CAPITULO 11
La luz de su habitación estaba apagada. Sus padres dormitaban. James aguzó el oído y pudo escuchar como su padre roncaba. Solo James no se sentía adormecido. Miró por la ventana y uno de los postes de luz, con su respectiva luz anaranjada, estaba iluminando a una persona que estaba de pie en la acera. James parpadeó para ver a la silueta.
Estaba seguro de que la persona que veía, se trataba de Scarlett. La silueta asemejaba su estatura y su cabello. Parecía vestir un gran abrigo. De repente, la figura se movió y hurgó en sus bolsillos sacando algo. Después de un instante de mirarla, el móvil de James sonaba. Se dio la vuelta de un girón y lo buscó.
Saltó hacia la cama y lo tomó entre resbalosos dedos.
—¿Diga?
—¿James, estás ahí? —era la voz de Scarlett.
—S-sí, soy yo—carraspeó para aclararse la garganta—, ¿eres tú, la que está afuera?
—Sí, soy yo. Sal un momento, quiero hablar contigo.
Su voz no sonaba cálida y alegre como era de costumbre. Más bien se escuchaba neutral. Es muy obvio el por qué. Aún sigue molesta con él. James salió de su habitación. Todo estaba a oscuras y sí hacía ruido, podría despertar a sus padres. Tuvo mucho cuidado en donde pisaba. En las sombras caminó despacio.
En cuanto llegó a las escaleras, asentaba cada paso lentamente, bajando de peldaño en peldaño con ligeros crujidos en la madera. Si uno de esos sonaba como un estruendo y despierta a sus padres, tendría graves problemas. Tal vez James podría inventar la excusa de que iba a tomar agua y después volver a su cama.
Sí, claro. Esa mentira improvisada rápidamente serviría como para que le regañen un poco. Tal vez funcione. Al bajar aliviado el último peldaño, caminó hacia la 9.
"¿Qué hace Scarlett despierta a esta hora? Si su padre se entera la podría castigar por salir sin permiso."
Abrió la puerta con mucho cuidado, haciendo girar el pomo sin hacer tanto ruido. Fuera, hacía mucho frío. Del cielo ennegrecido un tono azul eléctrico delató una posible llovizna. Caminó hacia ella. La silueta de Scarlett estaba aún de pie en la misma acera, al lado del mismo poste con su luz anaranjada.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó James.
Pero Scarlett no respondió esa pregunta. Faltaban cuatro metros pero en ese momento, James se detuvo. Ella dio un pasó al frente y la silueta se deformó. Al dar otro pasó, Scarlett parecía crecer unos centímetros. Otro paso más y sus hombros se volvieron anchos y sus brazos cambiaban. Un pasó más, hizo que el cabello de Scarlett desapareciera, como si su cabeza absorbiera aquel hermoso y rizado cabello, hasta dejarlo muy corto.
Todo estaba siendo alterado en ella.
—Estoy aquí para devolverte el favor—dejó de ser su voz. Era una voz gruesa. La de un chico. La voz de Darren.
La forma de Scarlett pasó por aquella extraña metamorfosis para dejarle frente a él, a una de las peores personas que ha conocido en su vida.
Entonces, el cuerpo de Darren era más claro que la silueta que había sido de Scarlett. Darren sonrió malévolamente. James, horrorizado, dio la vuelta para volver a encerrarse en casa. Pero al hacerlo, se chocó contra el torso de Darren.
—¿Ibas a alguna parte? —dijo él y antes de atraparlo, James evadió una de las garras de Darren para ir hacia casa.
A pocos pasos de llegar a la entrada, se abrió por sí sola.
—¡Papá, mamá!
Pero no era ninguno de los dos. Seguía siendo Darren y esa sonrisa en su cara.
James soltó un grito ahogado y volvió a escapar por otro lado. Corrió por la mitad de la calle. Quiso que alguien esté por ahí, para que lo ayudara.
—No está tu papi ni tu mami para ayudarte, llorón de mierda.
Escuchó como Darren pronunciaba esas palabras, en la otra esquina de la calle, cruzado de brazos y arrimado en una pared.
Giró por la derecha y no dejó de huir de Darren. Él se multiplicaba de un momento a otro y de un lugar a otro. O se teletransportaba de algún modo. Escuchó una intensa carcajada que estaba encima de James, que parecía surgir de una nube. Corrió hacia un pequeño minisúper que tenía las luces encendidas. Perfecto, aún está abierto. Conocía al dueño, era un señor de al menos treinta años. Al llegar le diría lo que está pasando y allí podría pedirle el móvil para llamar a sus padres.
Las puertas se corrieron hacia un lado y James entró. El dependiente no estaba. James prefirió esconderse detrás de alguno de los estantes. Se había agazapado mirando la puerta para ver si Darren entrara. Jadeando, temblando y muy asustado, esperó sin despegar la vista de ese par de puertas.
Una mano le apretó el hombro, James dio un respingo y pensó brevemente que era el dependiente, que podía haber estado llenando los estantes con algún producto. Al ver la cara, no era el dependiente, sino Darren, que aún seguía sonriendo.
James empezó a apartarse de él, arrastrándose de espaldas con los pies y los brazos, deslizando el trasero por el suelo. Se detuvo cuando su nuca golpeó la pared. Palpó con ambas manos lo que eran, no una, sino las dos paredes. Estaba acorralado en una esquina, sobresaltado.
"Por Dios, ahora no."
Levantó la mirada para ver como Darren dejaba de sonreír. En su expresión, observó cómo se ponía muy molesto. Su mirada se había oscurecido y le dijo entre dientes:
—Maldito imbécil, arruinaste mi vida.
Darren levantó el puño a la medida de su propio mentón y lo dejó caer en el rostro de James.
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