Inefable.

(Algo tan increíble que no puede

ser expresado con palabras).

Pero una mañana, todo cambia. Lo sabe nada más sentir los rayos del sol acariciar su casa, incitándolo a despertar y dejar atrás el sueño más agradable que ha tenido en mucho tiempo. Comienza a desperezarse cuando lo nota, aun con los ojos entrecerrados: el muchacho puzle no está en el alféizar donde lo colocó para que pudiera ver la luna en caso de que despertara mientras él dormía.

- Oh, no. No, no, no – se levanta de la cama tan apresuradamente que tropieza con las sábanas y cae al suelo de cara. - Ay, duele...

- ¿Príncipe?

La suave y desconocida voz consigue despertarlo del todo, se incorpora como movido por un resorte y busca por la circular estancia el origen. El muchacho puzle se movió desde una ventana a la otra y lo observa con los ojos bien abiertos. Unos tormentosos y solitarios, pero preciosos, ojos azules que le cortan la respiración. Antes de que pueda darse cuenta tiene que obligar a sus pulmones a tomar aire porque ha olvidado cómo se usan.

- ¿Qué? Pero ¿eh? – no recuerda la última vez que se quedó sin palabras.

El muchacho se acerca a él e hinca una rodilla en el suelo para poder observarlo con mayor detenimiento. Harry traga saliva con lentitud y siente las mejillas sonrojarse. Sabe que su aspecto no es el que había deseado tener para cuando el hermoso muchacho despertara.

- ¿Podéis ayudarme vos?

- ¿Ayudaros? ¿A qué?

- A encontrar mi corazón.

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