U N O


La gente corría en una sola dirección desesperados, alerta, asustados, como si fueran un tumulto de ganado que se dirigía, contra su voluntad, al matadero. La policía, desde sus patrullas y con megáfonos, rogaba a los ciudadanos calma y orden, pero cada persona parecía más centrada en su tarea de huir sin importar nada o nadie a su alrededor.

Atrás de todo el gentío, donde la escolta policial era escasa y solo adultos mayores que fueron dejados en el olvido avanzaban a paso lento, se encontraba Nathaniel Kurtzberg, un chico pésimo en ciencias, educación física y, probablemente, todo en general, y que de lo único que podía jactarse era de su nato talento para dibujar.

Pero ahora el joven artista, mientras intentaba seguirle el ritmo a la turba, buscaba entre las docenas de hojas con rostros y lugares plasmados con lápiz en su mochila un algo en específico, tiraba lo que le estorbaba y parecía inútil en ese momento, lápices, cuadernos y libros de la escuela, incluso llegó a pensar en desechar su celular pero terminó regresándolo a la mochila por mero apego material. Alzó la vista percatandose de lo muy atrás que se había quedado, ya no distinguía a ninguno de los compañeros de clase con los que había huido, pero no pudo importarle menos. Volvió a sumergir su atención en la mochila y tomo su cartera, siendo el único lugar en el que no había buscado.

La tomo admirando el diseño verde con negro que tenía y el llavero con una catarina colgando por el cierre, realmente era un fanboy de los súper héroes. Abrió y rebusco en el interior, había algo de dinero pero no era lo que buscaba. Suspiro dejando sus músculos laxos por el pesar que le causaba no haber encontrado lo que buscaba, poco duro ese momento al recibir un empujón por la espalda que casi le hacía caer pero, por suerte, logro mantenerse.

— Niño, te quedarás atrás si sigues ahí de pie. — Le informo un hombre regordete que parecía haber salido de la cama hacía pocos minutos.

— Claro, ya lo sé. — Murmuro en respuesta. El adulto bufo con molestia y continúo su camino mascullando por lo bajo mientras batallaba al caminar con sus pantuflas animal print.

Nathaniel se quedó quieto unos segundos más, enumerando los pros y los contra de volver a su casa; En ese momento la situación por la que pasaba París parecía manejable pero ¿y si se ponía peor y no podía nunca más recuperar aquello?

Su cuerpo se movió solo y cuando fue consciente de sus actos ya se encontraba corriendo en dirección contraria a la que evacuaban. Avanzaba por las calles evitando a toda costa encontrarse con alguna clase de autoridad que le obligara a volver, evadía oficiales, militares patrullando e incluso se ocultó del coche de su maestra de ciencias quien parecía haber salido recién del colegio. Necesitaba llegar a su casa y conseguir esa fotografía, no podía permitir que el disturbio que causaba una nueva víctima akumatizada lo hiciera perderla.

Llego a la zona residencial, lo supo porque los grandes edificios comerciales dejaron de alzarse imponentes varios kilómetros atrás y ahora parques pequeños aparecían cada diez manzanas sin falta y el aroma hogareño impregnaba el aire pero eso no evitaba que, con cada paso que daba, se cansara más. No estaba acostumbrado a correr pero incluso si tenía que esforzarse el doble de lo que normalmente hacía recuperaría esa fotografía.

Le faltaban cinco cuadras para llegar a la suya, después sólo unos cuantos metros más y estaría frente a su casa. Su ritmo comenzó a bajar cuando llego a su calle, los autos de sus vecinos estaban mal estacionados y las puertas de su casa entreabiertas, parecía que habían salido con demasiada prisa como para preocuparse de algún ladrón, si hubiera alguno. Camino lento a un lado de la acera jadeando y maldiciendo su mala condición física cuando se percató de la presencia de alguien frente al jardín de su casa.

Enarco una ceja deteniéndose dos casas antes.

Era una mujer algo mayor, mantenía los brazos flexionados y las muñecas laxas y parecía no tener la intención de moverse un centímetro de su lugar. Frunció sus labios hacia un costado, confundido. Creía haber escuchado que todos en la zona residencial habían sido dirigidos por los policías a las carreteras principales para facilitar su evacuación, o eso dijeron las autoridades cuando llegaron al colegio y alumnos preocupados comenzaron a cuestionar la seguridad de sus familiares en casa.

