CAPITULO 3
James Lancaster se había calmado en un pequeño porcentaje, pero aún se sentía frustrado y con furia desencajada. Miró por la ventana con vista a la calle: las hojas esparcidas que estaban por la larga y desierta acera, iban siendo arrastradas por fuertes ventiscas. Eran las tres y cuarto de la tarde.
El muchacho se volvió a la pantalla y leyó lo que había escrito.
"Sigo creyendo que nunca debí comportarme de esa manera con Scarlett—masculló—. No estaba de humor y Darren siempre me sacaba de quicio. Y esa conversación, en la que me contó sobre su madre, fue tan inesperada y directa que me sentí muy mal."
Siguió leyendo hasta llegar a los detalles de Scarlett; las comisuras de los labios se levantaron un poco. De lo que destacó, lo que más le fascinaba, fueron sus ojos avellana.
"Parecían tener un extraño poder sobre mí. Creo que por eso no podía aguantar mucho al mirarla. ¿O sería mi timidez?"
No lo sabía con exactitud. Se detuvo al leer en el momento que escapó de ella. James hizo una mueca de disgusto.
"A veces las personas sueltan palabras impredecibles que resultan ser dolorosas, ocasionando que la felicidad se evaporé con rapidez asombrosa. Hice que recordará algo muy doloroso. Pero había sido accidental, nunca fue con intención de hacerle algún daño emocional. Había sido patética la manera en que tuve que escapar del problema".
En ese instante, el muchacho se encogió de hombros. El "error" que había cometido, no se encontraba en aquellos días. Tenía que seguir escribiendo los sucesos.
Ya sea que eso lo pueda corromper. Empezó a escribir:
James tenía miedo de entrar a casa. El moratón haría que su madre se altere, y llegará a hacer miles de preguntas con respecto a ello. De todos los moratones que le han hecho en su vida, ése no era cauteloso, podía ser visto con normalidad y eso suponía un problema.
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James tenía miedo de entrar a casa. El moratón haría que su madre se altere, y llegará a hacer miles de preguntas con respecto a ello. De todos los moratones que le han hecho en su vida, ése no era cauteloso, podía ser visto con normalidad y eso suponía un problema.
Él no había tomado el autobús, lo que hizo en su lugar, había sido correr a casa. No tuvo intención de hacer sentir mal a Scarlett. James había visto en su rostro como algo se desmoronaba en su interior. Y solo huyó...
La casa de la familia Lancaster era de dos pisos. Tenían una gran sala amueblada; la cocina era un poco pequeña, aunque no importaba, lo fundamental cabía allí; en el segundo piso, un pasillo dirigía a la habitación de sus padres y a la de él, también al cuarto de baño.
No había necesidad de comprar una casa más grande, con la que tenían parecía suficiente. Además no harían más gastos en otra, aparte de que James era hijo único.
Ahora se sentía agobiado con la simple idea de entrar e ir a su habitación. No podía ocultar lo que le habían hecho en la cara. Pero en su habitación tenía un par gafas de sol. Si tan solo pudiera llegar y ponérselos...
Aunque no podría usar eso hasta que el moratón desapareciera.
El autobús del instituto pasó por su casa. Esa sería la señal para entrar, ya que se había adelantado y su madre supondría algo malo. Como si se hubiera escapado.
Se encaminó a la entrada y la boca empezó a tener un sabor amargo. Suspiró y entró a casa. Siguió de largo hacia las escaleras por el cual estaba la habitación, hasta que escuchó a su madre desde la cocina.
— ¿James, eres tú? —el muchacho se detuvo en seco en mitad del pasillo. Estaba a muy poco pasos de entrar...
—Sí, soy yo—gritó él.
— ¿Podrías ayudarme con algo, cariño?
—De acuerdo, ya voy.
James entró en la habitación, dejó la mochila por un lado y buscó en el cajón de la mesita de noche las gafas de sol.
Las lentes oscuras parecían ser suficiente para ocultar el moratón.
Si Darren no me hubiera golpeado...
