejarlo en mi habitación.

Ella apenas pudo ver la expresión que Martha tenía.

—¿Estás loca? —susurró con un leve aumento en la voz, imitando un grito.

—Por favor... no tengo otro lugar para esconderlo.

Martha tenía los ojos en blanco en la oscuridad. Asintió, se lo llevaron a la habitación, sin tocar nada que genere un ruido alarmante. Kate abrió la puerta para entrar junto con ellos dos, de la misma manera que antes. Después se pusieron de acuerdo y dejaron caer a Darren en una silla que Kate tenía en una esquina. Lo pusieron con la cara a la pared y Darren abrió la boca un poco.

—Luce bien, admítelo—masculló Kate y soltó una risita.

Acompañó a Martha hasta la puerta y se despidió de ella. Kate escuchó sus pasos alejándose y poco tiempo después, el sonido del auto que arrancaba. Se había ido.

Volvió a su habitación y miró a Darren allí, durmiendo en la silla, ebrio y apestando a cerveza. Ella no quería dormir oliendo eso toda la noche. Tomó un frasco de sus perfumes a flores primaverales y se lo aplicó en Darren y el resto de la habitación hasta casi terminar el frasco entero. Al menos ya pudo neutralizar el hedor de licor.

Ahora que lo tenía escondido y olfateando a las flores primaverales...

¿Qué se supone que pasaría después?

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