CAPITULO 18

El interior de la casona del terror, tenía distintos caminos para que las personas fueran solas y así pudieran asustarse más. En cada camino, había casi lo mismo, algunos personajes terroríficos de varias películas de las más conocidas. Incluyendo el ambiente. El camino uno llevaba consigo el ambiente de una casa abandonada. El camino dos, el de una vieja granja. El camino tres tenía de fondo la oscuridad de la noche y lugar similar a un cementerio. En cambio, el número cuatro, era de un hospital abandonado, ya que las paredes se asemejaban mucho a dichos lugares. El camino cinco era el de un circo.

En el exterior, tenía una cerca metálica por detrás, la rodeaba para evitar que alguien pudiera pasar, y también había vigilancia en frente para verificar que nadie quiera entrar. Sin embargo, Darren Madison uso un momento perfecto para entrar a la casona sin pagar y sin ser visto. Cuando uno de los guardias detuvo a unos chicos (que también querían entrar por el mismo lugar) y los obligó a salir; Darren, tomó provecho de aquellos segundos.

Luego de rodear la casona, rompió una ventana con el bate y subió de un salto. Al ver el interior, se dio cuenta que estaba casi por el final de la ruta de la casona.

Cuando Will estaba hablando con él sobre no asustar al resto con ese disfraz de payaso, él no se dio cuenta de que Darren se había escabullido entre las personas para ir a buscar a Lancaster, que lo había visto en aquel parque.

Darren al divisar a James (que iba con un disfraz de vaquero), pensó en acercarse y hacerlo cagar de miedo. Solo que Darren no sabía si James le teme a los payasos. Es probable que sí. Cuando él fue al cine el día del estreno, algunos estaban gritando mucho y también llorando. Darren simplemente se divertía, el payaso le agradaba, le pareció más cómico, que maligno.

Darren había entrado con Will, un tiempo antes que James y las dos chicas. Posiblemente había dejado el bate escondido detrás de un árbol o arbusto ya que no le habrían permitido que ingresar con eso. Pudo memorizar un poco uno de los caminos, pero había un problema. Aquellos cinco caminos que eligió cada uno, no sabría escoger en el que Lancaster ingresó. Él había tomado el camino cuatro y recordó por dónde y cómo era el recorrido.

Hacerme pasar por otro tipo que trabaja en esta casona, podría asustarlo. Sería mejor golpearlo un poco a ver si llora.

Decidió tomar el camino cuatro, pensando que aquello fuera algo del destino, suerte, o solo porque era el único que recordaba. Sea cual sea la razón, ya se encontrarían en el camino.

Darren iba sosteniendo el bate con ambas manos, a la vez que subía por las escaleras.

***

En cuanto pasaron unos segundos, una luz anaranjada iluminó el camino número cuatro. James se dio cuenta de algo más antes de seguir. El chico que les dio la bienvenida, parecía que activaba las puertas para que se cerrasen. Después de un rato se encenderían los caminos que debían recorrer. James miró las paredes y pensó en una cosa:

Hospital.

De aquellos abandonados. Él tenía que recorrer dicha ruta, subiendo las escaleras hacia el segundo piso. Afuera no se oía nada en lo absoluto, solo su respiración que se agitaba. Sintió que estaba en aquellas habitaciones en las que el ruido no puede penetrar las paredes. Tragó saliva y continuó.

No sabía que es lo que le tocaría cuando ya estaba en el segundo piso. Según James, cada ruta debía ser con algo diferente. Caminó por unos instantes y escuchó a lo lejos que alguien caminaba. Se detuvo y aguzó el oído.

No escuchó casi nada. Sí parecían sonidos de pasos. De pronto escuchó algo como cadenas. No estaba seguro.

Prefirió no detenerse. En ese pasillo, vio que tenían una que otra ventana, pero no se animó a echar un vistazo al parque. Unos pasos más adelante, observó un cuarto que estaba en la penumbra, se acercó para ver qué era. En realidad consistía en una auténtica habitación de hospital, en una esquina había un armario, en el fondo, estaban dos camas separadas, con sábanas blancas que en el centro se veían empapadas de sangre.

Sangre falsa, de seguro lo es.

También algo más, Es como si hubieran tapado con la sábana blanca, a quienes debieron haber fallecido. Cuerpos falsos que debían ser maniquíes para asustar un poco (o darle una leve sensación de pánico) al que la viera. Las camas chirriaron en la reducida habitación y los cuerpos se sentaron bruscamente. James dio un respingo al ver eso.

Los cuerpos respiraban de una manera entrecortada, como si les faltase aire. Apartaron las sábanas y develaron sus rostros: es como si les hubiesen arrancado la piel y ambos soltaron un grito ensordecedor.

James no se movió, su corazón latía desmesuradamente y empezó a temblar. Al abrirse el armario sonó como un disparó. De allí salió aquello que caracterizaba el camino cuatro, algo que lo llamaban el cirujano: un hombre alto y fornido con las manos enguantadas, una máscara de un rostro desfigurado y un delantal ensangrentado. Algunos que lo vieron quizás pensaron en Leatherface, solo que en vez de llevar su simbólica motosierra, llevaba un taladro.

James gritó y cayó sentado, empezó a arrastrarse un poco por el pasillo. Lo bueno fue que los revólveres que llevaba no se habían caído. Se levantó rápidamente para alejarse de ellos. Miró por encima del hombro al darse cuenta que nadie lo seguía. Más adelante se obligó a detenerse para respirar. Esperó que no haya más sorpresas en el camino.

***

Darren recordó por cual lugar, salió el cirujano. Cuando pasó por primera vez, ocurrió lo mismo, tal y como el cirujano asustó a James, saliendo por otro armario.

Un susto poco predecible.

Era en otra habitación, pero de mala muerte con una mesa en el centro, el cual tenía varias herramientas que estaban mezcladas con las de los carpinteros y mecánicos. Y una lámpara con luz naranja colgando del techo. Oh, sí, y el armario en una de las esquinas.

Darren lo comprendió, aquel armario era una conexión de la habitación en la que estaban los falsos cadáveres y la otra que tenía la mesa con herramientas. Darren abrió el armario y pudo ver al fondo (a lo lejos) una tenue luz.

Por ahí debe venir.

Era un atajo rápido. Él se volvió hacia la mesa de herramientas, examinando una por una (pues todas eran falsas). Al lado de un serrucho, estaba una extensa cadena que brillaba con la luz naranja. La tomó y de inmediato procedió a cerrar el armario, el único atajo que el cirujano tenía.

Lo siento, cirujanito, pero esta vez, es mi turno de asustar.

Mientras que sostenía el bate con la mano derecha, se escondió detrás de una de las dos puertas dobles, agazapado y contendiendo la respiración. Sea quien sea que entre en esa habitación, lo asustaría. Esperó a que fuera el idiota de Lancaster. 

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