Capítulo 8: El fin de la fiesta

Henri se estacionó frente al hostal y Aitana se disponía a bajarse sin más, cuando él le impidió hacerlo, con un ademán.

—No permitiré que te bajes del auto hasta que no me des una explicación razonable sobre lo que te sucede.

Aitana suspiró. No estaba preparada para hablar con él, así que permaneció sin decir nada.

—Sé que crees que pasa algo con esa mujer, pero no es así. Además, no encuentro lógico hablarte de eso ahora, cuando no he hecho nada para que te enfades conmigo.

Aitana esta vez lo miró a los ojos.

—No es enfado es… —No sabía cómo explicárselo.

—¿Qué sucede?

—No sé cómo hablar de esto —admitió.

—Has el intento al menos, no tengo la menor idea de por qué te has puesto así.

Ella tomó internamente una decisión.

—Sé que has tenido una relación con tu editora y es probable que esa ruptura te haya marcado tanto como para no haber vuelto a escribir.

Henri no estaba sorprendido, era algo que pudo muy bien haberlo deducido.

—Me percaté enseguida cuánto te afectó ese encuentro con ella esta noche… —continuó.

—Es que no lo esperaba… —interrumpió él, para calmarla—, pero eso no significa que…

—Por favor, no me interrumpas —le dijo ella—. Sé muy bien que entre nosotros no sucede nada. El sábado a mediodía tomaré un avión de regreso a Valencia y esto será un recuerdo bonito para los dos. Sin embargo, tu relación con esa mujer es real y todavía no está resuelta. No tiene ningún sentido que yo interfiera en algo así, terminaríamos dañándonos todos, y eso es algo que quisiera evitar a tiempo.

—No te entiendo… —Henri la escuchaba, pero no podía comprender por qué actuaba así.

—Reconozco que quedé molesta cuando ella apareció e interrumpió nuestro baile, más aún cuando te mostraste tan afectado con su presencia y la actitud que asumiste después… Sin embargo, eso no es tan grave y en cierto modo es comprensible.

—¿Entonces qué sucedió? —insistió él.

—Fui al baño, como bien sabes. Necesitaba pensar y relajarme a solas por unos instantes. Me encerré en un cubículo y cuando pensaba salir para reintegrarme a la fiesta, unas voces me impidieron revelar mi presencia. Se trataba de Juliette y una amiga, a la que no conozco. Juliette estaba muy dolida por haberte hallado conmigo, incluso sabían ya algunas cosas de mí y la amiga le tranquilizó diciéndole que pronto regresaría a Valencia. Lo cierto es que Juliette dijo que estaba arrepentida por lo que te había hecho, aunque no entró en detalles. Aseguró que te amaba y que te quería de vuelta con ella. Por lo que escuché, la relación de ustedes fue bastante estrecha y especial. Debe haberlo sido para haber coartado tu inspiración y tus deseos de escribir por tanto tiempo. Cuando finalmente salí de ese baño, lo hice con la resolución de no interferir más en tu vida. Yo me iré pronto, así que es mejor despedirnos ahora que no ha sucedido nada de lo que alguno de los dos pueda arrepentirse. No has resuelto aún tus sentimientos ni tu relación con esa mujer. No sé si logres hacerlo, si se reconcilien o si tal vez no tenga arreglo, solo sé que es algo que te corresponde a ti dilucidar sin ninguna interferencia, especialmente no mía.

Henri la miraba en silencio, no sabía qué responder. No se esperaba que Juliette hubiese dicho esas cosas en el baño y mucho menos que Aitana tuviese la entereza de narrárselo con tanta sinceridad.

—Muy bien —dijo mirándolo a los ojos—, eso es todo cuanto tenía que decir. Gracias por traerme hasta aquí. Dejaré las pertenencias de tu hermana mañana en la carpeta del hostal. Buenas noches.

Aitana se bajó del coche y no miró atrás. Subió a su habitación y se quitó lo antes que pudo aquel vestido que la sofocaba, los pendientes, los zapatos… Se soltó el cabello y se desmaquilló. Mientras lo hacía, varias lágrimas brotaban de sus ojos. No podía entender por qué tenía tantos deseos de llorar…

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