Capítulo 4. Seúl

Taemin de niño siempre fue un buen trepador de árboles y aunque trato de enseñarle a su hermano a hacerlo, Jimin no era tan ágil y rápido como él.

Cuando Jimin se rompió una pierna en un campamento de verano por tratar de trepar un árbol, fue Yoongi el que lo cuidó y le hizo compañía al regresar a casa.

Cuando el pequeño Jimin le pidió que se quedara y le suplicó con sus pequeños ojos, Yoongi supo que no podría apartarse nunca más de él, lo único que sabía era que quería ser el Alfa que un día cuidara de Jimin.

Y así fue por mucho tiempo, si Jimin caía Yoongi estaba ahí para ayudarlo a levantarse, incluso cuando el menor enfermaba Yoongi se mantenía pendiente de él, los brazos de Yoongi parecían ser siempre la solución de sus problemas.

Y ese afecto y apoyo que Yoongi siempre le brindó a Jimin, le fue devuelto cuando fue su turno de caer en crisis, cuando Yoongi perdió a su hermano entro en una fuerte depresión y Jimin fue el único que se mantuvo a su lado.

...

Jimin

El bullicio de la estación central de Seúl lo envolvía, pero Jimin apenas era consciente de su entorno. A pesar de haber llegado a Seúl y estar a kilómetros de Busan, no se sentía más cerca de un refugio seguro. Cada paso que daba lo sentía más pesado, el peso del día anterior y de todo lo ocurrido esa mañana era aplastante y lo estaba asfixiando.

Su mente aún seguía atrapada en los fragmentos de las últimas horas. Traición. Gritos. El rostro de Yoongi y Taemin, tan cerca, tan imperdonablemente unidos.

«No puedo pensar en esto ahora», se reprendió mientras salía hacia la explanada de la estación. Su único propósito era llegar a la mansión Kim, con la esperanza de encontrar a su amigo Omega allí.

Tenia un plan o al menos una vaga idea para ejecutar.

Aún le quedaba algo de efectivo guardado en el bolsillo interior de su abrigo, unos billetes ligeramente arrugados que había contado más veces de las necesarias durante el trayecto. Su pecho se oprimió al pensar que no sería suficiente si no encontraba a Taehyung de inmediato. ¿Qué haría si el dinero se acababa? La idea le provocó un escalofrío que recorrió su espina dorsal, y por instinto, apretó el bolsillo como si pudiera evitar que el dinero desapareciera por arte de magia.

Sabía que sacar dinero de un cajero era peligroso. En cuanto lo hiciera, quedaría un registro de su ubicación, y eso le daría a Yoongi la información suficiente para rastrearlo. Pero no tenía otra opción. Una vez que obtuviera una buena cantidad de dinero en efectivo, tendría que apresurarse y tomar el primer taxi que lo alejara lo más rápido posible de la estación de tren, al menos así continuaría teniendo alguna ventaja y algo de tiempo a su favor.

Sus pasos eran rápidos, casi torpes, mientras recorría los pasillos de la estación buscando un cajero.

Caminó hasta un rincón algo solitario donde las luces frías del dispositivo parpadeaban como si estuvieran a punto de fallar. Miró a su alrededor, asegurándose de que nadie lo estuviera observando. Aún con esa precaución, su respiración estaba acelerada, y sus manos temblaban cuando sacó la tarjeta de su billetera. Las estaciones de tren en Seúl solían ser seguras, pero su nerviosismo le hacía sentir que todas las miradas estaban puestas en él. Insertó la tarjeta con sus manos estremecidas y tecleó el PIN con sus dedos temblorosos, intentando ignorar el sudor frío que le recorría la espalda.

El sistema procesaba la transacción con una lentitud exasperante. El sonido metálico del sistema verificando parecía eterno. Cada segundo parecía una eternidad, y Jimin sentía como si el tiempo se congelara a su alrededor.

«Vamos... vamos... » pensó, mordiendo su labio inferior hasta que la pantalla le confirmó la cantidad para retirar. Un suspiro de alivio escapó de sus labios, pero duró poco: aún le quedaba encontrar un taxi.

Cuando finalmente el cajero entregó los billetes, Jimin los tomó con rapidez y los dobló en un movimiento apresurado antes de guardarlos en el bolsillo de su abrigo. No había tiempo para detenerse. Caminó hacia la salida con pasos largos, dejando el área del cajero atrás, pero su corazón seguía latiendo como si aún estuviera bajo amenaza.

