Capítulo 5. Una historia de 2 o 3
Jimin y TaeHyung se conocieron a los 6 años en un campamento de verano en la Isla Jeju, TaeHyung era un niño travieso como su hermano Taemin, ambos niños eran expertos en trepar árboles, eso hizo que el par se agradara desde el primer instante, Jimin no era tan hábil como su hermano o su amigo para trepar, incluso era un poco torpe y las alturas le asustaban un poco.
Un día Tae convenció a Jimin de que los acompañara a ver unas pequeñas aves recién nacidas, el pequeño insistió en que él ayudaría a Jimin a trepar hasta la cima de aquel árbol, todo iba muy bien hasta que un pequeño accidente hizo que Jimin callera del árbol y se rompiera una pierna.
Jimin regresó de inmediato a casa y estuvo dos meses en cama.
Al año siguiente, al llegar al campamento, TaeHyung llegó con un sin fin de regalos para Jimin, se sentía sumamente culpable de la caída de Jimin el año anterior a ese, el pequeño le pidió cientos de disculpas y le prometió que nunca más iban a volver a trepar árboles.
Jimin convenció a TaeHyung de que solo fue un accidente y de que no había sido culpa de nadie el que callera ese día.
Ese año Jimin y TaeHyung se hicieron más amigos y pasaron un grandioso verano.
El año después a ese TaeHyung y Jimin volvieron al campamento ansiosos por rencontrarse y pasar otro verano fabuloso, pero antes de que el campamento terminara después de una de las cientos de travesuras de Taemin, este fue expulsado del campamento y ambos hermanos tuvieron que regresar a casa, Jimin apenas y pudo despedirse de Tae y este último prometió que al regresar a casa lo llamaría, pero por alguna extraña razón las llamadas de Tae nunca llegaron.
Tiempo después el destino o la casualidad hizo que ambos pequeños se reencontraran y que su amistad resurgiera, pero después de eso nuevamente se distanciaron.
...
Jimin
Respiró profundamente, tratando de calmar su corazón que latía desenfrenado. Frente a él, TaeHyung lo miraba con una mezcla de sorpresa y cautela, como si no pudiera creer que el Omega que tenía parado frente a él fuera su amigo de la infancia, y si su repentina visita representaba algún tipo de milagro o una señal de problemas.
—Hola, TaeTae... —su voz tembló mientras intentaba ofrecerle una sonrisa que no alcanzaba a borrar el cansancio de sus ojos.
—¿Jimin...? –La incertidumbre pintó el rostro de TaeHyung.
Sus ojos castaños abiertos de par en par mientras recorrían cada detalle del rubio frente a él. Parecía incrédulo, su mente aun luchando por aceptar lo que veían sus ojos. No podía creer que aquel chico fuera su amigo Jimin, su pequeño amigo de la infancia.
—Sí, soy yo... –respondió tragando saliva, sus manos apretaron el asa de su maleta con fuerza. Sentía que su corazón podría salir de su pecho en cualquier momento y dejarlo abandonado ahí mismo. Estar allí, frente a su amigo después de tanto tiempo, le provocaba una mezcla de alivio y terror. Sus labios temblaron mientras añadía–: Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad, Tae?
Su voz salió en un susurro tembloroso, cargada de inseguridad y un rastro de esperanza.
El silencio entre ellos se prolongó, y su pecho se encogió. La mirada fija de TaeHyung no daba señales de rechazo, pero los segundos parecían eternos.
—Por supuesto que eres tú, mi pequeño Jiminie –respondió finalmente el Omega castaño, su rostro iluminado por una mezcla de nostalgia y alegría–. ¡Ven aquí!
Antes de que pudiera reaccionar, TaeHyung cruzó la distancia entre ellos y lo rodeó con fuerza con sus brazos. El aroma tranquilizador y familiar de sus feromonas lo envolvió, y fue como si el tiempo retrocediera.
Su cuerpo se relajó al contacto con el de su amigo, y finalmente dejó escapar un pequeño sollozo que había estado conteniendo. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras se aferraba a TaeHyung como si este fuera su única ancla en el mundo.
