CAPITULO 13

(Sábado 6 de enero del 2018)

Para cuando James Lancaster despertó, eran más de las ocho de la mañana. Abrió los ojos lentamente para que se adapten a la luz. Lo que no supo, fue a qué hora durmió. Ahora no tuvo pesadillas. Darren había dejado de perturbarle por esta ocasión. Pero volverá y eso era algo que James sabía.

Se sentó en el borde de su cama e instintivamente pensó: "Quiero beber agua". La boca sentía un horrible sabor amargo y seco, seguido de que su garganta le ardía un poco. Necesitaba beberse un buen vaso de agua. Se levantó y antes de salir de su habitación, su mirada se volvió hacía la laptop.

"Debo seguir... debo seguir buscando mi error..."

Se acercó y desconectó el cargador. Después bajó a la cocina. Cualquiera que hubiese mirado a James Lancaster, con sus pasos arrastrados, su mirada entre depresiva y neutral, sus agotados ojos con ojeras y estando encorvado, muchos creerían que a esa persona le faltaban ánimos a la vida. James no estaba feliz. Y lo que no recuerda, fueron cuántas veces había sido feliz.

"Solo cuando estaba con Scarlett."

Y en cualquier otra ocasión, si la hubo alguna vez antes de Scarlett, su mente la pudo borrar.

Al ser sábado, sus padres no estarían por la mañana. Ya que salían a caminar al parque que estaba a unas cuantas calles cerca de casa y luego a comprar cosas para el desayuno y almuerzo; solo que eso ya lo hicieron ayer. Francis, su mascota, no estaba ahí, así que debieron llevárselo para que dé un paseo. Aunque no estarían allí hasta las nueve. Tomó un vaso de vidrio y lo llenó casi hasta el borde y se lo bebió.

Sintió como el estómago se le revolvía de ese líquido frío. Pueda que el agua sea algo que una persona deba consumir, pero solo de agua no vive una persona. Necesitaba comer algo consistente. Pero James no quería nada más que agua.

Subió a su habitación y cerró la puerta. Se sentó de nuevo frente a la laptop y lo encendió. En la pantalla, pudo ver lo tanto que ha escrito; nada se ha borrado. Aún le faltaba mucho. Lo que pudo haber cometido, tal vez pudo ser con las amigas de Scarlett. Luego apartó esa idea, no creyó que fuera así. Judy Griffin y Kate Morton no eran malas personas. Inclusive lo ayudaron en una ocasión que él no olvidaría. Alargó las manos al teclado y continuó escribiendo...

— — —

(Miércoles 25 de octubre del 2017)

Ahora que James ya no estaba solo, se sentía mejor que antes. Ahora se juntaba con las tres chicas en los recreos y por cada que vez que tenía alguna de sus clases (historia, literatura o ciencias), se topaba con alguna de ellas. Todo iba muy bien. Aquella mañana, tenía clases de Historia así que se encontraría con Kate.

Le gustaba estar con ellas, eso no podía negarlo. Pero con quien más le gustaba estar, era con Scarlett. Aquellos minutos que parecían cortos, en el salón de Literatura, él aprovechaba lo que más podía. Él volvía a sonreír. Pero de verdad.

Antes de que el maestro de Historia llegará y Kate se sentase al lado de él casi al final, al igual que James, él había llevado un libro para leer llamado: La Perla, que era un libro que su padre, se lo había robado al hermano de su esposa; recordó que su padre dijo: En las casas de los hermanos de tu madre, no necesitan libros.

Aquello era cierto. Sus primos y sus tíos por parte de la madre de James, no leían en lo absoluto. Y según comentó su padre, no quiso devolvérselo. Añadió que tampoco recordarían que ellos compraron aquel libro alguna vez. James tenía en tapa dura aquella novela de John Steinbeck. Ese era su primer libro en tapa dura. El segundo fue La Zona Muerta, de Stephen King; James lo había encontrado meses después de que su padre hubiese estado internado en el hospital por el problema del corazón. Según le contó él, su hermano Louis se lo había prestado por aquellos dos meses. Y ahora era propiedad de James y es que su tío sí es lector, pero apenas lo veía y se había encariñado con el libro. Así que se quedó en su librero, solo que era los únicos que tenía en tapa dura, pero para él, eran más que valiosos.

James siempre que llevaba un libro, cualquiera que sea, lo llevaba en una bolsa plástica. O funda plástica; la misma que le regalaban en la tienda por cada vez que compraba.

No eran de esas extravagantes con un sello de la librería en un costado de la funda, sino que era una simple funda transparente. Antes no parecía tener sentido que lo haga, como lo había dicho su vieja amiga, Annie, antes de su cambió de Instituto para quinto grado. Hasta que un día pensó que, si alguna vez llovía y su mochila se empapaba, el libro sería el único en perfectas condiciones. Sólo que los cuadernos no pasarían por lo mismo.

James leyó el libro lo que más pudo y unos minutos después, Kate se sentó en el pupitre de al lado. Ambos se saludaron con un beso en la mejilla.

—Creo que debí traer mi almohada—comentó Kate—. ¿Scarlett te ha mencionado que soy niñera?

—No.

Como James apenas formulaba preguntas personales, no se le había ocurrido que también podía saber de las amigas de la chica que le gustaba. Y esta vez que ahora ellas le hablan, no se le ha ocurrido hacer preguntas para conocerlas más a fondo. Pero luego estaban las preguntas incómodas...

Aunque Scarlett si le había mencionado que Kate era voluntaria en el hospital.

—Anoche tuve que soportar el gran reto de una niñera. ¿Cuál crees que sea? —dijo ella con la voz agotada. Carecía de ánimos.

—Ni idea—dijo James.

—Soportar siete niños.

James dio un leve respingo a medida que fruncía el entrecejo.

