CAPITULO 37

Mike Winter cruzaba las calles rápidamente mientras llevaba bajo el brazo, una sábana rosa de tamaño mediano. Escrutaba las calles por varias direcciones, ya que por el barrio en el que caminaba, se decía que robaban. Eso era peor y en realidad, tenía los nervios en un 50/50.

En las ocasiones en las que algún ladrón le amenazaba para sacarle todo lo que llevara en los bolsillos, Mike, negaba rotundamente y trataba de dar una respuesta razonable, a base de mentiras. Ya decía mintiendo que se había gastado todo el dinero comprando algo o cosas por el estilo. Lo que hacía, era convencer al ladrón de que no llevaba nada.

Pero si este insistía (y si llegaba a insultar o amenazarlo; o ambos), Mike Winter, al ver que no servía ser racional, pues tendría que ponerse en las mismas condiciones que el ladrón y eso llevaba a peleas.

Claro, no era algo que sucedía a menudo, algunos entendían y se marchaban. Pocas veces llegaban a una pelea.

Es por eso que inspeccionaba las calles, mirando a los demás en caso de que alguno muestre una señal de que lo está vigilando, observando o de que lo están siguiendo.

Y en el camino, ni siquiera había tomado una de esas largas y gruesas ramas que caen de los árboles, ya que las usaba para defenderse en caso de que un ladrón se acerque. Por suerte no llegó a usarla.

Cruzó a la otra acera y vio una persona que le llamaba la atención, que estaba solo, ocupando un espacio en el banco de la parada de autobús. Su rostro le pareció le pareció familiar... pero no entendía de dónde.

Ahora siguió por la calle, y miró de reojo al muchacho. Parecía que se encontraba molesto. Aunque fue un pensamiento breve, para reemplazar a otro. Pensó que aquel muchacho estaba triste, deprimido por algo. Lo veía quitarse las lágrimas. Mike se apenó por él.

Pasó de largo y continuó a la casa a la que iba. Una de sus amigas le estaba ofreciendo una cachorra (raza Collie), de las siete que habían nacido. La oferta fue algo que Mike no pudo negar y le preguntó a sus padres si podía tenerlo. Claro, ellos accedieron, bajo la condición de que sea él quien lo cuide.

Su madre le había pedido que lleve el almuerzo a su trabajo por la tarde. Mike Winter fue a la farmacia en la que trabaja y le dejó la comida. No solo llevaba el almuerzo de su madre, también esa sábana rosa; su madre le dio unas monedas para el autobús, para que no vuelva caminando. La casa de su amiga le quedaba cerca de la farmacia y entonces no tendría que hacer dos viajes para llevarse la cachorra que su amiga le ofreció.

Al llegar a la casa de ella, golpeó la puerta con los nudillos y esperó. La emoción de tener una mascota crecía aún más en Mike Winter.

***

Se limpió las mejillas que le corrían las lágrimas. James Lancaster se sentía muy mal. No quería ir a casa, no, claro que no. Allí no había nada que pudiera calmarlo. Se encontraba molesto por todas las tonterías que hizo y que llevaron a cabo la discusión que hizo llorar a Scarlett. Lo lamentaba muchísimo.

Tampoco sabía a dónde ir. Quería escapar a otro lugar que no sea su casa. Pero él, vino a una parada de autobús y se sentó en un banco a esperar. ¿Y a esperar qué cosa? Eso ya no lo tomaba en cuenta. Ya no sabía qué hacer... o qué esperar.

De reojo, pareció ver que Mike Winter pasaba caminando por la calle de en frente, llevando algo bajo el brazo. Lo miró por un instante para comprobar y sí, se trataba de él.

Él tenía la misma edad que James, estatura casi similar, unos brazos que podrían estar considerados entre: corpulento y delgado; un par de ojos verdes. Vestía una camiseta negra con una chaqueta encima, unos vaqueros un tanto ceñidos a las piernas.

Mike, era el chico que James había escrito en su Cuaderno de Pensamientos, explicando lo que había sucedido con Sarah Oldstein (junto con todos los problemas que surgieron a partir de una traición que ella hizo). En verdad era él... ¿qué es lo que hace por ahí?

James no supo pensar una razón. Tal vez pasaba por ahí, casualmente. Suspiró y volvió a dejarse llevar por sus pensamientos deprimentes.

***

Al salir de la casa de su amiga, ahora se dirigía a la parada de autobús. Su amiga le había entregado una cachorra (de los únicos tres que quedaban). Mike sentía que la selección de su nueva perrita, no fue al azar, sino que fue porque se dejó cautivar por lo tierna que era.