—Te extrañé tanto... –susurró, su voz quebrada por la emoción.
—Shh, todo está bien ahora –respondió TaeHyung, apretando un poco más el abrazo–. Estoy aquí, Minie.
El cálido abrazo se prolongó, con los dos Omegas simplemente encontrando consuelo en la presencia del otro. Los pasillos del edificio se llenaron del sonido de los susurros entrecortados de Jimin y el suave murmullo tranquilizador de TaeHyung.
—Pero dime, ¿qué haces aquí, Jimin? —preguntó finalmente, su tono mas preocupado de lo que pretendía.
El rubio tragó saliva, sintiendo el peso de la decisión que había tomado al buscarlo. Podía inventar una excusa, suavizar la verdad, pero ya no tenía fuerzas para eso.
—Necesito tu ayuda —admitió, bajando la mirada al suelo, incapaz de soportar la mirada inquieta de su amigo.
TaeHyung se apartó lo suficiente como para echarle un vistazo, limpiando con sus pulgares las lágrimas que se habían quedado atrapadas en sus mejillas.
—Bien, pero deja de llorar Jimin, o van a pensar que te estoy maltratando –bromeó TaeHyung para aligerar el ambiente, dejando escapar su característica sonrisa cuadrada que siempre lograba iluminar cualquier estancia.
Jimin dejó escapar una risa nerviosa, un pequeño alivio después del peso de los últimos días.
—Gracias, Tae... por esto.
—Siempre, Jiminie –respondió el castaño con suavidad–. Ahora vamos, entra. Parece que tienes mucho que contarme.
TaeHyung suspiró profundamente antes de dar un paso hacia un lado y abrir la puerta por completo.
El asintió, recogiendo su maleta con manos aún algo temblorosas, y cruzó el umbral del apartamento de su amigo. A medida que la puerta se cerraba detrás de ellos, la sensación de haber encontrado un refugio seguro comenzaba a llenar su corazón, aunque todavía quedaban muchas cosas por desentrañar. Lo único que podía hacer era confiar en que había tomado la decisión correcta.
Con un último vistazo hacia la puerta tras él, supo que su vida estaba a punto de cambiar de nuevo y solo esperaba que ese fuera un buen comienzo.
El departamento irradiaba calidez a pesar de su diseño minimalista. Dejó que su mirada explorara cada rincón mientras sus manos aún sudaban ligeramente. Había algo acogedor en los colores neutros de las paredes y en la forma en que la luz suave atravesaba las ventanas, iluminando los detalles de madera y los sillones cafés de la sala. La atmósfera era tranquila, pero dentro de él todo seguía siendo un caos, necesitaba respirar y calmarse, hacerle saber a su corazón que Yoongi no atravesaría esa puerta, listo para llevárselo.
—Es lindo —dijo con una voz apenas audible mientras trataba de relajarse.
TaeHyung, quien ya había desaparecido hacia la cocina, respondió con su tono característico y calmado.
—Gracias, toma asiento. Voy a preparar un poco de té.
Con algo de pena y cansancio se dejó caer en uno de los sillones, hundiéndose en su suavidad. Había algo familiar en la textura y el aroma a madera del lugar, pero eso no ayudaba a calmar el nudo en su pecho. Miraba distraído alrededor, hasta que un pequeño bulto negro y esponjado se acercó a olfatearlo con curiosidad.
—¿Y tú quién eres? —murmuró mientras el perrito inclinaba la cabeza, como si entendiera su pregunta.
Sin dudarlo, lo levantó con cuidado y lo acomodó sobre sus piernas, sus dedos acariciando el suave pelaje. El pequeño animal, un cachorro de color negro con patitas marrón claro, dejó escapar un suave jadeo, complacido por las caricias y simplemente dejándose mimar por el Omega que parecía agradarle, aquella pequeña acción ayudo a que se calmara el mismo, sintiendo que su estrés acumulado disminuía poco a poco con cada caricia que le daba al cachorro.
TaeHyung reapareció en la sala con dos tazas humeantes y una sonrisa en el rostro al ver la escena.
