Capítulo 7. Avalon
Advertencia
Este capítulo contiene escenas de violencia física y lenguaje inapropiado, todo lo descrito en este capítulo está basado en un contexto de ficción y con fines de entretenimiento.
...
Fue en la fiesta de aniversario de la pareja Kim donde JungKook conoció a su primer amor, Kim TaeHyung.
Los abuelos de TaeHyung celebraban su 50. ° aniversario siendo uno de los eventos más grandes del año, cientos de personas fueron invitadas entre ellas la familia Jeon.
Al inicio JungKook estaba decidido a no asistir a tal evento, pero como siempre su padre lo había obligado usando su voz de mando sobre él.
Aunque JungKook se había presentado como un Alfa su voluntad aún era débil a comparación de la de su padre, doblegándose siempre a las órdenes de este.
La noche de la gran celebración llego y la familia Jeon fue bien recibida por la familia Kim. Fue ahí donde vio al hermoso Omega castaño que sin duda lo cautivó.
Aunque aquella noche parecía transcurrir con tranquilidad para JungKook, su primo SeokJin se acercó a él desesperado en busca de su ayuda.
—¿Has visto a TaeHyung? –pregunto el omega al acercarse.
—No, ¿quién es TaeHyung? –el alfa no parecía recordar a alguien que conociera con ese nombre.
—Oh creí que se conocían, bueno no importa, es el hermano menor de NamJoon, si lo vez dile que está en problemas –SeokJin hablo tan rápido y se marchó con la misma velocidad con la que había aparecido.
Un par de horas más tarde mientras vagaba por los amplios jardines de la mansión Kim lo vio sentado a la orilla de la piscina iluminada y de agua cristalina.
Ante sus ojos la criatura más hermosa, que momentos antes lo había cautivado.
JungKook no dudo en acercarse.
Así fue como conoció a TaeHyung, el primer Omega del que se enamoró y le rompió el corazón.
...
JungKook
Solo habían pasado algunas horas desde el incidente en la estación de tren, pero esa sensación incómoda seguía instalada en su pecho. Era como si su Alfa estuviera en constante estado de alerta, inquieto y ansioso, una reacción que no sentía desde hacía años. El recuerdo de aquellos ojos grandes y llenos de miedo lo perseguía, incapaz de borrarlo de su mente.
Quería buscar a ese Omega rubio que había dejado una impresión tan profunda en él, pero no sabía cómo. No tenía pistas, no conocía su nombre ni a dónde podría haber ido. Aquella conexión fugaz había sido tan breve que apenas había tenido tiempo de asimilarla. Sin embargo, su Alfa lo sabía: ese Omega era importante, su imagen seguía adherida a su memoria como una promesa inacabada.
Tras dejar a su prima Soyeon en casa, quien estaría de visita por un tiempo, su madre le había informado de un mensaje que había enviado su padre. Al principio, pensó en ignorarlo; sabía que cualquier mensaje de su progenitor implicaba órdenes que preferiría evitar. Pero algo en su interior lo empujó a obedecer, quizás por inercia, quizás por el tedio de la rutina.
Ahora, mientras conducía hacia su destino, sus pensamientos volvieron al Omega. Se maldecía por no haber hecho algo más, por no haber actuado cuando lo tuvo a tan solo unos metros frente a él. Quizás podría haberlo ayudado, quizás...
Suspiró profundamente al ver el imponente edificio del Grupo Kim aparecer frente a él. Esa estructura colosal no solo simbolizaba el poder de una de las familias más influyentes de Corea, sino también de quienes llevaban el control de la manada principal de Seúl. Aquel lugar siempre le traería recuerdos de un pasado que preferiría enterrar. Después de la ruptura de su compromiso con TaeHyung, había asumido que los lazos entre las familias Jeon y Kim quedarían completamente rotos. Pero no fue así.
Su padre, como siempre, había encontrado la forma de convertir el desastre en una ventaja. A través de amenazas veladas y chantajes cuidadosamente orquestados, había conseguido lo que siempre deseaba: una asociación con los Kim. Una alianza que, para Jungkook, no era más que otra cadena atada a sus muñecas.
Aparcó el coche en el estacionamiento reservado para visitantes de alto nivel y salió, ajustando su chaqueta mientras subía las escaleras principales. Solo tenía que entregar un par de documentos a NamJoon, el heredero mayor de los Kim y luego podría pasar por la oficina de Yugyeom, su único amigo sincero en aquel mundo de máscaras y apariencias.
Mientras cruzaba el vestíbulo principal del edificio, no pudo evitar sentir una punzada de incomodidad, Yugyeom aún se encontraba en su etapa de entrenamiento, lo que significaba que su rango, al igual que el de Jungkook, era equivalente al de un secretario. Ambos, en esencia, eran representantes y recaderos de sus respectivas familias, cumpliendo con órdenes mientras sus padres movían las verdaderas piezas del tablero corporativo.
Después de que la secretaria de NamJoon le informara que el Alfa se encontraba en una reunión, Jungkook no tuvo más remedio que dejar los documentos en el escritorio de la Beta. Su disgusto era evidente; odiaba las tareas monótonas y la burocracia. Con un suspiro de resignación, se dirigió al ascensor y bajó varios niveles en busca de su amigo.
Al llegar al pasillo donde se encontraban las oficinas de menor rango, no pudo evitar notar lo modestas que eran en comparación con las lujosas plantas superiores. Sin embargo, debía reconocer que Yugyeom tenía una oficina propia, por pequeña que fuera, lo que ya era una ligera ventaja sobre él.
Caminó por el pasillo con aire despreocupado, las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Su mirada se detuvo brevemente en el escritorio vacío de la secretaria de esa división. Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro. Tenía una ligera sospecha de dónde podría estar y la idea de interrumpir a su amigo en una situación comprometedora le resultaba demasiado tentadora como para resistirse.
Sin detenerse a pensar demasiado, se dirigió directamente a la puerta de la oficina de Yugyeom y, sin molestarse en tocar, la abrió de golpe como si fuera la entrada de su propia casa.
El sonido de la puerta golpeando contra la pared resonó en el pequeño espacio, provocando que tanto Yugyeom como la secretaria se sobresaltaran. La Omega, visiblemente sonrojada, se levantó apresuradamente del regazo del Alfa, acomodándose la falda con movimientos torpes y evitando mirar a Jungkook a los ojos.
—¡Mierda, Jungkook! —gruñó Yugyeom mientras se pasaba una mano por el cabello en un intento de calmar su evidente incomodidad—. ¿Acaso no sabes tocar?