Dio un paso al frente, dispuesto a llamarla y preguntarle si se encontraba bien pero un gato salió de entre las cercas de madera que dividían las propiedades para frotarse contra la pierna de la mujer, el animal continuo con su afectuoso saludo hasta que se canso y comenzo a afilar las uñas en su pierna, la piel de su pantorrilla pronto comenzó a despellejarse. Nathaniel hizo una mueca de espanto y retrocedió confundido.

¿Qué diablos sucedía? ¿Por qué ella no hacía nada?

Rápidamente el pelirrojo se acercó a ahuyentar al felino pero antes de que este pudiera correr ya se encontraba entre las manos de la mujer. El alarido de dolor resonó por la calle, sus falanges se enterraban en el cuerpo del animal rasgando la piel y exponiendo tejidos. El pelirrojo no supo qué hacer más que cubrir sus oídos ante las quejas, casi demoníacas, del animal y cuando los dientes de la fémina se clavaron en la carne de este solo pudo ocultarse tras una cerca temiendo el mismo destino.

Se escucharon los lastimeros aullidos por unos largos segundos más pero finalmente cesaron impregnando el ambiente con angustia. Su respiración era agitada y sentía ganas de vomitar al haber presenciado tal atrocidad, sus manos temblaban, el sonido de los cartílagos y huesos triturándose entre los dientes de la mujer aún hacían eco en su cabeza junto a las salpicaduras de la sangre caer al suelo. Se levanto con lentitud tratando de hacer el menor ruido posible y se asomo para verificar que, nuevamente, la mujer se encontraba quieta en su posición inicial, con el pellejo del animal frente a sus pies.

Llevo la mano derecha a su pecho y arrugó la camisa donde se encontraba su corazón, latiendo desenfrenado, en un intento para calmarse.

No podría pasar por allí eso era seguro, si la mujer le veía podía tomarlo como un segundo plato y hacerle lo mismo que al animal, pero tampoco podía irse con las manos vacías, tenía que llegar a su casa y recuperar la fotografía. Suspiro deshaciéndose de los nervios remanentes y avanzó a gatas hacia el patio trasero, se desplazaría por la parte trasera de las casas hasta dar con la suya que, lamentablemente, era la que la mujer tenía enfrente.

Salto dos vallas con suma cautela mientras se tapaba la boca y nariz con una mano acallando su respiración, llegó a su patio a salvo y sin despertar sospechas de la carnívora frente a su hogar, camino despacio hacia la puerta corrediza de cristal y la deslizó, agradeciendo mentalmente que olvidó ponerle seguro en la mañana. Ya dentro de su casa bajo la cortina para cubrir el vidrio y que no se viera hacia adentro. Miro a su alrededor, todo estaba tal cual lo había dejado, incluso el plato del cereal que comio a medias se encontraba sobre la encimera. Apretujo las correas de su mochila y comenzó a subir la escalera, paso al lado de la puerta cerrada del cuarto de su padre y siguió hasta la que se situaba al fondo entreabierta, incluso su habitación estaba tal cual la había dejado en la mañana, la cama hecha un revuelo de sábanas y almohadas, su ropa regada en el suelo por la prisa de irse al colegio y la tarea que había olvidado terminar sobre un viejo escritorio de madera.

Camino hacia el mueble, abrió los cajones y comenzó a rebuscar entre las hojas y lápices colocados por doquier. Sonrío al encontrar su preciado recuerdo, una vieja fotografía enmarcada tomada en unas vacaciones de hace cinco años, cuando sus padres seguían juntos y amándose y donde él era un niño feliz de la vida. Suspiro a la par que un estruendo se escuchó en el primer piso alertando al pelirrojo que, de inmediato, se asomó por la ventana solo para confirmar que la mujer ya no estaba. Su corazón taladraba con fuerza en su pecho mientras le venían esas horribles ansias que sentía cuando estaba en problemas, pasos se siguieron escuchando en el interior de su casa y solo atino a abrir el cristal de la ventana pensando en si saltar por allí sería una buena idea.

