CAPITULO 27
Con ambas manos se cubrió el rostro. También evitó soltar un grito de cólera. Se puso de pie, tomó la silla por el espaldar y lo lanzó contra la pared, ni siquiera puso atención a la pared por sí dejó una marca hundida. Varias voces estallaban en su cabeza diciendo que había sido completamente innecesario salir corriendo como nena.
Salió de la habitación y bajó las escaleras de dos en dos. Abrió la puerta principal. Se percató que el sol aún no se ocultaba en el horizonte a lo lejos. Anduvo caminando por la calle con ambas manos en los bolsillos, con aire fructuoso.
Un coche pasó al lado de él y en un instante, las luces traseras se encendieron. Quien iba en el auto se detuvo a unos dos metros de James. El conductor gritó su nombre y él se dio vuelta.
—¿Judy? —susurró él y se acercó al auto.
Ella había bajado la ventana del todo. Iba con unas gafas de sol colocadas en encima del cuello de su camiseta blanca.
—Iba pasando por tu casa para verte—explicó ella—. Scarlett me dijo que necesita hablar contigo.
James sin dudar, frunció la mandíbula y se cruzó de brazos.
—¿En verdad dijo eso?
Ella asintió lentamente.
—Sí. Ya sabes que Scarlett no es mucho de rencores y prefiere solucionar esto de una vez por todas. Así que, ¿vamos?
Él aceptó y ocupó uno de los asientos de atrás. Miraba distraído la ventana, sin pensar en lo que hizo. Primero huyó. Y al año siguiente cometió una estupidez por creer que ella si iría a ese lugar.
Pero en verdad James sí lamenta todos los errores que había hecho. Así que era mejor remediar las cosas. Solo que él, más bien necesitaba tiempo para curarse, curarse de aquello que lo estaba lastimando y atormentando.
En las caricaturas, tanto viejas como nuevas, acostumbran a poner de fondo, los mismos pares de casas y edificios. De ese modo, daría la sensación que los personajes que viajan en autos, que el público llegue a asimilar que en verdad se están moviendo.
—Yo estaba saliendo de mi casa; fue oportuno que me hayas visto, Judy—dijo Lancaster sin dejar de mirar por la ventana—. ¿Por qué antes no me llamaste?
—Porque fue mi plan—respondió.
James dio un respingo y abrió los ojos.
—¿Cómo has dicho?
Se volvió por encima del hombro para responderle a James. Tenía una cara sonriente. Lástima que ya no era Judy.
—¡Porque fue mi plan, maldito imbécil!
James miró que la cara de Darren, tenía plasmada una expresión psicótica. No podía creer que esté sucediendo eso de nuevo.
Estaba en otro sueño (pesadilla) más. El efecto de los viajes que tienen los personajes de caricaturas, la estaba viviendo él. Sin embargo, todas las casas eran repetidas y él no se dio cuenta de eso.
James quería abrir la puerta, desesperado; prefería lanzarse del coche en movimiento que estar en uno con Darren Madison. Pero al hacerlo, no cedió ni un centímetro. Lo que estaba pasando, era que la puerta estaba adherida a los bordes. Probó suerte con la que estaba al otro extremo y fue el mismo resultado. No había ninguna manera de abrir las puertas; lo peor era que tampoco había cinturones de seguridad.
—Aquí no existe modo de escapar—dijo Darren—. Te irás conmigo.
Lancaster miró por la ventana de en frente que el coche iba a toda velocidad, hacia una casa de dos pisos. Lo curioso, es que era la misma casa a la que fue el 4 de enero. ¿Es que acaso quería llevarlo a la muerte?
James miró todo el interior del auto, con total exasperación. Los cinturones de seguridad habían desaparecido.
"Debo evitar que se dirija hacia esa casa."
Se estiró para agarrar el volante. Darren aún las tenía aferradas con ambas manos. James quiso despegar las manos de él, que apresaban el volante como si fuese algo que no quisiera alejar de sí mismo o como si fuera parte de Madison. Aruñó los brazos de Darren, solo que él solo se puso a carcajear.
Le dio un puñetazo en el rostro, no obstante, los nudillos le dolieron a James, como si hubiese golpeado a la pared de ladrillos.
—¿Eres necio o qué? —Inquirió Darren—. No-hay-escapatoria.
