CAPITULO 40
(Viernes 5 de enero del 2018)
Algo que no le gustaba y que lo hacía enfadar, es que esa mocosa se pusiera frente a él. Darren Madison dio un respingo al ver a Hazel, su hermana, sentada en una silla de su habitación (la misma silla donde ponía la ropa sucia y que ahora, estaba tirada en el piso).
Su cabeza fue taladrada en cuanto dio el respingo. La luz penetró sus ojos y creyó que estuvo muy cerca de vomitar. Cada sonido de la calle se acentuaba con más estridencia y atacaron sus oídos.
Trató de incorporarse lentamente en la cama. Entreabrió los ojos con bastante dificultad, y volvió a mirar a Hazel, con cólera e irritación.
—¿Qué diablos haces aquí?
—Quería ver si ya estabas mejor. Gracias—dijo ella tratando de hacer una voz más masculina, como si quisiera asemejar a la de su hermano mayor—. De nada, hermanita, en serio agradezco que te hayas preocupado.
—Mejor cállate...—susurró Darren—. Tu voz me está partiendo los oídos. Si quieres hablar, que sea quedo.
En ese instante, sus oídos pudieron estar cerca de desangrar, porque Hazel soltó un grito muy fuerte. Darren se tapó los oídos. Después de un rato, tomó una almohada y se la arrojó a ella.
Hazel la atrapó al vuelo, ya sabía que él haría eso. No era la única vez que lo hacía.
—Eso es por echarle sal a mi café—advirtió ella.
Darren hizo memoria de eso. Apenas recordaba lo que había sucedido. Anoche... anoche había puesto sal en el café de ella mientras estaba haciendo las tareas en su cuarto, luego fue a la mesa, bebió el café y ella pudo sentir un sabor salado; sabía quién lo hizo. No solo eso... también recuerda que se había fugado de casa por su cumpleaños. Su madre y hermana hicieron algo breve para él por su día.
Pastel y algo de soda para festejar un año más de él. Solo que el padre no estuvo en la tarde a las cuatro. Tampoco volvía antes de que él se hubiera fugado... cerca de las siete.
Además, recordó lo que sucedió a medianoche, en el momento en que vio a ese maldito imbécil entrar en la casa. Alan (el de cabello rapado al ras) pudo detenerlo a tiempo. Su otro amigo, Rick (el que tenía el cabello que tapaba sus orejas), estaba en prisión. Ambos eran unos idiotas conflictivos, mucho más que Darren.
Alan y Rick habían entrado a una casa para robar y le dijeron a Darren si quería hacerlo. Él prefirió no hacerlo. Suficiente era lo que sucedió en casa, como para que se involucre con la ley. Alan y Rick robaron unas pocas cosas de valor, pero el problema, fue que los dueños llegaron a casa en ese momento y llamaron a la policía. Solo uno pudo escapar a tiempo, el otro, fue atrapado por el dueño antes que saliera saltando por la ventana. Darren no quería imaginarse en el instante en que, pudo ser él, a quien habría llevado a prisión por allanamiento si hubiese aceptado.
La casa de la fiesta de cumpleaños de Darren en realidad era de su amigo Alan, que se había ofrecido.
Después recordó que Will estaba allí... lo detuvo de darle una paliza a Lancaster. Y luego pasó lo de esa Batalla de Licor que tuvo con él. Perdió... nunca antes había perdido. Al público le mencionó que hizo pruebas con la bebida, pero era para practicar, para estar listo en el momento en que deba enfrentarse a alguien. Ese alguien llamado James Lancaster, que no creyó que sería su contrincante la noche pasada.
Darren no contaba con que ese llorón de mierda hubiese aguantado tanto tiempo bajo el efecto que su licor tenía. Logró soportarlo como si solo fuera agua.
La razón por la que Darren Madison perdió esa noche, fue porque Alan le había compartido unas latas de cerveza que los invitados trajeron. Ya iba bajo el efecto de la cerveza desde mucho antes y eso le perjudicó mucho al momento de beber junto a James. Iba en desventaja. Si no hubiera sido por eso, Darren habría soportado hasta el sexto vaso y por otro lado, James, solo habría aguantado hasta ese vaso que no pudo tomarse, sin embargo, fue algo que no sucedió, porque Madison ya tenía la cara pegada a la mesa.
—Estás muy pensativo, ¿no crees?
Darren volvió a mirar a Hazel. Su visión se tornó normal. El dolor de cabeza aún seguía allí presente.
—¿Cómo llegué aquí? —preguntó Darren.
—Tu amigo Will te trajo. Vino las dos de la mañana a golpear la puerta. Mamá y papá vieron cómo te cargaba en su espalda.
Que vergonzoso. Recordaba las veces que Will lo dejaba en casa, cuando Darren tenía 15 años. Su amigo Will no bebía, solo pasaba el rato con él, eso era todo. Y si es que llegaba a beber, solo sería un vaso o una copa.
—¿Qué hora es?
—Ya son las diez de la mañana—explicó ella—. Mamá me dijo que te cuide hasta que despiertes.
Darren recapacitó en ese momento.
—¿Por eso no fuiste a clases?
—Sí, por tu culpa—advirtió Hazel y se puso de pie—. Deberías ver lo molesta que mamá está contigo.
Luego de un rato, escuchó que la puerta principal se abrió.
—Papá qué opina de esto—musitó Darren.
