CAPITULO 12

James soltó un gritito ahogado en su habitación, el sonido que salió de su garganta se asemejaba a alguien que se ahogaba. La laptop se había apagado y se quedó en las tinieblas. Ni siquiera las luces de la calle que entraban por su ventana, lo iluminaron bien.

James estaba jadeando en el asiento. Desde que despertó empezó a temblar y sudar por montones. Ahora ya estaba en aquel sitio seguro, su habitación, donde aquellos tormentos de sus sueños ya no le harían daño. Si en la realidad no hubiese sido así...

Dejó la laptop tal y como estaba, pero como yacía sin batería, buscó su cargador y lo enchufó para dejarlo cargar por la noche. Se sentía al borde del llanto. Ambos sueños (o más bien pesadillas), tenían el mismo final: un golpe en el rostro y con la misma frase "Maldito imbécil, arruinaste mi vida". Pero ambos se asemejaban al primer día de este último año que James se encontraba cursando. Claro que, exceptuando la frase.

"Tú eres el maldito imbécil" pensó James. Le faltó agregar que el año pasado, fue Darren quien le hacía un gran tormento la mayoría de tiempo. Pero aquello ya pasó y con lo de ayer, Darren tenía suficiente razón como para encontrarse así, como en los sueños (pesadillas).

Se dirigió a su cama. No apartó las cobijas y no se cambió de ropa a su pijama azul. Se quedó así y dejando la cama igual. James se dejó caer y extendió los brazos, mirando el techo.

Estuvo pensando un rato en que debía seguir buscando ese error. Aunque iba muy confiado en que es lo que pudo haber cometido. No solo se trataba de lo que hizo el día de ayer, sino que había algo más... algo que se le escapaba, ¿pero qué se supone que era?

Mañana continuaría. Pero hoy necesitaba descansar. Se lo merecía, solo que él tenía miedo de volver a dormir, dada la circunstancia de que aquellos sueños - pesadilla se repitan. Se sentían reales. Solo que pensaba que el Darren que veía en sus sueños era peor que el que se encontraba en la vida real.

Dio vueltas en la cama para dormir. No pudo hacerlo después de eternos minutos. En aquel momento, empezó a recordar. No lo que pasó hace meses. Si no que eran recuerdos de hace muchos años atrás. No entendió por qué. Fue algo espontáneo.

Veía en su mente a sí mismo en su tiempo de infancia. Él iba al jardín de niños. Aquellos días se presentaban de un modo borroso para James, ya que él mismo deseó olvidar lo ocurrido. Algunas cosas como el hecho de tener unos cuantos amigos que veía en su infancia y un niño que le fastidiaba todo el tiempo. Solo eso recordaba. No recuerda sus nombres, ni siquiera sus rostros. Ahora, quién sabe Dios donde se encuentren.

Pero la escuela si la recuerda en parte.

Cuando llegó el momento de ir a la escuela, sentía en su interior, como una especie de alarma o advertencia, que le dijese que allí, las cosas no estarían tan bien como lo dijo su madre al darle la noticia.

James en su primer año de escuela, no se había vuelto amigo de muchos niños. Al menos de unos ocho, nueve o diez como máximo que le caían bien. Recuerda un poco sobre un par de gemelos, que eran de cabello rubio, solo que aquellos niños rubios eran hermano y hermana, sin embargo, los nombres de ellos se habían esfumado al igual que el recuerdo de sus rostros. También había otra niña que no estaba en su escuela, pero era amiga de los gemelos, también había olvidado su nombre y su rostro. Y luego estaba aquel primer mejor amigo de la escuela, George.

James y George siempre se sentaban juntos en primer grado. Mensualmente se cambiaban los niños de puestos. La maestra (la señorita Susy) que les enseñaba en aquella época, pensaba que eso ayudaría a que los niños puedan socializar. Sin embargo, James nunca socializó del modo que él, o la maestra Susy habrían querido.

Pero James y George nunca se separaban en su primer año juntos. Aunque cierto día la maestra se dio cuenta de ello y los separó por el resto del mes. Incluso fue difícil para los gemelos rubios. El gemelo rubio había dramatizado tanto cuando lo separaron del asiento de su hermana. James se sentó con la gemela rubia.

Al siguiente mes, no volvió a sentarse con George ya que él estaba con un chico llamado Steve y apenas le dirigía la palabra a James. Cuando se realizó otro cambio de pareja, esta vez lo ocupó el gemelo rubio con James, a recomendación de su hermana. Los gemelos se hicieron buenos amigos de James, pero al finalizar el año se habían ido a otra ciudad. Nunca volvió a verlos, pero sí tenía una fotografía de ellos, porque querían ser recordados de alguna manera. El gemelo rubio le dio una foto de él y su hermana para que no los olviden y ambos le prometieron a James escribirle. Solo que ninguna carta había llegado a la casa de la familia Lancaster, que hubiesen sido de aquellos gemelos.