Giro el rostro al escuchar pasos en la escalera y solo vio como la mujer llegaba frente a su puerta, totalmente abierta, respirando, salivando y mirándole como un animal. La mujer dio unos pasos hacia él y solo pudo espantarse mas, pego su cuerpo a la pared y sintió el marco de la ventana chocar contra su espalda baja.

— Aléjese... — Tragó con dificultad debido al nudo en su garganta — Señora. 

Pero la fémina no pareció comprender sus palabras y siguió avanzando. No tenía un arma para defenderse y una ventana abierta a sus espaldas era su única forma de huir, pero necesitaba ganar tiempo. Alzando la fotografía espero a que la mujer estuviera lo suficientemente cerca y la golpeó quebrando el cristal en su cabeza haciéndola caer. Aprovecho eso y rescato la foto y paso una pierna por la ventana, seguida de la otra, solo alcanzó a tensar sus músculos por el miedo antes de saltar.

La caída no lo mataría, estaba un setenta por ciento seguro de eso y también de que no saldría totalmente ileso de aquello, pero una torcedura de tobillo o unos huesos rotos era mejor que ser devorado vivo por otro ser humano.

Sintió un agarre en el cuello de su chaqueta y como el aire dejo de llegar a sus pulmones ante la presión que ejercía la tela sobre su garganta, alzo los brazos hasta su cabeza y noto que era una mano la que le tomaba, arrastrándolo hacia arriba. Pataleo ahogándose y solo pudo atinar a ver como la mujer saltaba desde la ventana, justo después de él, con los brazos abiertos, deseosa de atraparlo, probablemente para hacerle lo mismo que al gato, pero lo unico que recibió fue el suelo contra su cara. El sonido que produjo su cuello al quebrarse se grabo en su mente y repitió como un disco rayado, las paredes de su casa se habían mancharon de sangre cuando su cabeza estalló en el suelo.

Apenas cayó en cuenta de que ya no se asfixiaba, que ya no había una mano tomándole por la camisa y que bajo su cuerpo se encontraba el tejado de su casa.

"¿Qué fue eso?"

Pensó, llevándose una mano al cuello y otra al pecho con pavor.

Esa mujer parecía totalmente fuera de sí, como si no fuera dueña de sus acciones  y que lo unico que la dirigía era un espeluznante instinto de cazar. Se encogió aterrado sobre su lugar, pudo haber muerto, aunque hubiera salido ileso de la caída ella no hubiera dudado en saltar tras él y devorarlo, no estuviera a salvo de no ser por...

Levanto el rostro con rapidez y se encontró con los verdes ojos en contraste con un antifaz negro, era el segundo héroe de París, Chat Noir.

— Menos mal pude tomarte a tiempo. — Murmuro con una mano en la cadera y otra en la nuca ligeramente encorvado en un signo de cansancio — Debí suponer que el unico rezagado que encontraría por aquí serías el chico más imprudente, después de mi, de todo París. — Se burló extendiéndole una mano al pelirrojo para que se pusiera de pie.

Aceptando la ayuda se incorporo para rápidamente sacudir sus pantalones y acercare al borde con curiosidad y miedo, encontrando así que el cuerpo de la mujer había sido reducido a piel y viscosidad.

— ¿Que era eso? — Murmuro para si mismo cubriendo con una mano su boca, era una escena asquerosa y aterradora.

— No te acerques tanto al borde. — Con rapidez rodeo su brazo libre en un insistente y desesperado agarre de salvación. Nathaniel al sentir como su mano temblaba sobre la suya  se giro para encararlo.

— ¿Te encuentras bien? — Cuestiono inclinándose hacía adelante y ladeando el rostro hacía un costado para poder ver la faz deprimente que el héroe quería ocultar agachando la cabeza.

— Esa es mi linea. —  Murmuro halando de su mano para atraerlo a hacía sus brazos.

Nathaniel tenía su mejilla aplastada contra su pecho, sus hombros eran oprimidos por los brazos cubiertos por el traje negro. El héroe lo abrazaba en busca de consuelo así que se removió lo suficiente para conseguir liberar su brazos y corresponder el estrujón.