Y después soltó más carcajadas. James temblaba y volvió a ocupar el asiento de nuevo, en el centro.
El coche iba a más de 130 kilómetros por hora. James quiso cerrar los ojos pero no pudo hacerlo. Darren no dejaba de reír.
Luego de tres segundos, el coche se impactó contra la casa, haciendo un enorme agujero, arrasando con todo lo que tenía en frente; el cuerpo de Lancaster se desprendió del asiento y salió volando contra el parabrisas para después atravesarla.
***
Abrió los ojos bruscamente. En ese sueño no atravesó la ventana, solo despertó en el momento exacto en que su cara estuvo cerca de impactar contra el parabrisas.
No se movió de donde estaba y con la mirada observó la habitación y cómo se encontraba él.
En realidad, tenía la cabeza apoyada sobre el teclado. Levantó la cabeza y después se percató de que tenía la mejilla derecha (con la que había apoyado el rostro contra las teclas), completamente húmeda. Se palpó con los dedos índice y pulgar para verificar lo que hizo.
Había terminado babeando las teclas. Con la mano se limpió la saliva, sintiéndose asqueado. Mira la laptop, que tenía brillantes la mayoría de teclas (desde la letra F hasta la K).
"¿En verdad he babeado todo esto?"
No se lo creía. Pero algo que si creía, era que ahora ya no podía escribir de ese modo. Si la saliva entró por los espacios, pues se estropearía y debería mandarla a componer. Posiblemente tendría que comprarse otra. Sus padres sí que se iban a molestar.
"Será mejor que compruebe si aún funciona."
Resbaló un dedo por el Touchpad, pero no se encendió. Miró por la ventana; ya era de noche, tal vez más de medianoche.
¿Cuánto tiempo durmió? James buscó su móvil por la cama, la mesita de noche, no lo encontró.
"¿Y si solamente se apagó porque no había batería?"
No estaba seguro, pero quiso que fuera aquello. Buscó el cable para cargar la laptop, como único modo de saber si aún funciona. Escuchó que la puerta a sus espaldas se abría, él se dio vuelta, pensando que era Darren. La experiencia de esas pesadillas lo traumó.
Sin embargo, no se trataba de Darren, sino de Francis, su perro. James resopló aliviado. Vio que su mascota llevaba algo en el hocico: el cable de la laptop. Él frunció el entrecejo.
—¿Me lo vienes trayendo, Francis? —sonrió James. Se apoyó sobre una rodilla y estiro la mano, llamándolo—. En serio te lo agradezco, pero por favor, ¿puedes venir aquí?
El perro lo miró sin inmutarse con esos diminutos ojos que traía. Ni siquiera James entendía cómo es que su perro llevaba el cable entre sus pequeños dientes. Francis dio la vuelta y empezó a correr sobre sus cuatro patas. James sonrió y se encaramó.
"De seguro está molesto porque no lo saqué a pasear esta tarde."
Decidió seguir a su perro, bajó por las escaleras y se dio cuenta que él lo esperaba abajo. Francis corrió hacia la cocina. Lancaster siguió bajando para lograr alcanzarlo.
La cocina estaba tan solitaria, vacía y a oscuras. Buscó a tientas el interruptor en la pared y lo aplastó. Las cortinas ocultaban la vista de la calle, en cambio el comedor, no había más que dos sillas apegadas a la mesa en cada extremo diferente. La mesa estaba cubierta por un mantel blanco que tenía bordes color dorado.
James lo buscó por un rato y no lo pudo hallar. Luego consideró que Francis podía estar escondido bajo la mesa. Se arrodilló y echó un vistazo, aunque tampoco pudo verlo.
"¿Dónde se escondió?"
Se levantó lentamente y todo cambió de inmediato. James retrocedió tres pasos para finalmente chocar contra una pared que nunca antes estuvo allí. Se dio la vuelta y examinó la pared: más ladrillos. Volvió la mirada por encima del hombro, en una de las sillas se encontraba la razón del porqué se asustó.
En la mesa estaban dos vasos para ron, y ambas tenían hasta la mitad con una bebida color café, y entre los vasos que estaban en situados cada lado de los chicos, había una botella de cristal que podía almacenar dos litros de cualquier bebida. Darren se encontraba sentado en una silla.
James se dio cuenta que las ventanas tenían las cortinas corridas y ya no había la vista hacia la calle, solo una pared más.
