CAPITULO 1
(Viernes 5 de enero del 2018)
Abrió la puerta de su habitación, para después cerrarla con un portazo; lanzó la mochila contra la pared y al caer al suelo le dio una patada hasta que ésta, pasó deslizando por el piso. James Lancaster estaba más que furioso aquel viernes por la tarde. Él era un chico alto y delgado, de diecisiete años y cabello oscuro.
Quería desquitarse con algo para que la ira se reprimiera hasta apaciguarse. De los ojos le brotaban lágrimas sin parar, entre más veces se las limpiaba más salían.
Estaba solo en casa, sus padres no estarían allí esa tarde. James Lancaster sufría por alguien que amaba, lo cual muchos dirían que se trataría de una estupidez. Amor... otro de los "típicos problemas universales de los adolescentes". Su padre solía llamarlos así, sin embargo, James los catalogaba como "universales, pero nada especiales".
Se encontraba de pie en el centro de la habitación jadeando y haciendo chirriar los dientes, a la vez que evitaba soltar algún gemido de niño llorón. Estuvo muy cerca de hacer añicos un manuscrito en el que había estado trabajando durante tanto tiempo.
Pero se detuvo, no había razón para enfadarse y simplemente empezar a destruir cosas. Necesitaba calmarse con algo y volvió la mirada a sus libreros; solo que leer, ya no le parecía apetecible para esta ocasión- En su lugar, se dirigió a la esquina de su habitación, al escritorio en el que tenía una laptop azul el cual las teclas se habían borrado, pero lo que importaba era que sí funcionaba y la batería estaba cargada.
Recordó lo de hace unos instantes:
"Nunca busques canalizar la ira golpeando las cosas, ya que no te ayudará. Mejor usa tus hobbies para que toda esa furia se desvanezca poco a poco..."
Ese consejo era muy bueno, pero al menos necesitaba golpear algo y fue por eso que arrojó y pateó la mochila (y sí le ayudó un poco). Arrastró la silla hacia atrás; encendió la laptop, configuró el brillo y lo puso en modo de ahorro de energía para usar el mayor tiempo posible.
"...James, ya no sé si pueda confiar en ti..."
Allí estaba otra vez esa frase que volvió a atacarlo como siempre... no dejaba de repetir lo que ella dijo... prefirió borrar aquello de su mente por un momento...
Necesitaba escribir... eso le hacía sentir mejor. Pero... ¿escribir sobre qué? Había trabajado durante varios días en un manuscrito para otra cosa, sin embargo, no le daría más vueltas a eso. Ya estaba casi terminado.
"Sería mejor rememorar el pasado para intentar descubrir, que hice mal, porque yo siempre hago o me sale todo mal".
Le pareció más conveniente alternar las situaciones de todas las personas que lo rodeaban, para llegar a la conclusión que necesitaba. Eso parecía mejor.
"Debería escribir todo lo que ocurrió desde este año. Ya sea que deba escribir como si pensará igual que Darren, Will o como Scarlett y sus amigas. Tal vez eso me ayudé un poco a calmarme y saber qué salió mal"
Se enderezó hasta que los huesos de la columna le crujieron y alargó las manos, para empezar a teclear las primeras líneas, desde la perspectiva de Scarlett White.
"Todo empezó el 25 de Septiembre."
Escuchar por sexta vez al director Jenkins, un hombre enano y delgado que ya llegaba a sus cincuenta años, y que siempre vestía traje, daba la bienvenida a los estudiantes como siempre...
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(Lunes 25 de septiembre de 2017)
Escuchar por sexta vez al director Jenkins, un hombre enano y delgado que ya se acercaba a sus cuarenta años y que siempre vestía traje formal, daba la bienvenida a los estudiantes como siempre, esto se había vuelto monótono y patético para Scarlett White. Es el primer día, del último año en el instituto. Lo del director ya era algo de costumbre por cada año. No es que la enojara, solo la aburría.
