03. home sweet home
🩰 chapter three . . .
❝ hogar dulce hogar ❞
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La castaña soltó un suspiro de frustración. Miraba a todos lados por el grande aeropuerto de París, intentando pasar lo más desapercibida posible ante todas las cámaras y periodistas que ella sabía que seguramente la estarían persiguiendo sin que ella se diera cuenta. Terminó hacía unos dos meses el rodaje de la segunda y última temporada de The Really Loud House y esta acababa de estrenar su último capítulo en la plataforma Nickelodeon.
Tras aquel repentino final de la serie, Annaka Fourneret se encontraba atrapada en una especie de círculo vicioso, indecisa sobre lo que le depararía el futuro, dudando si volvería a conseguir un papel de tal importancia o si se quedaría estancada en un laberinto del que no conseguiría ver salida durante el resto de su vida. Una inseguridad que casi nadie sabía que padecía, y por eso mismo supo que debía tomarse un descanso de absolutamente todo lo que le rodeaba.
Después de mucho pensar, sus padres decidieron quedarse en Estados Unidos, mientras que ella decidió volver a Francia. Se quedaría a vivir con su abuela hasta que se encontrara lo suficientemente despejada y preparada para seguir su carrera profesional, y pasaría las vacaciones de Navidad junto a ella. Sus padres intentaron que su hija no se marchara, pero ella no lo permitió. Tenía claro que no volvería a importarle la opinión de su familia, sobre todo la opinión de su padre.
Nunca más.
Sería la primera vez que pisaría París después de un año. La primera vez que volvería a su ciudad natal, a su lugar seguro, donde tantos buenos y a su vez también malos momentos había experimentado. Estaba deseando volver desde que se marchó, estaba deseando volver a dónde su corazón realmente siempre había pertenecido.
Pero también sabía a la perfección que su regreso a París no alegraría demasiado a una bailarina parisina de pelo rizado y ojos oscuros.
La inseguridad que ya formaba parte de su rutina diaria volvió a recorrer cada fibra de su ser. ¿Sabría ella que había vuelto a París? ¿Habría ella visto su publicación en Instagram anunciando su regreso a la ciudad ante miles de fans? ¿Qué estaría pasando por su cabeza si fuera así?
Y, sobre todo, ¿estaba ella preparada para volver a encontrarse con la chica con la que pasó los mejores meses de su vida pero a la que le rompió el corazón en mil pedazos?
No lo sabía, pero estaba a punto de descubrirlo.
Además, no tenía planeado ir detrás de ella como un perrito. De eso nada. Quería volver a verla, eso estaba claro, y ella era una de las mayores razones por las que había tomado la decisión de volver a París, pero se había ido de Estados Unidos para desconectar. Para descansar. Para olvidarse de todos sus problemas y preocupaciones por un periodo de tiempo indefinido.
Pero se sentiría increíblemente vacía tanto anímica como psicológicamente si su regreso a París no hubiese servido para absolutamente nada. Por lo que si alguna vez se encontraba a su ex-novia, que seguramente sucedería debido a la mala suerte que poseía, Annaka sabía que tenía que enfrentarse a lo que tanto tiempo llevaba deseando pero que le atemorizaba hacer.
Explicarle de una vez por todas la razón por la que hizo lo que hizo.
La razón por la que se marchó sin decir nada.
La razón por la que tuvo que dejar ir a la mejor persona que jamás había conocido.
La ojiverde salió de sus pensamientos al divisar cómo dos jóvenes de más o menos su misma edad la miraban con una mezcla de sorpresa y emoción. Annaka supo que ellas dos eran fans de ella, por lo que se quedó mirándolas durante unos segundos.
Ninguna de ellas dijo ni hizo nada, por lo que se dio la vuelta rápidamente para seguir su camino.
No les negaría una foto, por supuesto que no, pero tal vez ellas no querían acercarse por cualquier motivo.
Y, sinceramente, ella tampoco estaba de mucho humor para tomarse fotos.
Tan solo quería llegar a su verdadero hogar, donde realmente pertenecía, y despejar los jardines secretos de su mente.