—A él le dio igual, casi como todas las cosas. Él llegó a las ocho de la noche.
Darren asintió con la cabeza y la puerta de su habitación se abrió. Su madre había escuchado que sus hijos hablaban entre ellos. Llevaba en la mano derecha, una caja pequeña, más un vaso de agua en la izquierda. Hazel salió de la habitación y los dejó a solas. Suerte, le dijo ella antes de salir.
La cara de su madre parecía expresar más de lo que un hijo puede pensar. Aquel gesto inexpresivo, carente de emociones, podía delatar que estaba molesta, frustrada, enfadada, desesperanzada y tal vez deprimida. Y esta vez, significaba que algo sucedería ese día. Algo completamente diferente a las veces anteriores.
Dejó el vaso al lado de una mesita con una aspirina que sacó de la caja para el dolor de cabeza, para que esa resaca se quite. Darren se inclinó hacia la mesa, tomó el vaso y la aspirina para tragarlo rápidamente. Su madre no decía nada. Miraba a su hijo con tanta neutralidad, que Darren empezaba a creer que sí se metió en un problema peor, pero mucho peor que un problema con la ley.
Escuchó que ella suspiró con fuerza.
—Estoy harta.
Darren la miró a ella con expresión ceñuda y dejó el vaso sobre la mesa.
—Ya no puedo seguir soportando todo lo que haces, Darren. Ya no puedo.
Él no dijo nada. Vio que su madre estaba más que enfadada.
—Inmaduro, irresponsable, flojo, respondón, egoísta, machista, desobediente y problemático—enumeró ella usando los dedos—. ¡Eso es lo que eres! He estado creyendo desde que eras pequeño, en que tú serías una persona diferente. Pero veo que no ha sido así. Nada sirve contigo, ni un castigo te hace efecto—se encogió de hombros y pasó una mano por sus ojos, quitando lágrimas—. Te dije que no quería que vuelvas ebrio, te lo dije y ya es mucho soportar al ebrio de tu papá como para seguir aguantando a otro. ¿Crees que ese ejemplo debas darle a Hazel? Eres su hermano mayor, al menos ten conciencia que lo que tú hagas, se le puede pegar.
»Ella es responsable y sabe lo que debe hacer, incluso se cuida así misma. Ya tiene idea de qué es lo que quiere estudiar en la universidad. Tiene trece años; tú tienes dieciocho. ¿Qué es lo que quieres estudiar en la universidad?
—Aún no lo sé, pero algo estudiaré.
—Esa es la excusa que más has usado—replicó su madre, colmando su paciencia—. Inventa algo nuevo, tal vez debas ser más ingenioso para sentarte a pensar en cuál carrera elegir, en vez de perder el tiempo en otras estupideces. Yo aquí hago más por el resto y empleo mi tiempo para sacar dinero, dinero que lo gasto en tus estudios y los de Hazel. Yo más bien parezco ama de casa que una mamá. Tú andas relajado... como si nada malo llegase a pasar, te tomas al mundo como lo más simple y crees saber que lo que haces está bien. Quisiera verte sobrevivir sin mi ayuda, sin ser la que te cuida y hace tanto por ti.
»Por ejemplo, barrer y ordenar este chiquero—con la mano señalo todo el cuarto—. También lavar tu ropa, lo cual ya es absurdo que no puedas hacerlo tú. Yo, ya estoy cansada de todo esto. De ahora en adelante, ya no cuentes conmigo para nada.
Esa frase, heló la sangre de Darren. Por un momento pensó que sería algo que su madre decía por el momento. Sin embargo, era la verdad y ya no era cuestión momentánea.
—Te daré el dinero para lo que necesites en el tiempo que te queda en el instituto. Cuando eso termine, estarás solo. Tienes hasta que finalice el año para elegir alguna carrera para la universidad. Si no haces caso e ignoras esto que te dije, pues tú sabrás que haces después. Pero no prefiero tener en mi casa a un hijo que no se preocupa por sí mismo, por su futuro. Que se lo pase como alguien que, a pesar de tener la oportunidad de salir adelante, no pueda aprovechar lo que tiene por muchas limitaciones que podamos tener en esta familia.
Siguió sin decir nada, su madre se dirigió a la puerta y la abrió. Antes de salir, lo miró por encima del hombro.
—El director Jenkins llamó y te espera el lunes en su despacho antes que empiecen las clases. Creo que va a hablar del nuevo castigo.
—¿Nuevo castigo? —inquirió Darren. El medicamento ya surtía efecto.
—Llegó a él, un vídeo de ti bebiendo—respondió ella—. Creo que ha pensado en extender tu castigo hasta finalizar el año, pero como ayudante de conserje. También te expulsará del equipo de baloncesto.
No podía creer nada de eso. Todo iba decayendo para él. Su madre le señaló la ropa que estaba regada en el piso, al lado de una silla.
—Al menos puedes comedirte de recoger eso y lavarlo tú mismo. Pero bueno. Es tu entorno y no voy a discutir más de eso.
Ella salió de la habitación y Darren, que seguía escéptico a todo lo que pasó, fue tan impredecible...
Por fin, después de tantos años de tener una vida como un regalado cualquiera, Darren Madison, está obligado a hacer las cosas por su cuenta y saber lo terrible que puede ser, caer en las consecuencias de sus propios actos.
Pero aún le faltaba merecer algunas cosas más, que solo llegarían a él el día 8 de enero.
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