CAPITULO 30

(Miércoles 20 y jueves 21 de diciembre del 2017)

Ya todo parecía estar como antes. James ya no tenía ninguna intención de huir de ellas. Algo que si llamo la atención, fue en la hora del receso, porque se percató de que Aylin y Darren conversaban en el patio. Y James pensó que ya volvieron a ser amigos o, que su rencor ya ha quedado en el olvido después de haberle dicho sus verdades a Aylin.

En la casa de Kate, organizaron una fiesta pequeña e improvisada después de clases. James llamó a sus padres y les dijo que estaría con ellas. Su madre no veía bueno que saliera con ellas después de lo ocurrido la semana pasada. Aunque de todas formas accedió y le dijo que no tarde tanto en volver o si tendría problemas.

La casa de Kate, más bien era un dormitorio rentado bastante decente, en una vecindad pequeña. Tenía todas las cosas, al menos James pensó que ella tenía una familia con economía moderada. Los padres de Kate no estaban casi todo el tiempo en casa por el trabajo, así que la dejaban en casa y ella hacía lo que quiera. Pero sin excederse.

La fiesta la hicieron porque James ya no iba a estar en casa desde el viernes 22 de diciembre, ya que iba a la casa de sus abuelos por Navidad. Junto a sus padres, prepararían el equipaje el jueves por la noche; y en el momento que James haya vuelto de clases el viernes por la tarde, él solo llegaba a casa, subía al auto y se iba con ellos para volver el año siguiente.

Cuando ellas volvieron a recordar eso, pensaron en celebrar una rápida navidad con él, ya sea antes de tiempo. Hubo algunos cantos navideños y desafinados por parte de Judy. Luego las dos películas en las que apareció Macaulay Culkin en Home Alone cuando era un niño.

Después James fue a casa y no dejaba de contener la emoción, al saber que Scarlett aceptó salir con él el día de mañana. Sí, una cita con Scarlett White y no una salida como simples amigos. Eran amigos que sabían que uno sentía algo más por el otro.

Tanta fue la emoción que apenas podía dormir. La semana pasada había estado comprando algo para Scarlett, pero que James prefirió dárselo minutos antes de despedirse la tarde del 22. Pensó que eso sería una buena despedida. Él guardó el regalo en su casillero.

El jueves por la mañana, madrugó y corrió al instituto antes que cualquier otro estudiante, solo para guardar el regalo. Valió la pena, de todos modos, sería lo que le daría a ella en el último momento. Por suerte, lo que compró, cabía perfectamente en el casillero.

Al pasar las horas, James y Scarlett se dirigieron a sus respectivas casas para prepararse. Lancaster les pidió a sus padres que le presten el auto. Su madre no iba a trabajar esa tarde, así que accedió.

James la había llevado al centro comercial. Aquel día había una pequeña pista de patinaje a la cual querían ir. Pero eso lo harían después. Fueron al cine para ver la película Suburbicon. Al salir estuvieron opinando de la película: sus puntos buenos y malos.

Esta vez se dirigieron a la pista de patinaje. En realidad, estaba ubicado en el tercer piso, lo habían reemplazado con un local de muebles con un espacio razonable para que entren unas treinta personas a la vez. Había dos pistas: una para los niños (con unos adornos de muñecos de nieve, casas de dulce y copos de nieve adornando la pared) y otra para los que sean mayores de doce años (que no tenía ningún adorno).

La pista de patinaje consistía en una superficie blanca y sumamente plana, con unas cercas metálicas en los bordes. Algunos caminaban patinando mientras se agarraban de la baranda.

—¿Alguna vez habías patinado? —inquirió James

—¿Te soy sincera...?

James se volvió a ella ceñudo y asintió.

—Creo que esto fue una mala idea—comentó Scarlett y se rio por lo bajo—. Nunca he patinado. Me estaría cayendo todo el rato.

—No hay problema—dijo James que se estaba encogiendo de hombros—. Yo te ayudaré.

—¿Ya has patinado antes?

—De niño, pero con patines para el cemento... de ese tipo...—señalo la superficie de hielo—. No estoy seguro.

—Estamos hablando de algo que hacías de niño—ella soltó una risita—. No creo que sea lo mismo, James.

—Será mejor comprobarlo.

Pagaron para poder pasar por unos veinte minutos, les entregaron un par de patines a los dos y de inmediato pasaron a la pista.

Al principio los dos no podían moverse con facilidad. Aunque luego de unos minutos, varias caídas y muchos resbalones, fue suficiente como para adaptarse. Lancaster le costó un poco más que a Scarlett, pero pudo conseguirlo.

El pequeño problema que surgió fue que todo el tiempo que pasó, hasta poder patinar sin tanto fallo, les dejó sin tiempo. Lancaster pagó por otros veinte minutos y esta vez patinaron con tranquilidad, sabiendo cómo debían hacerlo y sin caer.

James sintió que algo aferraba su mano. Él pudo ver que la mano de Scarlett, la había entrelazado con su mano. Y el calor fue ascendiendo por su brazo, recorriendo su cuerpo. Apretó ligeramente con sus dedos la mano de Scarlett. No quería que ese momento fuera a terminar así de rápido. Que esos cortos veinte minutos sean eternos.

En su mente, volvió a recordar la tarde en que bailó con ella. Pero recordaba más el momento cuando la canción Perfect, destacaba por sí sola, para James y Scarlett.

Sin que los dos se dieran cuenta, les dijeron que el tiempo había terminado y que debían devolver los patines. Se miraron por unos segundos y asintieron.

Cuando se alejaron de la pista de patinaje, pensaron en ir a comer. Volvieron a entrelazar sus manos y James creía que sus nervios eran mayores solo con eso. Algo de comida rápida les serviría para pasar el hambre.

