Capítulo 47: París era una fiesta
Aitana llegó al departamento de Marie, mucho más calmada. Tenía las situación más esclarecida, al menos respecto a Henri... Germán era algo distinto. Ni siquiera la había llamado y ella sentía que las cosas iban a terminar así.
Entró a su habitación y quedó helada al ver una cajita encima de la cama: era el anillo de compromiso. Germán había estado, pero no había dejado ni una nota que esclareciera lo que aquello significaba.
Corrió a la habitación de Marie y luego de tocar y de no recibir respuesta, entró. La chica estaba dormida, pero al sentirla abrió los ojos y se sentó sobre la cama:
—¿Volvieron? —preguntó disimulando un bostezo que acudió a su boca.
—El anillo no significa nada por sí solo si no me explicas. ¿Vino Germán? —estaba ansiosa.
—Yo te hablaba de Henri —se explicó mejor la francesa quien, medio dormida, no dominaba tan bien el castellano.
—¿Henri? Fui a hablarle claro. Lo nuestro no tiene futuro, es el pasado.
—¿Y cómo lo tomó?
Aitana se sentó exasperada en la cama:
—Marie, dime de Germán. Después te explico sobre Henri, si quieres, pero necesito saber cómo llegó ese anillo a mi cama.
Marie suspiró y se peinó un poco el cabello con las manos, nerviosa.
—Germán vino poco después de que salieras. Quería verte, hablar contigo...
Aitana sintió que su corazón latía aprisa al saber aquello.
—¿Qué más dijo?
—Quería saber dónde estabas, pues se marchaba de regreso en unas horas para Valencia. Yo no sabía qué decirle, y él solito llegó a la conclusión de que estabas con Henri.
—¡Mierda! —exclamó levantándose de la cama.
—Lo siento. Le pedí que te llamara, pero se negó. Lo ví bastante triste pero no quise darle ánimos porque realmente creí que regresarías con Henri.
—¿Cómo se te ocurre? —Aitana estaba un poco alterada.
—¡Perdón! En serio creí que...
—Tengo que llamarlo.
—¿Entonces vas a arreglar las cosas con Germán? —inquirió algo atormentada.
—No iba a llamarlo, pero Germán estuvo aquí para verme. No puedo permitir que se marche con una idea tan equivocada. Ahora mismo piensa que estoy con Henri...
—Pero es que estabas con Henri...
—Pero no en ese sentido —se defendió Aitana—. Marie, no estás ayudando...
La aludida se encogió de hombros y Aitana salió de aquella habitación para tomar su teléfono. El de Germán estaba apagado... Por más que insistía el resultado era el mismo.
Marie salió de su habitación, y la encontró pensativa sentada en el sofá del departamento.
—Lo tiene apagado —murmuró—. Y no tengo la más remota idea de cuál es su vuelo o por qué Aeropuerto.
—Eso sí que es malo.
—Voy a llamar a un taxi para ir al departamento. Tal vez con algo de suerte Germán aún no se haya ido.
—Descuida, yo te llevo. En un taxi te demorarás más y es lo mínimo que puedo hacer por ti. Me cambio en un segundo y nos vamos, ¿vale?
Aitana le agradeció.
Unos minutos después, Aitana bajaba a toda prisa hasta la portería del edificio. El conserje ya la conocía, pero no le tenía buenas noticias:
—El señor Germán partió hace una hora para el aeropuerto, señorita.
Ella estaba desconsolada, pero no tenía fuerzas para ni siquiera moverse.
—Yo mismo llamé a su taxi para que lo llevara al aeropuerto —añadió el hombre.
Aitana despertó de sus pensamientos con esa noticia.
—¿Y su auto?
—Lo devolvió antes y me pidió que le llamara a un taxi pues prefería no conducir —le explicó el hombre.
—¿Sabe a que aeropuerto iba?
—¡Por supuesto! —exclamó con una sonrisa de suficiencia—. Pidió un taxi para el Charles de Gaulle.
—Muchas gracias —contestó Aitana.
Ya se marchaba cuando la voz del conserje la detuvo un instante.
—Señorita, que tenga suerte y puedan arreglar las cosas...
—Gracias —respondió ella con una sonrisa.
Marie la llevó al aeropuerto sin rechistar, y le aseguró que aguardaría por ella en el estacionamiento.
—No pierdas tiempo y ve... —le apremió la francesa.
Aitana tomó un par de minutos para ubicarse.
Se acercó a la pantalla de vuelos y advirtió que el de París-Valencia estaba despegando... Se acercó a una vidriera y, en efecto, vio a un avión partir. No sabía si era exactamente ese el de Valencia, pero lo cierto es que había llegado tarde.