Sus amigas, Judy Griffin y Kate Morton, no estaban presentes aquella mañana de primavera. Solo le habían dicho a Scarlett que ayudarían al director a darles un recorrido a los estudiantes de primer grado y también a los nuevos que han ingresado. Lo que hizo sonreír a Scarlett y Judy es que Kate haya dicho:
Te juro que si veo a un chico muy pero muy guapo, le haría solo el recorrido a él.
El salón de uso múltiple, estaba repleto de estudiantes ocupando los asientos, ya sean nuevos, o viejos. El director hablaba con impotencia solemne, algo muy típico de él, consideraba que eso le daba cierta esencia de fuerza que significaba su cargo en el instituto.
—He estado esperando muchas semanas a inaugurar la nueva biblioteca (o sala de lectura), que estará a la disposición de ustedes desde este día.
Scarlett esbozó una sonrisa nerviosa, reconocía que también lo había estado esperando. En los últimos días de quinto grado en el instituto, el proyecto de que se desechará una vieja papelería, para colocar una biblioteca en su lugar, sonaba estupenda. No solo a Scarlett le parecía estupenda la idea, sino a varias chicas del instituto que también son lectoras.
Después el director Jenkins dio unas últimas indicaciones (menú nuevo, alumnos nuevos, cronogramas nuevos... en fin, todo nuevo). No parecía que la actividad en este día sería de mucha utilidad, según había pensado Scarlett, ya que volvían de vacaciones, saliendo de la rutina de descanso y relajación, en que la diversión ha sido reemplazada por las clases y próximas tareas que debería presentar con el paso de los días.
—Sin nada por agregar, pueden dirigirse a los salones.
Scarlett curvó sus labios formando una sonrisa al escuchar aquello, de vez en cuando le gustaba estar en los salones que se había acostumbrado. Scarlett era un chica de diecisiete años, de estatura media y esbelta, llevaba una melena rizada que recaía como cascadas sobre sus hombros, cuando sus labios solían esbozar una sonrisa desencadena la envidia de varias chicas y tenía unos ojos avellana que resaltaban el toque ideal de belleza.
Por la mañana estuvo revisando el horario, cada tipo de horario estaba clasificado en seis tipos; variaciones de clases con sus respectivos salones, barajados con distintos alumnos y maestros. No podía escoger el horario, más bien, lo hacían por ella, al igual que el resto de alumnos. Las primeras clases que tenía fueron de Historia y Ciencia.
No habían hecho casi nada interesante, más que alguna presentación de los alumnos y como trabajarían este año.
Lo que Scarlett esperaba, era ir a la biblioteca, le pareció lo único bueno en el instituto. Aparte de la comida de la Cafetería, claro.
Scarlett se dirigía a la biblioteca para leer un poco, al menos eran cuarenta y cinco minutos de recreo, lo cual no consideraba suficiente para leer.
Hay libros que tienen capítulos largos, otros que son cortos.
Pero al llegar, ya había alumnas que estaban a la espera de ingresar. Scarlett se puso en puntillas y pudo de mirar por encima de las cabezas a la maestra Janice, de Literatura.
— ¡Ya córtelo! —gritó una chica.
— ¿Por qué tarda tanto? —susurró una chica que estaba al lado de ella.
La maestra Janice dijo algunas cosas que Scarlett no llegó a escuchar y seguido de eso, escuchó el choque de las hojas metálicas de las tijeras. Después las puertas se abrieron de par en par e ingresaron todas.
Scarlett iba al final, esperando que al menos pudiera tomar algún libro interesante, o que le llame la atención. O uno que haya estado buscando.
¿Cuántas chicas habrán entrado? La biblioteca es muy pequeña para que entren.
Y esa era una verdad muy lamentable. La biblioteca era de un espacio muy reducido, con las paredes pintadas de azul y había un escritorio que usaba la maestra Janice. Aunque lo mejor fue que había más libros de lo que pensaba.
Los estantes de libros que estaban apegados a la pared, estaban categorizados por su propio género: Romance, Policíaca, Juvenil, Terror, entre otros. Scarlett se dirigió a la esquina, en la que estaba la sección de Clásicos. Buscó entre los libros uno en especial. Podrían estar organizados por géneros, pero no por orden alfabético.
