Capítulo 38: Bonjour, Paris
Unas semanas después
Hacía quince días que Aitana había llegado a París... No podía negar que echaba mucho de menos a Germán, a la niña y a toda la familia... Por otra parte, estar sentada en el césped del Campo de Marte, con la Torre al frente, le parecía un sueño... A sus espaldas estaba Montparnasse, pero ella solo tenía ojos para la magnífica dama de hierro que tantos recuerdos le traía...
Allí había besado por primera vez a Henri, y ese beso romántico y apasionado había llevado a una noche de amor que nunca podría olvidar. El corazón se le agitó tan solo de rememorar cómo se entregó a Henri en su bote, cómo se había sentido mujer con él por primera vez en su existencia. Aunque quisiera negarlo, Henri tenía una importancia en su vida que no podía ni quería negar.
A su al rededor, varias personas disfrutaban aquel día de buen tiempo. Mantenían la distancia y usaban mascarillas, algo que hubiese creído difícil de imaginar el año anterior.
El tiempo era agradable, así que luego de descansar un poco se levantó del césped y caminó hacia la Torre. Se colocó en mismo centro, admirando las maravillas de la fundición del hierro. Cuando levantaba la cabeza, toda la torre se erguía encima de sus ojos, hasta a un punto que, más allá, no podía ver por la altitud.
Volvió a sentarse después en el césped y extrajo de su bolso un libro: la novela de Henri, "La dama española".
Una vez que llegó a París no pudo evitar adquirirlo. En realidad, había sido una casualidad pues entró a una librería buscando una obra de Derecho Laboral para su Maestría, creyendo que se trataba de una librería especializada, cuando en verdad no lo era.
En la sección de novelas recientes y últimas novedades, se topó con la última obra de Maunier, de la cual ya había visto la portada.
Tomó el libro en sus manos y miró las primeras páginas. La dedicatoria le hizo arrojar el volumen al suelo, por la exaltación que sintió al leerla. Los presentes se voltearon a mirarla, y ella se sintió avergonzada por su torpeza.
Levantó el libro y releyó la única línea de aquella escueta dedicatoria que para ella significaba tanto: "Para AV, mi dama española".
Ahora en el Campo de Marte, comenzaba la lectura de su obra despacio para comprender el francés. La traducción al castellano del primer párrafo de su primer capítulo, rezaba:
"La primera vez que la vio supo que era una mujer extraordinaria; su pelo oscuro, sus vivaces ojos y su sonrisa enigmática, le advertían a su curtido corazón que no se trataría simplemente de una mujer más... El trabajo que tenían por delante era difícil, él era un profesional y ella, al parecer, también lo era; pero presentía que ni toda la contención del mundo, evitaría que se enamorara perdidamente de ella".
Aitana cerró el libro de golpe y volvió a guardarlo en su bolso. ¡Qué difícil le resultaba leerlo y no sólo por hacerlo en francés!
Se encaminó en dirección al Sena. Cruzó por una calle y se encaminó a Trocadero. La ruta era un poco empinada, mientras subía a su derecha, dejaba fuentes atrás. Algo más poderoso que su conciencia tiraba de ella hacia adelante, era un recuerdo...
Pronto se topó con la cerca que estaba buscando, para su sorpresa estaba repleta de candados, así que era muy difícil hallar el suyo... Parecía haber transcurrido una eternidad desde aquel momento en el café del Barrio Latino cuando Henri le dio la cajita con el candado que tenía grabada la fecha en la que se conocieron.
Hacía más de un año de aquel momento y sin embargo, al estar allí le pareció que apenas había sido ayer.
Aitana no demoró más su excursión. Tomó un taxi y se dirigió al piso de una joven francesa, Marie, con quien vivía. La chica era hija de una amiga de su padre. La madre se había mudado a Valencia con su nuevo esposo y no tuvo a menos pedirle a Marie que alojara a Aitana en casa.
Marie era muy buena persona, también estudiaba en la Universidad. Se había especializado en Lengua y estaba pasando un curso de castellano, razón por la cual le convenía mucho convivir con una española. De hecho en casa le pedía a Aitana que hablaran en su idioma, así practicaba y aprendía de su huésped.
Cuando Aitana llegó a casa, sintió un exquisito olor proveniente de la cocina. Debía reconocer que Marie cocinaba muy bien. Eran cerca de las dos de la tarde y su estómago rugía. No podía negar que tenía mucha hambre, y se alegró de que Marie estuviera preparando algo.
-¿Llegaste? -le preguntó la joven al sentir la puerta.
-Justo ahora. ¡Huele delicioso!