— Mi padre, fue de los pocos que se quedaron atrás, en la zona residencial... — Explicaba con dolor — Lo primero que hice al no encontrar su nombre en la lista de refugiados fue buscarlo y cuando lo encontré este se negaba a irse sin su hijo, sin mí. — El corazón de Nathaniel dio un vuelco ante eso — Lo intente convencer de que lo encontraría con los demás fuera de la zona de peligro pero varias de esas cosas nos encontraron cuando comenzamos a elevar la voz y no lo pude salvar.

Sus ojos turquesa se abrieron con sorpresa y restregó su mejilla en el traje del héroe haciéndole saber que ahí estaba, que su silencio no significaba que no entendiera pero que no había palabras adecuadas para decir cuando se perdía a un padre.

Pasaron un par de segundos antes de que el felino volviera a recuperarse y se separaran.

— Lo siento, tenía que decirlo o explotaría. — Bromeo con una falsa sonrisa extendiendo su vara hasta el suelo para usarla como bajada.

— No te preocupes, yo entiendo. — Contesto comprensivo.

— Bueno, no vamos a quedarnos aquí todo el día. Aún quedan más casas por revisar y te tengo que llevar con los demás. — Notifico ofreciéndole una mano para ayudarlo a mantener el equilibrio en el tejado inclinado.

El primero en bajar fue el de traje negro, miro a sus alrededores en busca de peligro y al no encontrarlo le indico a Nathaniel que bajara aferrándose con las piernas y manos, este se deslizo con miedo pensando que si los bomberos hacían eso todos los días era porque estaban locos. El felino le recibió con los brazos abiertos ayudándolo con el último tramo.

Ambos chicos recorrerían a pie las últimas cuadras después de la suya para verificar que no hubiera personas negándose a dejar sus casas por alguna, seguramente absurda, razón y después harían lo mismo con la zona comercial y lugares turísticos, ese había sido el trabajo que se le encomendó al segundo héroe más famoso de París.

Los cambios en las calles se fueron dando tan paulatinamente que solo se dieron cuenta que se encontraban en el sector de clase alta al ver las casas volverse una más majestuosa que la anterior y que las grandes extensiones de jardín de cada una les hicieras sentir que abarcar una fuera como recorrer tres de las anteriores.

— Muero de calor... — Murmuro con cansancio el pelirrojo que intentaba mantener el ritmo del rubio. A esas alturas ya se había deshecho de su chaqueta y sin mas lugares para dejarla termino atandola a su cintura.

— Hace calor, si. — Concordó sin desacelerar su paso.

— Pues no parece cuando va...

Él mismo se interrumpió cuando, por el ventanal de una casa, vio como algo se movía con rapidez en el interior. Su silencio repentino llamo la atención del rubio haciendo que volteara a verlo.

— ¿Que sucede? — Cuestiono el héroe retrocediendo los pasos que se había adelantado.

— Algo... hay algo dentro de esa casa. — Notifico señalando el lugar temeroso, aún no estaba listo para encontrarse cara a cara con otro de esos seres.

Se crispó cuando nuevamente algo corrió de un extremo a otro, dio dos pasos a su costado y se aferró del brazo del héroe que parecía querer ir a ver de qué se trataba.

— No vayas... — Pidió con urgencia — Si es una de esas cosas no podrás hacer nada estando en un espacio cerrado. — Sus ojos denotaron miedo, de solo recordar como la mujer había devorado a aquel gato y como sin pensarlo se lanzó por la ventana para atraparlo se le ponía la piel de gallina.

— Debo echar un vistazo, puede que sea un civil. — Con decisión pero comprensivo ante el miedo del pelirrojo deslizo su brazo de entre sus falanges y fue hacia la casa.

— ¿Y yo que hago? — Cuestiono viendo hacia todos lados con temor de que algo sucediera.

— Quédate aquí — Solicito —, volveré en un instante. — Agrego por último desapareciendo en el interior de la casa.

Se quedó de pie en su lugar como le había indicado el rubio, se abrazaba a si mismo con nervios mientras se alzaba en puntillas y estiraba el cuello para intentar ver el interior de la casa desde su posición, esperando a que de la puerta saliera de una vez el chico anunciando una falsa alarma.

Espero durante unos minutos mas, golpeando el suelo con el pie de forma ansiosa y clavando su vista en el interior de la casa cuando vio una silueta reflejada en el cristal de la ventana. Abrió los ojos con sorpresa y se giro abruptamente encontrando a sus espaldas una chica de complexión delgada avanzando hacia él con pasos torpes y lentos.

