08
Jungkook
Sentía todo ralentizado a mi alrededor, las palpitaciones de mi corazón eran una tortura para mis oídos. Miré mis manos cubiertas de sangre, hasta que por el rabillo del ojo capté algo moverse a sólo un metro de mí.
–Dara... –Su nombre salió de mi boca casi como un suspiro. –Preciosa... –me arrastré hasta ella quien se retorcía de dolor cubriendo con su mano la sangre que brotaba de su abdomen, su camiseta que antes era blanca ahora estaba completamente teñida de un color rojo oscuro– No... –la tomé entre mis brazos y presioné en su herida tratando de parar la hemorragia. –No... no... ¡Mierda! T-tengo que llevarte al hospital... –Intenté levantarla pero me detuvo, fue entonces que abrió los ojos los cuales estaban rojizos desbordados por las lágrimas.
–Tú también estás herido... –Musitó a duras penas como si le faltara el aire, fui consciente de las heridas en mi abdomen y brazos, ardía como el infierno pero no era importante ahora. Ella me necesitaba.
–No importa, debo sacarte de aquí. –Estábamos justo en el pasillo que comunicaba las celdas de tortura con el resto del edificio de la organización.
Volvió a negar, su rostro estaba muy pálido y algunos mechones de su cabello se pegaban a su piel debido al sudor.
–¡Mierda, Dara, debemos irnos! –Sentí las lágrimas deslizarse por mis mejillas sin parar.
–Está bien... –trató de sonreír– Yoongi dijo que ya venía con el auto, ¿recuerdas?
–Entonces tienes que mantenerte consciente. –Mi voz se quebró.
–Eres un llorón, Jeon Jungkook, siempre lo has sido. –El contacto de su mano fría en mi mejilla me hizo estremecer. –En serio está bien... No me duele.
–Aguanta, ¿si? –Ella asintió, pero yo en el fondo sabía que ya era tarde, solo una mínima esperanza persistía en mí. Me dolía el pecho, como si me estuviesen arrancando algo esencial para mantenerme con vida. Tomé su mano y la sostuve contra mi pecho en un fuerte agarre, no queriendo soltarla jamás.
Era una sensación más allá de lo terrenal, no había explicación para el dolor que me estaba consumiendo.
–¿Lo prometes? –exclamé desesperado– Te quedarás conmigo, ¿verdad?
–Siempre... –Dijo débilmente antes de que un ataque de tos le impidiera seguir hablando, fueron solo segundos en que se ahogó con su propia sangre hasta que la vida abandonó sus ojos y su corazón se detuvo...
Su corazón se detuvo, dejándome solo.
Me desperté de golpe, mi corazón latía aceleradamente como si se fuera a salir de mi pecho. Miré a todos lados dándome cuenta en donde me encontraba y que solo había tenido una pesadilla espantosa, mis ojos recorrieron toda la habitación hasta que me topé con la espalda expuesta de Dara, que fue cubierta rápidamente cuando terminó de deslizar la camisa para cubrir su torso.
Por unos segundos me quedé con la imagen de las cicatrices en su piel, tuve unos cuantos recuerdos fugaces porque yo sabía la historia de la mayoría de ellas.
–¿Te sientes bien? –Su voz me trajo de vuelta al presente.
–Sí.
–¿Seguro? –Alzó una ceja en desconfianza, un gesto típico de ella.
Se acercó a la cama.
–Estoy bien. –Le sonreí tratando de tranquilizarla y tomé una gran respiración, aún así ella no parecía creerme.
–Llamaré a la enfermera. –Dijo, pero antes de que se alejara hacia la puerta la tomé de la mano.
–Ven aquí –la jalé ligeramente para que se sentara a mi lado– ¿Me das un abrazo? –Ella me miró extrañada y yo maldije para mis adentros porque fue algo que simplemente expresé sin pensar primero.