Jungkook, apoyado despreocupadamente contra el marco de la puerta, no pudo evitar sonreír con una mezcla de diversión y burla.
—Lo siento, no me imaginé que estuvieras en una reunión tan importante —Su tono estaba cargado de sarcasmo, lo que provocó que el Alfa rodara los ojos con exasperación.
—Eso es todo, señorita Choe —interrumpió Yugyeom con voz firme, intentando recuperar la compostura—. Puede retirarse.
La Omega prácticamente salió corriendo de la oficina, su rostro completamente rojo de vergüenza. Jungkook la siguió con la mirada hasta que desapareció al doblar la esquina, antes de volver a dirigir su atención a su amigo.
—Ya veo que no pierdes el tiempo y debo admitir que es linda —el comentario estaba cargado de una provocación juguetona.
—¿A qué se debe tu molesta visita? —respondió Yugyeom con tono cortante, claramente irritado.
—Solo estaba haciendo unos recados para mi padre y pensé que sería divertido pasar a fastidiarte un poco —se dejó caer en la silla frente al escritorio, cruzando las piernas con una actitud relajada.
—Felicidades, lo conseguiste —Yugyeom se acomodó en su silla, todavía visiblemente tenso por la interrupción.
—También quería hablarte de algo —dijo esta vez más serio.
Su mirada cambió ligeramente, pasando de una expresión juguetona a una más seria como si algo lo aturdiera. Yugyeom notó el cambio de inmediato y se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando los antebrazos sobre el escritorio.
—¿Qué pasa? ¿Es algo importante? —preguntó, dejando de lado su irritación inicial.
Jungkook desvió la mirada por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.
—Es sobre algo que sucedió hoy en la estación de trenes... —comenzó, su voz más baja y cargada de un tono que Yugyeom rara vez escuchaba en él.
El ambiente en la pequeña oficina cambió por completo, la ligera tensión inicial siendo reemplazada por una seriedad palpable mientras Yugyeom esperaba que su amigo continuara.
Jungkook mantenía la mirada fija en un punto indeterminado de la oficina, como si la simple acción de hablar lo despojara de toda su energía. El contrario, por su parte, lo observaba desde el otro lado del escritorio cruzando los brazos, tamborileando los dedos contra su codo. La impaciencia comenzaba a reflejarse en sus ojos oscuros.
—¿Vas a quedarte callado todo el día o vas a decirme por qué rayos me miras como si hubieras visto un fantasma? —inquirió Yugyeom, rompiendo el incómodo silencio que se había instalado entre ambos.
Jungkook tomó una profunda bocanada de aire, reuniendo el coraje necesario para confesar algo que hasta ese momento apenas se había permitido admitir siquiera para sí mismo.
—Creo... creo que apareció mi pareja destinada.
La declaración cayó como una bomba en la habitación. Yugyeom se quedó en silencio, su ceño frunciéndose mientras procesaba aquellas palabras. Finalmente, soltó una carcajada seca, aunque su expresión denotaba incredulidad.
—Imposible —respondió sin rodeos estupefacto de lo que escuchaba, sacudiendo la cabeza—. Debo admitir que tus habilidades de actuación han mejorado, Jungkook. Esto es nuevo, incluso para ti.
—¡Estoy hablando en serio! —replicó Jungkook, alzando la voz. Sus ojos oscuros destellaron con una mezcla de frustración y angustia—. ¿Por qué mentiría con algo tan importante como esto?
El castaño lo miró con una mezcla de escepticismo y desconcierto, claramente intentando evaluar si aquello era una broma elaborada o algo más.
—¿Cómo sabes que era tu pareja destinada? —preguntó al fin, con una ceja alzada—. Podría ser un simple flechazo.
Jungkook desvió la mirada, como si las palabras fueran demasiado pesadas para pronunciarlas. Finalmente, con voz grave y cargada de emoción, respondió:
—Porque... mi lobo volvió.
La reacción de Yugyeom fue inmediata. Se quedó estático, sus ojos abiertos como platos mientras su cerebro luchaba por asimilar lo que acababa de escuchar.
—¿Qué? —musitó en un tono apenas audible.
El silencio que siguió fue denso, pesado, cargado de emociones reprimidas que amenazaban con desbordarse. Yugyeom sabía lo que significaban aquellas palabras. Conocía la historia de Jungkook y cómo había sufrido tras ser abandonado en el altar por TaeHyung. Lo recordaba perfectamente: la humillación pública, la devastación emocional y lo más preocupante de todo, cómo su lobo sucumbió a la tristeza debido a que había desarrollado una fuerte conexión con el Omega.
—¿Estás diciendo que... después de todo este tiempo...? —Yugyeom se detuvo, incapaz de completar la pregunta.
—Sí. —La voz de Jungkook era un susurro, pero cargaba una certeza inquebrantable—. Lo sentí. Fue como si todo en mi interior despertara de golpe.
Yugyeom se recargó contra el respaldo de su silla, pasándose una mano por el rostro. Una extraña incomodidad se reflejaba en cada línea de su expresión.
Su amor por TaeHyung había sido tan intenso que durante un tiempo se sintió tan emocionalmente dependiente a él, lo que obligó a su parte lobuna a hibernar en un profundo sueño debido a su inmensa tristeza, cosa que no solo alerto a Jungkook, por meses estuvo gravemente enfermo, los doctores incluso creyeron que había perdido a su lobo definitivamente, los síntomas que presentaba en ese entonces eran iguales a los de perder una pareja enlazada.
Como en los casos de los Alfas mayores, donde su lobo resentía más la pérdida de su pareja o como los Omegas que eran marcados y abandonados o reemplazados y terminaban enfermando hasta la muerte.
Jungkook tenía la mirada perdida, como si el peso de los recuerdos estuviera nublando su mente. Yugyeom lo observaba en silencio, aunque no podía evitar sentir cierta incomodidad ante el extraño cambio en el comportamiento de su amigo.
La confesión de Jungkook lo había dejado atónito, pero fue el silencio que siguió lo que hizo que ambos se sumieran en pensamientos que no habían compartido en mucho tiempo.
Su madre y su primo SeokJin, a quien él consideraba más un hermano mayor y su verdadera familia que sus propios hermanos biológicos, habían estado profundamente preocupados por su estado durante los meses que siguieron a la boda fallida.
Especialmente SeokJin, quien nunca lo dejó solo, sosteniéndolo en sus peores momentos y recordándole que no estaba solo. Yugyeom también había sido un apoyo constante, pero incluso él había tenido miedo de perder a su mejor amigo para siempre.
