Capítulo 33: En el Oceanografic

Aitana cada vez más luchaba en contra de sus sentimientos por Germán, parecía que aquella relación jamás tendría futuro. Germán esa semana viajó a Madrid por una cuestión de negocios, así que Aitana no volvió a verlo hasta el viernes. Nana ya estaba bien, podía hacer su vida normal, y la joven había aprovechado la ausencia de Germán para hacerle un par de visitas durante la semana. Doña Carmen y el señor Martín siempre la recibían con gusto, y se preguntaban en silencio cuándo Germán se percataría de lo enamorada que estaba Aitana de él.

El viernes en la tarde, apareció Germán en la oficina después de su viaje a Madrid. A Aitana le dio un vuelco el corazón, no lo esperaba y se alegró mucho al verlo. No se encontraban desde la fiesta de Jimena, cuando ella se marchó intempestivamente. Germán parecía que también le había echado de menos, se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla —algo que no solía hacer en los últimos tiempos—.

—Me alegra verte —le confesó—, ¿qué tal ha estado tu semana?

—¿Lo dices por el Bufete?

—Lo digo por ti —contestó mientras se sentaba frente a ella en la oficina.

—Pues bien, sin ninguna novedad importante. ¿Cómo te fue en Madrid?

—Bien, pero estaba deseando volver. Es increíble cómo me he adaptado a Valencia en las últimas semanas, ya no soportaba estar lejos de casa, y eso que me establecí mucho tiempo en Madrid con mi esposa.

Aitana lo sabía, solo le escuchó.

—Jimena estaba aquí, es lógico que le echaras de menos…

Germán se quedó observándole, estuvo a punto de decirle que también le había echado de menos, cuando sonó el teléfono de Aitana.

—¿Hola? Sí, ya terminé. Enseguida bajo.

—¿Vas a salir? —la pregunta estaba fuera de lugar, ya la jornada de trabajo había concluido.

—Es mi padre, ha venido a recogerme.

Germán asintió.

—Te acompañaré y así lo saludo, pero antes me gustaría decirte algo.

Aitana ya estaba de pie y él también, tan cerca el uno del otro que por un momento pensó que iría a besarla.

—Nana ya puede salir de casa y está deseosa de dar un paseo. Me preguntaba si querías venir mañana con nosotros, pasaría por ti a las diez.

Aitana se sorprendió mucho al escucharle. ¡Era un cambio de actitud notable! A punto estuvo de preguntarle por Lucía, pero se mordió la lengua. Germán finalmente volvía a incluirla en los planes con su hija, sin preocuparse por el futuro o porque ella saliera huyendo de sus vidas. ¿Le daría otra oportunidad?

—Me encantaría —respondió al fin—. ¿A dónde vamos?

—Al Oceanografic, Jimena jamás ha estado.

A Aitana le pareció que el plan era perfecto. Germán no agregó nada más y bajó con ella para saludar a Raúl que se alegró mucho de verle. Los padres de Aitana seguían pensando que entre su hija y él sucedía algo, y lo veían con muy buenos ojos.

Al día siguiente, Aitana se vistió desde temprano. Se puso un jean y una blusa azul. Su hermana se acercó a verla.

—Es evidente que estás muy nerviosa, parece como si tuvieras una cita.

—Casi —le contestó—, salir con Nana y Germán es tan o más importante que salir a solas con él. Debo demostrarle que mi interés no es pasar un tiempo con él, sino que quiero comprometerme y construir algo juntos, duradero, que por supuesto incluya a su hija.

—¡Vaya! —rio Amaia—. Estoy tan feliz de que por fin reconozcas lo que Germán siente por ti que no sabes cuánto me alegro.

Aitana le dio un beso y bajó, justo a tiempo, pues el auto de Germán recién aparcaba en su edificio. Nana estaba contenta de verla, y más de ir al Oceanografic: era uno de los acuarios más grandes de Europa y pertenecía al complejo de la hermosa Ciudad de las Artes y las Ciencias, diseñada por Calatrava, el famoso arquitecto.