—Así que ya conociste al príncipe de la casa –dijo mientras dejaba las tazas sobre la mesita de centro y tomaba asiento junto a él.
Levanto la vista, esbozando una pequeña sonrisa para su amigo.
—Sí, es muy tierno –respondió, pero en cuanto el perrito noto la presencia de Tae se levantó de sus piernas y se lanzó a los brazos de su padre.
—Claro que lo es —el perrito encantado por estar en los brazos del castaño se recostó en su regazo disfrutando del calor y cariño que este le brindaba—. ¿Verdad, que si mi precioso Tan?
Observó aquella interacción con nostalgia. La calidez con la que TaeHyung abrazaba al cachorro lo hacía pensar en la conexión que una vez compartieron de niños.
Hasta que el castaño decidió parar con los mimos para observarlo fijamente. Su mirada penetrante no tenía juicio, pero sí preocupación.
—Bueno, ahora sí, Jiminie. Cuéntame. ¿Por qué estás huyendo de casa?
La pregunta cayó como un golpe en su pecho. Bajó la mirada hacia la taza de té que aún no había tocado, sus dedos tensándose alrededor del borde.
—En realidad, no lo planeé... pero esta mañana enloquecí —se sincero dejando escapar un suspiro.
—¿No me digas que tú también escapaste de tu boda? —preguntó TaeHyung, arqueando una ceja mientras se acercaba a tomar una de las tazas para beber un sorbo del té que había preparado con tranquilidad.
—¿Qué? No, nada de eso, pero... espera. ¿Esa es la razón por la que tú huiste de casa? —no podía creer lo que el Omega le contaba había escuchado un par de rumores, pero no esperaba que fueran ciertos, todo ese tiempo había decidido darle el beneficio de la duda a su amigo.
TaeHyung rió suavemente, para seguir disfrutando de su bebida caliente.
—¿No lo sabías? —pregunto despreocupadamente, como si aquello fuera cosa de nada.
Él negó con la cabeza, aun sorprendido.
—Bueno, primero tú y luego yo. Así que por favor continua —lo incito a seguir hablando.
El rubio inhaló profundamente, sintiendo las lágrimas arremolinarse en sus ojos al recordar.
—Bueno, lo que pasó es que... me comprometí. —Mostró su mano temblorosa, donde el anillo de compromiso aun brillaba débilmente bajo la luz. Sus labios temblaron al continuar—. Pero esta mañana... encontré a Taemin con mi prometido. Al parecer, tuvieron una aventura.
—¿Qué? ¿Estás hablando en serio? — TaeHyung casi se ahogó con su té, dejando escapar un jadeo incrédulo.
Asintió con dificultad, para él también era difícil de aceptar, el simple recuerdo de los acontecimientos de esa mañana hacían que su corazón se estrujara, mientras buscaba algo en los bolsillo de su chaqueta.
—Después de encontrarlos prácticamente desnudos en la habitación de Taemin no lo resistí y corrí a mi habitación, hice mi maleta y mientras sacaba cosas esta foto cayó de una caja –al fin sacando del bolsillo de su chaqueta la foto de él con Tae cuando eran pequeños–, en ese momento lo tomé como una señal y fui a la estación de trenes, Tae. No podía quedarme allí. Simplemente no podía...–su voz comenzaba a quebrarse, y las lágrimas acumuladas en sus pequeños ojos estaban listas para ser derramadas.
—Hiciste muy bien, Jiminie —murmuró TaeHyung, dejando su taza de lado y envolviendo al menor en un abrazo protector.
El pequeño Omega se dejó caer en los brazos de su amigo, rompiéndose por completo. Su llanto llenó el silencio del apartamento, cada sollozo cargado de un dolor que parecía interminable.
—No sé qué hacer, Tae... —sollozo contra el pecho del mayor, quería que Yoongi lo despertara y que ese día solo fuera una pesadilla—. Lo amo demasiado, pero era mi hermano... mi propio hermano. ¿Cómo pudo...?
TaeHyung apretó los labios, tratando de contener la rabia que comenzaba a formarse dentro de él. Pero su prioridad ahora era consolar a Jimin.