Nada de esto se comparaba con la frialdad de su padre. El Alfa no lo visitó ni una sola vez mientras estuvo en el hospital. Más tarde, JungKook se enteró de que su padre estaba furioso con él. Para él, su hijo había manchado el apellido de la familia al permitir que tan poca cosa como un Omega lo humillara de esa manera. La enfermedad que siguió solo reafirmó lo que su padre siempre había creído: Jungkook era débil e incompetente.
Durante meses, su padre le prohibió salir de casa, temeroso de que los medios y la sociedad lo viera en tan deplorable estado o lo fotografiaran luciendo vulnerable y la familia sufriera otra humillación pública. Por suerte para su padre, tras la boda fallida, los medios se enfocaron en TaeHyung, quien fue duramente exhibido y juzgado por la sociedad. Cosa que era de esperar como Omega, su reputación quedó manchada de por vida, mientras que Jungkook, siendo un Alfa, fue relegado a un segundo plano en el escándalo.
No le sorprendía que TaeHyung simplemente se esfumara del ojo público, alejado de la crítica. Desde aquel día en el altar, JungKook no había sabido nada de él, como si la tierra se lo hubiera tragado.
La familia Kim, por supuesto, no salió ilesa del escándalo y Kim NamJoon, el heredero del clan tuvo que disculparse públicamente y asumir la responsabilidad por las acciones de su hermano menor. Aunque lograron controlar el daño, las acciones de su empresa sufrieron una caída temporal. Sin embargo, aunque fue TaeHyung el que termino más perjudicado, nada de esto importaba para el Alfa mayor de los Jeon. Para él, Jungkook seguía siendo la deshonra de la familia.
«—Yo no crie hijos incompetentes y enfermizos...» —fue lo único que le dijo su padre el día que al fin había logrado regresar a casa tras ser dado de alta.
A pesar de su lenta recuperación, esas palabras lo afectaron profundamente, dejando cicatrices que aún no habían sanado del todo. Sin embargo, gracias a SeokJin y Yugyeom, él logró salir adelante. Sus constantes palabras de aliento y apoyo lo llevaron a querer demostrar que su padre estaba equivocado, que era un Alfa digno y capaz de alcanzar la grandeza.
El recuerdo de todo aquello los golpeó a ambos en aquel sepulcral silencio, como si sus mentes hubieran recorrido el mismo camino al mismo tiempo.
—¿Y quién es? —preguntó al fin, su voz llena de cautela.
—No lo sé. No tengo su nombre, ni su dirección, nada. Solo un par de segundos... en la estación de tren.
—¿En la estación de tren? —Yugyeom frunció el ceño, claramente confundido—. ¿Cómo planeas encontrarlo si no tienes ni idea de quién es?
—No lo sé —repitió Jungkook, esta vez con frustración evidente—. Pero voy a encontrarlo. Lo que sea que tenga que hacer y ya tengo una vaga idea de por dónde podríamos empezar.
Yugyeom lo observó en silencio por un momento. Aunque no lo dijo en voz alta, no podía evitar sentir una mezcla de preocupación y celos inexplicables. La intensidad en los ojos de Jungkook era inconfundible. Por primera vez en mucho tiempo, aquel Alfa que había estado roto, distante, y emocionalmente ausente, parecía tener algo por lo que luchar de nuevo.
—Supongo que esto significa que las cosas están a punto de ponerse interesantes —murmuró Yugyeom, más para sí mismo que para su amigo.
Jungkook no respondió, pero la audacia en su mirada fue toda la respuesta que Yugyeom necesitaba —Necesito que me ayudes a encontrarlo.
—¿Cuál es el plan? —preguntó Yugyeom, esta vez esbozando una pequeña sonrisa, como si la emoción del desafío estuviera comenzando a entusiasmarlo.
Jungkook permanecía con la mirada fija en el escritorio frente a él, sus dedos tamborileaban suavemente sobre la madera, como si buscara orden en el caos de sus pensamientos. Finalmente, rompió el silencio con un tono firme, aunque había un atisbo de duda en su voz.
—Creo que tendré que acudir a Mingyu una vez más.
Yugyeom arqueó una ceja, desconcertado, antes de soltar una risa seca.
—¿Estás loco? —preguntó, claramente incrédulo—. ¿De verdad crees que él puede ayudarte? Especialmente después de todo lo que pasó...
Jungkook levantó la vista, sus ojos oscuros brillando con determinación.
—Particularmente por eso es que él debería ayudarme. Mingyu me debe un par de favores y sabe que no quiero sacarlos a la luz, pero lo haré si es necesario. Le llamaré para que más tarde nos reunamos en el club.
Yugyeom resopló, cruzando los brazos mientras lo observaba con cierta cautela.
—Siempre juegas con fuego, Jungkook. ¿Qué pasa si esto te explota en la cara? Mingyu no es alguien en quien se pueda confiar del todo.
—Lo sé —Jungkook suspiró, llevándose una mano al puente de la nariz, intentando aliviar la tensión—. Pero no tengo otra opción, Yugyeom. Él tiene los contactos y la información que necesito.
El silencio volvió a llenar el espacio, cargado de expectativas y dudas. Finalmente, Yugyeom cedió un poco, inclinándose hacia adelante en su silla.
—¿Qué pasará cuando lo encuentres? —preguntó, su tono más serio, casi preocupado.
El Alfa tardó unos segundos en responder. Su mirada se perdió por un momento, como si estuviera imaginando ese encuentro.
—No lo sé. Probablemente debería averiguar si él siente lo mismo... aunque tal vez sea difícil.
Yugyeom frunció el ceño, su curiosidad evidentemente picada.
—¿Por qué lo dices?
Jungkook se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre sus rodillas mientras un aire sombrío se apoderaba de él.
—Porque parecía estar huyendo de otro Alfa —confesó en un tono bajo, casi como si le doliera decirlo en voz alta.
Yugyeom quedó momentáneamente sin palabras, sus pensamientos girando en torno a esa declaración.
—Entonces, ¿crees que... estaba huyendo de su pareja? —preguntó finalmente, aunque sus palabras estaban cargadas de incredulidad.
Jungkook negó lentamente con la cabeza, aunque la duda era evidente en su expresión.
—No lo creo. Había algo en su mirada... era miedo, Yugyeom. No amor, no conexión, solo un profundo deseo de escapar.
—¿Y estás dispuesto a involucrarte en algo tan complicado? —Yugyeom lo observó con preocupación, intentando medir cuánto estaba dispuesto a arriesgar su amigo.