Su estado era deplorable, cabello opaco y sucio, pómulos escurridos y ojos hundidos, parecía que estaba en un estado de desnutrición bastante avanzado, su vestido amarillo era cubierto de sangre y se encontraba rasgado.

— ¡C... chat noir! — Grito quedito sin moverse un centímetro de su lugar, pese a que la chica comenzaba a acercarse, cuando se percató de algo.

Lloraba.

Nathaniel curioso dio un paso al frente pero la mujer cambio su actitud dócil y enferma a una parecida a la de un animal salvaje, estirando el cuello hacía él y abriendo sus mandíbulas para atinarle un mordisco. Para su suerte el artista logro echarse hacia atrás esquivando el ataque por los pelos. Su pulso se había acelerado por aquella reacción de la mujer y sus sentidos se encontraban, una vez más, en alerta.

Un murmuro indefendible salio de la boca de la chica que se atragantaba con su propia saliva. Cada vez se acercaba más y Nathaniel también retrocedía.

— Por favor, deja de acercarte. — Pidió con tremor en su tono.

La chica, de no más veinticinco años, comenzó a hacer movimientos erráticos con el cuello, se retorcía de formas que parecían dolorosas y daba zarpazos al aire intentando atraparle, pero después de unos segundos se detuvo y le miro, su mirada era acechante. 

Nathaniel no dudo en ponerse a correr cuando esta comenzó a trotar en su dirección.

Saltaba las decoraciones de jardín deseando que la chica tropezara con alguno y se matara, como lo había hecho la mujer en su casa, pero el que terminó tropezando fue él cuando no vio un gnomo de jardín en su camino. Cayó al suelo e intentó incorporarse antes de que la chica lo alcanzara pero solo logró girarse cuando esta ya estaba frente a él. Su rostro demacrado se acerco peligrosamente al suyo y solo pudo poner sus manos en el mentón y frente de esta para alejarse de sus fauces.

Su aliento olía a sangre y putrefacción así que giro el rostro a un costado sin dejar de alejarla con su escasa fuerza, cerro los ojos y dejo salir un queja de desesperación al no poder quitársela de encima.

Sus dientes castañeteaban por un mordisco de su carne, como si se mandaran solos, pero aun así volvió su vista al rostro de la chica y sintió como las lagrimas aun desbordantes de sus ojos caían sobre sus mejillas. Fue entonces cuando dejo de ejercer tanta fuerza sintiéndose mal por la fémina que lloraba sin parar.

— ¡Nathaniel! — El artista abrió los ojos con sorpresa cuando una vara de metal atravesó la cabeza de la mujer.

El mencionado giro el rostro y observo a Chat Noir que recién salía de la casa regresando su arma a su tamaño normal tras haberla incrustado en la cabeza de la joven.

Su cuerpo cayó sobre él, inmóvil.

Sus ojos denotaron terror cuando el héroe se acercó para sacarle a la mujer de encima y lo ayudaba a incorporarse. Sentado en el asfalto sintió como algo húmedo se colaba entre sus dedos, el cuerpo de la chica se había vuelto pura piel y viscosidad.

— ¡Uhwa! — Exclamó levantándose del suelo tropezando con sus propios pies pero rápidamente el rubio lo tomo por los brazos ayudándolo a mantenerse de pie y alejándolo del cuerpo.

— ¿¡Que era lo que hacías!? ¿¡Por qué no me llamaste!? ¡Pudo haberte matado! — Cuestiono con miedo y enojo el héroe expectante de una buena respuesta.

— L-lo siento, estaba aterrado, me congele. — Confeso apoyando la cabeza en el pecho del mas alto — Luego ella comenzó a llorar y creí que la hacía daño.... — Susurro por último con semblante ausente.   

— ¿Qué dijiste? — Pregunto una vez más por el último susurro inaudible.

 — N-no, nada— Volvió en sí riendo con pocas ganas —  ¿Encontraste a alguien en la casa? — Cambio el tema.

Chat Noir suspiro y su semblante cambio de preocupado a uno de felicidad y ternura, alejándose se dio la vuelta para tomar algo del suelo.