Aún así me mantuve muy ansioso por el par de segundos que transcurrieron antes de sentir sus brazos rodearme y su cabeza apoyarse en mi hombro. Yo la apreté contra mi con mi brazo sano, disfrutando del contacto y del suave aroma de su loción.
–Estás actuando extraño... –Murmuró haciéndome reír, no le comentaría sobre la pesadilla que tuve porque probablemente se burlaría de mi.
En cuanto se separó un poco, nuestros rostros quedaron solo a centímetros de distancia, me quedé embelesado por sus bonitos ojos y no pude evitar bajar hasta sus labios. Experimenté la misma sensación como cuando la punta afilada de mi kunai atravesaba la piel de alguien más... No. Era una sensación mucho mejor. Entendí que mi corazón también podía acelerarse por el sinfín de emociones que ella causaba en mí.
–Jeon...-
Se interrumpió a sí misma cuando tomé su rostro firmemente, suspirando al sentir su cálido aliento. Sus labios lucían tan apetecibles y me moría por probarlos, este era mi momento... nuestro momento. No podía retrasarlo más...
Pero la burbuja en la que nos sumergimos explotó en cuanto escuchamos dos toques en la puerta. Dara se alejó de mi tan rápido como si hubiese entrado en contacto con algo mortal.
La enfermera asignada para mí entró sosteniendo una bandeja con mi cena junto con mis medicamentos, aunque no le presté tanta atención pues mi vista estaba fija en Dara quien se había dado la vuelta, dándonos la espalda. Finalmente la enfermera se retiró en silencio después de dejar la bandeja sobre la superficie de apoyo que se extendía desde el costado de la cama.
Al escuchar la puerta cerrarse Dara se giró y sin mirarme se acercó nuevamente, como si no hubiese estado a punto de suceder algo un minuto atrás.
–Debes comer. ¿Te ayudo? –No contesté y solo me dediqué a observar cada uno de sus movimientos, mientras contenía la rabia dentro de mi por haber sido interrumpidos en un momento donde podría haber cambiado nuestra relación para siempre.
Destapó el envase que traía la sopa colocándola a un lado en la bandeja, ignorando mi mirada sobre ella, agarró los palillos y tomó un poco de arroz para mezclarlo con la sopa porque así me gustaba comerla.
–Dara.
–Al fin sirvieron algo de carne salteada...
–¿En serio vamos a fingir que no pasa nada? –Solté sin más, incrédulo por su manera de actuar. Ella se detuvo y subió la mirada. –Estuvimos a punto de besarnos y... he querido decirte como me siento desde hace mucho y nunca quieres escucharme –mierda, nunca me había sentido tan torpe al hablar con alguien– creo que yo... estoy...
–Es mejor que no digas nada. –Me interrumpió, en un tono claro de advertencia y eso hizo que el enojo volviera.
–¿Por qué?
Un destello de frialdad se instaló en sus ojos, tal como veces anteriores.
–Porque estamos dañados. No hay oportunidad para un nosotros, Jungkook.
Otra vez la sensación desagradable del rechazo me invadió, aunque esta vez fue más fuerte porque ella había sido totalmente frontal.
–Bien. –Apreté la mandíbula conteniéndome de decir cosas que, quizá, luego me arrepentiría.
Suspiré profundamente, y tomé los palillos de su mano.
–Puedo hacerlo yo –dije centrándome en la comida frente a mí– Quiero estar solo hasta que me duerma. –No pude evitar sentirme mal, pues la estaba corriendo, pero necesitaba estar solo con mis pensamientos por un rato.
Sin decir nada salió de la habitación, no quise cruzar miradas con ella. Justo ahora podría hacer un gran escándalo con tal de volver a casa y encerrarme entre las paredes de mi apartamento hasta que estuviese lo suficientemente calmado como para fingir que no había pasado nada y seguir con mi vida, pero no iba a actuar como un niño berrinchudo.
Y me sentía patético, porque desde hace mucho que no me mostraba vulnerable. Este no era el Jungkook asesino y que no le tenía miedo a nada.