Jungkook lo miró directamente a los ojos, su voz firme y cargada de decisión.
—Si eso significa protegerlo y descubrir por qué estaba huyendo, entonces sí, estoy dispuesto.
Yugyeom soltó un suspiro pesado, sacudiendo la cabeza mientras dejaba caer los brazos a los lados.
—No sé cómo siempre te metes en cosas como esta... pero está bien. Te ayudaré. Aunque Mingyu no sea precisamente mi persona favorita.
Jungkook esbozó una leve sonrisa, agradecido por el apoyo de su amigo.
—Gracias. Lo necesitaba.
Y así, ambos comenzaron a trazar un plan, conscientes de que lo que les esperaba no sería fácil, pero determinados a seguir adelante.
...
Más tarde, cuando la noche se había asentado sobre la ciudad, Jungkook condujo por calles cada vez más estrechas y sombrías.
En las profundidades de Itaewon, oculto entre un entramado de callejones oscuros y estrechos, un rincón olvidado del bullicioso distrito, con charcos brillando bajo la luz artificial de las farolas y los reflejos de los letreros de neón que colgaban a lo lejos, que parecían olvidados por el tiempo, se encontraba la entrada de Avalon, uno de los clubes más exclusivos de Seúl.
A simple vista, el lugar no destacaba: paredes de ladrillo desgastado cubiertas de grafitis y carteles descoloridos que parecían susurrar secretos de noches pasadas dándole al lugar un aire clandestino. Sin embargo, los ojos atentos notarían un destello en el neón rojo que formaba el nombre del club, brillando con una intensidad casi hipnótica en medio de la penumbra y cuyo nombre evocaba misterio y peligro a partes iguales.
Sin perder tiempo, estacionó su auto en un pequeño callejón oscuro, asegurándose de que pasara desapercibido. Con un vistazo rápido a su alrededor, comprobó que no había nadie cerca. Ajustó su abrigo, empujando las manos en los bolsillos, y se encaminó hacia la entrada del club.
La entrada al club no era evidente; una simple puerta metálica sin letreros ni adornos oculta en una pared aparentemente inofensiva, sin manijas ni señales visibles. Para ingresar, los miembros debían acercarse a un discreto panel táctil camuflado entre los ladrillos.
Solo quienes conocían la contraseña podían activar el suave deslizamiento de la puerta automática, revelando un pasillo angosto que brillaba con un contraste opulento: mármol negro y líneas doradas de luz que prometían un escape al lujo y el anonimato.
Avalon ofrecía más que exclusividad. Era un santuario para la élite joven de la sociedad, un lugar donde podían despojarse de las máscaras que cargaban en público. Aquí, podían complacer sus anhelos más prohibidos o simplemente disfrutar de una copa en la tranquilidad de la penumbra, lejos de las miradas inquisitivas. Para ellos, este callejón no era un simple rincón olvidado; era la puerta hacia un mundo de indulgencia y libertad, un espacio donde lo clandestino y lo glamuroso se fundían perfectamente.
Música profunda y rítmica llenaba el espacio, el ambiente cargado de humo y perfume caro. Luces de neón bañaban las paredes, dándole al lugar un toque tanto sofisticado como peligroso.
Un camarero delgado, vestido impecablemente con un traje oscuro, lo interceptó al instante. Su expresión era de extrema cortesía, pero había algo en su mirada que indicaba que estaba acostumbrado a tratar con personas como Jungkook.
—Bienvenido, señor Jeon. Es un gusto tenerlo con nosotros esta noche. El señor Kim lo está esperando. Por favor, sígame.
Jungkook asintió ligeramente, sin molestarse en responder. El camarero lo condujo a través de un largo corredor, cuyos reflejos de las luces neón parecían danzar en la superficie pulida. A medida que avanzaban, el sonido de la música y las voces se desvanecía, reemplazado por un silencio pesado.
Finalmente, llegaron a una puerta de madera maciza con detalles dorados. Jungkook reconoció el diseño: era una de las salas privadas de Avalon, reservadas solo para algunos clientes específicos. Estos espacios, escondidos en las entrañas del club, eran conocidos por ser el escenario de acuerdos oscuros, tratos secretos y negocios que no siempre se podían considerar legales.
El camarero se detuvo frente a la puerta, girando ligeramente para dirigirse a él.
—El señor Kim lo espera adentro. Si necesita algo, estaré justo afuera.
Jungkook le dedicó una mirada breve antes de abrir la puerta sin dudar.
El interior de la sala privada era exactamente como lo recordaba: lujoso, pero con un toque frío e intimidante. Las paredes estaban cubiertas con paneles de madera oscura, decoradas con obras de arte modernas que transmitían inquietud. Una mesa de vidrio rodeada de sofás de cuero negro dominaba el centro de la habitación, y sobre ella colgaba un candelabro minimalista que proyectaba sombras danzantes.
Sentado en uno de los sofás, con una copa en la mano, estaba Mingyu. Su expresión era relajada, pero sus ojos brillaban con una astucia peligrosa. Yugyeom se encontraba del otro lado, observando la escena con los brazos cruzados, su postura claramente tensa.
—JungKook —dijo Mingyu, con una sonrisa perezosa mientras alzaba su copa—. Qué placer verte. ¿Negocios o placer esta vez?
Jungkook avanzó con calma, cerrando la puerta tras de sí. Su voz fue tan firme como su postura cuando respondió:
—Negocios. Y no tengo tiempo que perder.
La sonrisa de Mingyu se ensanchó, su tono divertido contrastando con la seriedad de Jungkook.
—Siempre directo al grano... Vamos, siéntate. Tenemos mucho de qué hablar.
Jungkook intercambió una mirada con Yugyeom, quien asintió levemente antes de tomar asiento. La tensión en la habitación era palpable, pero para Jungkook, esto no era más que un paso necesario hacia lo que realmente buscaba: respuestas.
La tensión en la sala privada se suavizó levemente cuando Mingyu, con su usual actitud despreocupada, inclinó la copa que sostenía para mirarlos con una sonrisa socarrona.
—Vaya sorpresa. Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que los tres estuvimos reunidos —comentó, su tono cargado de ironía.
Yugyeom rodó los ojos con impaciencia.
—No creas que esto es una reunión amistosa, Mingyu.
El mayor arqueó una ceja, ofendido, pero claramente divertido.
—¿Tú de verdad quieres morir, mocoso? —replicó pasmado ante la insolencia de su primo, pausando para tomar un sorbo de su bebida—. Soy mayor que ustedes dos, aunque hayamos nacido el mismo año.