-Excelente -contestó su amiga, esta vez en francés-. Te estábamos esperando. Tenemos a una invitada para comer.
Aitana se lavó las manos y acudió a la cocina. Marie se hallaba picando unos tomates en la encimera. Levantó el rostro y le sonrió:
-Es una amiga del liceo -le explicó-, estudiamos juntas por mucho tiempo.
-Qué bueno, ¿y dónde está ella?
-Salió un momento a la terraza a contestar una llamada, pero no tardará en volver.
Una vez dicho esto, la puerta de cristal que comunicaba la cocina con parte de la terraza se abrió. Una joven de cabello castaño hizo su entrada, distraída.
-Lo siento, es que... -se interrumpió de manera abrupta-. ¿Aitana?
-¿Se conocen? -preguntó Marie extrañada, quien se volteó para ver a ambas jóvenes.
-Hola, Valérie -comentó Aitana nerviosa-, es un gusto volver a verte. No esperaba que te acordaras de mí después de tanto tiempo.
-¿Cómo no hacerlo? -repuso la aludida-. En la familia todavía se habla de ti. ¿Sabe mi hermano que estás en París?
Aitana negó con la cabeza. Jamás pensó que las coincidencias de la vida harían que se topara justamente con la hermana de Henri a quien tan solo había visto una vez durante la fiesta del Bosque de Boulogne. Parecía que había transcurrido una eternidad desde ese momento.
-Hace mucho que no hablamos -se limitó a decir.
-Un momento -interrumpió Marie mirándola con suma sorpresa-, ¿conoces a Henri?
Aitana asintió, ruborizada. ¡Vaya si lo conocía! Con él había vivido muchas cosas y últimamente lo recordaba demasiado.
-Este mundo es muy pequeño -concluyó Marie dedicándose a terminar la comida.
Valérie y Aitana decidieron no entorpecer la labor de la cocinera principal y salieron al salón. Las dos estaban un poco cohibidas, pero fue la francesa quien volvió a hablar para romper el reinante silencio.
-Así que eres tú la huésped de Marie. ¡Jamás lo hubiese sospechado! Lleva toda la mañana hablando de ti pero no me mencionó tú nombre y realmente nunca lo pensé. Me ha dicho que has venido a hacer una Maestría...
-Sí, he venido por un año. Mi padre es amigo de la madre de Marie quien se ofreció a brindarme alojamiento.
-Es estupendo. Yo conozco a Marie desde niña. Estudiábamos juntas. Por supuesto que conoce a Henri también.
-¿Como está Henri? ¿Y tú abuela? ¿El resto de la familia?
-Todos están bien, muchas gracias. Henri esta comenzando a cosechar las glorias por su última novela...
Aitana bajó la cabeza.
-La compré hace unos días... -admitió.
Valérie sonrió satisfecha
-Entonces ya sabes que la novela está dedicada a ti...
Aitana sintió que se ruborizaba pero en ese instante Marie salió de la cocina. Había puesto la pasta al horno y solo quedaba aguardar. Lo cierto es que había quedado muy intrigada con lo que había sucedido en su cocina y quería saber.
La chica se sentó en una silla con las piernas cruzadas y comenzó a pensar en voz alta:
-Aitana Villaverde... AV -comentó mientras pensaba en la dedicatoria-, ¿Dios mío, acaso eres tú la mujer española de la que Henri se enamoró?
Aitana sentía que se desvanecía en ese justo momento.
-Tienes un excelente poder de deducción, amiga mía -asintió Valérie.
Aitana se levantó del asiento, un tanto incómoda.
-Conocí a Henri el año pasado durante mi visita a París... Es cierto que tuvimos una pequeña relación, pero es cosa del pasado.
Marie se echo a reír.
-Ya veo que es un gran pasado -le guiñó un ojo.
-Pero todo terminó -recalcó Aitana-, yo regresé a Valencia y continué con mi vida.
-Y además tienes novio -acotó Marie, quien había escuchado hablar mucho de Germán.
-Henri me comentó que estabas saliendo con alguien -prosiguió Valérie-, sé que se lo dijiste la última vez que se vieron y al parecer es algo bien serio.
La aludida asintió.
-Germán y yo llevamos más de un año juntos y somos felices.
-Te felicito entonces por ello -le sonrió Valérie conforme-, me alegra mucho que seas feliz.
La alarma del reloj interrumpió, anunciando que era momento de comer la pasta, así que las tres muchachas se dispusieron a ir a la cocina. La conversación cambió hacia otros temas y aunque Aitana se esforzó por mostrarse interesada y participar en la charla, lo cierto es que no había dejado de pensar en Henri.
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