De regreso al bullicio de la estación, todo a su alrededor parecía desenfocado. Las voces de los pasajeros, el ruido de las maletas rodando, e incluso los anuncios que resonaban en los altavoces eran solo un ruido de fondo en su mente. Jimin avanzó con dificultad entre la multitud, su pequeña maleta traqueteando detrás de él como un recordatorio constante de su escape.

Cerca de la fila de taxis designada, su corazón se hundió al ver la cantidad de personas esperando. La línea era interminable, y los conductores parecían estresados, atendiendo a un grupo tras otro sin descanso. Al parecer, todo el mundo había decidido tomar un taxi justo ese día, justo en ese momento. Incluso algunos pasajeros discutían con los conductores, otros gritaban para reclamar su turno, y el caos del lugar lo hizo retroceder un paso. Una parte de él quiso rendirse en ese momento, pero no podía permitírselo. No después de todo lo que había arriesgado para llegar hasta allí.

—Esto no puede estar pasándome... —murmuró para sí mismo con frustración y sintiéndose ligeramente irritado.

Decidido a no quedarse ahí parado como un niño perdido, buscó con la mirada una salida alternativa. Cerca del extremo derecho de la estación, una señal indicaba una salida lateral hacia la avenida principal. Tal vez allí tendría más suerte. Agarró la manija de su maleta y comenzó a caminar con prisa, esquivando personas que parecían no notar su existencia, se abrió paso entre la multitud con pasos apresurados, el peso de la situación apretándole el pecho como un puño invisible.

El aire frío de Seúl lo golpeó de inmediato cuando cruzó las puertas automáticas, despejando ligeramente su mente. Los sonidos de los autos, las bocinas y el ruido de la calle lo hicieron sentir pequeño en medio de aquella gran ciudad. Se colocó en una esquina, esperando, su cuerpo rígido y tenso mientras buscaba un taxi entre el flujo constante de vehículos. Sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su abrigo mientras comenzaba a balancearse de un pie a otro, buscando distraerse del frío que se colaba por el cuello de su ropa.

Cada minuto que pasaba era un castigo. La esperanza comenzaba a desvanecerse con cada taxi que veía pasar lleno, sin detenerse, como si el universo estuviera en su contra. Sus dedos apretaron con fuerza la manija de su maleta, como si esa acción pudiera mantenerlo de pie.

Finalmente, un rayo de esperanza apareció en forma de un taxi amarillo que se acercaba a lo lejos. Jimin alzó la mano, agitándola con toda la energía que le quedaba, intentando llamar la atención del conductor.

—¡Por favor, detente! —murmuró con la voz llena de súplica.

El vehículo comenzó a reducir la velocidad, acercándose a él. Por primera vez en horas, sintió un destello de alivio en su pecho. Pero entonces, un grito perforó el bullicio de la calle.

—¡Jimin, espera! —el sonido de su nombre cortó el aire como una cuchilla.

Esa voz... reconocería ese tono grave y urgente en cualquier parte. Su cuerpo se congeló al instante, pero su corazón comenzó a latir desbocado. Lentamente, giró la cabeza hacia la fuente de la voz y lo vio.

Con un nudo formándose en su garganta. Allí estaba Yoongi, a apenas unos metros de distancia, bajando apresuradamente de su auto con la mirada fija en él. Su rostro reflejaba una mezcla de desesperación y determinación, y las feromonas que el Alfa liberaba llenaron el aire, envolviendo a Jimin en un remolino de emociones contradictorias.

«No... no ahora, por favor».

Su corazón comenzó a latir tan fuerte que dolía, pero no había tiempo para el pánico.

—¡No... no, no! —murmuró desesperado, reaccionando casi por instinto.

Sin pensarlo, con un movimiento rápido y torpes, levantó su maleta y la arrojó al asiento trasero del taxi que acababa de detenerse, casi tropezando en el proceso, pero logrando subirse a este.

—¡Arranque ahora! —gritó al conductor, cerrando la puerta de golpe—. Le pagaré el doble, ¡pero vámonos ya!

El taxista, sorprendido pero obediente, pisó el acelerador justo en el momento en que Yoongi intentaba acercarse.

Desde la ventana, Jimin pudo ver la expresión del Alfa: ojos llenos de desesperación, labios entreabiertos gritando su nombre, y un aura de angustia que parecía irradiar de su figura mientras quedaba inmóvil en medio de la calle.