—Shh, está bien. Llora todo lo que necesites, Jiminie. Estoy aquí contigo.
El tiempo parecía detenerse mientras se desahogaba, su cuerpo temblando bajo la intensidad de su llanto. TaeHyung solo lo sostenía, murmurando palabras de consuelo y acariciando su cabello rubio con suavidad, liberando un poco de sus feromonas para tranquilizarlo.
Dentro de sí, el castaño juró que no dejaría que su amigo enfrentara esto solo.
...
Después de un rato, los sollozos de Jimin comenzaron a cesar, y los cálidos rayos del atardecer iluminaron la pequeña sala del departamento.
El ambiente era sereno, pero aún cargado de emociones. Los haces de luz pintaban reflejos dorados en las paredes color arena, creando un contraste suave con las grises. La madera del suelo emitía un brillo cálido bajo el sol menguante, y la pequeña sala parecía envolverse en una atmósfera íntima y melancólica.
—¿Te sientes mejor? —preguntó TaeHyung, extendiéndole un par de pañuelos mientras este último se incorporaba poco a poco.
—Gracias —murmuró, tomando los pañuelos para secar las lágrimas que aún nublaban su visión.
El castaño lo observó con calma, dejando que su presencia le brindara el consuelo que necesitaba.
—Quizás es muy pronto para que tomes una decisión con respecto a tu compromiso con ese... Alfete —dijo Tae, haciendo una pausa deliberada, su tono mostrando cierta desaprobación hacia el mencionado. Luego prosiguió con un aire más comprensivo—: Te sugiero que te tomes un tiempo. Cuando te sientas listo, creo que necesitas enfrentarlo.
Jimin asintió lentamente, pero sus dedos jugueteaban nerviosamente con el pañuelo.
—El problema es que no sé cuánto tiempo tengo antes de volver a verlo —admitió, su voz temblando con incertidumbre—. Cuando salía de la estación de trenes para tomar un taxi, lo vi. Él sabe que estoy en Seúl, Tae... Me esforcé tanto en despistarlo, pero no tengo dudas de que usará todos sus recursos para encontrarme.
El Omega dejó escapar un suspiro pesado, frunciendo levemente el ceño mientras un brillo protector se encendía en su mirada.
—Pues ya veremos. Seúl es mi territorio —aseguró con una sonrisa maliciosa, frotándose las manos como si ya estuviera planeando algo—. No se lo pondremos tan fácil, yo también tengo algunos contactos que aún pueden ayudarme.
La respuesta hizo que una pequeña sonrisa tímida se dibujara en sus labios, aunque el nerviosismo seguía reflejado en sus ojos.
—Pero, espera... —dijo TaeHyung, inclinándose ligeramente hacia su amigo—. Si llegaste hoy, ¿cómo me encontraste?
Jimin vaciló. No quería ocultarle nada, pero temía que su respuesta no fuera del todo bienvenida.
—Bueno... —tomo la taza con el Té que ya debería estar frio comenzando a jugar con el borde de la agarradera—. Después de tomar un taxi, fui a la mansión de tu familia. Pensé que te encontraría ahí, pero me dijeron que llevabas dos años sin vivir en casa, ni siquiera pude dar un paso adelanté sin ser detenido por los guardias.
Tae soltó una pequeña carcajada.
—¿Y cómo te fue? —preguntó divertido, sabiendo bien cómo podía ser la seguridad en la casa de sus padres.
—Por poco y golpeo a uno —bufó, cruzándose de brazos y recordando el molesto encuentro con aquel guardia.
—Eso suena como tú —la carcajada de TaeHyung fue más sonora esta vez mientras imaginaba el suceso. —¿Y después que paso? —preguntó ansioso por saber más.
— Después de ese desastre, NamJoon llego y... —se quedó callado, tenía que contarle la verdad a Tae, no quería mentirle.
—Entonces NamJoon te trajo hasta aquí —termino de decir TaeHyung.
Jimin asintió con la cabeza, se sentía apenado por no poder cumplir con su promesa al Alfa, mirando de reojo a su amigo.