Llegó al lugar donde recibiría su maleta y esperó durante unos minutos hasta que la recogió de la cinta transportadora. Notó miradas sobre ella y gente haciéndole fotos, pero no se giró para mirar. No le importaba.
Pidió un taxi y salió del aeropuerto, encontrándose con cámaras acompañadas de varios periodistas y un montón de fans esperándola. En cuanto la vieron, las personas que la esperaban empezaron a gritar de emoción.
Annaka les dedicó una sonrisa radiante a todos pero no pudo detenerse a tomarse fotos ni a firmar autógrafos porque el taxi ya había llegado. Así que esquivó como buenamente pudo a la inmensa oleada de fans y periodistas, despidiéndose de estos con la mayor amabilidad posible para dirigirse hacia el taxi, el cual la estaba esperando.
Algunos periodistas la siguieron para intentar hablar con ella preguntándole cosas como: «¿por qué has decidido volver?», «¿cuáles son tus próximos proyectos?», «¿has vuelto por alguien en concreto?», «¿te has comunicado con Claire últimamente?».
Annaka ignoró todas aquellas preguntas, obviamente. Detestaba a los periodistas tan entrometidos, sobre todo a los que seguían y seguían insistiendo en conseguir una primicia. Sabía que al fin y al cabo era su trabajo, pero no entendía por qué tenían que indagar tanto en la vida privada de alguien.
Entró en el taxi y saludó al conductor, utilizando por primera vez un año entero su habla francesa. Su acento acento del todo fluido, y era nirmak cuando ha pasado casi toda su vida en Estados Unidos, pero sabía mucho vocabulario y podía defenderse lo suficiente como para sobrevivir.
Le indicó el lugar a donde quería ir y el hombre asintió para poner en marcha el coche. Annaka suspiró, apoyando su cabeza en el respaldo del asiento trasero. No se esperaba que hubiera tantos fans esperándola en el aeropuerto, y mucho menos que ella tuviera tantos fans.
Después de unos veinte minutos el taxi aparcó delante de la casa de su abuela paterna, justo en el centro de París. Era una casa grande y rústica. Annaka amaba estar allí, disfrutaba mucho la compañía de su abuela. Sacó su maleta del maletero del coche y agradeció en francés al taxista por su hospitalidad.
El taxi volvió a arrancar su motor, empezando a alejarse.
El móvil que tenía guardado en el bolsillo trasero de sus vaqueros comenzó a sonar, dándole a entender que estaba recibiendo una llamada. Ella suspiró para sacar el móvil de su bolsillo para ver que no era una llamada, sino una videollamada por parte de sus mejores amigas.
Sonrió inconscientemente y aceptó la videollamada, mostrándole a Sophia y Audrey. Giró la cámara del móvil y se enfocó a sí misma.
―¡Ann! ―exclamaron las dos con una sonrisa emocionada.
―¡Hey!
―¿Ya has llegado a París? —preguntó Audrey con curiosidad.
―¿Hemos calculado bien? ―preguntó esta vez Sophia con un tono de voz cansado. La diferencia horaria era notable, seis horas de diferencia.
―Sí, acabo de llegar a mi casa. He pedido un taxi y estoy justo en la puerta, a punto de entrar. ―explicó Fourneret con una sonrisa.
―¡Te echamos de menos, Ann! ―exclamó Audrey y Sophia asintió, dándole la razón.
―Chicas, me visteis ayer cuando fui a despedirme de vosotras. ―dijo Annaka soltando una risita.
―Bueno, eso no tiene nada que ver. ―Sophia se encogió de hombros― ¿Ya sabes cuánto tiempo vas a quedarte?
―No, todavía no. ―Annaka soltó un suspiro cansado― Es indefinido.
―¿Y tus padres cómo se han tomado que vuelvas a París? ―preguntó Audrey con un poco de cautela― Sobre todo tu padre, ya sabes a lo que me refiero...
La ojiverde tragó saliva.
―Sinceramente, no me importa. ―respondió ella fingiendo bastante despreocupación― Si de verdad mi padre me quisiera, me habría apoyado cuando la necesité en su momento.
―Tienes razón, lo que tu padre hizo estuvo realmente mal. Ni siquiera te dejó opinar respecto a eso. Te obligó, literalmente. ―Sophia respondió con suavidad, bajando un poco la mirada.