Y la amiga de los gemelos también se había ido unos meses después, aunque ella no le había dejado algún recuerdo.

Para el resto de años en la misma escuela, James tuvo que soportar numerosos apodos, que con el tiempo, le pareció de lo mejor haber olvidado. Pero en cuanto alguien decía alguno, por simple casualidad, de inmediato revivían los recuerdos. Fue el mismo Steve quien se las ingeniaba para hacer apodos nuevos. Steve buscaba los "defectos" de James y los usaba para joderle un rato. Y él dejó de ser el único en molestarle. Siguió un niño más (como George, por ejemplo), seguido de unos cinco más. Luego fueron diez, después veinte y al final, todos le fastidiaban.

Le insultaban y despreciaban. Cuando James se juntaba con alguien, ellos de inmediato lo apartaban. Y si no hacía caso, simplemente lo molestaban hasta que entendiera que no lo querían con ellos. Ah, como la vez en que jugó fútbol con los niños y él, al fallar un gol (que debió ser el que les daría la victoria), todos le cayeron encima con palabrotas. Cosas como: "Lancaster inútil, sal de aquí", "Patea con más fuerza, pedazo de idiota", "Por favor, Lancaster, solo estás haciendo espacio, no sirves para nada". James se sentía más que ofendido. Pero ellos tenían razón, ya que él no jugaba fútbol tan a menudo como lo hacían los demás.

Inclusive de las niñas se alejaba. Quería ser amigo de una de ellas, pero ninguna quiso serlo. Veían a James como alguien debilucho, feo y que ni siquiera le caían bien. Todos esos prejuicios hicieron que ellas no quieran verlo. Además, James empezaba a ser más tímido de lo que era antes. No podía hablarles sin tartamudear. Ellas se burlaban de eso y él dejó de intentarlo.

Tuvo que apartarse del resto ya que sentía que nadie quería ser su amigo.

El modo en que James debía enfrentar el ámbito social en un entorno escolar obligatorio, parecía interminable. En sus dos últimos años en la escuela, James, ya no hablaba con nadie. El primer mejor amigo de la escuela, George, se volvió despreciable. Ya no era el mismo George del que se volvió su mejor amigo desde los primeros días que se sentó con él. Cuando le pidió para copiar de la tarea de James, este se negó ante George. Él le dio una buena paliza por no prestarle la tarea. James pensó que desde que pasó eso, debería prestar la tarea a su viejo amigo. Pero no fue así.

Solo dejó de acercarse a James y fue a otro. Podría decirse que se salvó. Él se esforzaba en tener buenas calificaciones, pero al parecer, no todo se podía hacer individualmente y cuando se trataban de tareas con alguien del salón, ellos le obligaban a hacer las tareas solo y sin ayuda.

James ya no soportaba eso. En los horarios de recreos se quedaba en el segundo piso, apartado de los demás, mientras estaba mirando como el resto de niños se divertían, jugaban a todo, o se juntaban a hacer otras actividades. Él se sentía apartado y tenía que quedarse así.

James Lancaster no era lo que podría decirse una persona fuerte en su época de infancia. Siempre se sentía humillado, maltratado, repugnado e insultado por los demás. Por consiguiente, se volvió una persona insegura y callada. Le dio miedo todo y le daba más miedo saber qué dirían sus padres si les contaba algo de lo que pasó en esos días. Él se sentía más inseguro cada vez: inseguro al hablar sabiendo que si no tiene algo interesante del que conversar, lo vean como un raro y callado; inseguro a realizar algo sin miedo a que le digan que lo que hizo, fue un completo desastre.

Se sentía embargado por una silenciosa soledad y su colorida vida, se había convertido en nada más que colores grises, opacos, tan deprimente como la penumbra de una habitación. Debía sufrir así. Como si aquellos niños fueran los culpables de robar sus colores, tan vivos y alegres, que le daban felicidad al mundo de James Lancaster.

Finalmente, a sus once años, James salió de la escuela y debía cursar en cualquier instituto. Al salir de su escuela, se sentía, de algún modo, liberado de una celda. No veía las clases como una tortura. Fueron esos niños, la verdadera tortura.

Los únicos niños que no le trataban mal, eran sus primos (familiares por parte de su padre), que iban a visitarlos de vez en cuando en la otra ciudad.

En cuanto a sus cuatro años en un instituto (el mismo en el que estuvo con su padre antes de cambiarse), recordaba más. Pero ya no quería rememorar nada. Lloraba mientras lo hacía.

Giró a la izquierda para tratar de dormir. Solo que al menos debía de dar mil vueltas a la cama, para poder hacerlo. Sus recuerdos le interrumpían el sueño, le atacaban despierto.

Fue muy difícil para él, dormir con tranquilidad. Pero consiguió hacerlo.

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