Salió de la habitación esperando a que funcione. Se dirigió a la cocina.
La madre de James era una mujer de cincuenta y dos años, con el cabello negro y corto, un poco gorda y a la vez de pequeña estatura. Tenía que levantar la mirada para ver a su propio hijo.
Su madre estaba buscando algo entre los estantes de condimentos. James se puso del lado contrario en el que no podían verle, a la vez que disimulaba ver hacia el reloj del microondas que estaba en la encimera. Solo que el reloj estaba en 00:00, habían sido meses que no colocaban la hora allí.
—Me alegro que hayas venido, James. ¿Qué tal el primer día de tú último año? ¿Logan estaba ahí?
—Ah... sí, estuvo... bien. Logan estuvo... con dolor de barriga todo el día—titubeaba James mientras mentía.
La madre escogió un frasco que debió ser el que buscaba. Se volvió a James.
—Pobre de Logan—comentó la madre—. Oye, ¿cuándo vas a traerlo a casa? Me parece un poco descortés que solo tú hayas ido a su casa, pero nunca haya venido a la nuestra. Quisiera conocerlo.
Su madre cruzaba el extremo de la cocina, en el que estaba el microondas, para buscar algo entre unas bolsas que eran las compras del supermercado. James tuvo que mirar a otra dirección.
—Te había mostrado algunas fotos de él, mamá—contestó irritado.
—Sí, ya lo sé—afirmó ella mientras sacaba una funda blanca y se acercaba al lavabo—. Pero no me es suficiente—la madre miró a su hijo y frunció el ceño al ver que estaba concentrado en otra cosa.
James sentía la boca seca.
— ¿Qué miras, James?
Los ojos de él se abrieron de par en par. Sabía que su madre podía sospechar.
—Buscaba a Francis—explicó James.
Ella soltó una risita. Francis era su mascota, un perro de raza Pekinés de color café. Ya llevaba más de un año y medio desde que lo trajeron a casa.
—Ese perro debe estar en su cojín.
—Iré a buscarlo.
—Espera—lo detuvo su madre. James le estaba dando la espalda y estaba maldiciendo para sí mismo—, ¿por qué usas gafas de sol en la casa? Ah, y quiero que me ayudes a hacer un pastel.
James estuvo pensando en alguna mentira, aunque no sabía que decir. Tampoco sabía si se lo creería. Sólo no quería estar ahí.
—Iba a tomarme una foto para subirla a Facebook—mintió y la miró por encima del hombro—. ¿Tiene que ser justo ahora, mamá?
Eso pareció haber hecho enfadar un poco a su mamá, como si no quisiera hacerle caso a la orden que pidió.
—Sí, ahora, necesito ayuda. Y quítate esas gafas.
James no podía tragar saliva. Caminó lentamente por detrás de ella evitando que no viera el moratón por debajo de las gafas. Se puso a su izquierda, de esa manera no se daría cuenta
— ¿Qué hago?
La madre se volteó a verlo y se encogió de hombros, irritada.
—Quítate esas gafas, o sino no podrás ver nada.
Esta vez era una orden de la cual empezaba a sugerir que la madre se estaba molestando. En aquel espacio la luz era un tenue y ella tenía razón. No veía el nombre de los productos. Podría encender la luz, pero su madre no querría malgastar dinero en vano por electricidad.
James se las quitó y las dejó por un lado.
—Quiero que pongas un poco de harina aquí en...—la madre hizo una larga pausa—, James, ¿por qué miras hacia otro lado?
—Ah... por nada...
—Mírame.
James no hizo caso.
—Mírame—volvió a decir.
El muchacho se volvía hacia su madre para que lo viera. Los ojos de la madre se abrieron como platos y soltó un gritó ahogado.
— ¿Quién te hizo eso?
La madre se acercó y colocó una mano para verlo mejor, evitando tocar el área donde le dolía. Estaba preocupada y enfadada. Entonces ella fue a la sala y agarró el teléfono.
— Mamá, ¿pero qué haces...?
—Llamaré a tu instituto—respondió ella.