Jimin se hundió en el asiento, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escaparse de sus ojos. Cerró los párpados con fuerza, como si eso pudiera borrar la imagen de Yoongi de su mente. No podía llorar. No ahora. Intento calmar su respiración mientras el taxi se alejaba.

—Solo... aguanta un poco más... —susurró, más para sí mismo que para el conductor.

Pero incluso mientras el vehículo se desvanecía entre el tráfico de la ciudad, podía sentir el peso de los ojos de Yoongi siguiéndolo, como un fantasma del que no sabía si lograría escapar.

—¿Está bien, joven? —preguntó el conductor con voz preocupada, echándole un vistazo rápido por el espejo retrovisor.

Jimin no respondió de inmediato. Apenas podía reunir sus pensamientos. Había estado tan cerca, tan cerca de ser atrapado otra vez, y la idea de enfrentar a Yoongi... de oler ese aroma que tanto había amado pero que ahora lo asfixiaba...

—Sí, solo... siga conduciendo, por favor —murmuró con voz débil, su mirada fija en el horizonte.

El trayecto hacia la mansión Kim aún era largo, pero Jimin sabía que este era apenas el primer paso hacia su libertad. Aunque su corazón doliera con cada kilómetro que lo alejaba de su antigua vida, también sabía que no podía mirar atrás. "No puedo permitírmelo", pensó con determinación. "No otra vez."

...

Ya que al taxista no se le permitió pasar más allá de la cerca en la entrada, solo le quedo agradecerle al conductor por su servicio y pagarle lo acordado. Después de eso el taxi ya se había marchado, dejando tras de sí un leve olor a humo y aceite que el frío viento de Seúl se llevó rápidamente.

El Omega permanecía inmóvil frente a la enorme reja de acero que delimitaba la mansión de los Kim, una edificación imponente que, incluso después de tantos años, seguía intimidándolo.

«Esto tiene que salir bien», se repitió a si mismo mientras observaba la placa dorada en la entrada que llevaba el apellido Kim con orgullo. Su maleta parecía más pesada de lo normal, y no era solo por su contenido. El cansancio físico se mezclaba con la ansiedad que lo consumía.

Se acercó al guardia, un hombre de rostro severo que parecía estar más interesado en su teléfono que en la presencia del Omega.

—Buenas tardes, disculpe —comenzó con su tono más educado—, ¿sabe si el joven Kim Taehyung está en casa?

El guardia levantó la vista, analizándolo de arriba a abajo como si buscara algo sospechoso en él.

—Lo siento, el amo Taehyung ya no vive aquí —respondió en seco.

Las palabras lo golpearon como un balde de agua fría. Un leve temblor se apoderó de sus manos, pero respiró hondo. Definitivamente Jimin deseaba que eso no estuviera pasando, por un momento si considero la posibilidad de no encontrar a Tae tan fácilmente pero aún tenía algo de esperanza porque aquello no fuera así.

—¿Y usted no sabe dónde puedo encontrarlo?? —insistió, intentando que su voz no sonara desesperada.

—Desde hace dos años que el amo Kim Taehyung no se aparece por aquí. Si no tiene una cita o invitación, le pido que se retire —el guardia trato de ser un poco amable y le hizo una seña para que se retirara.

Jimin sintió una mezcla de frustración y desespero encenderse en su pecho. Dio un paso hacia la reja, aferrándose a las barras de metal como si eso pudiera cambiar la respuesta del guardia.

—Por favor, ¿podría al menos avisar a la señora Kim que estoy aquí? —rogó, con la voz al borde de quebrarse.

El guardia negó con la cabeza, su tono firme, pero algo incómodo ante la insistencia del joven.

—Le repito que sin invitación no puedo dejarlo pasar.

—No soy un extraño —replicó Jimin, su voz elevándose ligeramente—. Soy amigo de Kim Taehyung. Vine desde Busan para...

Antes de que pudiera terminar, el guardia avanzó, agarrando sus muñecas con firmeza.

—Le pido que se retire de inmediato —lo interrumpió sin más.

El Omega lo miro atónito, ¿cómo se atrevía este guardia a ponerle una mano encima?, se sintió descolocado jamás alguien en su vida se había atrevido a tratarlo de aquella manera. Jimin no se consideraba una persona prepotente, pero tampoco estaba acostumbrado a que se le negara algo cuando lo pedía.

