CAPITULO 41

(Lunes 8 de enero del 2018)

James Lancaster puso la alarma temprano para ponerse a planchar su ropa. Una gabardina color negra y una camisa azul oscura, casi tan oscura como los pantalones. Se decidió por unos zapatos color negro. Al menos quería vestirse con esas prendas y no parecer un chico desaliñado.

Tomó su mochila y fue a desayunar. Apenas entabló conversación con sus padres. Seguía ensimismado en pensamientos neutrales, tranquilos y pasivos. Pensar en ello evitaba que se altere. Es como si aquello le daba un equilibrio entre sus emociones. No estaba feliz, tampoco triste y ni siquiera se encontraba enojado. Solo normal, estando en el centro de emociones.

Un modo neutral pasivo, podría decirse. Algo que James consideró oportuno usar de ahora en adelante.

Terminó de desayunar y salió de casa. Pero no para ir en el autobús, sino que iría caminando al instituto, sin necesidad de correr.

***

Darren Madison no comió nada más que un trozo de pan y salió de casa, a recibir el autobús junto a su hermana. Hazel no decía nada. Darren se veía molesto.

Si no fuera por Lancaster, esto no habría sucedido. Ese estúpido tiene la culpa.

James no tenía culpa de nada. Darren aún no asumía la responsabilidad de sus actos y tampoco asimilaba la perdida en la Batalla de Licor. Como ahora dependía por su cuenta, todo se volvió más difícil para él.

Viernes, sábado y domingo... los tres días que le fue un completo tormento. El objetivo de su madre, era que su propio hijo pueda valerse por sí mismo. No había nada preparado para Darren. No hubo desayuno, almuerzo y tampoco cena. Él debía prepararse su comida si quería comer. Darren cocinaba algo (él cocinaba lo poco que aprendía cuando su madre le obligaba a ayudarle en la cocina), mientras estaba malhumorado, pensando que su madre había ido demasiado lejos. A veces gastaba de su propio dinero para comer en un restaurante que quedaba a la vuelta de la esquina.

¿El dinero para eso dónde lo sacaba? Pues del mejor escondite del mundo para el dinero: una billetera bajo el colchón y cuando lo alzaba, la veía en las tablas de su cama. Recordó que había comprado esa billetera desde hace mucho tiempo en una tienda de segunda mano. Toda moneda y billete lo guardaba allí y cuando se acumulaba mucho, tenía que ir a una tienda y que cambien las monedas a billetes. Ese sustento secreto de Darren no lo sabía nadie, ni siquiera Will Collins sabe de eso.

También tuvo que lavar su ropa. Tenían una lavadora barata que no iba a aguantar por más tiempo. Algunas prendas eran de lavar a mano y a él se le ocurrió lavar todo junto. Y buena combinación le salió, ya que algunas camisetas blancas se tiñeron de rosa porque una ropa interior era de color rojo.

Aún tenía otras camisetas limpias, pero no sería mucho tiempo para que deba lavarlas.

El autobús llegó por Hazel y Darren. Subieron y fueron al instituto. Él aún tenía una charla pendiente con el director.

***

James llegó caminando al instituto. No hubo necesidad de correr y aún le quedaban unos minutos de sobra. Cuando por fin entró y siguió su camino por los pasillos, en ese instante, los murmullos surgieron por todos lados. Murmullos por aquí, murmullos por acá.

Sí, soy el que le ganó a Darren.

Veo que sigue siendo una noticia nueva para ellos.

En un instante, él vio a un chico que reconocía y que le había hablado con él en la parada de autobús. Mike Oldstein se acercó al verlo y extendió el puño.

—Miren nada más... un James Lancaster todo diferente—exclamó él y le sonrió—. Te ves genial.

—Muchas gracias, Mike—respondió James y chocó el puño con él.

Ambos caminaron por el pasillo. Ahora que ya hablaban y querían conocerse, se dirigían al salón de clases de inglés.

—¿Pudiste solucionar todo con ella?

—Ni siquiera he hablado con ella en estos días.

Mike frunció el entrecejo con esa respuesta.

—¿Qué has estado haciendo?

—Escribiendo.

—¿Desde que llegaste a casa?

—Exacto. Y sin detenerme.

Mike parecía más ceñudo que antes por aquellas respuestas cortas y rápidas.

—Es como si hubieses reprimido toda tu ira escribiendo... o bueno eso es lo que creo. Solo estoy divagando con ideas.

—Tenías razón, Mike—dijo James, que miró al chico de soslayo y volvió mirar al frente—. Escribir me ayudó más de lo que crees.

—¿En serio? —Inquirió él— Vaya... sí que soy un buen consejero.

Solo él soltó una risita. James no, escrutaba a todos los que lo observaban con curiosidad. Mike carraspeó y cambio de tema.

—¿Ya te has enterado que a Darren lo expulsaron del equipo?

Fue en ese entonces cuando James salió de su estado neutral pasivo y volvió la vista a Mike, con expresión dubitativa.

—¿Lo expulsaron?

Lo sorprendió mucho, ya que no era lo que esperaba. Sino que esperaba que fuese el mismísimo Darren quien se hiciera cargo de eso.

—Sí; dicen que un vídeo llegó al director...

James fue el primero en detenerse en medio pasillo.

—¿Un vídeo?

—Sí—respondió Mike, deteniéndose—. Aunque sea quien sea que lo haya grabado, no te ha involucrado. Solo a Darren.