—Si, pero ¿lo sabías?, que Nam sabe... —pregunto dudoso, las inquietudes de NamJoon resonando en su mente.
Tae asintió aún divertido y lo miró por unos segundos antes de soltar un suspiro ligero.
— Lo sabía, mi hermano no sabe disimular en absoluto, —respondió con una sonrisa melancólica—. Me di cuenta de inmediato cuando me encontró y el muy tonto puso los peores guardaespaldas encubiertos, pero no puedo culparlo. Es lindo que aún trate de cuidarme, aunque no lo necesite.
Confeso sin poder ocultar el hilo de tristeza que termino por reflejarse en su mirada.
Jimin captó esa señal melancólica en la voz del Omega, y eso lo llevó a mencionar algo que no podía callar.
—NamJoon teme que vuelvas a huir si se acerca demasiado.
El castaño miró hacia la puerta de su departamento, como si esperara que su hermano apareciera mágicamente del otro lado.
—Y yo que espero el día en que se anime a tocar esa puerta...
—Tae, ¿qué pasó exactamente? —preguntó con delicadeza, inclinándose hacia él, curioso por escuchar su historia y lo que realmente había pasado con TaeHyung esos últimos años.
El semblante del Omega castaño se endureció por un momento, pero luego dejó escapar una risa resignada.
—Supongo que es mi turno de sincerarme...
Con un poco de resignación y pena comenzó a relatar los acontecimientos que lo llevaron hasta ese punto de su vida y el giro de 180° al que tuvo que adaptarse, esperando que Jimin lo escuchaba con comprensión.
—Bueno, esto pasó hace dos años. Yo salía con un Alfa de una familia respetable. Llevábamos tres años de noviazgo, y la relación parecía ir muy en serio. Hasta cierto punto llegué a amarlo, pero había algo... algo que siempre sentía que faltaba. —TaeHyung hizo una pausa, mirando al vacío, como si reviviera cada detalle—. Nunca le di mucha importancia a esa corazonada. Creí que era normal. Al final, nuestros padres decidieron que lo mejor sería que nos casáramos. Decían que éramos la pareja perfecta, y claro, la alianza entre nuestras familias era una ventaja demasiado tentadora como para dejarla pasar.
Jimin asintió con una mezcla de comprensión y amargura. Sabía demasiado bien cómo funcionaban esos acuerdos en ciertas familias, su mismo compromiso tendría algunos prenupciales que firmar antes de la boda y era más que evidente la alianza que había entre la compañía de su familia y la de los Min. Aunque su propio padre siempre había insistido en que sus hijos debían casarse por amor y no por dinero o prestigio, como muchas veces se lo había dicho, por lo tanto no conocía esa presión por parte de su familia, las cosas con Yoongi siempre se habían dado de forma natural y no podía culpar a su padre por sacar ventaja de eso, cuando era evidente que sucedería, así que por su parte nunca se sintió presionado o vio su relación como un arreglo matrimonial, aunque la sombra de la duda ahora se cernía sobre esa creencia después de escuchar parte de la conversación de Yoongi y Taemin. La idea de que su padre pudiera ser igual de calculador o ruin le resultaba difícil de creer y aceptar.
—Dos semanas antes de la boda, lo conocí. —La voz de Tae adquirió un tono más cálido, y una sonrisa iluminó su rostro—. Era un Alfa completamente distinto a cualquier otro. Lo supe en el instante en que lo vi, fue amor a primera vista... era mi pareja destinada. ¡Dios! Mi corazón se volvió un desastre.
Jimin lo miraba, atrapado por la intensidad en los ojos de su amigo.
—Desde ese día, no dejaba de encontrármelo en todas partes. Era como si el destino se empeñara en cruzar nuestros caminos una y otra vez, y al final no pude resistirlo más. Me armé de valor y lo invité a cenar. Quería respuestas, quería entender por qué me sentía tan inquieto al igual que mi lobo, debía averiguar porque el destino nos manipulaba de aquella forma.
—¿Y él sabía que estabas comprometido? —preguntó Jimin con un hilo de curiosidad y algo de temor.