—¡Sera mejor que me sueltes! —grito mientras forcejeaba, su corazón latiendo frenéticamente mientras sentía cómo el agarre del guardia lo hacía retroceder—. ¡Está cometiendo un error! ¡La familia Kim me conoce!

Justo cuando parecía que la situación se salía de control, una voz grave e imponente resonó desde la distancia.

—¿Qué está pasando aquí?

El sonido detuvo a ambos. El guardia soltó a Jimin de inmediato, retrocediendo con respeto.

—Amo NamJoon, lo siento —se excusó el guardia, inclinando la cabeza—. Este Omega insiste en verlo a usted o a sus padres, y...

Jimin se giró rápidamente y ahí lo vio. Kim NamJoon sin duda era él, el hermano mayor de Taehyung. Su porte era igual de intimidante que el de la mansión que se encontraba a sus espaldas. Su traje oscuro impecable y su expresión seria no daban espacio para malentendidos: ese hombre era un Alfa que imponía respeto.

Emanaba una presencia dominante que era imposible ignorar. Su rostro anguloso y perfectamente esculpido irradiaba una mezcla de autoridad y carisma natural. Sus ojos, afilados y profundos, parecían escudriñar hasta lo más recóndito de un alma con una sola mirada; de ellos se desbordaba una confianza inquebrantable que podía amedrentar a cualquiera.

El cabello peinado hacia atrás revelaba una frente amplia que hablaba de determinación y liderazgo y los mechones oscuros que se escapaban brillaban bajo la luz, con un toque de elegancia y cuidado que reflejaba su alto estatus. La línea de su mandíbula era firme, marcada, y sus labios estaban curvados en una expresión neutral que podía transformarse en una sonrisa peligrosa o una mueca fría dependiendo de la situación.

El traje que vestía abrazaba su complexión atlética con precisión. Los hombros anchos y la postura recta añadían a su imagen de autoridad, mientras que el reloj plateado en su muñeca izquierda y los detalles impecables en su ropa hablaban de su riqueza y poder. Cada movimiento suyo era calculado, con una gracia depredadora que delataba su condición de Alfa.

El aroma de sus feromonas era una mezcla de madera de cedro y cuero, impregnando el aire con una sensación de seguridad, pero también de peligro. Era el tipo de Alfa cuya sola presencia podía hacer que un Omega se estremeciera, ya sea de anhelo o de temor.

—Hola, NamJoon hyung, ¿me recuerdas? —preguntó Jimin, tratando de mantener la compostura, aunque el temblor en su voz lo traicionó.

El Alfa frunció el ceño mientras lo examinaba.

—¿Tú eres Park... Taemin?

—Jimin, Park Jimin —corrigió con rapidez, sintiendo una punzada en el pecho al escuchar el nombre de su hermano—. Taemin es mi hermano.

NamJoon asintió levemente, sus ojos evaluando cada detalle del Omega frente a él.

—Vaya, ha pasado mucho tiempo, Jimin. —hablo con un tono más relajado, quitándole tensión a la situación— ¿Qué te trae por aquí?

Antes de que pudiera responder, el guardia lo interrumpió de nuevo.

—Mencionó que quería ver al amo Taehyung.

NamJoon soltó un leve suspiro, como si hubiera esperado esa respuesta.

—Entiendo. ¿Te parece si hablamos en otro lugar? —dijo, mientras le ofrecía subir al auto negro que se había quedado a mitad de la calle.

Jimin dudó por un momento, pero al ver la mirada amable del Alfa que por alguna razón le inspiro confianza, asintió.

Recogió su maleta del suelo que minutos antes había dejado caer mientras forcejeaba con el guardia y antes de que pudiera cargarla, NamJoon estiró la mano.

—Déjame ayudarte con eso.

El gesto era pequeño, pero para Jimin, que sentía el peso del mundo sobre sus hombros, fue suficiente para que una leve sensación de alivio se colara en su pecho.

NamJoon colocó la maleta en el asiento trasero y esperó a que Jimin se acomodara en el lugar del copiloto antes de arrancar.

El auto avanzo con fluidez por las calles de Seúl, alejándose de la imponente mansión de la familia Kim. Jimin permanecía en silencio, mirando el paisaje a través de la ventana. El bullicio de la ciudad parecía tan distante de su mundo interior, donde las emociones aún se agitaban como una tormenta desatada.