Annaka no dijo nada, tan solo asintió levemente mientras miraba a sus amigas desde la pantalla, sintiendo cómo un nudo imposible de deshacer se formaba en su estómago.
―Bueno, como dice el dicho, pasado pisado. ―comentó ella con una sonrisa tan forzada que se le marcaron extremadamente sus hoyuelos― Ya he vuelto a París, mi lugar seguro, y esta vez no me va a importar la opinión de nadie. No volveré a ser manipulada.
Sus amigas le sonrieron en respuesta, estando de acuerdo con ella.
―¿Dijiste que la casa de tu abuela está justo en el centro de París?
―Sí, a unos doscientos metros de la Torre Eiffel. ―Annaka asintió mientras enseñaba la puerta de su casa.
―¡Dios mío, qué envidia! ―Audrey exclamó con una sonrisa emocionada que contagió a las demás.
―Oh, vamos, también se está genial en Estados Unidos.
―¿Perdona? ¡No hay nada comparado a la ciudad del amor! ―contestó Audrey con la misma emoción, y Sophia puso los ojos en blanco con diversión.
Annaka se quedó en silencio unos segundos, pensando en aquello. Estaba en París, la ciudad del amor. La ciudad donde encontró a su único amor. La ciudad en la que tantos recuerdos se han quedado grabados en su memoria. Pero ella lo había arruinado todo.
―Ya estamos deseando que vuelvas. ―dijo Sophia al darse cuenta de que su mejor amiga estaba pensando en otra cosa, o mejor dicho en alguien.
―Venga ya, sobreviviréis sin mí. ―la castaña bufó con una sonrisita.
―Eres el alma del grupo, Ann, sin ti todo es tan... aburrido. ―Audrey informó ladeando la cabeza, y Sophia asintió en acuerdo con ella.
―Tú tienes a ese chico que dices que es tan guapo del equipo de fútbol americano y Sophia tiene a su guitarra. ―Annaka añadió con un poco de burla, y ambas chicas rodaron los ojos antes de reír― Ya te digo yo que no os vais a aburrir. Así que no sufrais por mí.
―Esa es la cosa, Ann... Que seguramente sufriremos por ti. ―Sophia dijo un poco más seria, y la ojiverde desvió la mirada sabiendo perfectamente a lo que se refería― ¿Estás segura de que ha sido buena idea volver ahí?
Annaka se quedó pensando en una respuesta durante unos segundos, y sus amigas la miraban con atención.
―No sé si ha sido buena idea, pero sé que es lo que necesitaba. ―respondió ella finalmente, con suavidad.
―Tan solo... ten cuidado, ¿vale?
―Sophia avisó con un poco de precaución― Lo más probable es que te tengas que enfrentar a todo en algún momento, pero no tiene por qué ser antes de lo esperado.
―Exacto, ni Sophia ni yo queremos que vuelvas a sufrir de la misma que lo hiciste el año pasado.
―Chicas, os prometo que no adelantaré acontecimientos. ―aseguró Annaka mirando a sus amigas― Sé que en parte he venido para aclarar las cosas, pero la verdadera razón sigue siendo la misma. Para despejarme. Para relajarme.
Y también había vuelto a París para intentar hablar con ella por todos los medios sobre todo lo que sucedió el año pasado y por qué hizo lo que hizo, pero eso obviamente no lo diría.
―Está bien, diviértete. ―dijo Audrey con una sonrisa de oreja a oreja que fue correspondida por la castaña.
―Está en París, Drey, claro que se va a divertir. ―murmuró Sophia con un toque de ironía y todas rieron.
―Bueno, chicas, tengo que colgar. Está empezando a hacer frío y la verdad es que quiero entrar a mi casa. ―comentó Annaka con una sonrisa nerviosa― Ya hablamos en otro momento. Os quiero mucho. ¡No lloréis mucho sin mí!
―¡Buena suerte, Ann!
―¡Pásatelo bien!
―¡Pero no tanto como con nosotras!
Annaka soltó una risa para finalizar la llamada, y se quedó durante unos segundos con la mirada fija en el suelo. Era casi diciembre, pero hojas otoñales seguían desperdigadas por el suelo.