— Si, esto. — Poso en sus narices a un cachorro peludo y emocionado.

Nathaniel parpadeo un par de veces atónito, un perro, eso era lo que había encontrado y por lo que había demorado tanto.

—Se esta haciendo — Informo dando dos pasos hacia atrás pues el chorro de orina salpicaba en el suelo —, además ¿no se supone que los gatos odian a los perros y viceversa? — Alzo una ceja cuando el chico sacudió en sus manos al perrito antes de ponerlo nuevamente en el suelo.

—¡Pero es una ternura! — Exclamó con sus ojos como chispas — Y parece que le agrado, en cuanto me vio no dejo de perseguirme moviendo su colita. —Aseguró con orgullo dedicándole una sonrisa al cachorro que al instante ladro y mordió su bota.

— ¡Mientras tu jugabas al "corre que te atrapo" con un perro yo lo hacia con esa cosa! — Señalo con una vena saltada la piel viscosa recuperando por completo su compostura.

El héroe al notar el temor en la voz del pelirrojo, pese a su expresión de enfado, borro su sonrisa entendiendo su estado, estaba asustado, demasiado probablemente, le había dejado solo y totalmente expuesto. Lamentándolo tomo su mano y entrelazo sus dedos con seguridad.

— Ya no te volveré a dejar solo, ni siquiera te soltare. — Prometió compasivo.

— D-de acuerdo.

Después de eso ambos siguieron su camino en silencio junto al pequeño perrito que les seguía contento. Sus manos no se habían separado desde entonces y cada vez que tenían que verificar el interior de una casa lo hacían juntos, o simplemente no entraban y preguntaban desde afuera si había alguien. Así la tarde paso y pronto el sol comenzó a descender dando paso a una noche un poco más fresca.

— Chat Noir... — Le llamo cortando el aburrido silencio — ¿Has estado todo el día así? Quiero decir, con tu traje.

— No todo el día, solo desde que se dio el aviso de evacuación. — Contesto sin mirarle, estaba más atento a movimientos a su alrededor.

— No has usado tu poder, imagino.

— ¿Como sabes eso? — Esta vez se giró prestándole atención mientras sonreía ante la posibilidad de que el chico fuera su fan.

— Leí el Ladyblog un par de veces. — Murmuró girando el rostro avergonzado, no era una mentira del todo, solo cambio un "leo el Ladyblog todos los días" por "un par de veces."

— Jaja, ya veo. Pues no, me he abstenido de usarlo por... ¿Escuchaste?

Ambos guardaron silencio y miraron a su alrededor, apenas habían salido de la zona residencial y edificios más grandes comenzaban a alzarse a lo lejos junto con el sonido lastimero del aire morir contra las estructuras. La ciudad no se encontraba devastada ni mucho menos, solo un poco desordenada por el rápido desalojo de las personas, pero eso era suficiente para darle un aire de suspenso, como si toda la gente hubiera desaparecido de un segundo a otro, dejando sus automóviles abandonado a merced de cualquiera. 

Nathaniel se agacho y tomo al perro en sus brazos para luego meterlo dentro de su mochila, el cachorro soltó un lloriqueo y el pelirrojo solo rasco tras sus orejas para que se calmara antes de cerrar la mochila, dejando solo una rendija para que respirara, y se la volviera a colocar.

— Se escucharon pasos. — Concordo el artista atento a su entorno.

— ¡Ahí, se movió algo! — Exclamo el héroe señalando un espacio entre dos edificios comerciales, una callejuela que daba a la otra calle y que él había usado muchas veces como atajo.

— N-no veo nada, yo no tengo visión nocturna. ¿Son de esas cosas? — Quiso saber alterado.

— Iré a ver.

— Oh, claro que no, prometiste no dejarme solo ¿recuerdas? — Con rapidez lo tomo del brazo para que no fuera.

— ¡Nathaniel! — Le llamo con queja en un grito —... Ups~

Su tono de voz había hecho que el sonido de las pisadas se volvieran más audibles y constantes hasta que una se perdió en lo que parecía una marcha y ya no se pudo distinguir contra cuántas de esas cosas se iban a enfrentar.