NamJoon, al volante, lo observaba de reojo. Había algo profundamente inquietante en el silencio del Omega. Aunque Jimin siempre había sido un poco reservado, este silencio estaba cargado de un peso emocional evidente.

—¿Estás bien Jimin? —rompió el silencio NamJoon, su voz baja y tranquilizadora notando el aroma agrio de sus feromonas que emanaba e inundaban el ambiente, indicando que el rubio estaba bajo una inmensa tensión o episodio de estrés.

Jimin asintió, pero sus manos temblaban levemente sobre su regazo.

—¿Te gustaría comer algo? —continuó NamJoon, manteniendo el tono ligero para no presionarlo—. Hoy salí temprano de la oficina y no he tenido tiempo de almorzar.

—Gracias, hyung, pero no quiero molestarte...

—No es ninguna molestia —interrumpió NamJoon con una sonrisa que dejaba ver un par de hoyuelos marcados en sus mejillas—. Además, sería bueno conversar con calma.

Jimin lo miró por un momento antes de murmurar:

—¿Sabes dónde está Tae? —si no encontraba a Taehyung, quizás NamJoon podría ser el único que lo ayudara—, el guardia dijo que ya no vivía en tu casa desde hace dos años.

El silencio que siguió fue casi tangible. NamJoon mantuvo la vista al frente, sus dedos apretando el volante ligeramente antes de responder.

—Después de lo que pasó hace dos años, Tae dejó todo. Se alejó de la familia y... no he sabido mucho de él desde entonces, yo aún espero que regrese, aunque ese cachorro es sumamente obstinado.

Jimin sintió cómo su corazón se encogía ante esas palabras.

...

Un par de minutos después, el auto se detuvo frente a un lujoso restaurante en el distrito de Gangnam. Las luces cálidas del establecimiento iluminaban la fachada de cristal, mientras que el aroma de la cocina fina se percibía incluso desde la entrada. Jimin observó el lugar desde su asiento, y aunque estaba acostumbrado a ese nivel de opulencia, por primera vez le parecía un mundo completamente diferente. Esta vez no venía como un invitado distinguido ni como el prometido del respetado Min Yoongi; en su lugar, se sentía como un intruso, un extraño sin rumbo fijo.

NamJoon le abrió la puerta con una cortesía impecable, guiándolo hacia la entrada. El personal del restaurante, acostumbrado a recibir figuras prominentes, los saludó con una reverencia. NamJoon, con su porte imponente, irradiaba autoridad, mientras que Jimin, a pesar de su belleza y elegancia natural, intentaba pasar desapercibido.

Después de ser escoltados a una mesa privada en una esquina discreta, ambos se sentaron. NamJoon eligió un vino para acompañar la comida, mientras Jimin, apenas mirando el menú, pidió algo sencillo, aun sentía su estómago revuelto por tantas emociones.

El silencio inicial entre ellos era cómodo, pero Jimin estaba demasiado consciente de su entorno. Miraba constantemente a su alrededor, como si esperara ver a alguien aparecer de repente. Aunque intentaba disimularlo, la tensión en sus hombros y la manera en que jugueteaba nerviosamente con la servilleta lo delataban.

Una vez que la camarera se retiró con sus órdenes, el teléfono de NamJoon comenzó a sonar. El Alfa frunció el ceño ligeramente molesto al ver el número en la pantalla, pero finalmente contestó, disculpándose primero con Jimin con una sonrisa breve.

—Sí —respondió, dejando escapar un ligero suspiro—. Lo sé, lo lamento, pero surgió algo. ¿Podemos aplazarlo para la próxima semana? Bien, estaré ahí el próximo viernes. Voy a colgar ahora.

Colocó el teléfono sobre la mesa y se giró hacia Jimin, con su expresión retomando la misma amabilidad de antes.

—¿Todo bien? —preguntó el Omega, su tono era cauteloso pero lleno de cortesía.

—Sí, nada de qué preocuparse —respondió NamJoon, mostrando una sonrisa tranquilizadora. Sin embargo, mientras observaba al menor, no pudo evitar notar cómo sus ojos seguían escaneando la habitación, casi como si buscara rutas de escape.