La Ciudad, tenía enormes piscinas de un azul transparente y claro, y alrededor de ellas se elevaban edificios innovadores que constituían el centro de la Valencia moderna.

Germán pagó por los tres en la taquilla, y le dio la mano a su hija, mientras que Jimena le daba la otra a Aitana. Se miraban con complicidad y Aitana le notaba una expresión de alegría que le llenaba el corazón. Se dirigieron primero al espectáculo con delfines, Nana bailó con los animadores y quedó encantada con la agilidad de los delfines que nadaban y saltaban a través de los aros.

Germán de vez en cuando miraba a Aitana y sonreía, estaba tan concentrada en el espectáculo como Nana y tan risueña como una niña pequeña…

Al terminar el espectáculo, entraron a ver a los acuarios. Jimena quedó fascinada por las enormes peceras de cristal, donde parecía que se hallaba de verdad bajo el agua. Jugó a “encontrar a Nemo” pues había pez payaso y luego se trasladaron a los túneles transparentes donde se encontraban, literalmente, rodeados de agua y de peces. Sin embargo, el túnel que más les impresionó a todos fue el de los tiburones, se sentían rodeados de decenas de ellos que nadaban de un lado al otro, cruzando por encima de sus cabezas o por debajo de sus pies.

Nana reía mientras veía a los tiburones, a pesar de su edad, sabía que estaba a salvo y que no podrían hacerle nada. Germán continuaba mirando a Aitana, en silencio, viéndola cómo quería a su hija y quizás, cómo le quería a él también.

En ese instante, Aitana percibió que el teléfono de Germán sonaba, y él lo sacó un momento para colgar la llamada.

—¿Pasa algo? —le preguntó ella.

—No, no pasa nada —respondió, aunque resultaba evidente que se sentía un tanto incómodo—. Sigamos.

—¡Quiero ver las ballenas blancas! —pidió Jimena.

—Por supuesto, cariño, iremos hacia allá.
Aitana le dio la mano y se dirigieron a la sección dónde se encontraban enormes acuarios y en ellos las ballenas blancas nadaban.

—Me da mucha pena verlas encerradas —le dijo Aitana a Nana—, aunque ahora disfrutemos de verlas, deberían estar en libertad.

—Tienes razón —concordó Germán, con una sonrisa—, me encanta que se seas así y que tengas tantos valores para inculcarle a mi hija.

Aitana le agradeció, no muy consciente de qué significarían aquellas palabras.

—Los quiero a los dos —le confesó.

Germán iba a contestarle, cuando su teléfono volvió a sonar con insistencia. El colgó la llamada, y escribió un mensaje.

—Lo siento, necesito salir un momento a hacer una llamada, ¿podrías seguir con Jimena? Trataré de alcanzarlas pronto e iremos a por un helado.

—¡Sí! —exclamó la niña—. ¡Un helado!

Aitana accedió y siguió con Jimena el recorrido por el acuario, hasta llegar a la sección de los pingüinos que era la última. La niña se divertía al verlos y Aitana le tomó varias fotografías.

—¡Tengo que hacer pis, Tata!

—Sí, mi amor —Aitana la condujo afuera—. Busquemos un sanitario y luego a tu papá.

Eso hicieron, y luego de salir del sanitario y caminar un poco, se encontraron a Germán hablando de manera muy íntima con Lucía. Aitana se quedó sorprendida de encontrársela, pero no dijo nada, se acercó a ella y la saludó. Lucía no la veía con buenos ojos, así que la ignoró y de inmediato se agachó para darle un beso a Jimena.

—¿Y las niñas? —preguntó Jimena, que quería ver a las gemelas.

Aitana miró de reojo a Germán, lo había interrumpido sin que lo esperase y se veía un poco nervioso.