Tae asintió, su sonrisa transformándose en un gesto apenado.
—Sí, lo sabía. Por eso al principio se negó. Pero fui demasiado insistente, ya sabes cómo soy, así que al final aceptó. Cenamos, hablamos y confirmamos lo que ambos temíamos: éramos destinados. Y justo cuando todo comenzaba a cobrar sentido... todo se complicó.
Tae dejó escapar un suspiro, como si el recuerdo aún le pesara.
—Esa noche, un paparazzi nos tomó una foto. A la mañana siguiente, mi cara estaba en todas las portadas y me acusaban de ser un Omega fácil y de estar engañando a mi prometido.
—¿Qué pasó después? ¿Tu familia se enteró? ¿Y el otro Alfa? —preguntó, cada vez más intrigado.
—Mi familia estaba furiosa, especialmente mi padre. Decidieron que no saldría de casa hasta el día de la boda, para asegurarse de que no volviera a ver a mi Hobichito. —La mención del apodo arrancó una sonrisa fugaz en TaeHyung, pero esta desapareció tan rápido como llegó—. Mi prometido vino para verme. Quería explicaciones, y traté de dárselas. Le dije que no había pasado nada entre nosotros, pero que ese Alfa era mi pareja destinada.
—¿Y cómo reaccionó él? —insistió, casi sin aliento.
—No lo tomó bien. Y, ¿quién podría culparlo? Habíamos construido una relación durante seis años, tres de ellos como pareja oficial. Había sentimientos reales de por medio. Lo entendí entonces, y lo entiendo ahora. Por eso le prometí que aquello solo había sido un tropiezo y que la boda seguía en pie... pero no pude hacerlo.
—¿Qué pasó el día de la boda? —preguntó Jimin, con los ojos fijos en su amigo.
—Justo antes de la ceremonia, mientras me preparaba para caminar hacia el altar, mi Alfa destinado apareció. —Tae cerró los ojos por un momento, atrapado por la emoción del recuerdo—. Venía a despedirse, a desearme felicidad... pero en ese instante lo supe. No podía hacerlo. Si seguía adelante, no solo iba a condenarme a mí, sino también a ellos: a mi prometido y a mi destinado.
—Entonces... ¿te fuiste con él? —susurró Jimin, conmovido.
TaeHyung asintió, y aunque sonreía, una sombra de tristeza nubló su mirada.
—Sí, hui con él. Pero aún me siento culpable por lo que le hice a mi prometido, me fui sin darle explicaciones ni avisos, decidí desaparecer de su vida sin ninguna señal. Era un buen Alfa, y no merecía lo que le hice pasar. Le rezo todos los días a la Madre Luna para que lo guíe hacia su pareja destinada. Merece encontrar el amor verdadero.
Jimin tomó la mano de su amigo con suavidad, sus ojos reflejando empatía.
—Tae... no fue tu culpa. Encontraste a tu destino era algo que tenía que pasar, la Madre Luna no se equivoca con esas cosas.
—Tal vez... pero el precio sigue siendo alto. No creo que mi familia me perdone por todos los problemas que cause. O si volverán a dirigirme algún día la palabra.
—NamJoon dijo que todavía espera que regreses a casa.
—¿De verdad? —preguntó Tae, con un destello de esperanza en sus ojos.
—Claro que sí. Sigues siendo su hermano.
—Quizá... —murmuró Tae, mirando hacia la ventana con una mezcla de melancolía y deseo—Ojalá tengas razón, Jiminie.
El relato sobre su amor destinado y su decisión de abandonar todo por seguir a su corazón resonó profundamente en él, especialmente la parte en que TaeHyung habló de su arrepentimiento hacia el Alfa que dejó atrás.
El silencio que siguió estuvo cargado de comprensión mutua. Ambas almas compartían heridas abiertas, pero el consuelo de tenerse el uno al otro hacía que la carga fuera un poco más liviana.
...