Cuando terminaron de comer, salieron del centro comercial. La tarde pasaba con rapidez y James no quería que finalice. Fueron en coche hasta ir al centro, lo estacionaron y caminaron por las calles de la ciudad, mirando todo lo que habían preparado los ciudadanos. Ambos habían escuchado que en un parque, habían llenado todo espacio con adornos navideños: cajas de regalos, muñecos de nieve, Santa Claus (con algunas variaciones... había uno más en la esquina del parque en el que iba transportado junto con su trineo y renos) y mucho más.

Scarlett y James se tomaron fotografías. Posando frente, o al lado de los adornos navideños. Algunos eran selfies que se habían tomado juntos.

En la noche, fue el momento que James no olvidaría. Miraron un poco más del parque y decidieron recorrer por otras calles.

***

Al anochecer, el alcalde de la ciudad, encendía los adornos. James y Scarlett volvieron después de que el cielo se tiñera de oscuridad. Faltaban algunos minutos (seis con exactitud), para que todo el parque reluciera con varios colores. La música aún sonaba, más personas empezaron a llegar. Todos se preparaban a que el parque se iluminara por sus adornos navideños.

—Sígueme, Scarlett.

—¿A dónde vamos, James? El parque va a encender sus luces y quiero ver cuando pase.

—Lo sé, pero quiero enseñarte algo.

Entonces Scarlett siguió a James. Él la encaminó a una gran cafetería que estaba frente al parque. James entró e hizo una señal al señor que estaba limpiando la mesa. Cuando el señor vio eso, se acercó a James.

—Creí que no vendría.

—Sí, pero trataba de ser exacto con lo de las luces—respondió James.

El señor sonrió y miró de reojo a Scarlett. Faltaban tan solo tres minutos.

—Iré a abrir la puerta—dijo el señor y los guio a ambos a dicha puerta.

Él sacó un juego de llaves. Luego de un rato en seleccionar una llave, la sostuvo entre sus dedos y abrió la puerta.

—¿James, a dónde me llevas?

—Ya lo verás—respondió él mientras le enseñaba una sonrisa. Tomó la mano de Scarlett, sin miedo.

Cuando se abrió la puerta, vio que se trataban de unas escaleras. Los dos subieron rápidamente, les queda un minuto y medio. Llegaron finalmente al tercer piso: la azotea.

El alcalde empezaba a hablar por micrófono. Unas cuantas palabras a los ciudadanos antes de que todo se encienda.

30 segundos.

Ambos se pusieron frente a la barandilla. James ahora no sostenía una sola mano de Scarlett, sino que las dos. La vio a los ojos y empezó a hablar, sin titubear, sin intimidarse, manteniendo toda seguridad en sus palabras, a pesar de los nervios, que iban desvaneciéndose con cada palabra pronunciada.

—Scarlett, algo que antes consideraba imposible, era no solo un momento especial contigo. Sino que quería los que más pueda, para que mi mente y mi corazón, registren todo y no olviden ningún detalle. Este será uno de estos momentos que no olvidaré.

Cuando finalizó, Scarlett y James vieron con el rabillo del ojo, muchos colores que se encendieron. Volvieron la vista al parque y cada adorno navideño, llevaba un color distinto. Rojo, verde, azul, blanco, amarillo, anaranjado. Es como si todas las luces de colores se concentraran en un solo parque. No se habían soltado las manos.

—Esto es maravilloso, chico—masculló ella y volvió la mirada a él, con una amplia sonrisa.

Scarlett soltó sus manos y empezaron a subir por los brazos de James, para llegar a la parte trasera de su cuello. La distancia se había acortado aún más. Ya no los separaba medio metro, ahora, estaban muy apegados. James se inclinó unos centímetros y sus brazos pasaron a sostener la cintura de ella.

La distancia entre los labios de los dos, eran tan solo milímetros. James volvía a revivir lo que pasó mientras habían bailado en la penumbra. La sensación, era similar, inolvidable. Sus corazones volvieron a latir como si fueran un mismo ritmo. James vio los ojos de Scarlett por un segundo más.

Él podía ver que los ojos de ella se cerraban y al instante, imitó eso.

La noche del 21 de diciembre, James Lancaster, pudo tener su primer beso. Lo que mejoraba todo, era que se trataba de la persona que más ha querido en secreto durante tanto tiempo. Se separaron, pero no del todo. James apoyaba su frente en la de ella. Scarlett soltó una risita.

—¿Primer beso?

—Sí—respondió James susurrando—. ¿Salió mal?

Ella volvió a soltar una risita.

—Un poco. Pero eso puede mejorar.

Volvieron besarse y James sentía que los dedos de Scarlett se habían deslizado a las mejillas de él.

James jamás podría olvidar así. Estaría rememorando ese recuerdo, ese momento especial, durante toda la noche.

Luego de un rato decidieron dar una vuelta por el parque iluminado, lo hicieron. Pero no había sido por mucho tiempo. James debía dejar a Scarlett en casa.

Así lo hizo, pues fue manejando (aunque había un poco de tránsito) y llegó unos quince minutos después. Se despidió y volvió a darle un beso más, antes de irse.

Cuando la vio alejarse, James recordó que debía ir a casa. Tenía que preparar sus maletas para el viaje de mañana (sus padres le dijeron que deje preparando todo, que él al momento de volver del instituto, se irían de inmediato). Claro, no sin antes llevarse otro momento especial, que fue de lo más imprevisto.

Para James, lo ocurrido en la tarde del 22 de diciembre, no era más que un recuerdo amargo que deseaba olvidar.

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