—Ustedes dos, ni porque son familia, pueden comportarse —Jungkook suspiró, cansado de la dinámica familiar.
Yugyeom resopló con una sonrisa sarcástica.
—Justamente porque somos parientes, nuestro instinto asesino es más fuerte entre nosotros.
Mingyu rio, relajándose en el sofá con una mano despreocupadamente apoyada en el respaldo.
—Si a nuestros malditos padres se les hubiera ocurrido, seguro nos habrían metido en una jaula de niños para pelear como animales —agrego el Alfa, dándole otro trago a su bebida.
—Digno del encantador clan Kim —comentó Jungkook, cargando su voz de sarcasmo mientras se acomodaba es su asiento, esta vez más relajado.
Mingyu dejó su copa en la mesa y cruzo los brazos sobre su pecho, adoptando una postura más seria.
—Bueno, díganme, ¿en qué puedo ayudarlos esta vez? —preguntó, sus ojos brillando con una mezcla de interés y diversión.
—Estamos buscando a alguien —comenzó Yugyeom, intentando sonar convincente.
—Tu padre todavía administra la red ferroviaria de Seúl, y queríamos... —continuó Jungkook, pero fue interrumpido.
—Ya veo —dijo Mingyu, levantando una mano para detenerlo—. Esto suena como algo más complicado que un simple favor.
—Hyung, por favor —intervino Yugyeom con tono persuasivo—. Eres el mejor rastreador de la familia, nada se te escapa. Sabemos que tú eres el único que puede ayudarnos.
Mingyu los miró por un momento, evaluándolos. Finalmente, asintió.
—De acuerdo, los escucho.
—Necesitamos acceso a las grabaciones de las cámaras de la estación central de hoy, aproximadamente entre las 11 y la 1 de la tarde —dijo Jungkook con firmeza.
Mingyu dejó escapar una carcajada baja y sarcástica.
—¿A qué están jugando? ¿Se creen detectives? Miles de personas pasan por esa estación cada día —hablo tratando de evidenciar lo complicado en su tarea.
Yugyeom le dirigió una mirada casi suplicante.
—Sabemos que es mucho pedir, pero si lo haces, nos estarías ayudando más de lo que imaginas.
Mingyu se inclinó hacia adelante, sus ojos oscureciéndose mientras una sonrisa astuta curvaba sus labios.
—Ya saben cómo funcionan las cosas conmigo. Si hago esto, necesito algo a cambio —les recordó el anfitrión.
Jungkook, sin titubear, respondió con determinación.
—Pide lo que quieras —hablo apresuradamente sin meditarlo con cuidado.
Mingyu entrecerró los ojos, evaluándolo con evidente diversión.
—No te había visto tan desesperado desde...
Sin que pudiera terminar la frase Jungkook lo interrumpió, sabiendo que el contrario estaba por mencionar a TaeHyung.
—Tenemos un trato o no —dijo Jungkook impaciente, olvidando una de las reglas básicas de los negocios, el no dejarse influenciar por las emociones.
—¿Incluso si lo que quiero es una cita con SeokJin? —pregunto el Alfa con evidente provocación hacia el contrario.
Ambos Alfas gruñeron simultáneamente, dejando claro que no era un tema negociable. Yugyeom fue el primero en reaccionar.
—¿Acaso quieres que NamJoon te golpee otra vez? —respondió el menor de los tres.
Mingyu soltó una carcajada descarada, disfrutando de su reacción.
—Es un riesgo que estoy dispuesto a correr.
Jungkook rodó los ojos, claramente frustrado.
—¿Por qué demonios están todos obsesionados con Jin hyung? —pregunto con evidente irritación, no estaba dispuesto a permitir que siguieran hablando de su hyung.
Yugyeom y Mingyu respondieron al unísono, sin siquiera pensarlo.
—Es perfecto.
—¡Por favor! —exclamó Jungkook, alzando las manos en exasperación—. ¿Podrían dejar de comportarse como perros desesperados?
Yugyeom se encogió de hombros con una sonrisa.
—No es nuestra culpa que SeokJin sea tan...
—Caliente —interrumpió Mingyu con una sonrisa maliciosa.
—Bonito —corrigió Yugyeom, mirando a su primo con desaprobación.
Jungkook se levantó de golpe, dejando escapar un suspiro frustrado.
—Me largo. Buscaré a alguien más que tome esto en serio.
Mingyu se apresuró a detenerlo, levantando una mano conciliadora.
—Espera, Kook. Solo estamos jugando, aunque debo admitir que casi todos en la familia estamos un poco enamorados de Jin —hablando Yugyeom con tono divertido.
—Todos excepto NamJoon. Eso es lo más irónico de todo, ¿no? —añadió Mingyu con un toque de humor resoplando y volviendo a cruzarse de brazos.
—Si NamJoon no lo quisiera no sería tan celoso y posesivo con él —defendió Yugyeom.
—NamJoon simplemente actúa así; porque no le gusta que toquen lo que cree que es suyo. Siempre tan pretencioso. Lo detesto —hablo con resentimiento y odio.
Jungkook los miró con una mezcla de incredulidad y agotamiento, así como un poco de incomodidad, no le parecía correcto el criticar la relación de NamJoon y SeokJin, aunque debía reconocer que, así como él había notado ciertos comportamientos extraños de la pareja ellos por su parte también deberían saber algo, especialmente Mingyu que lucía menos escéptico a comparación de Yugyeom. Finalmente, suspiró y se enderezó en su asiento.
Mírate, Mingyu eres el mayor de los tres, pero actúas como un cachorro celoso de nuestro primo mayor —se burló el contrario.
Jungkook se levantó hartó no quería escuchar más por parte de sus amigos.
—Está bien, está bien. Haré unas llamadas y me encargaré de que recibas esas grabaciones mañana temprano —hablo el Alfa sin rodeos e ignorando los comentarios burlones del otro.
—Eso es todo lo que pedía, gracias —dijo Jungkook, relajándose un poco y procediendo a servirse un trago.
—Considera esto mi forma de compensarte por no lo ocurrido hace dos años —añadió Mingyu con sinceridad.
—Ya no importa —respondió Jungkook, aunque su tono dejaba entrever que aún había un poco de resentimientos, aunque no podía culparlo, TaeHyung era su familia en ese entonces.
Mingyu lo observó con atención antes de asentir.
—De acuerdo, si eso es lo que piensas. Ahora, si me disculpan, tengo otros asuntos que atender.