Desde que era un niño y seguía al lado de mi familia nunca había querido que a alguien más le importase mis sentimientos. Hasta ahora.
Solo comí la sopa y el resto lo dejé intacto, se me había quitado el apetito. Dara no aparecería hasta que estuviera segura de que caí en un sueño profundo.
Tomé las pastillas que me tocaban y simplemente me quedé mirando al techo pensando en todo y nada a la vez, hasta que estas hicieron efecto.
Abrí los ojos, pude ver que ya había amanecido porque las persianas estaban un poco corridas. Enseguida me di cuenta de algo extraño y es que Dara no estaba y sus cosas tampoco, en un primer momento pensé que era obvio que se iría porque no nos íbamos a mantener en una situación incómoda luego de lo que sucedió, pero luego recordé que ella estaba a la espera de su castigo y un mal presentimiento se instaló en mi pecho. La pesadilla que tuve anteriormente pasó por mi mente, por lo que una alarma se encendió en mi cabeza.
La enfermera entró justo a la hora en que me tocaba tomar desayuno y mis medicinas, se sorprendió cuando me vio salir de la cama casi que de un salto.
–¿Donde está Dara?
–¿Se refiere a su acompañante? Dijo que iría a desayunar –dejó la bandeja sobre la mesa junto a mí cama e intentó guiarme tomándome del brazo para que me sentara nuevamente sobre esta, pero me solté de mala manera. –Debe comer algo y tomar sus medicinas.
La ignoré y examiné toda la habitación en busca de mi celular, no lo veía por ningún lado. Abrí los cajones de la mesa de noche pero estaban vacíos. Dara debió llevárselo.
Me giré hacia la enfermera que me observaba conmocionada por mis acciones.
–Tu celular.
–¿Q-Qué?
–Tu celular, dámelo.
Supuse que vio algo en mi mirada y entendió que debía acatar lo que dijera, así que con nerviosismo sacó el aparato del bolsillo de su uniforme y me lo tendió.
Marqué el número de la platinada y me llevó directamente a buzón de voz, así que intenté llamar a Yoongi y después de dos tonos contestó, aunque ni lo dejé hablar.
–¿Sabes donde está Dara?
–¿Jungkook?
–Necesito saber dónde está...
–Hoy es la junta. ¿No te dijo?
Claro, debí suponer que me lo ocultaría.
–No –apreté el celular en mi mano– ¿A que hora es?
–En una hora empieza, aún no han llegado los socio-...
Colgué, devolviéndole el celular a la mujer frente a mí que seguía petrificada sin entender que sucedía. Agarré mi ropa y comencé a vestirme, siendo un poco torpe aún si estuviese usando mi mano derecha, igualmente resultaba un poco tedioso.
–Señor Jeon, ¿qué hace? No le han dado el alta...
Me acerqué a ella, casi invadiendo su espacio personal. Bajó la mirada, callándose de inmediato.
–Por tú bien guardarás silencio... –le arrebaté el celular de las manos y rápidamente guardé mi número– Si te despiden puedes contactarme, te daré dinero para que tú y tu hijo puedan vivir bien por un tiempo... si no es así, igual llámame. –Sus ojos me observaron con evidente incredulidad en ellos.
Era madre soltera, lo supe en la primera noche internado cuando la llamaron porque el pequeño estaba ardiendo en fiebre. Tenía una foto de él como fondo de pantalla, a pesar de ser joven se notaba que era una buena madre y trabajaba muy duro por darle una vida decente.
–¿D-De verdad?
–Apenas nos conocemos, pero te doy mi palabra. –Le sonreí, antes de salir de la habitación. Acomodé la gorra sobre mi cabeza y cubrí lo más posible mi brazo enyesado con mi chaqueta.
Me las arreglé para evitar cruzarme con los soldados que seguían custodiando el hospital, probablemente padre se molestaría pero me haría cargo de todo.
Lo único que me importaba ahora era llegar junto a Dara, sin tener la certeza de que nuestra amistad se mantendría, igualmente iba a estar presente en la junta.
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