James salió de la cocina y vio a su madre que estaba de pie, marcado un ritmo irregular con el talón, como si escuchará alguna canción, solo que lo hacía para calmarse.
***
—Dices que salió corriendo... ¿y ya? —preguntó Judy a Scarlett.
Scarlett asintió lentamente. Las tres chicas se encontraban en la habitación de Scarlett. Judy tenía coche, por lo cual, podía hacer dos cosas: llevar a sus amigas a sus respectivas casas o dejar que se fueran en el autobús del instituto (incluida ella). Lo segundo lo solía hacer cuando sus padres necesitaban el auto para ocasiones importantes.
Ese día no lo era. Judy aprovechó la oportunidad para ir a casa de Scarlett y pasar el rato juntas. Estaban sentadas en el sofá mientras daba una película que parecía ser de acción.
—Que chico tan raro—comentó Kate Morton—. Aunque no entiendo, Scarlett. ¿Es verdad que ha estado un año en el instituto?
—Es lo que me había asegurado—respondió ella—. Aunque nunca lo había visto.
— ¿Y cómo se llama? —inquirió Judy Griffin. Le dio curiosidad saber quién era. Pensaba que era alguien de lo más tímido si había salido corriendo.
—James Lancaster, un chico lector—añadió—. Supongo que el único lector que ha habido en el instituto.
Judy sacó su celular mientras le preguntó:
— ¿Eso es bueno o malo?
—Debe ser algo bueno. No he visto más chicos lectores aparte de él.
Ellas no lo entendían porque apenas leían algo que Scarlett les recomendaba.
Judy encontró al chico por su cuenta en Facebook. Le enseñó el móvil con la foto que él había estado usando en su cuenta. Scarlett asintió y esbozó una sonrisa al ver a un James que estaba sonriendo para la foto, en vez de aquel James aburrido. Judy volvió a mirar su móvil, memorizando el rostro del chico.
— ¿Qué me dices del cuaderno que olvidó? —inquirió Kate.
Scarlett no había visto el cuaderno y lo usaría para hablar con él sin que huya. Con una mano señaló que estaba en su mochila.
—Pienso entregárselo mañana.
— ¿No te da curiosidad leer lo que tiene ahí? —le animó Judy para que lo saqué.
Scarlett sí se preguntaba que podía tener allí. Aunque probablemente nada importante; apuntes sobre lo que lo maestros decían a los alumnos que trabajarían a lo largo de este año escolar.
Sin embargo, debió reconocer que James era un lector... y algunos lectores escribían. Tal vez alguna que otra frase que le haya considerado llamativa y la anotó.
—No debe tener nada—comentó Scarlett—. De seguro son los apuntes del instituto.
Judy meneó la cabeza.
—Si tú lo dices—Judy miró el reloj de su muñeca—Debo irme, nena. Te veo mañana en clases, supongo que tal vez en recreo.
—Yo también debo irme—dijo Kate tomando su mochila.
Scarlett asintió y le sonrió.
—Las acompañaré hasta el auto.
Scarlett las acompañó, se despidieron y ella entró de nuevo a su casa. Al ir a su habitación, se recostó en su cama y volvió a pensar en lo que había ocurrido esa mañana, al intentar hablarle a aquel lector. No llegó a pensar que pasaría algo así.
La habitación de ella estaba pintada de morado, con un librero en una esquina, un pequeño escritorio con vista hacia la ventana (ella no hacía las tareas sentada ahí... comúnmente las sabía hacer sentada en el suelo); y una cama en otra esquina con la cabecera cuadrada de color negro. Había un gran espacio en el suelo.
Se recostó hacia un lado mientras seguía pensando. Creyó que lo conocería a él de manera normal como a todos: un simple saludo, los nombres, cosas que le gustan, detalles de personalidad y eso... nada de los problemas o asuntos personales de él o suyos... pensó que eso sería algo que podría ocurrir luego.
Posó la mirada en la mochila donde tenía el cuaderno de James. Pensó que debería ver qué es lo que tiene escrito.
Solo por curiosidad.
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