Se levantó, dedicándoles una última sonrisa a ambos.
—La cuenta de esta noche corre por mi parte, así que hazme un favor y diviértete un poco Kook. Este club es más interesante de lo que parece.
Con eso, se despidió y salió de la sala privada, dejando a Jungkook y Yugyeom con una mezcla de alivio y tensión mientras se preparaban para el siguiente paso de su plan.
...
Yoongi
Mingyu cerró la puerta tras él, dejando la tenue luz de los corredores para sumergirse en la penumbra de la bodega trasera. El aire olía a humedad y metal oxidado, una mezcla que hacía juego con el lúgubre silencio, apenas roto por los murmullos de los hombres que resguardaban la zona. En el centro del espacio, iluminado solo por una luz desnuda colgando del techo, estaba el Beta que habían capturado por la tarde. Atado a una silla y con marcas de golpes en su rostro, parecía apenas haber recuperado la conciencia.
Los ojos del taxista estaban abiertos de par en par, reflejando puro terror. Era evidente que no entendía por qué estaba ahí, ni quién lo había puesto en esa situación. Mingyu lo observó con indiferencia, caminando lentamente hacia él con las manos en los bolsillos, sus pasos resonando sobre el suelo de concreto.
—Siempre los mismos ojos, ese terror inicial antes de que asimilen dónde están —comentó, más para sí mismo que para nadie más.
Uno de los hombres que custodiaban al Beta lo miró brevemente, pero no dijo nada. Mingyu sabía que su trabajo no era cuestionar, sino ejecutar. Lo único que le intrigaba era por qué su socio, , había aceptado un trato tan peculiar esa misma tarde, como lo era capturar a un simple taxista. Pero estaba seguro de que lo descubriría en breve, cuando su nuevo cliente un tal Min Yoongi llegara para recibir su pedido, mientras tanto él tenía la tarea de entregarlo y recibir una parte de la paga como su socio le había indicado.
Aún estaba reflexionando sobre ello cuando el ruido de pasos firmes lo sacó de sus pensamientos. Levantó la mirada justo a tiempo para ver a su nuevo cliente, un Alfa de porte imponente, entrar acompañado de tres guardaespaldas. Los hombres vestían trajes oscuros, pero ninguno igualaba la presencia del hombre al frente.
—Bienvenido, señor Min. Como mi socio prometió, aquí está el hombre que buscaba —dijo Mingyu acercándose a Yoongi y extendiendo una mano. Su tono era cortés, pero cargado de profesionalismo.
El Alfa alzó una ceja, mirándolo brevemente antes de devolverle el saludo de manera fría, apenas apretando su mano.
—¿Qué me asegura que es el taxista correcto? —preguntó Yoongi con una voz grave, cargada de autoridad y arrogancia.
Mingyu sonrió con tranquilidad, acostumbrado a lidiar con Alfas de esa naturaleza. Señaló al hombre atado en la silla.
—Pues vera... —pero antes de poder continuar fue interrumpido.
—Personalmente hackeé el sistema de cámaras de la estación central. Conseguí las placas del vehículo a través de las grabaciones y lo rastreé, no hay duda de que este es el conductor que recogió al Omega rubio que estás buscando, o mejor dicho tu prometido Park Jimin ¿no es así Yoongi? ¿O debería llamarte AgustD? —una voz se alzó desde las sombras al otro lado de la bodega, interrumpiéndolos.
—¿No te molestará que eche un vistazo para verificar, verdad, Woozi? —respondió con un tono burlón.
Yoongi giró hacia el origen del sonido, sus ojos entrecerrándose al identificar al hombre que había hablado. Un Alfa de baja estatura salió de entre las sombras, sus movimientos fluidos y seguros. Tenía un rostro que en otras circunstancias podría haber parecido inocente, de no ser por la cicatriz que atravesaba su ojo derecho, dándole un aire amenazante.
Woozi se detuvo a unos pasos de Yoongi, cruzándose de brazos.
—Después de tanto tiempo el gran AgustD, ¿eh? —continuó con una sonrisa torcida—. Creí que habías dejado atrás ese nombre. ¿Qué crees que opinarían tu padre o el Presidente Park si supieran en qué te involucras?
—Corta la mierda, Woozi —respondió Yoongi, su tono tan frío como el acero—. Estoy aquí por algo específico. ¿Puedes asegurarte de que este Beta es quien necesito?
Woozi soltó una risa breve, como si hubiera encontrado divertida la actitud del otro Alfa. Sin embargo, asintió ligeramente.
—Por supuesto. Mi trabajo es asegurar resultados, ¿o no, Mingyu? —respondió, girando la cabeza hacia el anfitrión del lugar.
Mingyu levantó las manos en un gesto despreocupado, alejándose un paso para dejarlos manejar la situación.
—Aquí tienen. Pero si necesitan algo más, será mejor que lo mencionen ahora. Esto no es un supermercado —dijo con una media sonrisa antes de inclinarse ligeramente y retroceder hacia una esquina.
Yoongi volvió a centrar su atención en el Beta, quien ahora estaba temblando visiblemente. Se agachó para mirarlo directamente a los ojos, y con una voz baja y calculada, le hizo la pregunta que lo atormentaba desde el mediodía.
—¿A dónde lo llevaste?
El Beta abrió la boca, pero ninguna palabra salió. Sus ojos estaban llenos de miedo, y su respiración entrecortada dejaba claro que no sabía si decir la verdad o esperar lo peor.
Yoongi esperó con paciencia, pero su mirada era suficiente para hacer que cualquiera se quebrara.
—Por última vez. ¿A dónde lo llevaste? —repitió, su tono descendiendo hasta un susurro helado.
El Beta temblaba en su silla, sus muñecas enrojecidas por las ataduras. Su rostro estaba pálido, bañado en sudor frío, mientras sus ojos oscilaban entre Yoongi y Mingyu, buscando desesperadamente una salida.
—Y-yo... n-no sé nada, lo juro por mi vida —balbuceó, su voz apenas un murmullo.
Yoongi dio un paso al frente, su presencia dominando el espacio oscuro y opresivo de la bodega. Tomó al Beta del cabello, obligándolo a levantar la mirada hacia sus ojos ardientes de frustración.
—El Omega rubio que recogiste al medio día, a las afueras de la estación central —gruñó, su voz cargada de desesperación contenida—. Habla.
El Beta parpadeó rápidamente, sus labios temblando mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas.