—Las niñas no han podido venir —contestó Lucía—, están en Barcelona con su papá, sin embargo, como tu papi me invitó a venir, no quise dejar de hacerlo.

Aquella última frase fue dedicada en especial a Aitana, y ella se molestó en el acto.

—¿Por qué no vamos a comer unas hamburguesas? —preguntó a la niña, sin consultárselo a su padre.

—¡Sí! —exclamó Jimena—. ¡Muero de hambre!

Germán no sabía qué responder.

—Tata, vamos a comer hamburguesas —le pidió Jimena mientras la miraba suplicante, ella no entendía la tensión del momento.

—No tengo mucha hambre, cariño, pero pueden ir ustedes.

—Germán, vamos —le instó Lucía con muy poco tacto—, es tarde y la niña tiene hambre.

—Pidan por mí, enseguida las acompaño —contestó él.

Lucía se encogió de hombros y tomó a Nana de la mano.

—Mi vida, vamos a buscar hamburguesas.

—Pero… —la niña no se movía y le tiró las manos a Aitana—. Tata, quiero ir contigo…

Aitana se agachó y la abrazó en silencio, conmovida por el cariño que evidenciaba la niña tener por ella y le dio un beso:

—Nos veremos pronto —le aseguró—, ve a comer, corazón.

Lucía se llevó a una Jimena nada convencida, pero con su corta edad, poco podía ella decidir por sí misma. Aitana no miró a Germán, se limitó a despedirse y a echar a andar sin saber bien a dónde se dirigía.

—¿Puede saberse a dónde vas? —Germán la tomó del brazo y la hizo girar hacia ella.

Cuando la vio a los ojos, se dio cuenta de que estaba molesta y decepcionada.

—Aitana, yo no sabía que ella iba a venir, tienes que creerme.

—Pero la invitaste, ¿no es cierto? Antes de invitarme a mí, ¿verdad? Ante su imposibilidad de venir, acudiste a mí como segunda opción…

Germán no sabía cómo calmarla.

—Aitana, por favor… Ayer cuando regresé de Madrid Lucía me llamó, estuvimos hablando y le comenté que quería llevar a Nana al acuario, se lo dije porque pensé que las gemelas estaban en Valencia y a Nana le gustaría. Lucía me dijo que lo sentía mucho pero que estaban con su padre, ante esa realidad, yo no imaginé que ella aparecería y hablé contigo para que vinieses, pero yo deseaba de corazón que estuvieras aquí…

Aitana suspiró.

—Fui tu segunda opción, Germán —le recordó—. Además, no soy tan estúpida para no percatarme de que Lucía y tú tienen algo, de no ser así ella no hubiese aparecido aquí. ¿Crees que no me he dado cuenta?

Germán esta vez fue quién se disgustó.

—¿Me estás pidiendo explicaciones, Aitana? Te recuerdo que entre nosotros no existe nada.

Los ojos de Aitana se le llenaron de lágrimas y no pudo evitar que varias de ellas resbalaran por sus mejillas. Germán al verla se arrepintió e intentó tocarla, pero ella dio dos pasos atrás.

—Me dijiste que no confiabas en mí, que tenías miedo de que desapareciera de tu vida y de la vida de Jimena… Desde entonces no he hecho otra cosa que intentar hacerte ver que quiero estar al lado de ustedes. Me enamoré de ti, Germán —le confesó todavía con lágrimas en los ojos—. No supe manejar las cosas bien, pero me he mantenido firme en mis sentimientos, solo tú no has querido verlos.

Germán quiso detenerla, pero le resultó imposible. Aitana se alejó rápido de él y Germán no supo qué responder, estaba anonadado al comprender que Aitana de verdad lo amaba.

Hola!!! Alismcg20 RossySoRent14 lo prometido es deuda!!! Este capítulo y el próximo son especialmente para ustedes. Besos 😘😘😘

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