—¿No estoy involucrado?—preguntó, si eso era así, estaba de suerte.

—No que yo sepa. Ya que todos hablan de Darren. Bueno, también de ti, pero esta noticia es nueva.

James se calmó poco a poco. Al menos por el momento, lo que más temía era ser delatado y tener esa llamada de atención por parte del director Jenkins para darle un castigo. Pero... nadie lo haría, ya que entre todos los estudiantes había una especie de complot para dejar a James tranquilo.

***

—¿Tienes idea de lo que va a pasar esta vez, Darren?

Madison se sentía muy inferior ante el director Jenkins, que empezó con su sermón. La hermana de Darren había ido a sus propias clases y dejó a su hermano.

—No, señor.

—Créeme que en parte lo sé... pero por otro lado no.

Estaba en su propia silla, una completamente cómoda, mientras que Darren estaba sentado en una ordinaria. Lo que se interponía entre ellos, era el escritorio, que encima tenía una computadora.

—Explicaré por qué lo digo de ese modo. Sé que pasará desde ahora: tú vas a volver a trabajar para mi amigo, el conserje Arthur Simons.

Darren asintió, eso era algo que ya lo sabía y que lo veía venir.

—La sentencia que te doy, finalizará hasta el día en que te gradúes. Si es que eso llega a pasar.

Darren apretó los parpados al escuchar el día final de la sentencia. El director se puso de pie y caminó con lentitud.

—Lo que no sé... es sí eso llegue a pasar—decía él—. Y algo que tampoco sé, es que será de ti cuando te marches de aquí y debas enfrentarte al mundo real. Esto de la escuela es solo una prueba, un juego para niños, ya que luego debes pasar a sobrevivir a la sociedad no solo por ser más fuerte, sino que también por ser el más listo. Darren, yo he perdido las esperanzas de que algo en ti pueda cambiar.

Madison seguía en su asiento sin moverse, solo escuchaba lo que el director decía.

—Te he tenido sentado aquí tantas veces que ya dudaba de ti desde cuarto grado. Ahora ya no dudo en que terminaras mal.

—No es verdad, señor Jenkins, yo...

—¿Yo qué? —interrumpió él—. ¿Crees poder demostrarme lo contrario? ¿Ah? No, muchachito. Contigo ya no puedo creer eso. De esa mentira mis oídos se han agotado y prefiero pensar en que no va a pasar nada.

—¿No se supone que un director debe educar a un estudiante a que haga las cosas bien?

El director Jenkins pasó a sentarse en el borde de su escritorio, a la izquierda de Darren. Su rostro que empezaba a llevarse por la vejez, no alteraba la severidad que contenía, sino que la multiplicaba.

—He tratado eso contigo todo el tiempo. No funciona, así que ya no sé qué más pueda hacer por ti. ¿Estar consumiéndote con algo que acaba contigo? Embriagarte así a tu edad no me parece bueno.

—¿Quién se supone que le envió ese supuesto vídeo? —necesitaba saber quién era y de ese modo buscarlo para así atizarlo a golpes.

—Eso no lo sé, fue un estudiante anónimo...—levantó los hombros con cierta frivolidad.

Lo que me faltaba...

—... fue un vídeo que llegó a mi correo electrónico, el cual lo revise el día viernes por la mañana. Solo te enfocaba a ti perfectamente, a nadie más. Tampoco había audio en esa grabación.

— ¿A qué se refiere? ¡Había una persona más frente a mí!

— ¿Quién? —preguntó el director mientras se inclinaba.

— ¡James Lancaster! Es un chico de sexto grado. Va a una clase conmigo.

El director se cruzó de brazos.

— ¿Me estás hablando del muchacho al que golpeaste a inicios de año?

— ¡Sí, ese!

En ese momento, Darren pudo ver que el director se tapaba la cara con la mano y suspiraba. Negó con la cabeza mientras apartaba la mano hacía abajo.

—No me vengas con esas tonterías. De ser así, ¿por qué él vino a clases? —confesó el director, pero Darren solo se confundió—. Así como lo oíste, pequeño mentiroso. Él llegó muy tarde, pero su madre explicó que habían estado con el ortodoncista.

—¿Usted vio en qué estado vino Lancaster?

—No, él estaba en el pasillo esperando.

—¡Usted no lo vio! Debía de seguir ebrio igual que yo; ¿qué clase de estudiante vuelve semi-ebrio a este basurero? —él pudo ver que el director arqueaba una ceja en cuanto dijo basurero. Prefirió hablar de largo para que ignore el comentario—Ni siquiera yo podía ponerme de pie. Apenas entendía en que año estaba—se excusó con las mentiras más absurdas—. ¿Por qué no puede creerme?

—¿Y por qué habría de creerte a ti? —Preguntó Jenkins mientras volvía a su respectivo asiento—. No tienes pruebas, ninguna evidencia para acreditar lo que acabas de decirme. Culpar a otro estudiante sin razón tampoco es correcto.

—¡Él estaba ahí, maldición!—explicó Darren a gritos.

—¡Ya basta! Deja de gritar. No quiero seguir discutiendo contigo. Ya, vete a tu respectivo salón.

Darren tomó su mochila que estaba en el espaldar. Mientras salía, el director dijo una última cosa:

—No olvides que tu castigo empieza desde esta tarde.

Y para cuando estuvo a punto de cerrar la puerta con normalidad, Darren volvió a abrirla, solo para dar un fuerte portazo e irse corriendo, antes de que el director Jenkins lo vaya a reclamar.

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