El sonido de unas llaves girando en la cerradura interrumpió aquel momento cargado de emociones, y unos segundos después, el ruido de la puerta cerrándose resonó por el pasillo. Jimin levantó la vista, ligeramente alarmado, mientras TaeHyung simplemente sonreía al reconocer aquel sonido familiar.
—¡Ya estoy aquí, cariño! —una voz masculina, cálida y familiar, llegó desde la entrada, acercándose con pasos tranquilos pero firmes hacia la sala.
Jimin se tensó al instante. Había algo en aquella voz que le erizó la piel, una mezcla de incredulidad y temor comenzó a apoderarse de él. No podía ser... se negaba a creerlo. Era imposible.
—Hobi, tenemos visitas —anunció TaeHyung con entusiasmo mientras giraba hacia el pasillo, completamente ajeno al cambio en la postura de su amigo, quien parecía petrificado en el sillón.
El Alfa apareció entonces, alto y radiante como siempre, con una sonrisa amable en el rostro. Vestía ropa casual, pero su porte natural hacía que todo en él pareciera cuidadosamente pensado. Sin embargo, al detenerse frente a los dos Omegas, su mirada cayó sobre el rubio, y la sorpresa lo atravesó como un relámpago.
Jimin se puso de pie de un salto, su pecho subía y bajaba rápidamente mientras buscaba las palabras adecuadas, pero lo único que escapó de sus labios fue un susurro tembloroso:
—Imposible... Ho-Hobi hyung... —La voz de Jimin se quebró, y sus ojos, abiertos como platos, reflejaban tanto confusión como un torrente de emociones reprimidas.
La sonrisa de Hoseok desapareció de inmediato, su expresión se endureció por un momento antes de suavizarse con una mezcla de nerviosismo y algo que Jimin no supo identificar de inmediato. Ambos permanecieron en silencio, como si el tiempo se hubiera congelado en esa habitación.
—¿Ya se conocían? —preguntó TaeHyung, frunciendo ligeramente el ceño al observar la incomodidad de su pareja y la palidez evidente en el rostro de su amigo.
—Sí... —murmuró Hoseok, aunque su voz ahora carecía de la calidez habitual. Su mirada permanecía fija en Jimin, como si tratara de leer algo en su rostro.
Jimin no podía articular palabra. ¿Cómo era posible que TaeHyung, su querido amigo, estuviera con Hoseok? La última vez que lo había visto fue hace años, en circunstancias que prefería no recordar, pero que ahora lo golpeaban como una ola implacable.
—Hyung... —Jimin finalmente murmuró, su voz apenas audible mientras sus manos temblaban ligeramente. Quería correr, quería gritar, pero estaba atrapado entre el desconcierto y el dolor.
Hoseok rompió el silencio, su tono era suave, pero cargado de significado:
—Jimin... No esperaba volver a verte.
TaeHyung miró de uno al otro, su confusión creciendo con cada segundo que pasaba. Era evidente que había algo más entre ellos, algo que él desconocía, pero antes de que pudiera decir algo, el pequeño perro ladró, rompiendo la tensión del momento.
—¿Alguien me va a explicar qué está pasando aquí? —preguntó TaeHyung, ahora claramente preocupado, pero tratando de mantener la calma.
Jimin apartó la mirada, cerrando los ojos por un instante para tomar aire. Esto era demasiado. Demasiado pronto, demasiado inesperado. Cuando volvió a hablar, su voz sonaba apagada:
—Creo que debería irme...
—No —intervino TaeHyung rápidamente, poniéndose de pie y acercándose a Jimin—. No vas a ninguna parte. No hasta que me digas qué está pasando.
Hoseok, por su parte, mantuvo su postura, aunque su mirada seguía fija en el Omega que tanto lo inquietaba.
...
Aaaaaahhhh por poco y creí que no iba a tener listo el capítulo para antes de las 12, pero aquí esta como prometí, la actualización de este Viernes. Esperen al próximo Viernes que se viene un capítulo mucho más intenso.
¿Quién es Hoseok en realidad?
¿Por qué Jimin y él se conocen?
Todo y todos están conectados de una u otra forma, poco a poco verán como se relacionan y a veces eso es bueno y otras veces no tanto.
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