El mejor amigo de Mike ya la vería en algún momento. Esa tarde dijo que se había acumulado de tareas y fue por eso que no acompañó a Mike, para retirar a la cachorra. Fue pensando en los nombres... pensó demasiados, pero el que eligió, fue Cleo.

—Nos vamos a tu nuevo hogar, Cleo—decía Mike, mientras la llevaba en sus brazos.

Había acomodado a la perrita en sus brazos, a la vez que se encontraba envuelta en la sábana que trajo. Ahora lo único que le quedaba de distancia a la parada de autobús, solo debía cruzar a la otra acera de adelante.

Cuando volvió a mirar el banco, allí seguía ese chico, con la mirada cabizbaja.

Aún no se ha ido.

Esperó a que los coches dejen un espacio de cruce y siguió. Mientras se acercaba... lo miró nuevamente.

Ese chico se parece al de la fiesta... el mismo que venció Darren...

***

James Lancaster seguía cabizbajo.

"...ya no sé si pueda confiar en ti, James..."

Era difícil apartar ese pensamiento que le trituraba la mente y que le hacía llorar aún más. Movió los ojos hacia arriba y vio a la persona que se acercaba. Volvió a bajar la mirada. Parpadeó un poco. No entendió por qué se ponía así. Mike Winter jamás ha hablado con él y jamás sería así.

Mike se iba acercando más. Lancaster se dio cuenta que en sus brazos estaba acomodado un perro. Él pasó a sentarse a un metro de James, casi al final del banco a la derecha.

Ambos sentados en un mismo banco, mirándose de soslayo de vez en cuando. El uno sabía quién era el otro, no obstante, no tomaban en consideración eso.

James volvió a bajar la mirada y apartó más lágrimas que salían. Creía que aquello era un silencio un tanto incómodo.

Por el rabillo del ojo, Lancaster vio que algo de color rosado se tendía en el banco. Escuchó que él le hablaba:

—Discúlpame, pero... ¿cómo crees que debería envolver a mi mascota?

Mike colocó a la perrita encima de la sábana y empezó a doblar a la mitad, para que reciba calor. Al menos eso había considerado Mike.

James levantó la mirada, un poco confundido ante la pregunta que el formuló. Pero lo que más le confundió, fue el por qué él le habló. Tardó unos segundos en pensar en algo y respondió:

—Yo... yo creo que deberías envolver a tu perro poniéndolo desde el borde de la sábana y cubriéndolo, dando vueltas alrededor de su cuerpo.

Mike consideró la respuesta de James. Le pareció más razonable. Colocó justo al borde de la sábana a su mascota y envolvió del modo en que James le recomendó.

—Es hembra, por cierto—musitó Mike cuando finalizó— Se llama Cleo.

—Ah, perdón—dijo James mientras soltaba una risita—Lindo nombre.

—Gracias. Y descuida, suele pasar—señaló a Cleo con la cabeza—. ¿Cómo la ves ahora?

Ambos miraron a la cachorra que asomaba solo la cara y tenía los ojos cerrados, se veía tan tierna mientras dormitaba envuelta en la sábana rosa. Parecía como un capullo de mariposa. Ellos dos no pudieron soltar una carcajada al ver el aspecto que tenía la perrita.

Cleo abrió los ojos con el ruido y callaron de inmediato.

—Ahí se ve bien—dijo James.

—Sí, muchas gracias. ¿Cómo te llamas?

—James Lancaster.

Mike Winter lo miró con los ojos entornados.

—Suponía que eras tú...—masculló Mike mientras acariciaba a Cleo en la frente, usando el dedo—. El chico que venció a Darren, ¿no es así?

James asintió.

—Eso fue increíble. La mayoría apostaba por Darren. Pero al ver que te sostenías ante su bebida, empezaron a creer que ibas a ganar.

Él se sorprendió. No la mayoría, más bien todos mencionaban que Darren ganara a ese desconocido del instituto.

—Ah, olvidé decirte mi nombre. Soy Mike Winter.

Ya lo sé...

Por unos instantes, James iba a decir eso. Lo conocía desde hace un buen tiempo ya sea que no haya cruzado palabra con él, pero en este caso debía seguir admitiendo que para Mike, era un chico que le habló por primera vez.

—Un gusto, Mike.

Lancaster se limpió una mejilla que le corría una delgada lágrima.

—¿Ocurrió algo muy grave? —Inquirió Mike, se encogió de hombros—. Perdón si me entrometo.

—No... no es nada grave—mintió James—. Son unas cuantas cosas que pasaron hace unos instantes en el instituto. Es todo.

Mike asintió lentamente con la cabeza, mientras fruncía la mandíbula.