—M-me pidió que lo llevara a las afueras de la ciudad... en la zona de las residencias privilegiadas —admitió, con la voz quebrada—. Lo dejé en medio de la calle, ¡eso es todo!
Yoongi entrecerró los ojos, como si buscara un atisbo de mentira en el rostro del hombre.
—¿Durante el viaje dijo algo? —presionó, sus palabras como dagas.
El Beta abrió la boca, pero ningún sonido salió de ella. Su mente parecía bloqueada por el pánico, su respiración rápida y superficial.
El silencio que siguió era insoportable, casi tangible. Yoongi, perdiendo la paciencia, le propinó un golpe en el rostro, haciendo que la silla crujiera bajo el peso del impacto.
—¿Qué esperas? ¡Habla! —rugió, su tono aumentando con cada palabra.
El Beta gimió de dolor, bajando la cabeza mientras su labio inferior sangraba.
—No recuerdo bien —murmuró al fin, su voz casi inaudible.
—¿Así que no lo recuerdas? —espetó Yoongi, dándole otro golpe, esta vez en el costado.
El quejido del Beta resonó en la bodega. Mingyu observaba desde una esquina, con los brazos cruzados, su rostro estoico, pero sus ojos reflejaban una mezcla de curiosidad y cautela.
—Por favor, déjeme ir, yo no sé nada —suplicó el Beta, sus lágrimas deslizándose por sus mejillas.
Yoongi se inclinó hacia él, sus ojos perforándolo en busca de sacarle la verdad.
—¿Mencionó algún nombre? ¿A la casa de quién lo llevaste? —continuó, su tono tan afilado como el filo de una espada.
El Beta negó con la cabeza frenéticamente, sus palabras atropelladas por el terror.
—¡Se lo suplico, por favor! No lo sé. A los taxistas no nos permiten pasar más allá de la entrada.
Yoongi apretó los puños, sus nudillos volviéndose blancos mientras luchaba por contener su ira. Mingyu, que había permanecido en silencio hasta ese momento, dio un paso adelante.
—Ya basta, Yoongi —dijo con voz firme, interponiéndose entre el Alfa y el aterrorizado Beta—. Si sigues así, lo matarás antes de que diga algo útil.
Yoongi lo fulminó con la mirada, pero luego dio un paso atrás, respirando profundamente para calmarse. Mingyu giró hacia el Beta, inclinándose ligeramente hacia él con un tono más suave pero igualmente intimidante.
—Mira, amigo, no queremos lastimarte más de lo necesario. Pero este hombre necesita respuestas —señaló hacia Yoongi—. Así que será mejor que pienses bien si recuerdas algo más.
El Beta, temblando, cerró los ojos como si buscara en su memoria algún detalle, cualquier cosa que pudiera apaciguar la furia de los Alfas frente a él.
—Desháganse de él, no nos dirá nada útil —ordenó Yoongi con frialdad, haciendo un gesto hacia sus guardaespaldas.
El Beta, con las pocas fuerzas que le quedaban, comenzó a forcejear en su silla, su voz elevándose en un grito desesperado.
—¡Espere, ya recuerdo algo! ¡Por favor! —exclamó, su rostro una mezcla de terror y súplica.
Yoongi se detuvo a mitad de camino, girando lentamente sobre sus talones.
—Habla. Será tu última oportunidad —gruñó, sus ojos destellando amenaza mientras encendía un cigarrillo con calma inquietante.
—R-recuerdo que después de dejarlo, seguí recto por la calle principal buscando otro camino —comenzó el Beta con voz temblorosa—. Pero a los pocos metros, me detuvieron unos hombres. Discutieron conmigo, diciendo que ningún taxi tenía permitido estar en esa zona. Me obligaron a dar la vuelta y regresar por el mismo camino.
El Beta tragó saliva, sus ojos moviéndose frenéticamente entre Yoongi y los guardaespaldas que esperaban órdenes.
—Cuando volví, estoy seguro de que lo vi subirse a un auto negro.
Yoongi, que ya estaba a punto de marcharse, se detuvo en seco. La información, aunque mínima, era suficiente para confirmar algo importante: Jimin no estaba huyendo sin rumbo. Había llegado a Seúl en busca de alguien, y al parecer, lo había encontrado.
La pregunta que quemaba en su mente era: ¿quién?
—¿Viste hacia dónde se fue? —preguntó Yoongi, lanzando una última bocanada de humo, su tono ahora más calculador que iracundo.
—N-no... Eso fue todo lo que alcancé a ver. Seguí conduciendo de vuelta al centro de la ciudad. Por favor, déjeme ir —imploró el Beta, con lágrimas recorriendo su rostro.
Yoongi soltó un suspiro de exasperación, dejando que el cigarrillo se consumiera entre sus dedos.
—Quiero las grabaciones de las cámaras del taxi —ordenó, girando hacia Woozi, que había observado todo en silencio hasta ese momento.
El Alfa de la cicatriz dejó escapar una breve risa, ladeando la cabeza mientras lo observaba con diversión.
—Te las daré cuando vea una parte de lo acordado —respondió con calma, cruzándose de brazos.
Yoongi asintió brevemente, su rostro imperturbable. Hizo un movimiento con la cabeza, indicando a uno de sus guardaespaldas que entregara el maletín que había estado resguardando durante todo ese tiempo.
El guardaespaldas avanzó con pasos firmes, dejando el maletín frente a Woozi. Este lo abrió con tranquilidad, revelando fajos de billetes cuidadosamente apilados. Sus ojos brillaron brevemente al confirmar el contenido.
—Mil millones de wones ahora —dijo Yoongi, con un tono helado—. Y el resto te lo daré cuando tenga a mi Omega sano y salvo.
Woozi cerró el maletín con un chasquido, sonriendo con satisfacción.
—Un placer hacer negocios contigo, Yoongi —respondió, inclinando ligeramente la cabeza—. Alguien traiga las grabaciones del taxi, ¡rápido!
Sin decir más, Yoongi apagó su cigarrillo en el suelo y se dio la vuelta, su mente ya trabajando en los próximos pasos para encontrar a Jimin.
—Creo que está de más decir que requiero de tu discreción, Woozi. Desháganse del Beta, ya no me sirve de nada, lo que significa que no quiero testigos. Confío en que te encargarás de que no queden evidencias.
Una cosa era clara: no se detendría hasta tener al rubio de vuelta, sin importar los obstáculos en su camino. Aunque sus pensamientos se vieron interrumpidos por una llamada entrante, que sabia debía contestar. Yoongi lanzó una última mirada fría antes de cruzar la puerta de la bodega.