—¿Por qué tantos niños?

—Porque tres eran de mi vecina y los cuatro era de la hermana de ella. Así que tuve que soportar hasta la una de la mañana. Hora en que volvieron.

Él no había dicho nada, seguía asombrado. Kate continuó:

—Uno de ellos apagó el computador en el que estaba haciendo la tarea para hoy—suspiró con mucha fuerza y soltó una sonrisa muy vaga— Te juro que no volveré a cuidarlos por mucho que me paguen.

Quiso ampliar su sonrisa, pero no le daba mucha gracia. Se veía tan agotada.

—Tuve que comprar una bebida energética para seguir con vida—dijo ella y le enseñó la botella que ya iba cerca la mitad.

La campana sonó con estridencia y ambos se acomodaron en sus respectivos asientos. James y Kate vieron el ingreso de los estudiantes. Pero Kate había puesto una expresión de amargura al ver a Aylin que iba con un chico.

Aquel chico llevaba al hombro la mochila de ella en el hombro izquierdo y en el hombro derecho, la mochila de él. Aylin le dijo: Gracias, cariño. Y luego se inclinó para darle un beso en la mejilla. Él se sonrojó y respondió diciendo que no había problema. Kate señaló al chico.

—Esa zorra siempre usando a los chicos—dijo ella a James—. Algo peor que soportar a esos siete niños, es mirar lo que ella hace.

—Sería mejor que la ignores—le recomendó él.

—Lo hago, pero es difícil hacerlo. James, ella es como una piedra en el zapato. No me gusta ver como usa a los demás chicos para sus tonterías. Es bonita, lo sé, pero está abusando de eso.

Sin duda eso era cierto. El mismo James Lancaster era testigo de las palabras de Kate. Y vaya que Kate sí le tenía rencor. James podía notarlo en la mirada de ella.

Minutos después el maestro de Historia ingresó al salón para dar clases.

Las clases de Historia era algo que a James le gustaba. Le parecía bastante relevante tener conocimientos sobre varios aspectos que hayan acontecido en la ciudad, país o el mundo. Era la segunda clase favorita. Y la primera era literatura.

Casi al final de la clase, algunos ya preparaban sus cosas para salir al siguiente salón, el maestro les interrumpió.

—De tarea quiero que hagan un ensayo con los cinco presidentes más fundamentales de nuestro país. Tomen en cuenta que son varios y unos cuantos, hicieron muchas cosas que destacaron en sus épocas. Consideren todo. Quiero que esté lo más completo posible. Y quiero ver esos trabajos el día lunes en la mañana en mi escritorio.

Para James, esa tarea era más rápida que leer La Metamorfosis, de Franz Kafka. No sería un problema. Salió y se despidió de Kate. Era el momento de ir a clases de Ciencia, con Judy.

***

—Esperen... esperen...—dijo Darren a sus amigos casi en susurro.

Ellos estaban en el segundo piso, mirando como los demás cruzaban el patio. James caminaba sin darse cuenta que se acercaba a una trampa. Iba tan tranquilo, pensando en el posible manuscrito para que lo pueda usar en el concurso de escritores que sería el próximo año. Él sin darse cuenta, sintió algo pegajoso se había adherido a la suela de su zapato: un chicle.

Darren estalló de risas al igual que sus amigos, que eran los del equipo de Baloncesto. Pero Will no reía.

James miró hacia arriba, para ver al culpable. Eso fue algo que no debió hacer, porque luego vio como algo blanco caía y aterrizó en su oído. Algo tibio y asqueroso. Las carcajadas de Darren y el resto, fueron más intensas. Will no reía.

James sacó de sus bolsillos un poco de papel higiénico y se quitó la saliva del oreja, asqueado. El patio ya estaba casi vacío. Los demás ya entraron y solo quedaban unos pocos, al menos faltaba un minuto para que la campana sonara. Subió al segundo piso. Al subir, vio a Darren y a sus amigos arrimados a la pared.

—Muy gracioso, Darren— dijo James a Darren.

—Oh, vaya que sí. Debiste ver tu cara cuando pisaste el chicle. Creí que no lo pisarías.

Algo que James y Darren tendrían en común, sería estallar de enfado cuando algo los inquieta. Solo que a diferencia de Darren, James, trataba de no alterarse mucho al estar enfadado. Darren se cabreaba y empezaba a gritar.

—Creí que te detendrías. Al menos dejarías de fastidiarme con las bromas.

Darren seguía sonriendo. Fue el único en despegarse de la pared.

—Yo no me voy a detener. Yo sabré cuándo dejaré de hacerlo.

Sonaba a que nunca lo dejaría en paz.

—Tal vez si se lo comento al director, podrías, tal vez, cambiar de idea—masculló James. No supo cómo es que dijo eso. Pero luego de un segundo, pensó que ya tendría la excusa para que Darren le dejé el ojo morado, otra vez.

Darren dejó de sonreír. Él era más alto que el pobre de Lancaster.

—¿He escuchado bien? —Inquirió él frunciendo el ceño—. Escúchame muy bien, estúpido. Creo que no has tomado en cuenta que te tengo como mi perra atada al árbol. Te tengo muy controlado, tal y como debe ser.

Sus amigos se asombraron de las palabras de él y rieron. Will se acercó por detrás y le puso una mano en el hombro.

—Ya mejor déjalo en paz, Darren, vámonos.

—Quítate—se lo apartó bruscamente con un movimiento.

James miró a los ojos de Darren.

—No podrás callarme todo el tiempo—le dijo con audacia y voz afilada; seguido de eso, procedió a ingresar al salón de Ciencia.

No quiso voltear a ver como Darren, posiblemente, esté con una cara de pocos amigos. Por encima de ellos, la campana sonó con estridencia.

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