El Alfa estudió al Omega con discreción, viendo cómo la ansiedad se manifestaba en sus movimientos. Las manos de Jimin temblaban ligeramente mientras sujetaba el vaso de agua, y sus labios apretados traicionaban el esfuerzo por mantener una fachada tranquila. NamJoon sabía lo que era llevar una carga pesada, pero no estaba seguro de cuánto tiempo más Jimin podría cargar con la suya.

—Jimin, ¿de verdad te encuentras bien? —preguntó con suavidad, inclinándose un poco hacia adelante.

El Omega alzó la mirada, sorprendido por el tono sincero del Alfa. Asintió con rapidez, pero su voz lo traicionó al responder.

—Sí... estoy bien. Solo ha sido un día largo, eso es todo.

NamJoon sabía que mentía. Era evidente que estaba huyendo de algo o de alguien. Y aunque su primer instinto era presionarlo para saber qué ocurría, decidió no hacerlo. Quizás Jimin necesitaba tiempo para confiar en él.

—Entiendo. Bueno, no te preocupes, hoy cenaremos tranquilos. Te prometo que estarás seguro conmigo —dijo con una sonrisa que parecía más una promesa que un simple gesto amable.

Jimin intentó sonreírle de vuelta, pero le fue difícil. Su corazón aún latía con fuerza, como si la sombra de Yoongi pudiera aparecer en cualquier momento.

NamJoon intentó llevar la conversación hacia temas más ligeros: mencionó algunos lugares de Seúl que Jimin podría visitar, anécdotas sobre su hermano Taehyung e incluso comentarios sobre su día en la oficina. Sin embargo, cada vez que intentaba sutilmente indagar sobre los motivos de su repentina llegada, el Omega esquivaba el tema con destreza, devolviendo la conversación hacia NamJoon o el menú del restaurante.

Resignado, el Alfa decidió ceder. Le permitiría comer en paz. Algo en su interior le decía que forzar a Jimin solo lo haría cerrar más las puertas que estaba intentando abrir. Pero mientras lo observaba, con esa mirada inquieta y una fragilidad tan palpable, NamJoon decidió algo: ayudaría a Jimin, costara lo que costara.

La comida llegó poco después, llenando el aire con el aroma tentador de los platillos cuidadosamente preparados. NamJoon esperó a que el Omega diera el primer bocado antes de seguirlo, y aunque el ambiente parecía relajarse un poco, ambos sabían que aquella paz era solo temporal.

Al salir del restaurante, NamJoon se acercó a su auto, asegurándose de que Jimin estuviera a su lado para abrirle la puerta. Encendió el motor mientras miraba al Omega de reojo, notando la forma en que mantenía sus manos entrelazadas sobre su regazo, con los dedos apretados y aun temblorosos. Sus labios estaban apretados en una línea tensa, y aunque no decía nada, era evidente que continuaba librando una batalla interna.

—¿Entonces no sabes dónde podría encontrarlo? —se animo a romper el silencio antes de que este se volviera incomodo.

—Te llevare hasta donde esta él.

La seguridad en las palabras de NamJoon era tenue, por un momento creyó que ni siquiera el siendo su hermano sabría sobre el paradero de Taehyung, aunque muy ingenuo de su parte dudar de un Alfa que parecía que nada se le escapaba, una característica que sabía que también poseía Yoongi. Aunque en ese momento, cualquier esperanza era mejor que nada.

—Jimin, aunque no sé la razón por la que viniste a Seúl y sin intenciones de reprenderte—comenzó NamJoon con una voz profunda pero suave, rompiendo el silencio incómodo que se había instalado entre ellos—. En verdad deseo que no estés huyendo de casa. Te lo digo como alguien que ha vivido algo similar... Huir no siempre es lo mejor. Es arriesgado y, aunque a veces parece la única opción, no sabes cuántas cosas puedes perder en el camino. —Hizo una pausa, como si estuviera recordando algo doloroso—. Tu familia podría estar muy preocupada.

El Omega siguió en silencio, manteniendo su mirada fija en el suelo del auto. Sus hombros temblaban ligeramente, y aunque intentaba mantenerse firme, sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. Mordió su labio inferior con fuerza, intentando contener el sollozo que luchaba por salir.

NamJoon suspiró, apretando ligeramente el volante mientras giraba por una calle más tranquila. —Sabes, cuando Tae huyó... en verdad me preocupé muchísimo. Más de lo que quisiera admitir. —Su voz, usualmente controlada, se quebró ligeramente, antes de endurecerse—. Me enfadé. No solo con él, sino conmigo mismo. Me odié por no haberlo protegido, por no haber visto lo que estaba pasando y haberle dado una razón para quedarse o sentirse apoyado.