—Sea lo que sea que te haya ocurrido, James, tienes que sonreír. Por muy duro que haya sido. Tú debes ser más fuerte que el problema que te inquieta.

Parpadeó rápidamente, asombrado. Levantó más la mirada a Mike y lo vio sonriendo. James no pudo evitarlo e imitó ese gesto.

—¡Eso!, a eso me refiero, James—exclamó Mike ampliando su sonrisa.

Y los dos conversaron un rato. James le explicó un poco de la Batalla de licor y lo que sentía al beber ese extraño licor y también que era del mismo instituto que él. Mike explicaba lo de ir a retirar a la cachorra a la casa de su amiga, sobre la farmacia en la que su madre trabajaba y demás. Él explicó su parte y le había preguntado por qué llevaba la mochila, si las clases debían haber finalizado hace una hora o más.

—Discutí con la chica que me gusta (por una tontería que hice), y yo no quería volver a casa—respondió James, forzando una sonrisa.

Mike meditó las palabras de James por unos segundos.

—Es un tanto grave...—comentó Mike mientras se acomodaba en el banco—. ¿Tiene que ver con la Batalla de licor de ayer?

—Exacto—respondió James y silbó entre dientes—. Pensaba llegar a casa y destrozar todo lo que había en mi cuarto. Como si un pequeño huracán hubiese pasado por ahí.

Mike apretó la mandíbula y miró a James a los ojos.

—¿Destrozar lo que hay en tu habitación? No, eso no es correcto. Si quieres romper cosas, pues hazlo en tus sueños. Ahí hasta puedes romper paredes a puñetazos. Pero lo que hay en tu cuarto, es valioso, sea lo que sea que tengas. Te daré un consejo, James.

»Nunca busques canalizar la ira golpeando las cosas, ya que no te ayudará. Mejor usa tus hobbies para que toda esa furia se desvanezca poco a poco. Hace unos meses me gustaba una chica llamada Sarah...

Sí, Sarah Oldstein.

James ya reconocía esa parte de la historia y todo lo sucedido. Y aun así, escuchó todo lo que él dijo, a pesar de que solo repetía, algo que James ya sabía.

—Y en serio me arrepiento de todo lo que le cause. No creí que llegaría a tanto. Al verla, solo recuerdo lo mucho que la perjudique. Me arrepiento de lo que le hice—explicó Mike, luego de narrar todo—. Entiendo que le he hecho demasiado daño, pero a lo que voy, es que eso es lo que provoca la ira. Solo empeorar.

»A mí me gusta dibujar, es lo que me calma. Lo que me hace olvidar de todo por un rato y cuando termino, ya puedo ignorar el problema. ¿Cuáles son tus hobbies, James?

—Leer y escribir...

Mike puso a Cleo en su regazo.

—Ya veo. Puedes leer y concentrarte en eso. O puedes escribir... ¿un relato? —interrogó Mike a James, a lo cual este asintió—. Ya, entonces puedes escribir algo para distraerte. Eso podría ayudarte mucho. Si deseas, puedes escribir... no sé... algún error que cometiste con la chica que te gusta... aunque yo no sé qué ha pasado. Solo estoy divagando un poco entre algunas posibilidades.

James consideró eso. Mike soltó una carcajada mientras se levantaba y sostenía a Cleo en sus brazos. James no había escuchado que el autobús llegó.

—Me tengo que ir.

Mike subió el primer escalón para subir al interior del autobús. Se volvió a él.

—No lo olvides, James. Escribir o leer, puede ayudar a calmarte, sigue mi consejo.

—Lo haré, Mike. Tal vez escriba.

—Lo que a ti te parezca mejor. Te veré en el instituto—dijo Mike para despedirse.

El autobús arrancó. Mike ya había subido y se sentó al final. Por la ventana se despidió de James con la mano, sonriéndole.

James tampoco pudo evitar hacerlo y se despidió del mismo modo.

Cuando el autobús se alejaba más y más. James se dirigió a casa. Mike le hizo dejar de pensar en lo que hizo, pero tan solo por unos minutos. Ya que todo había vuelto a caer encima de él.

Ahora corrió a casa y al llegar. Lanzó la mochila contra la pared, para después patearla. Mike le dijo que no debía hacer algo así. Pero James debía hacerlo, al menos para sosegarse un poco. Y ahí fue cuando se decidió por escribir y tratar de encontrar el "error" que cometió con Scarlett.

—*—*—*—

Nota breve del Autor.

Desde el siguiente capítulo, ya no serán necesarios los párrafos en cursiva del tiempo presente, ya que se entiende que llegó al final de todo.

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