— ¡Corre, maldición, corre! — Ya sin importarle el volumen de voz que uso comenzó a halar del brazo al artista para huir.

Eran demasiados, al menos dos docenas les tenían como objetivo. Corrían lo más rápido que podían mientras Chat Noir miraba los techos de los edificios preguntándose hacia cual sería más conveniente saltar para dejar refugiado a su acompañante.

— ¿Temes a las alturas? — Le cuestiono cuando giraron en una esquina.

— Algo, no lo sé.... Como cualquier otra persona. — Contesto previendo a donde llevaría eso — ¡Deja de considerar tanto las cosas y sácanos de aquí!

— Tú mandas.

Se detuvieron unos segundos en los que cinco de esas cosas aprovecharon para alcanzarlos. Chat Noir posiciono su vara en el suelo y el agarre en su mano fue reemplazado por uno en su cintura, rodeo el cuello del héroe con sus brazos y sintió como el estómago se le subía al pecho por el repentino cambio de altura, seguían subiendo cuando se percató que comenzaba a resbalarse del agarre del rubio por un peso extra. Un niño, probablemente de cuatro años, estaba aferrado a su tobillo y trataba de escalar su pierna.

— ¡Deshazte de él! — Ordeno el rubio manteniendo su agarre con dificultad, seguían subiendo y estaban por llegar al techo de un edificio pero el movimiento les hacía tambalearse en el aire.

— ¡Es un niño! — Rezongo mirando la cara del pobre crío, no tenía expresión pero sus mejillas seguían siendo coloradas y sus ojos guardaban una esperanza de vida.

— ¡Vamos a caer patéalo, Nath! ¡Ahora!

Un quejido se escapo de sus labios cuando el pequeño niño enterró sus falanges en su pantorrilla y muslo para mantenerse y no caer. Cerró los ojos y con su pierna libre comenzó a empujar las pequeñas manos que se aferraban a él, escucho un nauseabundo ruido sordo y supo que algún hueso le había quebrado y en ese instante el pequeño cuerpo se soltó de su pierna y cayo. Solo entonces el felino pudo impulsarse hacia un costado y cayeron en el techo de un edificio, a salvo y lejos de esas cosas.

— Quédate aquí, aún tengo que deshacerme de esa plaga. — Pidió con cautela el héroe sabiendo del estado en el que ahora se encontraba el pelirrojo.

Nathaniel no pudo mantener el equilibrio y cayó de rodillas al suelo mientras que el sonido del hueso quebrarse del niño resonaba aún en su cabeza, una y otra vez.

Cuando se escuchó un gran estruendo fue como si chasquearan los dedos y lo sacaran de su trance. Gateo hacia el borde del edificio a tiempo para ver como caía un gran cartel de publicidad, desde otro edificio, aplastando a los monstruos que vagaban por la calle sin objetivo alguno. Alzó la mirada para encontrarse con la de héroe en el edificio frente a él.

Chat Noir volvió para ayudarlo a bajar.

Continuaron caminando en las calles desoladas y oscuras cuando un pequeño sonido salió de la argolla posada en un dedo de la mano que sostenía la suya.

— Voy a destransformarme. — Anuncio ganándose la atención del pelirrojo.

— Oh... — Fue lo único que pronuncio al no saber qué hacer — ¿Quieres que me vaya?

— No, lo que quiero decir es que estoy a punto de confesarte mi identidad.

— ¿Qué? Por supuesto que no me vas a confiar nada, yo... eh, puedo ir a un edificio pasar la noche ahí tú haces lo que tengas que hacer y....

Sus palabras dejaron de servir cuando una luz verde comenzó a aparecer de sus extremidades y antifaz, Nathaniel comprendió de qué se trataba al instante y giro el rostro incómodo, si le veía destransformarse sería como verlo cambiarse y eso estaba mal. Dejo de sentir en su mano la textura del traje y ahora solo podía apreciar la suave piel de las manos de la persona tras el nombre de Chat Noir.

— T-tienes ropa ¿verdad? — Urgió saber pues poco o nada sabía de las transformaciones de ambos héroes de París.

— Por supuesto que tiene ropa, niño. — Hablo una voz por el rubio que hizo crispar al artista.