Ella dejó escapar un suspiro pata volver a tomar su maleta y girarse para dar varios toquecitos en la puerta de la que a partir de ese momento sería su casa.
Unos segundos después una mujer mayor, bajita y pelo grisáceo se hizo ver cuando la puerta se abrió. La mayor sonrió de inmediato al ver a su nieta, y sus ojos comenzaron a brillar.
―¡Annie-Ann! ―exclamó su abuela para extender los brazos y acercarse a ella para abrazarla.
Annaka sintió una calidez recorrerla por dentro al escuchar a su abuela llamarla por el apodo que siempre le había otorgado desde pequeña.
―¡Abuela! ―saludó ella con una sonrisa que no le cabía en el rostro y la abrazó, sintiendo ya sus ojos enlagrimados.
Las dos se separaron y la mujer se hizo a un lado para dejar pasar a su nieta.
La castaña se adentró en la casa, y una oleada de nostalgia la invadió por completo. Todo estaba exactamente igual que hace casi un año. Tal vez porque el marido de su abuela falleció más o menos por esas fechas y entonces ella no quiso deshacerse de nada que lo recordara a él.
―Te he echado tanto de menos, mi Annie-Ann. Demasiado. ―dijo la mujer en un inglés no muy fluido, indicándole a su nieta que se sentara en el sofá.
―Y yo a ti también, tenía tantas ganas de volver... ―respondió Annaka con una sonrisa sincera. Era cierto. Llevaba esperando ese momento un año entero.
―He visto todo lo que estás logrando en Estados Unidos. Sé que la actuación siempre ha sido tu sueño. Estoy tan orgullosa de ti. ―la de pelo gris acarició la mano de la menor con afecto.
―Gracias, abuela. ―agradeció la castaña con suavidad― Aunque ahora estoy en una especie de limbo. No sé si volveré a triunfar como lo hice con The Really Loud House. Por eso he venido aquí. Para despejarme un poco.
―Has hecho bien, mi amor. Y te aseguro que obtendrás millones de papeles más en series o películas, tan solo tienes que ser paciente. Este es solo el principio de tu carrera, no te vengas abajo.
Annaka tan solo asintió, intentando que las palabras de su abuela se quedasen dentro de ella y cambiaran su forma de pensar. Pero ahora no servía de nada. Con el tiempo tal vez, supuso.
―Además... tú y yo sabemos perfectamente que tu bloqueo no es la única razón por la que has venido. ―añadió la mayor con una mezcla de suavidad y precaución.
Annaka tan solo bajó la mirada, mordiéndose la parte inferior del labio, un poco nerviosa. Sabía que su abuela tenía razón. Siempre la tenía.
―Todo se arreglará. ―aseguró la mujer para entrelazar su mano con la de su nieta, y sonrió― Te lo prometo.
Annaka tan solo asintió, devolviéndole la sonrisa a su abuela. Pero ella dudaba que alguna vez todo se arreglara. Había cometido el mayor error de su vida, y eso definitivamente no se arreglaría en un abrir y cerrar de ojos.
―Será mejor que vayas a darte una vuelta por París, ya sabes, para que te ayude a volver a familiarizarte. ―ella sugirió con comprensión.
―Sí, creo que me hace falta un café después de tantas horas de vuelo.
―Annaka se levantó del sofá con delicadeza, seguida de su abuela, quien la miraba con una sonrisa.
Iba a agarrar su maleta cuando la de pelo gris la detuvo.
―Oh, no te preocupes por eso, la llevo yo a tu habitación.
―¿Estás segura? ―preguntó la castaña no muy convencida, y ella asintió.
―Segurísima. Venga, ve, no se te vaya a hacer de noche.
Annaka tan solo asintió para dirigirse a la puerta de la casa y abrirla, sintiendo el frío de fuera colarse en su cuerpo.
―Annie-Ann. ―llamó la mujer a su nieta y esta se giró para mirarla con curiosidad― Hazle un favor a tu abuela y tráeme uno a mí también.
―Claro que sí. ―la chica le sonrió a su abuela antes de salir de la casa y empezar a dirigirse a esa cafetería.
itsnahiaaa_ ✶ 2025.
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