Aitana se dejó caer en una silla, pero casi al instante comenzó a sonar su teléfono: era Marie.
—Ya se marchó...
—Cariño, no te desanimes —le dijo su amiga—. Buscaremos un pasaje para ti lo antes posible y tendrás tiempo de solucionarlo. Verás que sí.
—Gracias —susurró con lágrimas en sus ojos—. Volveré al estacionamiento. Nos vemos dentro de poco.
Aitana terminó la llamada y se dirigió a las puertas de cristal cuando una voz detrás suyo la hizo voltearse al instante.
—¿Aitana?
Reconocería esa voz entre millones. Su corazón quería salírsele del pecho cuando lo vio.
—¿Germán? —ella todavía no podía creerlo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —una pequeña esperanza flotaba tras sus palabras.
Ambos bajaron sus mascarillas para verse mejor.
—Dios, pensé que te habrías marchado... —dijo ella enjugando la lágrima que resbalaba por su mejilla.
—Mi vuelo sale en una hora...
Aitana no comprendía nada.
—El vuelo a Valencia acaba de partir...
Germán no pudo evitar sonreír.
—Pero voy a Madrid, no a Valencia. Pensé que te había dicho que tenía que ocuparme de algunas cosas allí y que luego tomaré el AVE hasta casa...
Aitana había contenido tantas emociones que no pudo evitar echarse a llorar. Germán borró el espacio que los separaba y la estrechó en sus brazos.
—Perdóname —le dijo él—. Tienes toda la razón al estar decepcionada de mí. Hice mal las cosas y dudé de ti... Hoy fui a verte porque quería que supieras que confío en ti pero que sobre todas las cosas que te quiero...
Aitana se apartó de él un instante para mirarlo a los ojos:
—No voy a mentirte jamás, Germán. Fui a ver a Henri hoy para dejarle las cosas claras entre nosotros, aunque te aseguro que no le he dado motivos para pensar otra cosa ni siquiera habíamos hablado antes de ese día y...
Germán la silenció con su dedo índice, y le sonrió. Estaba muy aliviado. Se sentía feliz...
—Pensé que te había perdido...
Aitana también sonrió y levantó su mano para que él viera que estaba usando de nuevo el anillo.
—Perdóname también a mí, por no haberte dicho la verdad.
Germán se inclinó sobre ella y la besó... Ella se aferró a su cuello emocionada y correspondió al beso que creyó que jamás llegaría.
—Te amo —le dijo ella sonriendo.
—Yo también te amo, Aitana.
Un agente aeroportuario les llamó la atención. Debían utilizar mascarillas en lugares públicos. La pareja se volteó avergonzada, pero sonriente. Aitana se quedó mirando el equipaje de mano de Germán:
—¿Tienes que irte? —preguntó con tristeza.
—No si tu no quieres —respondió él—. Por fortuna solo viajo con mi trolley y no he tenido que despachar ningún equipaje a cabina.
—¿Te quedas conmigo?
—Tengo que pensarlo... —repuso él con fingida seriedad—. Me vas a hacer perder un billete de cien euros además de pagar un hotel, porque he devuelto las llaves del piso... ¿Cómo me compensarás?
Aitana rio mientras lo tomaban de la mano y salían al exterior.
—¿Qué te parece si regresamos a casa juntos la semana próxima?
—¿Y tu Maestría? —él estaba extrañado y no quería que se perjudicara por su causa.
—Nos han comunicado que las clases serán online hasta nuevo aviso. No tiene sentido que permanezca aquí...
Germán la estrechó una vez más en sus brazos.
—Me encantará tenerte de vuelta en casa, mi amor. Buscaremos un departamento para nosotros y Jimena.
—Y nos casaremos —le dijo ella—. No quiero aguardar... No importa si no hacemos celebración, tenerte a mi lado para mí es la verdadera fiesta... Prefiero Valencia contigo, que París sin ti...
Germán la estrechó aún más contra su cuerpo.
—Disfrutemos un poco más de París juntos y luego regresemos a casa.
Eso hicieron, disfrutaron de su amor por unos días más en la Ciudad Luz, con la certeza de que esta vez, nada podría separarlos. París estaba de fiesta...
Aitana recordó las hermosas palabras de Hemingway, mientras abrazaba a Germán en la intimidad de su hotel:
"Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas a dónde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue".
Y París los siguió para siempre: el París del compromiso, del reencuentro, del verdadero amor. Era el París de los dos...
FIN
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