Levanto la vista asustado y vio accidentalmente el rostro del héroe, se tapo los ojos con su mano libre al enterarse de su error pero al instante separo sus dígitos para confirmar que al que había visto era a su compañero de clases.

— ¿¡Adrien!? — Exclamo con los ojos bien abiertos.

— Vaya sorpresa ¿eh? — Le dedico una sonrisa nerviosa pues había reaccionado tal cual lo imagino.

El pelirrojo no dejaba de verle completamente asombrado, su vista paso de su rostro a sus manos aún entrelazadas y se aparto al instante pues si le resultaba raro tomar la mano de un súper héroe era aún más raro tomar la de su compañero de clases con el cual, además, nunca hablaba.

— Muero de hambre, todo el día he sido utilizado sin ningun momento de descanso. — Se quejaba el cosito que volaba alrededor del rubio.

— ¿Mu... mur... ¡Murciélago!? — Cuestiono alterado a punto de huir del animal que seguramente portaba la rabia.

— ¡No! — Detuvo su retroceso tomándole por los hombros — Él es mi Kwami. — Explico — Se llama plaga, soy su portador y con su ayuda puedo ser Chat Noir.

— ¿Eh? — Le miro completamente confundido.

Adrien se dedicó a explicarle un poco más el asunto y cuando finalmente Nathaniel salió de sus inseguridades y dejo de acusar al pequeño plaga de ser un murciélago continuaron su camino.

La luna se alzaba con resplandor en el punto más alto del cielo, los adolescentes caminaban sin voltear a verse ni una sola vez desde entonces. Adrien platicaba con plaga sobre cualquier cosa que le hiciera olvidar a la criatura el hambre terrible que sentía. Nathaniel, unos pasos más atrás, cargaba en su mochila al pequeño perrito que dormitaba tranquilo.

Se sentía incómodo, ahora no estaba caminando con el jovial héroe, sino con su compañero de clases, el más popular chico del colegio y el famoso modelo de París. Había dejado de ser tranquilizador estar a su lado, sin su traje ya no desprendía la misma fuerza, confianza y seguridad, ahora solo veía al chico que era acompañado por un guardaespaldas todos los días.

No se percató cuando detuvo su andar y se quedó atrás por unos metros hasta ser consumido por la oscuridad que ni la luna podía apaciguar.

— ¿Nathaniel? — Le llamo preocupado el de cabellos como trigo al notarlo detenido.

El artista miraba al suelo pensativo mientras se aferraba a las correas de su mochila, estaba siendo tonto, ahora mismo podría estar viendo a Adrien Agreste pero seguía siendo el héroe que le rescato y que le estaba ayudando a volver con las demás personas, también era el mismo chico que había visto a su padre morir horas antes. Abrió los ojos con incredulidad al recordarlo, era un idiota por haber olvidado algo como eso. Camino con rapidez hasta alcanzar al rubio y antes de que este pudiera hablar lo abrazó con efusión.

— ¿Que sucede ahora? — Cuestiono sorprendido por el repentino abrazo pero no se aparto. Nathaniel se puso en puntillas para alcanzar su rostro.

— Tu padre parecía un hombre duro pero sé que era una buena persona, te amaba y aun lo hace. Se alegrará ahora que puede saber que su hijo es el héroe que salvará París... — Susurro en su oído.

Adrien se quedó callado ante eso, poco a poco paso sus brazos por la espalda del pelirrojo apegándose aún más al afectuoso abrazo de consuelo que le brindaba junto a sus dulces palabras. Un par de lágrimas se formaron en las comisuras de sus ojos y no pudo evitar derramarlas. Restregó su rostro en el hueco entre su cuello y su hombro, formando un parche húmedo en la camisa ajena, y soltó un pequeño quejido de dolor, había estado posponiendo su momento de luto pues tenía que concentrarse en ser un héroe y ayudar a las personas, pero ahora era un civil.

— Estarás bien, eres fuerte demasiado para ser verdad.

El rubio sonrió por eso último y antes de separarse por completo de su compañero dejo un beso, húmedo por sus lágrimas, sobre su mejilla.

— Gracias.

Ambos jóvenes se miraron, uno con compasión y otro con agradecimiento, simples sentimientos que cualquiera puede desarrollar en un estado de angustia y emergencia evolucionarían durante los días en que París se encontrara en crisis.

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