Serendipia.

(Hallazgo afortunado e inesperado

que se produce cuando se está buscando

otra cosa distinta).

A través de la ventana se puede visualizar un pueblo cuya hermosura refleja los rayos del sol, pero en ninguna calle hay demasiado movimiento y solo las casas más lejanas están habitadas.

Unos ojos verdes se pasean por los tejados.

¿Por qué? Se dice que la prosperidad de cada pueblo depende directamente de la capacidad social de sus gobernantes. Y sí, el príncipe Harry es un muchacho solitario que apenas está comenzando a vivir.

Una mano acaricia el alféizar de la ventana.

En sus apenas dieciséis años ha conocido muchos reinos y tratado con muchas personas gracias al Rey y a la Reina, pero de esos viajes apenas conserva unos pocos amigos y ahora que su propio reino se ha erigido, tan hermoso como la más pura de las lágrimas e igualmente ingenuo, necesita expandir sus fronteras y lo sabe, pero es tan difícil. Tanto que su reino se reduce a solo dos personas: sus amigos de la infancia.

Un suspiro frustrado escapa de su garganta y retumba en el silencio del palacio.

Aun así, es consciente de que le falta algo más, algo importante y que no se trata de los habitantes que deben llenar las casas vacías. No, es algo más... más extraño y difícil de encontrar, algo que aligerará el peso de su alma y llenará el vacío de su corazón.

Se escucha un leve taconeo descender por la hermosa escalera de mármol.

Cada reino tiene una fiesta tradicional, la fiesta del Reino de Cristal se celebra para conmemorar el final del invierno, pero no el principio de la primavera, esa corresponde a otros dominios. Habían acudido nobles de muchos reinos, aunque no de todos, son demasiados, movidos por la curiosidad ante la presencia del nuevo reino y su príncipe. Sin embargo, todos se fueron al alba, dejando tras sí los regalos de cortesía que en su mayoría eran ramos de flores de vivos colores.

- No me gusta que mi reino celebre el fin de algo cada año – dice, melancólico. - Como si los principios no fueran para mí.

Las lágrimas caen.

Harry mira desilusionado los regalos en pos de alguno que le hubieran obsequiado con el corazón, pero todos destacan por su ostentosidad y superficialidad.

No, no todos.

De repente, un cofre llama su atención. Se acerca dudoso y extrañado, pues es de madera vieja, no pasa inadvertido entre todos los demás, y es grande, está seguro de que no podrá moverlo solo así que considera la opción de abrirlo allí mismo. Su delicada mano se acerca al candado cerrado.

- ¿Han olvidado dejar alguna llave? – murmura, a punto de romper a llorar nuevamente. - No puedo creerlo...

Pero en lo que sus ojos examinan el lugar, sus dedos acarician curiosos el candado atraídos por la calidez que desprende. Entonces, Harry escucha un leve click. El candado se abre. Solo. Aunque debe estar acostumbrado a ese tipo de fenómenos, pues de magia se componen todos los reinos, no puede evitar sorprenderse y sentirse un poco cohibido, es el primero acontecimiento mágico que tiene lugar en su palacio. En realidad, es el primer fenómeno mágico que él origina. Y es importante, muy importante. Y tiene especial relación con ese cofre y lo que contenga así que lo abre con decisión, aunque lo que hay en su interior no despeja sus dudas, sino que las acrecienta.

Piezas de puzle.

Pero no piezas normales, puede sentirlo nada más tenerlas entre sus manos. Observa el pequeño tesoro con especial y cautivador interés. No es nuevo, lo sabe porque parece que alguien ya ha intentado montarlo anteriormente, pero siente cómo desprende una gran cantidad de ganas de aportar al mundo su pequeño grano de arena.

- No sé quién eres, pero creo que dejarte a medias es una crueldad – por alguna razón, las lágrimas vuelven a resbalar por sus delicadas mejillas de fresa. - No te preocupes, conmigo estarás bien. Lo prometo.

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