—Siéntate—le ordenó Madison apuntando a la otra silla con la cabeza.
Sin desobedecer la orden, se sentó y puso las dos manos sobre el regazo. Darren tomó su vaso y se lo bebió de un sorbo. Carraspeó y luego resopló.
—Nada mal como una bebida casera, ¿no lo crees, Lancaster?
No respondió. Observó con detenimiento aquel líquido que tenía el vaso y pensó que aquello era peor que una cerveza de las normales que los hombres pueden beber en los bares. No, aquello no se asemejaba a una simple bebida.
—Vamos, toma un trago, te hará bien—aconsejó Darren—. Y cuando esto termine, tú podrías ir a los bares y embriagarte con todo el alcohol que desees. Te aliviará más de lo que crees. Tus problemas, simplemente se van a sumergir en la bebida y todo quedará de lado o si prefieres... en el olvido.
Levantó la cabeza, despegando la mirada del vaso para concentrarse en Darren, que se había puesto de pie y agarró la botella de vidrio.
—A Scarlett no le gustaría que haga eso.
—¿Vas a meter a ella en esto? —Soltó un bufido y meneó la cabeza—. No, ella ya te dejara. No olvides lo que has hecho, Lancaster. Recuerda lo que Scarlett te dijo.
James negó con la cabeza, pero simplemente no pudo evitar escuchar la voz de ella, que retumbaba en sus oídos, diciendo una y otra vez:
"...James, ya no sé si pueda confiar en ti..."
Tapó sus oídos con sus manos, como si de esa forma pudiera acallar las voces.
—No te tortures más—dijo Darren que bebió un poco de la botella—. Considera lo siguiente: tú arruinaste las cosas con Scarlett; yo arruiné las cosas con Deysi. Tú y yo, diría que somos como una sola persona, ya que cometimos la gran estupidez de enamorarnos y el resultado (que fue estropeado por nuestra culpa), nos puteó todo lo que creíamos que íbamos a tener.
James miró a Darren. Él estaba sonriendo, le estaba hablando con suavidad y no con la típica brusquedad de siempre.
—Enamorarse nunca parecía ser tan doloroso y complejo—continuó Darren—. Eso es lo que uno siempre piensa, Lancaster. Yo al darme cuenta de lo que hice, fui a beber y me sentí bien. Muy bien. Haz lo mismo y tendrás un final diferente.
—¿Diferente?
—¡Claro que sí! —Exclamó Darren—. Yo me di cuenta que has omitido algo en lo que escribiste sobre mí. Cuando todo terminó con Deysi, ella ya no quería verme, ni siquiera en pintura. Quería saludarla costumbre (en serio lamentaba mucho lo que hice y solo quería ser su amigo). Cuando ya estaba en frente de ella... ¿qué piensas que pasó? Me dejó con la maldita mano en el aire y siguió hablando con una amiga que tenía al lado, como si yo fuera invisible.
Él frunció el ceño y recordó que eso era cierto, solo que sí lo había olvidado. James, escribió pero no había sacado todo lo que resguardaba en su mente.
—Y eso te va a pasar—prosiguió Darren—. Scarlett si se veía molesta deprimida por tu culpa. Te dejará de hablar y ahí es cuando entenderás que nunca debiste salir de casa aquella noche—señaló el vaso—. Así que es mejor beber, Lancaster. Toma un trago, y todo va a cambiar.
"Solo va a cambiar las cosas, pero no mejorarlas. Sí que quiere mentirme."
Intercambió miradas entre el vaso y Darren.
—No lo voy a hacer. Solo empeoraría lo que ocurrió el día jueves.
El rostro de Darren se desdibujó, aquel gesto alegre, se había desvanecido por completo. Tomó a James por el cuello con una de sus grandes manos y apretó. Eso hizo que James dejara caer la silla hacia atrás y él estuviera de pie.
A pesar de ser un sueño, él podía sentir la presión en la garganta.
—Última oportunidad, maldito imbécil, ¿vas a beber o no?—gruñó entre dientes.
James solo negó con la cabeza, sonriente. Darren al ver la respuesta, estampó a James contra el piso. Sostuvo la botella por arriba de su cabeza.
Él, mirando desde el suelo, vio que Darren le arrojó la botella a la cara.
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