—¿Cuándo te he fallado, hyung? —respondió el Alfa de la cicatriz con una sonrisa ladeada observando como la puerta se cerraba tras el Alfa, mientras hacía un gesto a sus hombres—. Ya escucharon, hora de movernos.
El Beta comenzó a gritar desesperado, forcejeando contra las ataduras con todas sus fuerzas, pero sus alaridos fueron rápidamente acallados cuando uno de los hombres lo obligó a perder la conciencia.
—¿Qué mierda, JiHoon? —se quejó Mingyu, frunciendo el ceño mientras observaba la escena con disgusto—. Creí que esto iba a ser un simple interrogatorio.
—Como si no hubiéramos hecho esto antes, Mingyu. —Woozi rodó los ojos antes de encender un cigarrillo—. Y para tu información, no es cualquier cliente, es un viejo amigo con el que estoy en deuda de por vida.
—¿Viejo amigo? ¿Ese tipo? —bufó Mingyu, incrédulo—. Y de verdad, ¿piensas que nos va a pagar dos mil millones?
—Si encontramos a su Omega a tiempo, sí. Así que, por el momento, deja de quejarte y ponte en marcha. —el Alfa dio una calada de su cigarrillo y miro al contrario analizando su expresión de disgusto—. Es mejor que yo me encargue del Beta, mientras tú comienzas a reunir a los hombres.
Mingyu se cruzó de brazos, mirando de reojo al cuerpo inconsciente del Beta, antes de suspirar pesadamente.
—De acuerdo... hagámoslo.
...
JungKook
Tras dejarse convencer por Yugyeom de beber hasta el límite aquella noche, Jungkook sintió que ya no podía más. Necesitaba aire, algo que calmara el mareo que se arremolinaba en su mente. Salió tambaleándose de la sala privada, recorriendo los pasillos del club con pasos erráticos, hasta toparse con una puerta de emergencia. Sin pensarlo demasiado, la empujó, asumiendo que lo llevaría a uno de los callejones traseros del club.
Se tambaleó ligeramente al cruzar la puerta, sintiendo el frío de la noche golpearle el rostro como un balde de agua helada. El callejón trasero del club estaba silencioso, pero no en calma. Había algo en el aire que no podía definir: un nerviosismo latente, casi eléctrico. La luz roja de las luces traseras de un camión de carga estacionado a unos metros iluminaba tenuemente la pared desgastada, proyectando sombras largas y distorsionadas.
El Alfa frunció el ceño, confundido por el extraño escenario. Ese lugar parecía un oasis de quietud artificial, roto únicamente por el zumbido del motor del camión. Jungkook se apoyó en la pared, intentando estabilizarse mientras su mente, confundida por el alcohol, procesaba lo que estaba viendo.
De repente, un ruido metálico rompió el silencio. Una pesada cortina de acero se levantó, su rechinido resonando en el callejón como un lamento espectral. Instintivamente, Jungkook se escondió en las sombras, pegándose a la pared, su cuerpo rígido y alerta.
Desde lo que parecía ser la bodega del club emergieron tres figuras, cargando lo que claramente era un cuerpo humano, completamente inerte. Jungkook contuvo la respiración, su corazón latiendo con fuerza al darse cuenta de que no era una simple mercancía lo que llevaban.
—¿Qué haremos con el taxi, señor? —preguntó una voz masculina, grave pero temblorosa, como si la pregunta lo incomodara.
—Pondremos al idiota dentro de él y haremos que parezca que conducía ebrio, lo haremos ver como un desafortunado accidente —respondió una voz más autoritaria, casi indiferente, como si dar órdenes de este tipo fuera parte de su rutina diaria.
Jungkook entrecerró los ojos, intentando captar más detalles. El hombre que hablaba estaba de pie junto al camión, supervisando con calma los movimientos de los otros dos. Aunque la oscuridad dificultaba distinguir sus rostros, su postura emanaba poder.
—Entrégame las grabaciones —exigió otra voz, igual de autoritaria, pero con un tono impaciente.
— Aquí tienes la tarjeta SD que contenía la cámara, es la única copia que existe — respondió la misma voz que había dado las indicaciones.
—Y recuerda lo quiero sano y salvo, si alguien le pone una mano encima, yo mismo lo matare —la amenaza más que implicada en el tono de voz.
El silencio que siguió fue tenso. Jungkook aprovechó el momento para observar más de cerca. Aunque no podía escuchar cada palabra claramente, los movimientos de los hombres eran metódicos y fríos. Había algo profundamente calculado en todo el proceso, como si lo hubieran hecho muchas veces antes.
El cuerpo fue arrojado sin ceremonia dentro del camión, y una de las figuras cerró la puerta trasera con un golpe seco. Uno de los hombres encendió un cigarrillo, cuya brasa brilló débilmente en la penumbra, iluminando brevemente un rostro cubierto por una máscara.
Jungkook, sintiendo que el peligro estaba demasiado cerca, retrocedió unos pasos, pero el sonido de sus botas al rozar el pavimento llamó la atención de los hombres. Uno de ellos giró la cabeza hacia su dirección, entrecerrando los ojos como si intentara distinguir algo en la oscuridad.
—¿Qué fue eso? —preguntó uno de los hombres, mirando hacia donde estaba escondido Jungkook.
El Alfa se tensó, su cuerpo listo para reaccionar si lo descubrían. Por un segundo eterno, nadie se movió, excepto el humo del cigarrillo que flotaba perezosamente en el aire.
—Nada. Seguramente algún animal callejero —respondió el líder, sacudiendo la cabeza—. Vámonos, tenemos trabajo que hacer.
Los hombres subieron al camión, y el motor rugió con más fuerza. Jungkook observó desde las sombras cómo el vehículo comenzaba a moverse lentamente, sus luces traseras tiñendo el callejón de un rojo intenso antes de desaparecer por completo.
Jungkook respiro con dificultad y volvió alinterior del club. ¿Qué mierda había sido todo eso que acababa de escuchar?
...
Y aunque nuevamente me atrase con la actualización aquí esta. Pido perdón, pero con la noticia del Tour de Hobi estamos en modo pánico por lo mismo me atrase con la actu pero no inventen este capitulo fue casi de 8mil palabras, vamos mejorando y cada vez se vuelven mas largos, lo cual me emociona mucho pero al mismo tiempo en el momento de pasar por la revisión final se vuelve tedioso. En fin, que tengan un lindo inicio de semana y nos vemos el viernes o sábado o domingo.
Espero que estén disfrutando de esta historia que recién está empezando.
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