Jimin levantó la vista, sorprendido por el gruñido bajo que salió del Alfa. La intensidad de sus palabras, su arrepentimiento, resonaron profundamente en el Omega. Había algo en la sinceridad de NamJoon que lo hizo sentir comprendido, como si el Alfa pudiera ver más allá de su fachada y notar el peso que llevaba sobre los hombros.

El Alfa detuvo el auto frente a un edificio algo viejo, con una fachada de ladrillo que mostraba el paso del tiempo. No era el lugar lujoso que Jimin habría esperado para alguien como Taehyung, pero tenía un aire acogedor y discreto. NamJoon apagó el motor y giró para mirar al menor.

—A lo mejor no quieres hablar de esto conmigo ahora —dijo, sacando una tarjeta de su billetera y extendiéndola hacia Jimin—, pero me gustaría que confiaras en mí. Si necesitas algo, lo que sea, por favor, llámame. Te ayudaré a cualquier hora.

Jimin tomó la tarjeta con cuidado, sus dedos rozando los del Alfa. Miró el pedazo de papel por un momento antes de guardarlo en el bolsillo interior de su chaqueta. —Gracias, hyung —murmuró en voz baja.

NamJoon sonrió ligeramente antes de bajar del auto. Rodeó el vehículo para abrir la puerta de Jimin y sacar su maleta del asiento trasero. —Bueno, aquí es. Tae vive en este edificio, en el tercer piso. —Señaló el lugar, su tono más ligero, aunque sus ojos mostraban una pizca de preocupación—. Después de que huyera, lo busqué durante meses. Cuando finalmente supe dónde estaba, decidí no decírselo. No quería que volviera a escapar. Él... parece feliz aquí. Y ese Alfa que está con él parece cuidarlo bien.

Jimin asintió lentamente, entendiendo el peso detrás de las palabras de Nam. Este le ofreció una pequeña sonrisa antes de continuar. —Por favor, no le digas que fui yo quien te trajo aquí. Si sospecha algo, ese cachorro obstinado podría desaparecer de nuevo, y no quiero que pase por eso otra vez.

El rubio le devolvió una pequeña sonrisa agradecida y asintió con la cabeza. Cuando NamJoon le ayudó con la maleta hasta la entrada del edificio, Jimin no pudo evitar sentir un nudo en el estómago.

—Por cierto, Jimin —añadió NamJoon, mirándolo con seriedad—, ten cuidado mientras estés en Seúl, esta es una parte alejada del centro de la ciudad. Esta zona es tranquila porque tengo algunos guardias encubiertos vigilando a Tae, daré la orden para que también cuiden de ti, pero no muy lejos de aquí hay barrios que podrían ser peligrosos. Quédate cerca de esta área, ¿de acuerdo?

—Entendido, hyung. Gracias... por todo. —Jimin hizo una pausa, inseguro, antes de mirarlo con timidez—. ¿Puedo... abrazarte?

NamJoon parpadeó sorprendido antes de asentir con una leve sonrisa. Jimin se acercó y rodeó al Alfa con sus brazos, apoyando su frente contra su pecho. Era un gesto breve, pero lleno de gratitud y vulnerabilidad.

—Ten cuidado, Jimin —murmuró el Alfa, acariciándole la espalda suavemente antes de separarse—. Y no olvides llamarme si necesitas algo.

—Lo haré. —El Omega retrocedió un par de pasos, observando cómo NamJoon subía de nuevo al auto y se alejaba.

Jimin respiró hondo antes de girarse hacia la entrada del edificio. Tras anotar su nombre en la lista de visitantes, comenzó a subir las escaleras. Su corazón latía con fuerza mientras contaba los pisos, deteniéndose finalmente frente a una puerta que lucía sencilla, pero que para él representaba una mezcla de esperanza y temor.

Tomó un momento para reunir el valor y luego golpeó la puerta tres veces, ligeramente. El sonido de pasos acercándose desde el otro lado lo puso más nervioso, y el ruido del seguro al abrirse le hizo contener el aliento.

Cuando la puerta se abrió, ahí estaba él, con su cabello desordenado y su expresión de sorpresa.

—Hola, Taetae —susurró Jimin, con una mezcla de emoción y ansiedad reflejada en su rostro.

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