Su mirada se detuvo en el libro que buscaba y lo retiró. Se detuvo unos instantes a contemplar la portada y abajó nombraba el libro como: Orgullo y Prejuicio.
Se volvió para buscar un asiento, pero todos estaban ocupados. Algunas chicas leían de pie, otras en el suelo. Aunque le pareció lindo ver a los chicos y chicas de segundo grado, incluso lindo porque aún parecían inocentes y leían libros de su edad.
Es un buen comienzo.
Scarlett sonrió y miró una vez más el salón reducido y se percató de que la mayoría de personas allí, que al menos debían tener la misma edad que ella, eran chicas. Se encogió de hombros. Se arrimó de espaldas a la pared, mirando la biblioteca una vez más; abrió el libro lentamente.
Es razonable que solo haya chicas aquí. Porque los chicos no leen...
Respiró profundamente y con el rabillo del ojo, notó una persona que estaba sentada en la esquina del otro extremo. Se volvió hacia la persona y parpadeó rápidamente. Quiso negar que fue una simple ilusión lo que había visto.
Un chico estaba sentado con las piernas cruzadas, sosteniendo entre sus manos un libro que se llamaba: La historia del loco. El chico parecía tener diecisiete o dieciocho años, pensó en que si él se ponía de pies, vería a alguien más alto que ella y se percató de que sus brazos eran muy delgados. Scarlett recorría con sus ojos cafés al chico, aunque se detuvo para ver su rostro.
En el rostro de él, en el perfil izquierdo, tenía un moratón inflamado por debajo del ojo. Los ojos del chico, zigzagueaban con parsimonia los renglones del libro. Estaba tan calmado y concentrado en su lectura, que no se percató de que Scarlett lo miraba.
¿Es real lo que estoy viendo?
Jamás en su vida de lectora, había visto a un chico lector y a él, no lo vio en ningún momento por las instalaciones. Supuso que era alguien nuevo. Decidió acercarse y hablarle, pero prefirió no molestarlo, aunque le pareció que era un chico malo al ver el moratón.
¿Lo habrían golpeado aquí o afuera? Ya que el moratón parece reciente.
Creyó que se había peleado con alguien antes de venir acá. Scarlett dejó de mirar al chico.
Sé que tendré alguna oportunidad para hablar con él.
Esta vez, se concentró en la historia creada por Jane Austen.
***
Scarlett ingresó al salón de Literatura, el cual lo dirigía el maestro O' Connor. Aunque al entrar, no vio al maestro. Sino que los estudiantes estaban sentados al azar; un grupo aquí, un grupo allá. Estuvo a punto de preguntar a alguien sobre el maestro cuando la respuesta, llegó por si sola.
—Ese anciano debe estar en una cagada de mil demonios—exclamó Darren, el jugador más alto y atlético del equipo de baloncesto—. El laxante que me recomendaste Will, fue perfecto para hacerlo encerrar por horas en el baño— los demás chicos (un grupo de cinco en total, que formaban parte del equipo) carcajearon por su broma—, tuve que ser rápido para ponerlo en su café sin ser visto.
Los demás jugadores siguieron soltando carcajadas; uno golpeó la mesa con la palma. Darren Madison, de diecisiete años, era uno de los chicos más altos del instituto, con un nivel inferior en cuanto tiene que ver con aprendizaje; extrañamente admirado por algunas chicas.
Típico de Darren... no ha pasado una semana y ya está con sus tonterías.
Scarlett apretó la mandíbula y miró al resto de alumnos. Abrió los ojos de par en par al mirar a una persona que estaba en la esquina.
El chico lector que vio hace rato en la biblioteca. Scarlett lo contempló sentado al fondo, escribiendo algo en un cuaderno, que después lo puso debajo del pupitre y concentró la mirada en la ventana colocando un puño en el mentón mientras el codo reposaba sobre la mesa.
Es la oportunidad.
Scarlett tomó una silla y si dirigió a él, esbozando una sonrisa.
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